En la víspera de 1963, un tema musical que nacía con la modesta intención de completar un álbum de estudio terminó cobrando una vida propia, convirtiéndose en uno de los símbolos más reconocidos de la música navideña de Latinoamérica. “Faltan cinco pa’ las doce” no solo marcó el cierre de un año, sino que se instaló en el alma colectiva de generaciones, trascendiendo fronteras y haciéndose eco en los hogares de Venezuela, Colombia, y más allá. Esta es la historia de cómo una canción se transformó en un himno que todavía resuena en la celebración del fin de año.
La génesis de un legado
El origen de esta icónica melodía está marcado por la casualidad y el trabajo en equipo. E l compositor venezolano Oswaldo Oropeza, conocido también por su trabajo en temas como “Mamá, ¿dónde están los juguetes?”, creó la pieza como parte de un disco de estudio , titulado El gallo pelón , lanzado bajo la producción de RCA Victor Venezuela. En ese entonces, Oropeza no pensaba en hacer historia, sino simplemente en completar un álbum con cerca de diez canciones. Sin embargo, el destino tenía otros planes.
El tema, en apariencia sencillo, comenzó a ganar popularidad casi inmediatamente, apoderándose de las calles y el imaginario colectivo de Venezuela. El público local, con su capacidad para reconocer lo genuino, adoptó la canción como propio himno de Año Nuevo, un sello distintivo de los festejos, un himno de despedida para el viejo año y bienvenida para el nuevo. De un momento a otro, "Faltan cinco pa’ las doce" se convirtió en una pieza esencial de la tradición latinoamericana, en un patrimonio musical que no conoce fronteras.
La versión original apareció en 1963. Compuesta por el venezolano Oswaldo Oropeza y cantada por Néstor Zavarce, “Faltan cinco pa’ las doce” llegó a El Salvador en la década de 1960 y se convirtió en una de las canciones más representativas de esta época. pic.twitter.com/IX3bSsElgJ
— Academia Salvadoreña de la Historia (@ahistoriasv) December 31, 2019
El legado de la familia y la tradición
Aunque no hay una versión oficial y puntual acerca del origen del tema, se sabe que la vena navideña de Oropeza tiene raíces profundas en su propia familia. Según algunos relatos, la Navidad y el fin de año siempre fueron momentos significativos en la vida del compositor. Crecer en una familia de seis hijos, con los festejos de fin de año como un capítulo aparte, habría sido la chispa que encendió el interés de Oropeza por crear una canción que reflejara esa celebración única, cargada de emociones agridulces, pero siempre festiva.
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De Venezuela a Colombia: la internacionalización
A pesar de que "Faltan cinco pa’ las doce" nació en Venezuela, fue el acordeonero colombiano Aníbal Velásquez quien, con su versión, logró darle una trascendencia internacional. Velásquez, conocido como El Mago del Acordeón, encontró la canción cuando Oropeza lo invitó a un hotel en Caracas. En palabras del propio Velásquez, el encuentro con la melodía fue un momento revelador. “La cosa está interesante”, recordó Aníbal, refiriéndose a la mezcla de letras melancólicas, música de arpas y un coro que tocaba fibras de tristeza, pero también emanaba un encanto único.
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Cuando volvió a Barranquilla, Velásquez comenzó a trabajar en los arreglos musicales, manteniendo intacta la esencia de la letra, pero adaptando el acompañamiento a su estilo, más acorde con el sonido tropical que lo caracterizaba. Pasaron varios días de ajustes y experimentación, hasta que, finalmente, Velásquez encontró el enfoque musical adecuado. La colaboración con el director artístico de Discos Tropical, Genaro Fayud, le permitió grabar la versión definitiva en los estudios de Barranquilla.
El himno que nunca deja de sonar
Una vez lanzada, la versión de Velásquez de “Faltan cinco pa’ las doce” se propagó como un fuego en la víspera del 31 de diciembre. Desde su primer acorde, la canción logró capturar el espíritu festivo de la época y consolidarse como la pieza que marca el cierre de un ciclo y la esperanza en lo nuevo. No solo en Venezuela, sino en Colombia y más allá, la melodía se instaló en las fiestas y celebraciones, reforzando la conexión musical entre ambos países. A lo largo de los años, la canción ha sido interpretada por numerosos artistas, pero nunca ha perdido la esencia que la hizo inmortal.
Un lazo de hermandad musical
El viaje de “Faltan cinco pa’ las doce” desde su creación hasta su internacionalización es un testimonio del poder de la música para unir y trascender. La canción, que nació en Venezuela, encontró su eco en Colombia y se extendió a toda Latinoamérica. Más que una melodía, se convirtió en un punto de encuentro, una lengua común para toda una región que celebra el fin de año con la misma intensidad y alegría. La relación entre Venezuela y Colombia, reflejada en esta canción, es una de esas conexiones musicales que trascienden lo geográfico para convertirse en un patrimonio cultural compartido.
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