Juana de Arco en la hoguera ―originalmente en francés Jeanne d'Arc au bûcher― fue un encargo de la bailarina y actriz Ida Rubinstein y su estreno orquestal se produjo el 12 de mayo de 1938 en Basilea (Suiza). El director fue Paul Sacher e intervino la propia Rubinstein como Juana de Arco y en la parte coral de niños, los Niños Cantores de Basilea.El drama en 11 escenas que se suceden sin interrupción tiene lugar durante los últimos minutos de Juana de Arco en la hoguera, con recuerdos de su juicio y sus días de juventud.La versión de este oratorio dramático que transmitiremos hoy en Canto y Música Coral cuenta con el siguiente reparto: Juana de Arco (Marthe Keller), El clérigo Dominik (Georges Wilson), Narrador y otros roles secundarios (Pierre-Marie Escourrou), La Virgen María (Francoise Pollet), Margarita (Michele Command) y Catalina (Nathalie Stutzman) y El Coro de Radio Francia y la Orquesta Nacional de Francia, bajo la dirección de Seiji Ozawa.Aquí una sinopsis de algunos actos de esta obra:Primera escena: Las voces del cieloEl coro pronuncia el nombre de Juana tres veces.Segunda escena: El libroJuana, encadenada, pregunta quién la llama. El hermano Dominik le responde. Tiene un libro grueso en sus manos. Contiene toda la vida de Juana, que ahora volverá a vivir. Como Juana no sabe leer, el hermano Dominik le lee.💬 Síganos en nuestro canal de Whatsapp aquí.Tercera escena: Las voces de la tierraEl coro de los acusadores de Juana alza ahora la voz y repite sus maldiciones alternativamente en francés y latín a Juana. El hermano Dominik explica que no son los hombres quienes la abruman de esta manera. Como sus hermanas en la antigua Roma, será entregada a las fieras, quienes la juzgarán.Cuarta escena: Juana abandonada a las fierasEn el momento de constituir el tribunal y nombrar su presidente, el tigre, el zorro y la serpiente se recusan sucesivamente. Pero el cerdo (obispo de Beauvais) se ofrece y es aclamado: las ovejas actuarán como asesores y el asno será el escribano. La acusación y el veredicto se emiten en un instante: El diablo ayudó a Juana, por eso hay que quemarla!Quinta escena: Juana en el posteJuana se asusta por el aullido de un perro en la noche, pero el hermano Dominikla tranquiliza y cuando la doncella le pregunta cómo llegó allí, él responde: por un juego de cartas.Podrá escuchar la obra completa en la nueva edición de Canto y Música Coral este domingo, 12 de mayo a las 9:00 p. m. por la señal en vivo de la HJCK.
La orquesta sinfónica del poblado de San Javier, en el departamento de Santa Cruz y de casi 19.000 habitantes, interpretó la obra por primera vez desde su hallazgo, en los años setenta.Frente al altar de la iglesia de San Javier, Yhorgina Algarañaz y Carla Pereyra, de 18 y 36 años, respectivamente, encarnan un diálogo en bésiro entre San Francisco y San Ignacio.Las cantantes llevan barbas postizas, túnicas negras y sandalias. Cruzan miradas antes de entonar la lengua de los antepasados nómadas: "siromati ape, asaraimia nuxia nipoxti Tupax" (ven al cielo a ver lo buena que es la casa de Dios).El público se levanta y estalla en un sonoro aplauso frente a la que sería una inédita interpretación de la ópera San Francisco Javier.Los historiadores no han determinado aún si la obra, que data de 1740, llegó a presentarse en su época."Es un estreno mundial chico", exclama emocionado el cubano Eduardo Silveira, de 55 años, director de la que es considerada la única ópera que interpreta en bésiro conocida hasta ahora.El bésiro es una de las lenguas de los chiquitanos, pequeños pueblos indígenas que fueron agrupados por los jesuitas en la región amazónica en el siglo XVIII.Forma parte de los 37 dialectos reconocidos oficialmente en Bolivia, aunque hoy prácticamente sólo lo hablan los ancianos.Y también es uno de los siete que están en riesgo de desaparecer, según el gubernamental Instituto Plurinacional de Estudios de Lenguas y Culturas. No existe un censo sobre su número actual de hablantes.💬 Síganos en nuestro canal de Whatsapp aquí."Única en el mundo"Hace un año, Silveira y su orquesta sinfónica de jóvenes se abocaron a la tarea de recrear la obra en su dialecto original, contando con la ayuda del sacerdote e historiador polaco Piotr Nawrot.A los violines, guitarras y violonchelo de la música barroca le sumaron tamboriles y otros instrumentos nativos como el "sananax", una suerte de trompeta de bambú.Tener "la única ópera en el mundo con el texto en la lengua local, ya es una ganancia", destaca Nawrot, de 69 años.Sus partituras habían sido celosamente guardadas por los chiquitanos en la iglesia de San Rafael, a unos 300 km de San Javier.En los setenta, el arquitecto suizo Hans Roth viajó a Bolivia para restaurar algunos templos de los jesuitas en la Amazonía.Durante su misión, se encontró con miles de partituras en español y con la singular ópera en bésiro.Los historiadores estiman que la obra fue escrita de manera anónima por un indígena evangelizado. El proceso de reconstrucción terminó en los años noventa gracias al impulso de Nawrot y otros especialistas."Reconstruir la música no ha sido tan complicado como reconstruir los textos, más todavía en una lengua extraña que yo no entiendo y hay poca gente que habla", evoca el religioso.Aprender bésiroCon la obra restaurada, el cubano Silveira empezó a preparar la puesta en escena. A las dos cantantes les tomó un año familiarizarse con el bésiro.Le pregunté a "personas mayores cómo se habla (...) para poder aprenderlo, ya que también aparte de ser solista, me dio también curiosidad por la forma en como lo hablan", recuerda Yhorgina Algarañaz.La intérprete alternaba la preparación de la ópera con su trabajo en el mercado vendiendo frutas y hortalizas.La obra finalmente vio la luz a finales de abril. San Javier organizó una velada especial para el lanzamiento de la ópera barroca indígena.Y Silveira ya piensa en la próxima presentación. "Vamos a seguir, esa es nuestra misión", subraya el director, el insospechado promotor de una lengua en peligro de extinción.🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
Según Graham Sadler (estudioso de la música francesa): "Un melómano francés del siglo XVIII seguramente se sorprendería de la escasa atención prestada a Mondonville en nuestro siglo. Se trataba de un hombre que ocupaba algunos de los cargos musicales más prestigiosos de Francia, un hombre que, en su apogeo, era considerado casi igual a Rameau como compositor de ópera y muy superior a él en el ámbito del motete.Sin embargo, hasta los últimos años las representaciones modernas han sido raras. Una razón de este abandono es que la música de Mondonville no siempre parece especialmente interesante en la página. Sin embargo, en la interpretación cobra vida de una manera sorprendentemente directa". Les fêtes de Paphos se representó por primera vez en la Académie Royale de Musique de París el 9 de mayo de 1758 y fue un éxito popular. Así disfrutó de veintinueve representaciones consecutivas y, aunque sólo se revivió el tercer acto, la popularidad del conjunto nunca estuvo en duda.Les Fêtes de Paphos, aunque se describe en la portada como un ballet heroico, se clasifica mejor como una ópera-ballet.💬 Síganos en nuestro canal de Whatsapp aquí.Aquí el argumento y acción de este primer acto:Marte, el dios de la guerra, decide seducir a Venus, pero primero debe deshacerse de Adonis, el rival a quien Venus ama. A pesar de las protestas de Venus, Adonis con un grupo de cazadores va a destruir un monstruo temible que aterroriza al vecindario, pero él mismo resulta herido de muerte. Cuando exhala su último suspiro, Venus lo transforma en una anémona. Marte, no contento con la muerte de su rival, desea destruir la flor, pero el propio Júpiter interviene para devolverle la vida a Adonis. Marte se va, amenazando con que las furias de la guerra lleguen hasta el cielo. Venus y Adonis, junto con las Ninfas y las Gracias, celebran su amor.Podrá escuchar la obra completa en la nueva edición de Canto y Música Coral este domingo, 5 de mayo a las 9:00 p. m. por la señal en vivo de la HJCK.
La composición de Todo tranquilo en el frente occidental se inició en 1989, pero solo se completó diez años más tarde. La compositora, Nancy Jean Van de Vate, adaptó el libreto de la famosa novela acerca de la Primera Guerra Mundial Im Westen nichts Neues (Sin novedad en el frente) de Erich Maria Remarque, con alguna referencia al guion cinematográfico de 1929. Aunque la novela se ha utilizado tres veces como base de una película, nunca antes se le había puesto música.La composición de la ópera ya estaba en marcha cuando, a finales de 1990, la compositora, Nancy van de Vate, recibió el encargo de crear la música para la ópera romántica en cuatro actos, Nemo: Jenseits von Vulkania, con libreto de Allen Cortés. Años más tarde, regresó a la composición de Todo tranquilo en el frente occidental, en 1996, completando al fin la ópera en 1999.Estilística e ideológicamente, esta ópera pertenece a varias de las otras grandes obras de Van de Vate de finales de los años 1980 que también se basaban en temas sociales y políticos, en particular Chernobyl para orquesta y Katyn para orquesta y coro. Al igual que Todo tranquilo en el frente occidental, el ambiente de estas obras también es sombrío, y la disonancia extrema se alterna con un lirismo trágico.Aunque la ópera se desarrolla en medio de los terribles acontecimientos de la Primera Guerra Mundial, particularmente la vida en las trincheras se centra en las relaciones humanas y las respuestas de sus personajes más que en actos de batalla o incidentes específicos de heroísmo.Hace 25 años la compositora Nancy van de Vate presentó esta, su ópera Todo tranquilo en el frente occidental, que adaptó de la novela de Erich Maria Remarque Sin novedad en el frente.En la versión que transmitiremos en la señal en vivo de la HJCK podrá escuchar en el reparto a Michael Polscer, Josef Krenmair, Steven Scheschareg, Dominic Natoli, Marek Olbrzymek, Josef Krenmair, Linda Healy-Steck, Martha Jane Howe, Evelyn Petros, Linda Healy-Steck, acompañados por la Orquesta Filarmónica de Moravia, dirigida por el estadounidense, nacido en Japón, Toshiyuki Shimada.Podrá escuchar la obra completa en la nueva edición de Canto y Música Coral este domingo, 28 de abril a las 9:00 p. m. por la señal en vivo de la HJCK.
