Al igual que todos los compositores en Viena a comienzos del siglo XIX, Franz Schubert vivió bajo la sombra de Beethoven. El compositor alemán había recibido el legado de Haydn y Mozart y llegó a dominar las formas propias del clasicismo como el concierto, la sinfonía, el cuarteto de cuerdas y la sonata, pero las llevó mucho más allá, pues sus ideas exigían nuevos formatos más amplios en construcción y expresión. Por eso, al acercarnos a su obra encontramos una sorprendente evolución en cuanto a la técnica de composición, un pensamiento novedoso teniendo en cuenta las formas y sobre todo una expresión enérgica, vital, que iba más allá del estilo clásico.
Schubert admiraba tanto a Beethoven que incluso se sentía intimidado por él. “Secretamente, en lo más profundo de mi corazón, todavía tengo la esperanza de ser capaz de hacer algo por mí mismo, pero ¿quién puede hacer algo después de Beethoven?”. Esto escribió Schubert en una carta a su amigo Josef von Spaun. Unos 27 años menor que Beethoven, Schubert conoció las obras del compositor alemán durante sus años de formación musical en la prestigiosa escuela Stadkonvikt de Viena, bajo la tutela de Antonio Salieri, en la que hizo parte de la orquesta de la institución como violinista. Allí interpretó las primeras sinfonías de Beethoven. La segunda le causó una especial impresión cuando tenía 12 años, lo que con seguridad influyó en su deseo de componer. Durante toda su vida, Schubert tuvo a Beethoven como una referencia y un modelo, si bien su estilo llegó a ser muy diferente.
El compositor austriaco admiraba el ingenio y la habilidad de Beethoven en la forma de variaciones y en 1822 compuso no pocas obras utilizando el formato, entre ellas las Variaciones sobre una canción francesa Op. 10, D. 624 que dedicó a Beethoven “con veneración y admiración”. En el campo del lied, la publicación de la colección de canciones An die ferne Geliebte, A la amada lejana, de Beethoven tuvo un enorme impacto en Schubert, quien hacia 1815 compuso Lieder sobre los mismos textos que Beethoven había utilizado. Teniendo como referencia la serie de cuartetos Razumovsky Op. 59 de Beethoven, Schubert pensó publicar sus tres cuartetos en la, re y sol, aunque en su vida solo se publicó uno de ellos. La principal contribución de Schubert al género coincide con los últimos cuartetos de Beethoven. Para los magistrales Tríos con piano D. 99 y D. 100, así como para la Sonatensatz D. 28 y el Notturno D. 897, Schubert se inspiró en los tríos Op. 70 y en el trío Archiduque de Beethoven, quien convirtió la forma hasta entonces de uso doméstico en una obra de un exigente nivel técnico y artístico, y de sonoridad casi sinfónica. También en el repertorio para piano encontramos que las últimas tres sonatas de Schubert son un homenaje evidente a las tres últimas sonatas de Beethoven.
En otras ocasiones encontramos en sus obras evocaciones y citas más directas a obras de Beethoven. Es el caso del lied Auf dem Strom, en el que Schubert cita la marcha fúnebre de la Sinfonía n. 3, Heroica de Beethoven. Asimismo, en el último movimiento de su Sinfonía n. 9, Schubert hace una cita muy clara a la Sinfonía n. 9 de Beethoven, obra que le había causado un gran impacto cuando asistió a su estreno el 7 de marzo de 1824. Todo esto comprueba la importancia que Beethoven tenía para el compositor austriaco. Sus obras, sus procedimientos compositivos, sus expresiones, fueron un modelo y una gran inspiración para Schubert, pero fueron sobre todo el punto de partida de su propio estilo. Schubert quería hacer su propio camino, pero partiendo del punto al que Beethoven había llegado.
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El concierto de esta noche de domingo en el Cartagena Festival de Música es una magnífica oportunidad de percibir esa relación entre Beethoven y Schubert en el campo sinfónico. Beethoven abrió un espacio nuevo a la forma de la sinfonía. Sus obras en el género están construidas con un sentido clásico de la estructura, pero también con un temperamento heroico y enérgico que claramente va hacia lo romántico. En 1808 Beethoven estrenó su Sinfonía n. 5 en do menor op. 67, una obra que sorprendió con una nueva sonoridad, pues sobrepasaba las dimensiones de la orquesta utilizada hasta entonces.
Por otro lado, la intensidad emocional de la obra resultó revolucionaria y su poder y encanto se han mantenido hasta hoy. Ocho años más tarde, en 1816, Schubert, que tenía entonces 19 años, compuso su Sinfonía n. 4 D. 417, a la que dio el nombre de Trágica. Esta sinfonía tiene una fuerte conexión con la quinta de Beethoven. Schubert opta por la misma tonalidad de do menor y construye la obra igualmente en cuatro movimientos de tempos similares. Pero además, a diferencia de sus sinfonías anteriores, muy cercanas a Haydn y Mozart, Schubert explora nuevas técnicas relacionadas con el uso de ciclos tonales e intenta crear un lenguaje romántico, pero sustentado en el clasicismo, todo esto de forma muy personal pero inspirado por la obra de Beethoven. Bajo la batuta de Christoph Koncz, la Camerata Royal Concertgebouw Orchestra será la encargada de introducirnos en las genialidades de estas dos sinfonías en el Teatro Adolfo Mejía a las 7:00 p.m.
El 26 de marzo de 1827 murió Beethoven en Viena. Tres días después se llevó a cabo su funeral, al que asistieron miles de personas. Una acuarela de Franz Xaver Stöber nos muestra la importancia del suceso que, por supuesto, trascendió las fronteras de Viena. Franz Schubert fue uno de los que llevaron una antorcha en el cortejo fúnebre. La tristeza por la pérdida del gran maestro traía también para Schubert la esperanza de ser reconocido en adelante como el más importante compositor. Pero poco más de un año después, también la vida de Schubert terminaba a los 31 años. Ese lapso estuvo marcado para Schubert por la dolorosa enfermedad y por una frenética actividad de composición que dio como fruto innumerables obras maestras. Prácticamente en su lecho de muerte, Schubert pidió escuchar el Cuarteto en do sostenido op. 131 de Beethoven.
La mayoría de las obras de Schubert, a diferencia de las de Beethoven, no fueron interpretadas ni publicadas en su tiempo sino que tuvieron que esperar varios años para ser rescatadas y divulgadas. Es por eso que, a la luz de hoy, podemos entender la grandeza de Schubert y cómo su genialidad, que se alimentó de Beethoven, entre otros, llegó a un nivel que trasciende su tiempo y proyecta al futuro un universo musical complejo y único.
*Este texto también fue publicado en el Pentagrama de El Espectador.