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El músico de la semana: Josef Anton Bruckner

El invitado de esta nueva edición de El músico de la semana es uno de los compositores románticos más importantes, Josef Anton Bruckner, quien nació hace 200 años, el 4 de septiembre de 1824. Le contamos detalles de su vida y obra.

Josef Anton Bruckner
El compositor austriaco Josef Anton Bruckner en 1886.
El País.

Después de la muerte prematura de su padre en 1837, la madre envió a Anton como niño cantor al cercano monasterio de St. Florian, donde también recibió clases de música. Siguiendo la tradición familiar, tomó la decisión de seguir la carrera docente.

La década que Anton Bruckner pasó en la abadía al principio se dedicó ampliamente a su profesión docente, asistió a un curso de educación superior en Linz en 1850, y cinco años después aprobó un examen para obtener permiso para enseñar en escuelas secundarias. Al mismo tiempo, sin embargo, la música se hizo cada vez más importante para él, por lo que perfeccionó su forma de tocar el órgano, lo que le valió el puesto de organista provisional en 1848, y tres años más tarde que el de organista habitual en St. Florian.

Anton Bruckner fue el primer compositor de sinfonías que combinó aquel desafío de tipo metafísico legado por Beethoven, en su Novena Sinfonía, con algunos métodos orquestales desarrollados por Wagner en sus dramas musicales. Sin embargo, su perspectiva de la creación era totalmente distinta. Buscaba expresar a través de su arte la misma profunda espiritualidad y religiosidad que gobernaba cada acto de su vida.

La Octava Sinfonía es la más monumental de todas las que compuso Anton Bruckner, esta obra es el fruto de tres años de trabajo intenso: un primer esbozo fue terminado en 1884 y la partitura final en Saint Florian en agosto de 1887.

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El proyecto de dar la sinfonía en concierto público a finales de ese año por Hermann Levi, quien había estrenado la Séptima sinfonía del mismo Bruckner con gran éxito se vio frustrado por la renuencia de Levi a estrenar la Sinfonía que consideró demasiado cargada y difícil.

Bruckner cayó en una depresión que lo llevó a pensar en el suicidio y se embarcó en una serie de revisiones injustificadas. En definitiva, dejó dos versiones, la original de 1884-1887 y la de 1890. La primera versión dedicada al emperador Francisco José I de Austria, fue estrenada el 18 de diciembre de 1892 en Viena con gran éxito.

De esta Sinfonía Octava de Bruckner se dice que es el Inmenso fresco sobre el que se cierra el siglo XIX musical, o coronación de la sinfonía romántica. Igualmente, del inmenso final, Armand Machabey escribió que este representa el arte de la sinfonía en el sentido de El arte de la Fuga de Bach.

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En palabras del musicólogo greco-alemán Constantin Floros, quien nació en Salónica el 4 de enero de 1930:

“Cuanto más se estudia a Bruckner, más manifiesta se vuelve la complejidad de su personalidad. Obviamente sus características incluían una aplicación inusual, una poderosa sed de conocimiento y el deseo de que sus logros fueran reconocidos. Sus primeros años estuvieron marcados por un incansable esfuerzo por dominar la teoría y la práctica de la composición. La intensidad de sus estudios teóricos, la diligencia con la que los realizó y los numerosos exámenes que aprobó se han vuelto legendarios.

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Cuando en 1855 asumió el cargo de organista de la catedral de Linz, ya había adquirido sólidos conocimientos teóricos y ya había compuesto algunas obras notables, como el Réquiem en re menor y la Misa en si bemol menor. Insatisfecho con sus logros, viajó regularmente a Viena para estudiar armonía estricta y contrapunto con Simon Sechter, un célebre profesor de composición. El 22 de noviembre de 1861, Bruckner aprobó con gran éxito su examen final ante el jurado de la Gesellschaft der Musikfreunde de Viena. Sin embargo, debió sentir que sus estudios con Sechter no eran adecuados, que no dominaba su arte y, en particular, que la composición instrumental era aún territorio virgen. Por lo tanto, decidió en diciembre de 1861retomar sus estudios y recibir lecciones de forma musical, composición y orquestación con Otto Kitzler, director del Teatro de Linz. Consideraba las obras que compuso para Kitzler como "ejercicios". Estos incluían un movimiento de una sonata para piano, un cuarteto de cuerdas, algunas piezas orquestales, la Obertura en sol menor, la Sinfonía en fa menor (Study Symphony) y una obra sacra de gran escala, una adaptación del Salmo 112 para Doble coro mixto de ocho voces y gran orquesta.

El Cuarteto de cuerda en do menor, terminado el 7 de agosto de 1862, el único cuarteto de cuerda de Bruckner, es claramente poco más que un ejercicio, pensado principalmente como práctica en la solución de problemas de forma y estructura. Sin embargo, contiene algunos rasgos que, vistos en retrospectiva, bien podrían caracterizarse como "brucknerianos". Entre ellos se incluyen: la elección de la tonalidad de do menor, por la que Bruckner tenía un gusto especial, ya que tres de sus sinfonías están en esta tonalidad; el carácter elegíaco del tema principal; el esquema de modulación completamente audaz en la sección de desarrollo del primer movimiento; la estructura de varios de los temas; la plenitud del segundo movimiento, el principal motivo que anticipa la sección "Miserere" del Gloria de la Misa en re menor de 1864, y finalmente las líneas motívicas del Trío al estilo Ländler. El final, un rondó, se distingue por la brillantez y el virtuosismo, características atípicas del Bruckner maduro".

Podrá escuchar obras maravillosas de Josef Anton Bruckner. en la nueva edición de El Músico de la Semana el lunes 2 de septiembre a las 3:00 p.m. por la señal en vivo de la HJCK.