Agamenón, Clitemnestra, Ifigenia y Aquiles nos acompañan en una nueva edición de Canto y Música Coral por la señal en vivo de la HJCK. Este domingo a partir de las nueve de la noche, escucharemos Ifigenia en Aulide, la primera ópera sobre un argumento en francés, que el compositor alemán Christoph Willibald Gluck presentó en París, hace 250 años, el 19 de abril de 1774.Willibald es conocido principalmente por sus contribuciones al desarrollo de la ópera, particularmente por su influencia en la reforma de la ópera seria. Una de sus obras más famosas es Orfeo ed Euridice (Orfeo y Eurídice), estrenada en 1762. Esta ópera marca un hito en la historia de la ópera, ya que representa un cambio significativo en el enfoque hacia una mayor expresividad emocional y simplicidad dramática.Gluck también colaboró con libretistas influyentes como Ranieri de' Calzabigi, quien compartía su visión de una ópera más natural y emocional. Juntos, crearon obras como "Alceste" y la obra que hoy presentará la HJCK, Iphigénie en Aulide, en las que continuaron promoviendo sus ideales de reforma operística.💬 Síganos en nuestro canal de Whatsapp aquí.Esta última fue la primera obra que Gluck escribió sobre un texto en francés y, además, para un público francés. El compositor no perdonó a su público al considerar que sus cantantes no estaban preparados y pospuso el ensayo general al que debía asistir la Corte, con la presencia del Rey y la Reina.Esta fue su manera de afirmar el rango que ostentaba el arte sobre la etiqueta. Ni el público ni los miembros del tribunal estaban acostumbrados a ser tratados con tanta severidad. A pesar de todo esto, Ifigenia, como sabemos, disfrutó de un gran éxito, pues cumplía el deseo expresado por Diderot de que algún día la Clitemnestra de Racine y su hija Ifigenia fueran musicalizadas de una manera que coincidiera con la nobleza melodiosa y la melancolía excepcional que el poeta les había conferido.Es cierto que el personaje proviene de la mitología, pero está dotado de la elocuencia y la noble familiaridad del ser humano. Con Ifigenia en Aulide, Gluck simplemente regreso a Racine, a su pasión y noble sencillez, un regreso a la tragedia clásica como modelo de ópera, despojada de los adornos en los que se encontraba.La versión de Ifigenia en Aulide con música de Christoph Willibald Gluck cuenta en su reparto con artistas como José van Dam, Anne Sofie von Otter, Lynne Dawson, John Aler, Bernard Deletré, Gilles Cachemaille, René Schirrer, Guillemette Laurens, Isabelle Eschenbrenner y Anne Monovios. A ellos los acompañan el Coro Monteverdi y la Orquesta de la Ópera de Lyon, bajo la dirección de John Eliot Gardiner.Podrá escuchar la obra completa en la nueva edición de Canto y Música Coral este domingo, 21 de abril a las 9:00 p. m. por la señal en vivo de la HJCK.
Johann Strauss compuso con El murciélago su obra maestra. Cada número musical se convirtió en un gran éxito. La única duda que podría plantearse es el género al que pertenece esta obra. Ante todo, a la ópera cómica, que se aproxima en muchos puntos a la opereta, la zarzuela española y la comedia. Cualquiera que sea el género en que se sitúe El murciélago, es la culminación de la opereta: Rebosa humor e ingenio, energía y alegría de vivir.Aquí el argumento y acción de esta opereta cómica que trascurre en Viena, en el siglo XIX.La obertura es una brillante fantasía orquestal sobre algunas de las mejores ocurrencias de la partitura. Adelanta la atmósfera de baile, pero también algunos motivos líricos y grotescos.El primer acto transcurre en la casa del señor de Eisenstein. Adele, la criada, ha obtenido de su hermana Ida, que es bailarina de ballet, una invitación a un baile en el palacio del príncipe ruso Orlowsky. Por lo tanto, no sólo tiene que inventar ante Rosalinde la excusa de que debe cuidar por la noche a una tía enferma, sino que debe sustraerle un hermoso vestido a su ama. Sorprendentemente, Rosalinde concede la autorización solicitada, con más prontitud que de costumbre.Su esposo, el señor von Eisenstein, debe presentarse esa noche en la prisión para cumplir una leve condena por ofensas a la autoridad. En la calle se oye la victoriosa voz de tenor del cantante de ópera Alfred, su antiguo admirador, que le canta una serenata. Eisenstein está furioso porque un descuido de su abogado, el doctor Blind, lo obliga a cumplir el castigo, pero su humor mejora visiblemente cuando el notario, el doctor Falke, su amigo y compañero de numerosas aventuras, va a invitarlo a la fiesta de Orlowsky.💬Síganos en nuestro canal de Whatsapp aquí.Eisenstein se viste de gala, lo que no deja de sorprender a Rosalinde. ¿De frac a la prisión? Eisenstein se despide con ternura, aunque muy distraído, de su esposa, que a causa del canto de Alfred en la calle tampoco está demasiado atenta.Sospechosamente alegre, Eisenstein se dirige a la prisión. Aunque sin imaginar que será la víctima, pues Falke, a quien una vez, después de un baile de máscaras, hizo volver a casa disfrazado de murciélago en pleno día, ha trazado un plan para vengarse. Apenas se ha ido el señor de la casa, entra Alfred. El cantante, que desde hace años corteja a Rosalinde, aunque con escaso éxito, comienza a ponerse cómodo en la casa de Eisenstein, a pesar de las protestas, no muy enérgicas, de la mujer.Beben tranquilamente mientras entonan la canción que tanto por el texto como por la melodía se ha vuelto casi proverbial: “Dichoso quien olvida lo que no se puede cambiar...”.El idilio es interrumpido por Frank, el director de la prisión, para poner personalmente entre rejas a su ilustre huésped, el señor von Eisenstein. Al ver al varón acariciando a su esposa, Frank asume que tiene que ser el hombre a quien viene a arrestar, pues ¿quién otro podría a tales horas estar en casa y en esa situación?Alfred vacila un instante, pero no puede comprometer a Rosalinde. Se deja llevar a la prisión, no sin despedirse con afectuosos besos de su esposa.Podrá escuchar la obra completa en la nueva edición de Canto y Música Coral el próximo domingo 15 de abril a las 9:00 p.m. por la señal en vivo de la HJCK.
En esta obra Carl Philipp Emanuel Bach ‘canta’ la resurrección y ascensión de Cristo. El autor del texto fue Karl Wilhelm Ramler (1725-1798), un poeta y académico berlinés. Junto con Los israelitas en el desierto y Los últimos sufrimientos del Redentor, La resurrección y ascensión de Jesús es uno de los tres grandes oratorios de Carl Philipp Emanuel Bach.El estreno de la composición de Bach tuvo lugar en un ambiente privado hace 250 años, el domingo de Pascua de 1774 en Hamburgo. Y la primera actuación pública tuvo lugar el 18 de marzo de 1778 en la sala de conciertos del Kamp de Hamburgo.Hamburgo fue el centro más importante de la oratoria alemana durante la primera mitad del siglo XVIII. Había dos tipos principales: el oratorio litúrgico de la Pasión con texto bíblico y poesía interpolada, que había surgido a mediados del siglo XVII, y el oratorio más nuevo de la Pasión con texto en gran parte, si no enteramente, poético. 💬Síganos en nuestro canal de Whatsapp aquí.Die Auferstehung und Himmelfahrt Jesu, aunque guarda afinidad con este segundo tipo en su extensión y en su configuración de un texto lírico con personajes anónimos, de hecho, fue considerada tanto por Bach como por Ramler como una cantata dramática.La opinión que Bach tenía de La resurrección y ascensión de Jesús era alta, como sabemos por las cartas que escribió a Ramler en 1781 y a Breitkopf en 1787. En la primera describe: "Es preeminente entre todas mis obras vocales en expresión y en composición", y a Bernhard Christoph Breitkopf (fundador de Breitkopf & Härtel, que al día de hoy es la casa de edición musical más antigua de Alemania), que “La resurrección y ascensión de Jesús sin egoísmo ridículo, durará muchos años, porque es una de mis obras maestras y una importante, de la que los jóvenes compositores pueden aprender algo”.Evidentemente Die Auferstehung und Himmelfahrt Jesu (La resurrección y ascensión de Jesús) no sólo era una de las composiciones favoritas de Carl Philipp Emanuel, sino que también pretendía que tuviera una función didáctica.El oratorio consta de 22 números, que se dividen en dos partes. La primera parte se centra en la resurrección de Jesús, la segunda en la ascensión. No se asignan roles dramáticos concretos a los cantantes y no se describe ninguna acción dramática. En cambio, las arias y coros retratan sensaciones, pensamientos y sentimientos que reflejan sus reacciones ante la resurrección y ascensión de Jesús. Aunque el libreto de Ramler se basa en parte en textos bíblicos, se compone principalmente de poesía original.El impacto posterior de la obra después de la muerte de Carl Philipp Emanuel Bach fue de gran alcance, llegando no sólo a las zonas católicas del sur de Alemania, sino que también se representó ocasionalmente fuera del mundo de habla alemana, en Inglaterra e Italia.La versión de Die Auferstehung und Himmelfahrt Jesu (La resurrección y ascensión de Jesús), Wq 240, de Carl Philipp Emanuel Bach (estrenada hace 250 años) que escucharemos hoy en Canto y Música Coral por HJCK.com estará a cargo de: Hellevi Martinpelto (soprano), Christoph Prégardien (tenor), Peter Harvey (bajo), el Coro del Collegium Vocale de Ghent y la Orquesta del Siglo de las Luces bajo la dirección de Philippe Herreweghe.Podrá escuchar la obra completa en la nueva edición de Canto y Música Coral el próximo domingo 31 de marzo a las 9:00 p.m. por la señal en vivo de la HJCK.
