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Lía Montoya Palmen: la soprano colombiana olvidada en el país y querida en Europa

Lía Montoya Palmen o Montoya Pérez, apellido materno que recibió cuando nació en Rionegro (Antioquia), es una de las soprano colombianas más destacadas del siglo XX. El legado de una artista que muy pocos conocen en Colombia y que con el tiempo se fue nublando aún más su recuerdo.

Lía Montoya Palmen
Lía Montoya Palmen nació en Rionegro, Antioquia, pero su vida se ha desarrollado en Colonia, Alemania.
Cortesía

Lía Montoya Palmen o Montoya Pérez, apellido materno que recibió cuando nació en Rionegro (Antioquia), es una de las soprano colombianas más destacadas del siglo XX. A la par de otras voces nacionales como Carmiña Gallo, Zoraida Salazar y Betty Garcés. Esta última, voz lírica afrocolombiana, fue tutora de Montoya Palmen en la ciudad de Colonia, Alemania.

Desde los 7 años Lía Montoya Palmen mostró sus dotes diferenciales en las clases de canto que recibió por parte del Colegio de las Hermanas Dominicas de la Presentación, en su natal Rionegro. De allí partió tiempo después hacia Medellín para ser acogida en el Instituto de Bellas Artes, donde recibió la instrucción del maestro Luis Eduardo Chávez, tenor lírico y fundador de la escuela de canto.

Su gran debut lo hizo precisamente acompañada del maestro Chávez, en una presentación realizada en Bogotá el 28 de septiembre de 1954, en el Teatro Colón. Allí daría su primer salto al reconocimiento de diferentes movimientos sociales y culturales capitalinos, que vieron en aquella muchacha de provincia un talento atípico.

Lo único que recibió por parte del sector público, fue la oferta del ICETEX de cambiarle los pesos colombianos por dólares, con una comisión de prendería

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No obstante, Colombia seguía siendo un ambiente hostil para el inevitable avance de la joven artista. Ni el gobierno ni ninguna entidad cultural le brindó ayuda alguna. Lo único que recibió por parte del sector público, fue la oferta del ICETEX de cambiarle los pesos colombianos por dólares, con una comisión de prendería. El auspicio lo recibiría del político y empresario antioqueño Gabriel Fernández Jaramillo.

Arribó entonces la artista a Europa en 1956, donde iniciaría su especialización en la Academia de Música y Artes Escénicas de Viena, allí obtuvo el título de cantante de ópera. Tras finalizar sus estudios en Austria, actuó en conciertos de Bonn y Linz. También representó a la Academia en el Festival Internacional de Ópera celebrado en Bruselas.

El 8 de septiembre de 1960, firmó un contrato por cuatro años como figura central exclusiva para la Oper Köln, en Colonia. La artista se consagraba en el mejor teatro operático de Alemania y uno de los mejores de Europa.

Tras ese reconocimiento, se constituyó como la más grande revelación de la ópera en aquella ciudad, actuando en las representaciones iniciales de la “Flauta Mágica”, de Mozart, interpretando el papel de Pamina; de Eurídice en “Orfeo y Eurídice”, “Madama Butterfly”, de Puccini, y en su más grande éxito que fue “Kolumbus”, del músico francés Darius Milhaud.

Sacando provecho de una temporada de vacaciones, la artista expresó el deseo de regresar a su patria, no solo para ofrendar a sus habitantes la realidad de sus triunfos a través de una serie de presentaciones, sino para contraer matrimonio con su eterno compañero, el también músico y director alemán Egan Josef Palmen.

En agosto de 1962, retornaba la que ya era considerada como una leyenda viva en el viejo continente.

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Entre sus presentaciones estuvo la actuación como solista del “Requiem Alemán”, de Brahms, realizada en el Teatro Colón, con intervención de la Orquesta Sinfónica de Colombia y la Sociedad Coral Bach, bajo la dirección del maestro Olav Roots. También realizó un recital de canto en el Teatro Lido de Medellín, acompañada del piano de Josef Palmen.

Antes de finalizar su estancia de cinco semanas en Colombia para unirse a la Oper Köln en Argentina, visitó con profunda nostalgia y cariño a su Rionegro natal. Aquí realizó una pequeña presentación íntima donde expresó el profundo amor que profesaba por la cuna de sus ancestros.

No fueron más de tres o cuatro ocasiones en las que regresó luego a Sudamérica. Con el tiempo, la gran soprano fue abandonando los escenarios para convertirse en maestra. Tras radicarse por completo en la ciudad de Colonia, y conformar una familia de la cual algunos de sus hijos han continuado con el legado musical, Lía Montoya pasó a ser una importante formadora, incluso, tutora de muchos artistas colombianos y latinoamericanos en proyección.

El legado de una artista que muy pocos conocen en Colombia y que con el tiempo se fue nublando aún más su recuerdo. Dedicado a la vida y obra de la artista para los presentes y futuros talentos de mi ciudad.

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