Sobre Antonio Caldara y el oratorio Magdalena a los pies de Cristo, Brian W Pritcard escribió lo siguiente:“Con unos cuarenta oratorios en su haber, Antonio Caldara (1670-1736) debe figurar entre los compositores del barroco tardío más prolíficos asociados con este género. La corriente de obras comienza antes de 1700, cuando Caldara trabajó como músico independiente en su Venecia natal. Fluye a lo largo de sus nombramientos como maestro di cappella (de 1700 a 1707) de Ferdinando Carlo, duque de Mantua, y como maestro (de 1709 a 1716) de Francesco Maria Ruspoli, príncipe de Cerveteri, en Roma, y termina sólo con el nombramiento del compositor hasta su muerte en 1736 en Viena, donde sirvió veinte años como Vizekapellmeister del emperador Habsburgo.Los oratorios de Caldara para Ruspoli también estaban destinados a las celebraciones de Cuaresma y se escuchaban en el Palazzo Bonelli cada año desde 1710 hasta 1716. En Roma, su música rara vez se complementaba con la de otros compositores e inicialmente Caldara se basó en obras que había compuesto antes de su nombramiento para ocupar el cargo.Cuanto más nos acercamos a los primeros años de Caldara como compositor, menos seguros podemos estar a la hora de asignar un año o una ubicación a sus primeros oratorios. Cualquiera que sea la fecha de su estreno, La Maddalena desaparece de la vista casi inmediatamente sólo para reaparecer en la capilla imperial de Viena en 1713. El vínculo debe ser el viaje de Caldara de 1711-12 cuando abandonó Roma con la esperanza de conseguir el puesto vacante de Maestro de capilla imperial. Aunque La Maddalena no estuvo entre los oratorios de Caldara revividos en Roma, es posible que trajera una partitura allí e incluso se la llevara a Viena.💬 Síganos en nuestro canal de Whatsapp aquí.El libreto de La MaddalenaLos textos de los primeros oratorios de Caldara también plantean algunas preguntas: ¿la elección fue suya o el encargo de componer fue acompañado por un texto que los oratorianos habían seleccionado entre libretos existentes o recién requisado de un escritor en Venecia o más allá.Dada la importancia del oratorio en Módena en la década de 1680, no sorprende encontrar libretos modeneses y, a menudo, las partituras mismas en otras ciudades del norte de Italia. En este caso particular, sin embargo, la música de Bononcini no parece haber llegado a Venecia, aunque es casi seguro que sí llegó una copia del libreto impreso. Pero cuando el texto estuvo en manos de Caldara, ya había sido revisado sustancialmente. Posiblemente la reelaboración fue realizada por Bernardo Sandrinelli, el destacado escriba veneciano responsable de los textos de los otros dos oratorios de Caldara para la Fava (la iglesia de Santa Maria della Consolazione, conocida como la iglesia de los Oratorianos).Suponiendo que el texto establecido por Bononcini sea el original, la versión revisada difiere en tres aspectos: se introduce un personaje adicional, Marta; el número de arias y conjuntos se reduce de 47 a 33; y aunque se conservan 17 de los textos del aria originales, 16 están escritos recientemente. El resultado es un libreto más ajustado y cohesivo, con una tensión dramática intensificada y enriquecido en su contraste de personajes.Esta obra temprana de Antonio Caldara compuesta en Venecia en torno a 1697 o 1698 es un oratorio dividido en dos partes y presenta un dilema moral, favorito del barroco, representado entre el amor terreno y el celestial, cuya batalla se libra en la persona de la Magdalena.”En este nuevo programa escucharemos la versión interpretada por María Cristina Kiehr como Magdalena, Rosa Dominguez, en el papel de Marta, Bernarda Fink, interpreta la figura del Amor Terreno, Andreas Scholl, como el Amor Celeste, Ulrich Mefthaler, en el papel de un fariseo y Gerd Tück, como Cristo. Los acompañan Chiara Banchini (concertino) y la Orquesta de la Schola Cantorum Basiliensis, bajo la dirección de René Jacobs.Podrá escuchar la obra completa en la nueva edición de Canto y Música Coral el próximo domingo 24 de marzo a las 9:00 p.m. por la señal en vivo de la HJCK.
Si bien Händel ve las cosas principalmente en términos teatrales, también tienen un elemento religioso. Es imposible al escuchar esta música dudar de la fuerza de convicciones personales que van mucho más allá del judaísmo solemne y vengativo del Antiguo Testamento. Este espíritu no es ni judío ni cristiano, ni precisamente moral; es panteísta.La versión del oratorio Salomón (también conocido como La Reina de Saba), que escucharemos en HJCK.com será interpretada por el Coro Monteverdi, la Orquesta de Cámara ‘Solistas Barrocos Ingleses’, bajo la dirección de John Eliot Gardiner, quienes acompañan a:Carolyn Watkinson en la interpretación de Salomón, sabio y rey del Reino unificado de Israel, Nancy Argenta en el rol de La Reina de Saba, (antiguo reino de los sabeos), Joan Rodgers y Della Jones, tienen a su cargo los diálogos de las dos prostitutas de la obra,, Anthony Rolfe Johnson, en el papel de Zadok, sacerdote, descendiente de Eleazar, el hijo de Aarón y Stephen Varcoe, interpreta a un Levita, (de una de las Doce Tribus de Israel).Este es el argumento y el primer acto de esta obra. La construcción del Templo en Jerusalén.Al comienzo de la obra, Salomón y el pueblo hebreo celebran la consagración del templo que acaba de construirse en la Ciudad Santa. El Rey se regocija en su matrimonio con su única esposa (libertad que se toma con el relato bíblico, que relata que tuvo cientos de esposas y concubinas), y promete construirle un majestuoso palacio. Luego, la pareja expresa su amor mutuo antes de retirarse a dormir, mientras la brisa fragante con aromas florales y el canto de los ruiseñores los invitan a descansar.Podrá escuchar la obra completa en la nueva edición de Canto y Música Coral el próximo domingo 17 de marzo a las 9:00 p.m. por la señal en vivo de la HJCK.
Ernani es una ópera romántica en el sentido literal de la palabra y eso resulta sospechoso a los ojos de nuestro siglo, pero era perfectamente creíble en su tiempo donde dominaba el sentimiento romántico. Con Ernani, Verdi impuso la vitalidad de la narración vocal y un romanticismo que se acercaba a la sensibilidad tanto de los protagonistas como del resto de los humanos de aquel tiempo y constituyó un firme paso en la afirmación de las ideas del autor, que ya empezaba a separarse de lo establecido, desarrollando el llamado “estilo verdiano” pues siguió dando importancia a las voces, pero la partitura orquestal comenzó a cobrar mucha más fuerza.Presentaremos la versión de Ernani, con música de Giuseppe Verdi y libreto de Francesco Maria Piave, que nos ofrecen: Giogio Lamberti, en el rol de Ernani, un noble proscrito, Lajos Miller, en el papel de Don Carlos, Rey de España, Kolos Kováts, como Don Ruy Gómez de Silva, un español, Sylvia Sass, interpreta a Elvira, su sobrina y prometida de Don Ruy Gómez de Silva, Mária Takács, como Giovanna, la enfermera, András Molnár, en el papel de don Ricardo, escudero del Rey, Pál Kovács, interpreta a Jago, el escudero de Ruy Gómez de Silva Los intérpretes estarán acompañados del Coro Masculino del Ejército Popular Húngaro y la Ópera Estatal de Hungría, bajo la dirección de Lamberto Gardelli.💬 Síganos en nuestro canal de Whatsapp aquí.Primer acto: Los forajidosLa escena comienza con una procesión de un grupo de forajidos, al atardecer, en las montañas de Aragón: es el año 1519 y España, aunque ya se beneficia de sus conquistas de ultramar, está sin embargo dividida internamente por rebeliones que amenazar el poder centralizado del monarca, Don Carlos.Ernani, el líder de los rebeldes, entra pálido y sumido en sus pensamientos. Interrogado por sus compañeros sobre el motivo de su malestar, les pide, y le conceden ayuda en su plan para secuestrar a la joven que ama: Elvira, miembro de una noble familia aragonesa, que se va a casar contra su voluntad con su anciano tío, el duque Ruy Gómez de Silva.Ha caído la noche y en el palacio de Silva, Elvira ignora los buenos deseos de sus doncellas a la espera de la próxima boda. Anhela el momento, previsto para esta misma noche, en el que huirá con Ernani. Las jóvenes perciben su falta de entusiasmo ante la perspectiva de matrimonio y finalmente la dejan sola.En ese mismo momento entra Ernani, el rey lo reconoce, pero renuncia a su arresto a condición de que se vaya inmediatamente. Ernani responde dándole al rey sus razones para odiarlo: el padre de Carlos provocó la muerte del padre de Ernani, privándolo de sus bienes y honor, y ahora su hijo intenta seducir a la mujer que ama Ernani. Por estos crímenes lo reta a duelo, pero antes de que el rey pueda responder, entra también Silva.Furioso y sin haber reconocido al rey, el duque llama a sus guardias y se dispone a arrestar a los dos intrusos que se han atrevido a insultar su honor. Los novios revelan la identidad del rey y Silva se ve obligado a disculparse. Al mismo tiempo, Elvira le susurra a Ernani su firmeza ante la amenaza de secuestro, declarando su confianza en la daga que tomó del rey para la defensa final de su fidelidad.Carlos le confía a Silva sus esperanzas de ser elegido Emperador. Una vez retiradas las doncellas, Elvira ve entrar en sus habitaciones al rey de España, Don Carlos: ha venido a ofrecerle su amor y a disuadirla de sus amores con Ernani, el enemigo acérrimo del rey. Elvira, sin embargo, se resiste, mostrando su sangre noble y su espíritu independiente. Ante esto Carlos intenta secuestrarla y, finalmente amenaza con matarla.Podrá escuchar la obra completa en la nueva edición de Canto y Música Coral el próximo domingo 10 de marzo a las 9:00 p.m. por la señal en vivo de la HJCK.
En Colombia, el Día del Maestro se celebra cada 15 de mayo, desde 1950, con homenajes a nivel nacional, entrega de reconocimientos a los educadores y a quienes están dedicados a la enseñanza y educación de niñas, niños y jóvenes del país.La elección de este día para celebrarlos y agradecerles por su trabajo en nuestro país está sujeta a la religión. En Colombia, que hasta 1991, antes de convertirse en un Estado laico, tuvo el catolicismo como religión oficial, varias de nuestras celebraciones y días festivos tienen origen en eventos religiosos y en el santoral, y esta no es la excepción.Esta fecha fue instaurada en 1950 en honor a San Juan Bautista de La Salle, nacido el 30 de abril de 1651 en Reims, Francia, y fallecido el 7 de abril de 1719 en Rouen, Francia. Este sacerdote es conocido principalmente por ser el fundador de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, una congregación religiosa dedicada a la educación de los jóvenes, especialmente de los más pobres.Su trabajo en la educación comenzó cuando se involucró en la administración de escuelas parroquiales en su natal Reims. En 1680, decidió dedicarse por completo a la formación de maestros y a la educación de niños y niñas de escasos recursos económicos.Además de su vocación de servicio desde la enseñanza, San Juan Bautista de La Salle es reconocido por sus aportes en el campo de la docencia. Dado su trabajo con población vulnerable, promovió la educación gratuita para todos; además, implementó el método de enseñanza simultánea, donde un solo maestro enseñaba a un grupo de estudiantes, en lugar de clases individuales, lo cual era innovador en su época.También, al sacerdote se le atribuye su empeño y trabajo para crear las escuelas de formación para maestros, con el objetivo de mejorar la educación y preparación adecuada de los educadores para ejercer su labor.💬 Síganos en nuestro canal de Whatsapp aquí.Pero no fue hasta 1900, casi 200 años después de su muerte que la iglesia católica, en ese entonces en cabeza del papa León XIII lo canonizó, “reconociéndolo como un hombre de fe digno de ser modelo dentro de su comunidad, ya que muchos años después de su muerte, su ejemplo seguía animando la obra educativa que cada vez se extendía con más fuerza en el mundo a través de los Hermanos de las Escuelas Cristianas”, destaca la Universidad de La Salle, de México, de la cual es patrono.El 15 de mayo de 1950, el Papa Pío XII lo proclamó patrono universal de los educadores por toda su labor en la enseñanza, fecha propuesta por el entonces presidente de Colombia, Mariano Ospina, para también dedicar la fecha a los educadores del país.🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
En la presentación de la publicación en Casa de América de Madrid, Zavaleta subrayó que "nuestro pasado nos permite comprender nuestro presente y armar un mejor futuro" y, sin las mujeres, no se puede entender "el engranaje cultural de Latinoamérica".Por eso, decidió sumergirse en el pasado y rescató para este libro esclavas, princesas, criadas, mestizas, guerreras y santas, de todas las clases sociales y todos los orígenes, que despertaron en Zavaleta "la imperiosa necesidad de darles visibilidad".La India Catalina, la Maliche colombianaLa primera gran mujer que recupera el libro es la llamada la India Catalina, una mujer que fue secuestrada de niña por los conquistadores españoles en 1533 cerca de Cartagena, en la actual Colombia, y que, tras aprender español y recibir educación cristiana, fue utilizada por Pedro de Heredia como intérprete y mediadora entre los colonizadores y los pueblos originarios.Durante años, Catalina ayudó a Pedro de Heredia a evangelizar y controlar la región, pero, años después, denunció a Heredia ante la Real Audiencia por abuso de autoridad sobre los indígenas y traición a la Corona de España.Entre las mujeres que vivieron en carne propia el choque de culturas y cuya historia es ineludible para entender Latinoamérica, Zavaleta elige, entre otras, a Juana Ortiz de Zárate Yupanqui, hija del hidalgo español Juan Ortiz de Zárate y la princesa inca Leonor Yupanqui, cuya abundante herencia fue invertida en la fundación de la ciudad de Buenos Aires.En la misma ciudad, pero más de dos siglos después, Manuela Pedraza luchó contra los ingleses en 1806 y sus hazañas bélicas le valieron el grado de subteniente de infantería.💬 Síganos en nuestro canal de Whatsapp aquí.La Marquesa de Santos, mucho más que la amante de Pedro ILa historia de Argentina está muy presente en el libro de Zavaleta, que presentó "Mulanas" en el ciclo Conexión Buenos Aires-Madrid, pero también recorre otros países, como Chile, con la revolucionaria Javiera Carrera, o Brasil, con Dominitila de Castro e Melo, que "fue mucho más que la amante de Pedro I".Mariquita Sánchez es otro ejemplo de mujer "simplificada en la imagen de señora perfecta sentada en su salón", cuyas cartas a su hija Florencia Thomson de Lezia "dan fe de su rol transgresor y el carácter revolucionario de su conducta".Cierra el libro Felipa Larrea, esclava que nació en 1810 en Buenos Aires y murió en 1910 después de una larga vida dedicada a trabajar "al servicio de quienes la compraban"."El siglo XX ha seguido siendo difícil para las mujeres, y las de hoy en día, las del siglo XXI, tienen mucho que ver con las mujeres de ayer y van hacia un futuro mejor", concluyó Zavaleta.No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
El aclamado cineasta, de 85 años, lleva cuatro décadas tratando de sacar adelante este proyecto épico de ciencia ficción, que a lo largo de los años ha sufrido innumerables retrasos y diferentes versiones en el guion, recuerda el diario británico, que señala que Coppola tuvo que vender parte de su viñedo para sufragar los gastos de la cinta.Aunque miembros del elenco de actores, como Adam Driver, han hablado de manera positiva de su experiencia durante ese rodaje, que duró cuatro meses, según otras fuentes no identificadas por el periódico, la realización del filme fue casi tan "caótica" como en su día lo fue la de 'Apocalypse Now'.Entre las muchas críticas, se malgastó mucho tiempo y esfuerzo en el set y algunos integrantes "cruciales" del equipo de grabación abandonaron el proyecto a medio camino, mientras que Coppola "complicó" mucho más las cosas al embarcarse al mismo tiempo en un proyecto de rehabilitación de una propiedad (al renovar un hotel para alojar a miembros de su familia)."Fue como ver cómo un tren se destroza día tras día, semana tras semana, sabiendo que todo el mundo que estaba allí había dado lo mejor de sí mismo para ayudar a que esto se evitara", indicó un miembro del equipo al diario.Según algunos de estos testimonios, la grabación se convirtió en un "choque" entre la manera "a la vieja escuela" de dirigir de Coppola y los métodos tecnológicos digitales más modernos: "Creo que Coppola vive en un mundo en el que, como autor, él es el único que sabe lo que está ocurriendo y el resto está ahí para hacer solo lo que se les pide que hagan", apuntó uno de esos trabajadores.💬 Síganos en nuestro canal de Whatsapp aquí.Los miembros del rodaje encontraron, además, en ocasiones, "exasperante" la manera de enfocar el trabajo del director por sus cambios de parecer.Entre los reproches, una de esas fuentes anónimas comentó que "todos eran conscientes de que estaban participando en lo que podría ser un final muy triste de su carrera", mientras que algunos sintieron que el director "estaba siendo muy desagradable con muchísimas personas que intentaban ayudar a facilitar el proceso y ayudar a mejorar la película".No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
Ai (Pekín, 1957) es conocido por su arte contemporáneo altamente crítico con el régimen chino, dos facetas que para él son inseparables: "Son lo mismo. Artista y activista deberían ser lo mismo", razonó.Exiliado en 2015, pasó por varios países europeos hasta que hace cuatro años compró una casa en el campo en Montemor-o-Novo, en el Alentejo portugués, atraído por la población local y por el clima, parecido al de la región de China donde creció.Entre olivos y en compañía de varios rafeiros alentejanos, una raza de perro típica de la región, está terminando de construir un nuevo taller, un enorme edificio de madera y ladrillo con el que no tiene pensado hacer nada."El edificio que he construido en Montemor va a ser un edificio vacío, porque el vacío también es el significado. Y yo soy un hombre muy vacío, así que es un edificio perfecto para mí", explicó.Vacías están también algunas paredes de su casa en el Alentejo, donde no ha colocado ninguna de sus obras; en su habitación cuelgan todavía los cuadros que puso el anterior dueño, uno de ellos incluso tiene una imagen de Buda.¿Qué quiere hacer con su arte? "Mi arte no sirve para nada, de hecho. No tiene realmente un objetivo claro. Pero es una buena idea", reconoció el artista, que pasó 81 días en prisión en China hace más de una década y, cuando pudo recuperar su pasaporte, se mudó a Europa. Pero en Occidente, defendió, también existe una "fuerte censura".💬 Síganos en nuestro canal de Whatsapp aquí.El propio Ai Weiwei denunció hace meses que fue censurado en al menos cuatro galerías en París y Londres tras una publicación en la red social X en la que criticaba la alianza entre Estados Unidos e Israel.Para él, el ejemplo más claro de esa "censura" es el del fundador de Wikileaks, Julian Assange, que se encuentra en prisión en Londres desde 2019 y podría enfrentar una pena de 175 años de cárcel en Estados Unidos."¿Qué pasa con la libertad de expresión? ¿Qué pasa con la libertad de prensa? Creo que esto es un caso muy claro. Mientras no se libere a Julian Assange, hablar sobre libertad de expresión es un chiste", denunció. Y añadió que en Europa, aunque se vive en condiciones "mucho mejores", también hay "hipocresía"."Todavía se rechaza a los refugiados y a la gente que intenta llegar a Europa. Y todavía son abandonados. Siempre tenemos esta doble vara de medir, y eso normalmente se llama hipocresía", aseveró.Ai Weiwei nunca ha estado en un sitio que pueda llamar hogar, "ni siquiera China", pero en Portugal ha encontrado un sitio donde vivir, al menos de momento.Cuestionado sobre si en tierras lusas se siente "totalmente libre" para hacer su arte, su respuesta fue tajante: "Nadie puede ser totalmente libre para hacer arte en ningún sitio. Eso no existe"."El arte que puede ser totalmente libre no es arte. El arte tiene que encontrar sus propios obstáculos, y siempre que estés intentando descubrir algo nuevo, algo imposible, no puedes ser totalmente libre. En ningún sitio del mundo", dijo.Portugal también se ha convertido en la casa de muchas de sus exposiciones, la última "Paradigma", que abre sus puertas este miércoles en la Galería São Roque Too de Lisboa, donde permanecerá hasta el 31 de julio.La muestra consta de 17 obras de arte, entre las que se incluyen retratos hechos con piezas Lego y muchas esculturas en porcelana, que evocan también la tradición que este material tiene en Portugal.Ai no tiene "ni idea" de si su nueva casa tiene algún impacto en su arte, por eso está haciendo exposiciones e intentando "establecer algún tipo de comunicación con la gente local".Lo que sí ha aprendido en Portugal, especialmente con todo el proceso para construir su nuevo taller, es a ser paciente, confesó: "Tienes que tener mucha paciencia".No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
Entre los relatos breves que condujeron a que la escritora canadiense Alice Munro fuera galardonada con el Premio Nobel de Literatura en 2013, Radicales libres, contenido en su obra Demasiada felicidad (2011), destaca por presentar a una viuda reciente que busca reconstruir su vida. Sin embargo, es al enfrentarse a su condición de enferma terminal donde encuentra la fuerza necesaria para afrontar una situación extrema.*Al principio la gente llamaba por teléfono para cerciorarse de que Nita no estaba demasiado deprimida, ni demasiado sola, ni comía demasiado poco o bebía demasiado. (Había sido una bebedora de vino tan diligente que muchos olvidaban que tenía completamente prohibido beber.) Ella mantenía las distancias, sin parecer ni dignamente afligida ni anormalmente animada, ni distraída ni confundida. Decía que no necesitaba que le hicieran la compra, que se las arreglaba con lo que tenía a mano. Tenía las medicinas que le habían recetado y suficientes sellos para las cartas de agradecimiento. Sus mejores amigos probablemente sospechaban la verdad: que no se molestaba en comer mucho y que si llegaba alguna carta de pésame la tiraba a la basura. Ni siquiera había escrito a personas que vivían lejos, para evitar dichas cartas. Ni siquiera a la anterior esposa de Rich, que vivía en Arizona, ni al hermano, que vivía en Nueva Escocia y del que estaba bastante distanciado, a pesar de que ellos quizá entenderían mejor que la gente más cercana por qué había seguido adelante con el no funeral como lo había hecho. Rich le gritó que se iba al pueblo, a la ferretería. Eran como las diez de la mañana; había empezado a pintar la verja de la terraza. Es decir, estaba raspándola para pintarla y la vieja rasqueta se le rompió en las manos.A Nita no le dio tiempo a pensar por qué tardaba Rich. Él se inclinó sobre el cartel que había en la acera, delante de la ferretería, que anunciaba cortacéspedes de oferta. No le dio tiempo ni a entrar en la tienda. Tenía ochenta y un años y buena salud, salvo una leve sordera en el oído derecho. El médico le había hecho un reconocimiento hacía solo una semana. Nita se enteraría de que el reciente reconocimiento, el certificado médico favorable, se repetía en un sorprendente número de los casos de muerte súbita con que se encontró de repente. Casi te da por pensar que habría que evitar tales visitas, dijo. Solamente debería haber hablado en esos términos con sus malhabladas amigas Virgie y Carol, sus íntimas, mujeres casi de su misma edad, sesenta y dos años. A los más jóvenes ese lenguaje les parecía indecoroso y ambiguo. Al principio estaban más que dispuestos a formar una piña alrededor de Nita. No llegaron a hablar del proceso de duelo, pero Nita se temía que empezaran en cualquier momento. En cuanto se metió con los preparativos, todos menos los más fieles y fiables se replegaron, naturalmente. La caja más barata, a enterrarlo de inmediato, sin ceremonia de ninguna clase. En la funeraria dieron a entender que a lo mejor era ilegal, pero Nita y Rich lo tenían muy claro. Se habían informado hacía casi un año, cuando a Nita le dieron el diagnóstico definitivo. «¿Cómo iba yo a saber que se me iba a adelantar?» La gente no se esperaba un funeral tradicional, pero sí les apetecía algún rito moderno. La exaltación de la vida. Escuchar su música preferida, todos cogidos de la mano, contar anécdotas elogiosas de Rich mientras pasaban de puntillas y con humor sobre sus rarezas y sus perdonables defectos. Esas cosas que Rich decía que le daban ganas de devolver. 💬 Síganos en nuestro canal de Whatsapp aquí.De modo que el asunto se despachó enseguida y el revuelo y el calor que la había rodeado se disiparon, si bien ella suponía que algunas personas seguirían diciendo que las tenía preocupadas. Virgie y Carol no lo decían. Únicamente decían que era una vieja bruja y una egoísta si pensaba diñarla antes de lo necesario. Se pasarían por su casa y la resucitarían con Grey Goose; eso decían. Nita decía que no pensaba hacerlo, aunque sí le veía cierta lógica. De momento su cáncer había remitido; a saber qué quería decir eso realmente. No significaba que estuviera «en regresión». O no para siempre. Su hígado es la principal sala de operaciones y mientras ella se limite a comisquear no se queja. Lo único que deprimiría a sus amigas sería recordarles que no puede beber vino. Ni vodka. Después de todo, de algo le había servido la radioterapia de la primavera pasada. Ahora es pleno verano. Piensa que ya no tiene un color tan bilioso, pero a lo mejor eso solo significa que se ha acostumbrado. Se levanta temprano, se lava y se viste con lo que tenga a mano. Pero al menos se viste y se lava, se cepilla los dientes y se arregla un poco el pelo, que ha vuelto a salirle bastante bien, canoso alrededor de la cara y oscuro por detrás, como antes. Se pinta los labios y se oscurece las cejas, que se le han quedado muy despobladas, y por la misma consideración de toda la vida hacia una cintura estrecha y unas caderas moderadas, comprueba los progresos que ha hecho en ese sentido, aunque sabe que la palabra adecuada para calificar todo su cuerpo en esos momentos sería «escuálido». Se sienta en su amplio sillón de costumbre, rodeada de montones de libros y revistas sin abrir. Da unos sorbos cautelosos a la infusión aguada que ahora sustituye al café. En su momento pensó que no podría vivir sin café, pero resulta que en realidad lo que quiere entre las manos es el tazón caliente; eso es lo que ayuda a pensar o a hacer lo que haga durante la sucesión de las horas, o de los días. Esa casa era de Rich. La compró cuando estaba con su esposa Bett.No iba a ser sino un sitio para los fines de semana, cerrado durante el invierno. Dos dormitorios minúsculos, una cocina adosada, a un kilómetro del pueblo. Pero al cabo de poco tiempo ya estaba trabajando en ella: aprendió carpintería, construyó un ala con dos dormitorios y dos cuartos de baño y otra para su despacho, transformó la casa original en un salón-comedor-cocina. A Bett empezó a interesarle; al principio decía que no entendía por qué había comprado semejante cuchitril, pero siempre se implicaba en las mejoras prácticas y compró dos mandiles de carpintero a juego. Necesitaba algo a lo que dedicarse cuando terminó y publicó el libro de cocina que le había llevado varios años. No tenían hijos. Y mientras Bett le contaba a la gente que había encontrado su lugar en la vida como ayudante de carpintero y que eso los había unido más a Rich y a ella, Rich se enamoraba de Nita. Ella trabajaba en la secretaría de la universidad donde Rich daba clase de literatura medieval. La primera vez que hicieron el amor fue entre las virutas y la madera serrada de lo que llegaría a ser la habitación principal con techo arqueado. Nita se dejó las gafas de sol, no a propósito, aunque Bett, que jamás se dejaba nada en ningún sitio, no se lo creyó. Después vino la consabida y dolorosa trifulca, tras la cual Bett se marchó a California y después a Arizona, Nita dejó su trabajo por sugerencia de la secretaría y Rich perdió la oportunidad de ser decano de letras. Él se prejubiló y vendió la casa de la ciudad. Nita no heredó el mandil de carpintero más pequeño y se dedicó a leer de buena gana sus libros en medio del desorden, a preparar cenas elementales en un hornillo, a dar largos paseos de exploración de los que volvía con desaliñados ramilletes de lirios atigrados y zanahorias silvestres que metía en latas de pintura vacías. Más adelante, cuando Rich y ella ya se habían instalado, se avergonzaba un poco al pensar en lo dispuesta que había estado a desempeñar el papel de la mujer joven, la feliz rompehogares, la ingenua risueña y atolondrada. En realidad era una mujer —no precisamente una chica— seria, físicamente torpe, tímida, capaz de enumerar todas las reinas de Inglaterra, no solo los reyes sino también las reinas, y que se sabía de memoria la guerra de los Treinta Años, pero a quien le daba vergüenza bailar en público y que jamás aprendería a subirse a una escalera de mano, al contrario que Bett. Su casa tiene una hilera de cedros a un lado y el terraplén de la vía del tren al otro. El tránsito ferroviario nunca ha sido gran cosa, y ahora pueden pasar solo un par de trenes al mes. Entre los raíles la maleza crecía profusamente. Una vez, a las puertas de la menopausia, Nita incitó a Rich a hacer el amor allí arriba, no sobre las traviesas, naturalmente, sino en el estrecho arcén de al lado, y después bajaron exageradamente contentos. Nita pensaba con detenimiento, cada mañana al sentarse, en los sitios donde Rich no estaba. No estaba en el cuarto de baño pequeño, donde seguían sus cosas para afeitarse y las píldoras para diversos achaques, molestos pero no graves, que Rich se negaba a tirar. Tampoco en el dormitorio del que Nita acababa de salir después de haberlo recogido. Ni en el cuarto de baño grande, al que Rich solamente entraba para bañarse. Ni en la cocina, que se había convertido en el dominio casi exclusivo de Rich durante el último año. Por supuesto, tampoco estaba en la terraza con la verja a medio raspar, dispuesto a atisbar en broma por la ventana, frente a la cual en otros tiempos a veces Nita fingía iniciar un striptease. Ni en el despacho. Ese era el sitio donde su ausencia tenía que establecerse con más firmeza. Al principio Nita necesitaba abrir aquella puerta y quedarse allí, contemplando los montones de papeles, el ordenador moribundo, las carpetas desbordantes, los libros que se habían quedado abiertos o boca abajo y los que se apiñaban en las estanterías. Después empezó a conformarse con imaginarse las cosas.Un día de estos tendría que entrar. Lo veía como una invasión. Tendría que invadir el cerebro muerto de su marido. Algo que jamás se había planteado. Rich le parecía tal pilar de eficacia y capacidad, una presencia tan enérgica y firme que siempre había creído, absurdamente, que viviría más que ella. Después, durante el último año, aquella convicción absurda se convirtió en una certeza para los dos, o eso pensaba ella. Primero arreglaría el almacén de abajo. En realidad era un almacén subterráneo, no un sótano. Unos tablones servían de pasarelas sobre el suelo de tierra, y las altas ventanitas estaban cubiertas de telarañas sucias. Allí abajo no había nada que fuera a necesitar. Solamente estaban las latas de pintura medio vacías de Rich, varias tablas de diversas longitudes que algún día podían venir bien, herramientas en buen uso o que más valía tirar. Había abierto la puerta y bajado los escalones solo en una ocasión, para ver si había alguna luz encendida y para comprobar que allí estaban los interruptores, con etiquetas al lado para que supiera cuál correspondía a qué. Cuando subió echó el cerrojo como de costumbre, por el lado de la cocina. Rich se reía de esa costumbre suya, y le preguntaba qué amenaza creía que podía entrar allí, por las paredes de piedra y las ventanas del tamaño de un elfo. De todos modos sería más fácil empezar por allí, cien veces más fácil que por el despacho. Hacía la cama y arreglaba lo que había dejado tirado en la cocina o el cuarto de baño, pero el esfuerzo de una limpieza a fondo era algo superior a sus fuerzas. Apenas era capaz de tirar un clip torcido o un imán de la nevera que hubiera perdido la fuerza de atracción, por no hablar del plato de monedas irlandesas que se habían traído Rich y ella de un viaje hacía quince años. Todo parecía haber adquirido un peso y una extrañeza propios.Carol o Virgie llamaban todos los días, normalmente a la hora de cenar, cuando pensaban que a Nita la soledad debía de resultarle menos soportable. Ella decía que estaba bien, que pronto saldría de su guarida, que necesitaba tiempo, que se dedicaba a pensar y a leer. Y que comía bien y dormía. También eso era verdad, salvo lo de leer. Se sentaba en el sillón, rodeada de libros, y no abría ninguno. Siempre había leído tanto —una de las razones por las que según Rich era la mujer adecuada para él: se sentaba a leer y lo dejaba en paz—, y ahora no aguantaba ni media página seguida. Nita no era de los que nunca vuelven a leerse un libro. Los hermanos Karamazov, El molino del Floss, Las alas de la paloma, La montaña mágica una y otra vez. Cogía uno, pensando en leer un trocito concreto, y se veía incapaz de dejarlo hasta volver a tragárselo entero. También leía novela moderna. Siempre novela. Detestaba la palabra «evasión» aplicada a la ficción. Podría haber argumentado, y no solo por llevar la contraria, que la evasión era la vida real. Pero esto era demasiado importante para discutirlo. Y de repente, aunque pareciera mentira, todo aquello había desaparecido. No solo con la muerte de Rich, sino con la inmersión en su enfermedad. Después pensó que se trataba de un cambio temporal y que resurgiría la magia cuando le retirasen ciertas medicinas y el tratamiento que la dejaba agotada. Al parecer no fue así. A veces intentaba explicar el porqué a un interrogador imaginario.—Tengo mucho que hacer.—Es lo que dice todo el mundo. ¿Qué tienes que hacer?—Prestar atención.—¿A qué?—Quiero decir pensar.—¿En qué?—Da igual.Una mañana, después de estar un rato sentada, pensó que hacía mucho calor. Debía levantarse y poner los ventiladores. O bien, para ser más respetuosa con el medio ambiente, podía abrir las puertas de delante y de atrás y dejar que la brisa, si la había, entrase a la casa por la tela metálica. Primero descorrió el cerrojo de la puerta delantera. E incluso antes de que se hubiera colado un centímetro de la luz de la mañana, vio una raya oscura que le cerraba el paso a esa luz. Había un joven ante la puerta de tela metálica, que tenía el gancho puesto.—No quería asustarla —dijo—.Estaba buscando un timbre o algo. He dado un golpecito en el marco, pero supongo que no me ha oído.—Perdone —dijo Nita. —Tendría que echarle un vistazo a su caja de fusibles. Si me dice dónde está. Nita se apartó un poco para que el joven entrase. Tardó unos momentos en recordarlo.—Sí. Abajo —dijo—. Voy a encender la luz para que lo vea. Él cerró la puerta y se agachó para quitarse los zapatos.—No se preocupe —dijo Nita—. No es como si estuviera lloviendo.—No está de más. Es una costumbre. En lugar de barro igual le dejaba huellas de polvo. Nita entró en la cocina, incapaz de volver a sentarse hasta que aquel hombre se marchase. Le abrió la puerta mientras él subía las escaleras.—¿Todo bien? —preguntó Nita—. ¿Lo ha encontrado?—Sí. Bien.Nita se adelantó para acompañarlo hasta la puerta y se dio cuenta de que no oía pisadas detrás. Se volvió y lo vio de pie, en la cocina.—No tendrá por casualidad algo que pueda prepararme para comer, ¿no? Se había producido un cambio en su voz, un estallido, con un tono ascendente, que a Nita le hizo pensar en un humorista de la televisión imitando un gañido con acento rural. Bajo la claraboya de la cocina vio que no era tan joven. Al abrir la puerta solamente se había fijado en un cuerpo flacucho, una cara oscura recortada contra el resplandor de la mañana. Al volver al verlo, el cuerpo era efectivamente flacucho, pero más consumido que juvenil, con una simpática caída de hombros. Tenía la cara alargada y como gomosa, y unos ojos prominentes azul claro. Una mirada jocosa, pero persistente, como si siempre se saliera con la suya.—Es que resulta que soy diabético —dijo—. No sé si conoce a algún diabético, pero el caso es que cuando te entra el hambre tienes que comer, o se te pone el organismo raro. Debería haber comido antes de venir, pero me entraron las prisas. ¿Le importa que me siente?—Ya se había sentado a la mesa de la cocina—. ¿Tiene café?—Tengo té. Una infusión, si le apetece.—Claro, claro.Nita puso una medida de té en una taza, enchufó el hervidor y abrió la nevera.—No tengo gran cosa —dijo—. Unos huevos. A veces hago un huevo revuelto y le pongo salsa de tomate. ¿Le apetece? Y podría tostar unos bollos de pan inglés.—Inglés, irlandés, abisinio… Lo mismo me da. Nita cascó un par de huevos en la sartén, rompió las yemas y lo removió todo con un tenedor; después cortó un bollo y lo puso en la tostadora. Sacó un plato del aparador, lo colocó delante del hombre. Luego sacó cuchillo y tenedor del cajón de la cubertería.—Bonito plato —dijo él levantándolo como para verse la cara. Justo cuando Nita se daba la vuelta para seguir con los huevos oyó que se estrellaba contra el suelo. —Vaya por Dios —dijo él con otro tono de voz, chillón y decididamente desagradable—. Mire lo que he hecho. —No pasa nada —contestó Nita, sabiendo que sí pasaba. —Se me habrá escurrido de la mano. Nita sacó otro plato, lo dejó en la encimera hasta que las rebanadas de pan estuvieron tostadas y después puso los huevos cubiertos de salsa de tomate encima. Mientras tanto el hombre se había agachado para recoger los trozos de loza. Cogió un trozo que tenía la punta afilada. Cuando Nita dejó la comida sobre la mesa el hombre se raspó ligeramente un antebrazo con la punta. Brotaron minúsculas gotitas de sangre, al principio separadas, después formando un hilillo. —No es nada —dijo—. Solo una broma. Sé cómo hacerlo para gastar una broma. Si hubiera querido hacerlo en serio no habríamos necesitado salsa de tomate, ¿no? Quedaban unos trozos en el suelo que él no había visto. Nita se dio la vuelta, con la intención de coger la escoba, que estaba en un armario cerca de la puerta trasera. Él la agarró por un brazo como un rayo. —Usted siéntese. Quédese aquí sentada mientras yo como. Levantó el brazo ensangrentado para volver a enseñárselo. Después se hizo un bocadillo con los huevos y el pan y se lo comió de unos cuantos mordiscos. Masticaba con la boca abierta. El agua estaba hirviendo. —143— —¿La bolsa de té está en la taza? —Sí. Bueno, es té en hebras. —No se mueva. No la quiero cerca del agua hirviendo, ¿me entiende? Echó agua en la taza. —Parece heno. ¿No tiene otra cosa? —Lo siento. No. —Deje de decir que lo siente. Si no tiene otra cosa, no tiene otra cosa. No se ha creído que venía a ver la caja de fusibles, ¿verdad? —Pues sí —dijo Nita. —Ahora ya no. —No. —¿Está asustada? Nita decidió no tomárselo como una burla sino como una pregunta en serio. —No lo sé. Supongo que estoy más sorprendida que asustada. No sé. —Hay una cosa, una cosa de la que no debe tener miedo. No voy a violarla. —No se me había ocurrido. —Nunca se sabe. —El hombre tomó un sorbo de té y torció el gesto—. Solo porque es usted una mujer vieja. Hay cada uno por ahí… Se lo harían a cualquier cosa. Niños pequeños, perros, gatos o viejas. Viejos. No son tiquismiquis. Pero yo sí. A mí solo me interesa lo normal, y con una señora agradable que me gusta y que le gusto. O sea que quédese tranquila. —Lo estoy, pero gracias por decírmelo —dijo Nita. El hombre se encogió de hombros, aunque dio la impresión de sentirse satisfecho de sí mismo. —¿El coche de ahí enfrente es suyo?—De mi marido. —¿De su marido? ¿Dónde está? —Ha muerto. Yo no sé conducir. Quiero venderlo, pero todavía no lo he hecho. Qué estúpida, qué estúpida era por contárselo. —¿Dos mil cuatro? —Creo que sí. Sí. —Por un momento he pensado que iba a engañarme con lo del marido, pero no habría funcionado. Es que lo huelo, si una mujer está sola. Lo sé nada más entrar en una casa. En cuanto me abren la puerta. Instinto. ¿Y va bien? ¿Sabe el último día que lo cogió? —El siete de junio. El día que murió. —¿Tiene gasolina? —Supongo que sí. —Estaría bien que lo hubiera llenado. ¿Tiene las llaves? —Aquí no, pero sé dónde están. —Vale. —Empujó la silla y le dio un golpe a un trozo de loza. Se levantó, sacudió la cabeza, como sorprendido, y volvió a sentarse—. Estoy hecho polvo. Tengo que sentarme un momento. Pensaba que me sentiría mejor comiendo. Lo de ser diabético me lo he inventado. Nita empujó su silla y el hombre se levantó de un salto. —Usted se queda donde está. No estoy tan hecho polvo para dejarla escapar. Es que me he pasado la noche andando. —Iba a por las llaves. —Usted se espera hasta que yo lo diga. He venido por la vía del tren. Ni un tren he visto. He venido andando hasta aquí y no he visto ni un tren. —Raramente pasa un tren. —Sí. Mejor. Bajé a la cuneta al pasar por esos poblachos de catetos. Cuando amaneció todavía estaba bien, salvo cuando atravesaba —145— la carretera y tuve que echar a correr. Y cuando al mirar para aquí vi la casa y el coche, pensé, ahí lo tengo. Podría haberme llevado el coche de mi viejo, pero todavía me queda un poco de cabeza. Nita sabía que aquel hombre quería que le preguntase qué había hecho. También estaba segura de que cuanto menos supiera, mejor para ella. Y de pronto, por primera vez desde que aquel hombre entró en la casa, Nita pensó en su cáncer. Pensó en cómo la liberaba, en que la salvaba del peligro. —¿Por qué sonríe? —No sé. ¿Estaba sonriendo? —Me imagino que le gusta que le cuenten cosas. ¿Quiere que le cuente una historia? —A lo mejor preferiría que se marchase. —Me marcharé, pero primero le voy a contar una cosa. Metió la mano en uno de los bolsillos traseros. —Mire. ¿Quiere ver una foto? Mire. Era una fotografía de tres personas, en un salón con las cortinas de flores echadas como telón de fondo. Un hombre mayor —no viejo, tal vez de sesenta y tantos años— y una mujer más o menos de la misma edad sentados en un sofá. Una mujer más joven, enorme, en una silla de ruedas junto a un extremo del sofá, un poco adelantada. El hombre era grueso, canoso, con los ojos entrecerrados y la boca ligeramente abierta, como si tuviera dificultades para respirar pero se esforzaba por sonreír. La mujer era mucho más menuda, llevaba el pelo teñido de oscuro, los labios pintados y lo que antes se llamaba una blusa de campesina, con lacitos rojos en el cuello y las muñecas. Sonreía con decisión, casi con ardor, con los labios estirados sobre una dentadura quizá en mal estado. Pero era la mujer más joven quien monopolizaba la fotografía.Claramente definida y monstruosa con su vestido hawaiano de vivos colores, el pelo oscuro recogido en una serie de ricitos sobre la frente y las mejillas desparramadas sobre el cuello. Y a pesar de la mole de carne, una expresión de cierta satisfacción y astucia. —Son mi madre y mi padre. Y mi hermana Madelaine. La de la silla de ruedas. »Nació rara. No pudieron hacer nada, ni los médicos ni nadie. Y comía como un cerdo. Nos tuvimos tirria desde que siempre. Era cinco años mayor que yo y me hacía la vida imposible. Me tiraba todo lo que tenía a mano, me pegaba e intentaba atropellarme con su puta silla. Usted perdone. —Debió de pasarlo usted mal. Y sus padres. —Sí, ya. Ellos miraban para otro lado y lo permitían. Es que iban a una iglesia de esas, y el predicador les decía: es un regalo de Dios. Se la llevaban a la iglesia y ella se ponía a aullar como un puto gato y ellos decían: oh, intenta hacer música, que Dios la bendiga, me cago en… Usted perdone otra vez. »Así que yo no paraba mucho en casa y hacía mi vida. Vale, decía yo, no tengo por qué soportar esta mierda. Hacía mi vida. Tenía trabajo. Casi siempre tenía trabajo. Nunca me quedaba tocándome los huevos y bebiéndome el dinero del gobierno. O sea, haciendo el zángano. Nunca le pedí ni un centavo a mi viejo. Me levantaba y me iba a poner alquitrán a un tejado a más de treinta grados o a fregar el suelo de un puto restaurante o de ayudante de mecánico en un garaje de mierda. Y lo hacía.Pero como no siempre estaba dispuesto a tragar quina no duraba mucho. Esa gentuza siempre anda mangoneando a la gente como yo y yo no tengo por qué tragar. Soy de una familia como es debido. Mi padre trabajó hasta que estuvo demasiado enfermo, trabajó en los autobuses. A mí no me criaron para tragar quina. Pero bueno, eso da igual. Lo que siempre me habían dicho mis padres es: la casa es tuya. La casa está pagada, está en buenas condiciones y es tuya. Eso es lo que me dijeron. Sabemos que aquí tuviste las cosas difíciles cuando eras joven y que si no hubieras tenido las cosas tan difíciles igual podrías haber estudiado, de modo que queremos compensarte como podamos. Así que no hace mucho estaba yo hablando con mi padre por teléfono y me dice: bueno, supongo que comprenderás el trato. Y yo digo: ¿qué trato? Y él: solo hay trato si firmas los papeles para ocuparte de tu hermana mientras viva. La casa es tuya solo si también es su casa, me dice. »Dios santo. Yo no sabía eso. Yo no sabía que ese fuera el trato.Yo siempre había pensado que el trato era que cuando se murieran, ella se iría a una casa de acogida. Que no iba a ser mi casa. »Así que le dije a mi viejo que no era así como yo lo entendía y él me dice: está todo arreglado para que firmes, y si no quieres firmar, no tienes que hacerlo. Tu tía Rennie se pasará por aquí y estará pendiente de ti y de que cuando nosotros faltemos te atengas al acuerdo. »Sí, claro, mi tía Rennie. Es la hermana pequeña de mi madre, un bicho de mucho cuidado. »De todas formas me dice: ya te vigilará tu tía Rennie, y de repente cambié de idea. Dije: bueno, supongo que las cosas son así y que es justo. De acuerdo, ¿os va bien que vaya a cenar este domingo? »Claro, me dice. Me alegro de que te lo tomes como es debido. Tú siempre te enciendes demasiado pronto, y a tu edad deberías tener un poco de sentido común. »Qué curioso que tú digas eso, pensé yo. »Así que allí me fui, y mamá había preparado pollo. Olía bien cuando entré en casa. Después me llega el olor de Madelaine, el mismo olor asqueroso de siempre que no sé qué es pero que ahí está aunque mamá la lave todos los días. Pero actué muy bien. Es una ocasión especial, les dije, así que voy a hacer una foto.Les conté que tenía una cámara nueva, estupenda, que revelaba al momento y podrían ver la foto. Te ves en un pispás, ¿qué os parece? De modo que los senté a todos en el salón como le he enseñado a usted. Mamá dice: venga, deprisa, que tengo que volver a la cocina. Si no tardo nada, le digo. Hago la foto, y ella: venga, vamos a ver cómo hemos salido, y yo: un momento, un poco de paciencia, solo tardará un minuto. Y mientras esperan a ver cómo han salido, yo saco mi pistolita y pim, pam, pum, me los cargo. Después hice otra foto, fui a la cocina, comí un poco de pollo y no volví a mirarlos. Pensaba que la tía Rennie estaría allí también, pero mamá dijo que tenía no sé qué en la iglesia. Me la habría cargado igual. Así que mire. Antes y después. La cabeza del hombre estaba caída de lado, la de la mujer hacia atrás. Sus expresiones habían volado por los aires. La hermana había caído hacia delante, de modo que no se le veía la cara, solamente las enormes rodillas envueltas en tela floreada y la cabeza oscura con el peinado enrevesado y pasado de moda. —Podría haberme quedado allí tranquilamente una semana. Estaba tan relajado… Pero me marché al oscurecer. Me lavé bien, me terminé el pollo y pensé que lo mejor era largarme. Estaba preparado para que la tía Rennie se presentara de un momento a otro, pero se me pasaron las ganas, y sabía que tendría que ponerme otra vez de humor para cargármela a ella. Ya no me apetecía. Es que tenía el estómago lleno, porque era un pollo grande.Me lo había comido todo en lugar de llevarme un poco porque me daba miedo que lo olieran los perros y montaran un escándalo cuando me metiera por los senderos del campo, como me figuraba que tendría que hacer. Pensé que el pollo que me había metido entre pecho y espalda me duraría una semana, pero fíjese el hambre que traía cuando llegué aquí. Recorrió la cocina con la mirada.—Supongo que no tendrá nada de beber, ¿no? Ese té es asqueroso. —A lo mejor hay vino —dijo Nita—. No sé. Yo ya no bebo… —¿Es de Alcohólicos Anónimos? —No. Es que no me sienta bien. Se levantó y notó que le temblaban las piernas. Natural. —Me he ocupado del teléfono antes de entrar —dijo el hombre—. Es para que lo sepa. Si bebía, ¿se tranquilizaría un poco y se pondría más amable? ¿O más odioso y bruto? ¿Cómo iba a saberlo ella? Encontró el vino sin necesidad de salir de la cocina. Rich y ella solían beber vino tinto con moderación todos los días, porque se supone que es bueno para el corazón. O malo para algo que no es bueno para el corazón. Con el miedo y la confusión no se acordaba de cómo se llamaba aquello. Porque tenía miedo. Por supuesto. El cáncer no iba a servirle de ayuda en ese momento, de ninguna ayuda. El hecho de que fuera a morirse al cabo de un año se empeñaba en no anular el hecho de que podía morirse en aquel mismo momento. —Oiga, este es del bueno —dijo él—. Sin tapón de rosca. ¿No tiene un sacacorchos? Nita fue hacia un cajón, pero él se levantó de un salto y la apartó, sin demasiada brusquedad. —No, no, ya lo cojo yo. Usted ni se acerque a este cajón. Vaya, qué cantidad de cosas buenas hay aquí. Puso los cuchillos en el asiento de su silla, donde Nita no pudiera alcanzarlos, y empezó a abrir la botella con el sacacorchos. A Nita no le pasó inadvertido hasta qué punto podía ser perverso aquel instrumento en sus manos, pero ella no tenía la menor posibilidad de poder llegar a usarlo. —Solo iba a coger unos vasos —explicó, pero él dijo que no.—Nada de cristal. ¿No tiene de plástico? —No. —Pues tazas. Y la estoy viendo. Nita sacó dos tazas y dijo: —Para mí solo un poquito. —Para mí también —contestó él, muy formal—. Tengo que conducir. —Pero se llenó la taza hasta el borde—. No quiero que un madero meta la cabeza por la ventanilla para ver cómo estoy. —Los radicales libres —dijo Nita. —¿Y eso qué significa, a ver? —Es algo del vino tinto. O los destruye porque son malos o los refuerza porque son buenos. No me acuerdo. Tomó un sorbo de vino y no le dieron ganas de vomitar, al contrario de lo que esperaba. Él bebió, de pie. —Cuidado con esos cuchillos cuando se siente —dijo Nita. —No empiece a tomarme el pelo. —Cogió los cuchillos, los metió en el cajón y se sentó—. ¿Se cree que soy tonto? ¿Se cree que estoy nervioso? Nita se arriesgó. —Solamente pienso que nunca había hecho una cosa así —dijo. —Claro que no. ¿Qué se ha creído, que soy un asesino? Sí, vale, los maté, pero no soy un asesino. —Es distinto —dijo Nita. —Hombre, claro. —Yo sé lo que es. Sé lo que es librarse de alguien que te ha ofendido. —¿Ah, sí? —He hecho lo mismo que usted. —Venga ya… Empujó la silla hacia atrás pero no se levantó.—No me crea si no quiere, pero lo he hecho —afirmó Nita. —Y una mierda. ¿Cómo lo hizo? —Con veneno. —Pero ¿qué dice? ¿Que les dio ese puto té o qué? —Solo a una persona. Una mujer. Al té no le pasa nada. En teoría alarga la vida. —Yo no quiero que me alarguen la vida si tengo que beber una guarrería así. Además, pueden descubrir el veneno en el cuerpo de un muerto. —No estoy segura de que sea así con los venenos vegetales. De todos modos, a nadie se le habría ocurrido mirar. Era una de esas chicas que tuvo fiebre reumática cuando era pequeña y lo fue arrastrando toda la vida; no podía practicar deporte ni hacer gran cosa, continuamente tenía que sentarse a descansar. Nadie se llevaría una sorpresa si se moría. —¿A usted qué le había hecho? —Era la chica de la que se había enamorado mi marido. Iba a dejarme para casarse con ella. Me lo había dicho. Yo lo había hecho todo por él. Estábamos arreglando esta casa juntos. Él era lo único que tenía. No habíamos tenido hijos porque él no quería. Aprendí carpintería y aunque me daba miedo subirme a las escaleras, lo hacía. Él era mi vida. Y de repente me iba a echar a patadas por esa quejica inútil que trabajaba en la secretaría. Todo aquello por lo que habíamos trabajado se lo quedaría ella. ¿Era justo? —¿Cómo se consigue veneno? —Yo no tuve que buscarlo. Estaba en el jardín de atrás. Ahí mismo. Había un huerto con ruibarbos desde hacía años. En las nervaduras de las hojas del ruibarbo hay veneno más que suficiente. No en los tallos. Los tallos son lo que nos comemos. Son buenos, pero las nervaduras rojas y finitas de las hojas, esas son venenosas. Yo lo sabía, —152— aunque tengo que confesar que ignoraba la cantidad exacta que necesitaría para que fuera efectivo, así que lo que hice fue una especie de experimento. Tuve suerte en varias cosas. En primer lugar, mi marido estaba fuera, en un simposio, en Minneapolis. Podría habérsela llevado, claro, pero eran las vacaciones de verano y ella tenía que quedarse a cargo de la oficina.Otra cosa era que a lo mejor no estaba completamente sola, que podía haber otra persona. Y además, ella podría haber sospechado de mí. Tuve que suponer que ella no sabía que yo lo sabía y que seguía considerándome una amiga. La habíamos invitado a casa, nos llevábamos bien. Tuve que confiar en que mi marido, que era de esas personas que lo dejan todo para el final, me lo habría contado a mí para ver cómo me lo tomaba pero no le habría dicho a ella que me lo había contado. Entonces, ¿por qué deshacerse de ella? A lo mejor él no se había decidido. »No. Habría seguido con ella de alguna manera. Y aunque no siguiera, ella nos había envenenado la vida. Había envenenado mi vida, así que yo tenía que envenenar la suya. »Preparé dos tartaletas, una con las nervaduras venenosas y otra sin ellas. Naturalmente, hice una señal en la que no tenía. Fui a la universidad, compré dos cafés y fui a su oficina. Estaba sola. Le dije que tenía que ir a la ciudad y que al pasar por los jardines de la universidad había visto una panadería muy bonita que mi marido siempre elogiaba por su café y sus pasteles, de modo que entré a comprar las tartaletas y los cafés, pensando en que estaría sola cuando el resto de la gente se había ido de vacaciones y en que yo también estaba sola, con mi marido en Minneapolis. Ella estaba encantadora, muy agradecida. Dijo que se aburría un poco y que como la cafetería estaba cerrada tenías que ir al edificio de ciencias a por café y que le ponían ácido clorhídrico. Ja, ja, qué gracia. Así que fue como una fiestecita.—Yo el ruibarbo no puedo ni verlo —dijo el hombre—. Conmigo no habría funcionado. —Pero con ella sí. Tuve que arriesgarme a que empezara a hacer efecto deprisa, antes de que se diera cuenta de lo que pasaba y le hicieran un lavado de estómago, pero no demasiado rápido para que no lo relacionara conmigo. Tenía que quitarme de en medio enseguida. El edificio estaba vacío, y hasta la fecha, que yo sepa nadie me vio entrar ni salir. Naturalmente, conocía algunos atajos. —Se cree muy lista. Se fue de rositas. —Como usted. —Lo que yo he hecho no es tan rebuscado como lo que hizo usted. —Pero para usted era necesario. —Hombre, claro. —Lo mío también era necesario. Salvé mi matrimonio. Mi marido comprendió que ella no le habría hecho ningún bien. Estoy casi segura de que se habría puesto enferma con él. Ella era así. Habría sido una carga para él. Y él lo comprendió. —Más vale que no haya puesto nada en los huevos esos —dijo el hombre—. Como lo haya hecho, se va a arrepentir. —Claro que no. Ni se me habría ocurrido. No es algo que haga con frecuencia. La verdad es que no sé nada de venenos. Me enteré de eso por pura casualidad. El hombre se levantó con tal brusquedad que derribó la silla en la que se sentaba. Nita observó que no quedaba mucho vino en la botella. —Necesito las llaves del coche. Nita fue incapaz de pensar por un instante. —Las llaves del coche. ¿Dónde las ha puesto? Podía ocurrir. En cuanto le diera las llaves del coche podía ocurrir. ¿Serviría de algo contarle que se estaba muriendo de cáncer? Qué estupidez. No serviría de nada. Morir de cáncer más adelante no le impediría hablar hoy. —Nadie sabe lo que le he contado —dijo—. Es usted la única persona con quien he hablado de esto. Sí que iba a remediar eso las cosas. La ventaja que había alegado probablemente le había entrado por un oído y le había salido por el otro. —No lo sabe nadie todavía —dijo el hombre, y Nita pensó: Gracias a Dios. Va por buen camino. Lo comprende. ¿O no? Quizá, gracias a Dios. —Las llaves están en la tetera azul. —¿Dónde? ¿En qué jodida tetera? —En la esquina de la encimera… Se rompió la tapa y la usábamos para guardar cosas… —Cállese. Cállese o la hago callar yo bien callada. —Intentó meter la mano en la tetera azul, pero no le cabía—. ¡Joder, joder, joder! —gritó; volcó la tetera, le dio un golpe contra la encimera, y no solo cayeron al suelo las llaves del coche, las de la casa, monedas diversas y un fajo de dinero antiguo de Canadian Tire, sino que unos cuantos trozos de cerámica azul se desparramaron por el suelo. —Las del cordel rojo —dijo Nita con un hilo de voz. El hombre se puso a dar patadas a las cosas hasta que cogió las llaves que quería. —Bueno, ¿qué va a decir del coche? Que se lo ha vendido a un desconocido, ¿no? Nita tardó unos segundos en comprender la importancia de aquellas palabras. Cuando cayó en la cuenta, la habitación se puso a temblar. —Gracias —dijo Nita, pero tenía la boca tan seca que no sabía si le había salido ningún sonido. Algo debió de salirle, porque el hombre dijo: —155— —No me dé las gracias todavía. Tengo buena memoria —añadió—. Muy buena memoria. Y ese desconocido, no se parecerá en nada a mí. No querrá que se pongan a desenterrar cadáveres en los cementerios, ¿no? Acuérdese: como suelte algo, lo suelto yo. Nita seguía mirando al suelo. Sin moverse ni hablar, solo miraba el revoltijo del suelo. Se había marchado. Se cerró la puerta. Nita siguió sin moverse. Quería cerrar la puerta con llave pero no podía dar ni un paso.Oyó que arrancaba el motor, después se apagó. ¿Qué pasaba? El hombre estaría tan nervioso que lo hacía todo mal. Otra vez arrancaba, volvía a arrancar y giraba. Los neumáticos en la grava. Fue temblando hasta el teléfono y comprobó que aquel hombre había dicho la verdad; lo había cortado. Junto al teléfono había una de las múltiples estanterías que tenían. Aquella estaba llena sobre todo de libros viejos, libros que no se abrían desde hacía años. La torre orgullosa. Albert Speer. Los libros de Rich. Alabanza de las verduras y las frutas conocidas. Platos suculentos y elegantes y nuevas sorpresas, recopilados, probados y creados por Bett Underhill. Cuando terminaron la cocina, Nita cometió el error de intentar cocinar como Bett durante una temporada. Una temporada muy corta, porque resultó que Rich no quería que le recordaran todo aquel follón y ella no tenía suficiente paciencia para tanto cortar y hervir. Pero aprendió unas cuantas cosas que la sorprendieron, como las propiedades tóxicas de ciertas plantas conocidas y por lo general inofensivas. Debería escribir a Bett. Querida Bett, Rich ha muerto y yo he salvado la vida haciéndome pasar por ti. ¿Qué le importa a Bett que haya salvado la vida? Solo hay una persona a la que realmente merece la pena contárselo.Rich. Rich. Ahora se da cuenta de lo que es echarlo en falta de verdad. Como si al cielo le chuparan todo el aire. Debería ir al pueblo. Había una comisaría detrás del ayuntamiento. Debería comprarse un teléfono móvil. Estaba tan impresionada, tan terriblemente cansada que apenas podía moverse. En primer lugar, tenía que descansar. La despertó un golpe en la puerta, que seguía abierta. Era un policía, no uno del pueblo, sino de la policía provincial de tráfico. Le preguntó si sabía dónde estaba su coche. Nita miró hacia la grava donde lo aparcaban antes. —Ha desaparecido —dijo—. Estaba ahí. —¿No sabía que lo habían robado? ¿Cuándo fue la última vez que se asomó y lo vio? —Debió de ser anoche. —¿Estaban las llaves dentro? —Supongo que sí. —Tengo que decirle que ha sufrido un grave accidente. Un accidente sin otros coches implicados a este lado de Wallenstein. Al conductor se le fue a la cuneta y lo destrozó. Y eso no es todo. Buscan al hombre por triple asesinato. Esas son las últimas noticias que tenemos. Asesinato en Mitchellston. Ha tenido suerte de no tropezarse con él. —¿Está herido? —Muerto. Instantáneamente. Merecido se lo tiene. Luego siguió un sermón amable pero severo. Dejarse las llaves en el coche. Una mujer que vive sola. Nunca se sabe en los días que corren. Nunca se sabe.No olvide conectarse con la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.