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Si quieres que tu hijo sea bueno, hazlo feliz: Héctor Abad y el arte de ser padre

El escritor Héctor Abad Faciolince comparte algunas reflexiones sobre el libro de su padre, ‘Manual de tolerancia’, y lee un fragmento en HJCK.

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Si El olvido que seremos marcó un antes y un después en la vida como escritor de Héctor Abad Faciolince, en su esfera privada, y aun en su formación como persona, el asesinato de su padre, Héctor Abad Gómez, fue un punto de no retorno.

Tras esa experiencia inició la escritura de sus diarios íntimos, ahora recopilados y publicados por Alfaguara en Lo que fue presente (Diarios 1985-2006), éxito en ventas durante el fin de año.

En esas notas que tomó desde 1985, Abad comparte las dudas y desafíos que enfrentó durante varios años, hasta antes de publicar su obra cumbre, pero si hay un libro que traslade al autor antioqueño a esa vida pasada es el Manual de tolerancia que, sin saberlo, escribió su propio padre.

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Si bien fue publicado en 2018 por su sello independiente, Angosta Editores, el manual sigue hoy tan vigente como en la década de 1980.

“La tolerancia a veces, en los últimos años, ha sido mal vista. Algunas personas dicen que es un concepto superado, que no hay que tolerar sino respetar todas las otras opiniones, el problema es que hay muchas opiniones que nosotros no respetamos y es justo que no las respetemos, que las discutamos, pero la tolerancia se aplica a que esas ideas, aunque no estemos de acuerdo con ellas, se puedan manifestar libremente”, explica Abad al reflexionar sobre los aportes de los textos de su padre para la Colombia de hoy. El libro, uno de los recomendados por HJCK para este inicio de década, fue publicado de manera póstuma y tiene detrás una curiosa historia que involucra al destino y el amor que solo un hijo conoce.

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¿Cómo nació este libro?

Después de que a mi papá lo asesinan, el 25 de agosto del 87, después de esos meses terribles en que uno queda en el desconcierto más completo, yo recibí una llamada muy amable del que en ese entonces era el gobernador de Antioquia, Fernando Panesso Serna, que me ofreció si no había por casualidad entre los papeles de mi padre cosas que pudieran publicarse y que él estaría dispuesto a financiar la publicación de ese libro desde la Gobernación de Antioquia.

Tuve un encuentro con él y también con el médico Antonio Yepes Parra, ellos me dieron un pequeño auxilio para que yo pudiera dedicar mi tiempo durante dos meses a compilar este libro. Yo me fui a la oficina de él y sencillamente empecé a recoger papeles que estaban ahí desperdigados, cuadernos que todavía conservo y armé este librito que está compuesto de textos relativamente breves de distinta índole, algunos tienen que ver exactamente con la tolerancia, es decir con aceptar las diferencias de pensamiento.

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Luego sencillamente salió así, salió en ese mismo año 1987 o si mucho en 1988. Yo me tuve que ir del país a finales de ese año por unas amenazas, ese libro salió o poco antes de que yo me fuera o poco después. Después hubo otra publicación que hizo la Universidad de Antioquia, ya con el prólogo de Carlos Gaviria y ahora nosotros en Angosta, como ya el libro estaba fuera de comercio desde hace algunos años, lo quisimos reeditar para abrir la colección de ensayos que se llama Colección Manila, un poco por el papel manila y porque mi papá escribió algunos de estos textos en Manila, Filipinas. Este libro de mi papá creo que tiene todavía bastante vigencia.

Este Manual de Tolerancia fue escrito en una época ya lejana en el tiempo, pero contiene muchos aportes que nos valen para leernos como sociedad porque la Colombia de hoy aún es la misma de la que hablaba Héctor Abad Gómez. ¿Cuál cree que es el mayor aporte del Manual de Tolerancia para quien lo lea hoy?

Mi papá era una persona particularmente tolerante, abierta a las opiniones distintas. Por eso cuando él mismo, cuando era activista de los derechos humanos, muchas veces lo llamaba gente de la extrema izquierda, gente de la derecha, a mediar y encontrar una solución para problemas.

La tolerancia a veces, en los últimos años, ha sido mal vista. Algunas personas dicen que es un concepto superado, que no hay que tolerar sino respetar todas las otras opiniones, el problema es que hay muchas opiniones que nosotros no respetamos y es justo que no las respetemos, que las discutamos, pero la tolerancia se aplica a que esas ideas, aunque no estemos de acuerdo con ellas, se puedan manifestar libremente.

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Por supuesto que hay cosas intolerables, no se puede tolerar el asesinato, no se puede tolerar el abuso infantil, el abuso sexual a las mujeres, hay muchas cosas que no intolerables, pero hay en el terreno de lo humano muchas verdades que son discutibles y mi papá pensaba que la tolerancia, como pensaban algunos filósofos de la Ilustración, era la única solución para la discordia humana que es irremediable.

Ponernos de acuerdo sobre muchos aspectos, sobre cómo se gobierna una ciudad, sobre si es útil que haya motos o no para que la gente circule, sobre cómo se resuelve el problema del calentamiento global, sobre las diferencias entre protestantes, católicos, evangélicos, musulmanes, judíos, ateos, todas esas opiniones sobre conceptos del más allá también son difíciles de convencer al otro y obligarlo a la propia verdad sería un abuso, entonces la tolerancia de ese tipo de ideas es lo que mi papá defiende en este libro.

El título se lo puse yo porque a él le hubiera gustado porque él era de verdad un fanático de la tolerancia, alguien para quien la tolerancia era una de las claves de la convivencia humana.

Sin duda, muchos conocen el nombre de su padre y lo que hizo. Usted nos habló de él en ‘El olvido que seremos’, ¿pero nos puede hablar de quién fue Héctor Abad Gómez como ser humano?

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Héctor Abad Gómez fue un niño de origen campesino nacido en Jericó, Antioquia. Su padre había hecho el bachillerato, pero no estudió ninguna carrera y mi padre fue el primero en la familia en poder ir a la universidad, él estudió medicina en la Universidad de Antioquia y después hizo un máster en Salud Pública en la Universidad de Minneapolis, en Minnesota.

Trabajó con la Organización Mundial de la Salud en Washington donde se casó con mi mamá, luego trabajó también en Perú y en México. Finalmente resolvieron volver a Colombia y fue profesor de Medicina Preventiva y de Salud Pública de la Universidad de Antioquia toda su vida desde que regresó a Colombia.

Además de ser profesor se interesó mucho por los aspectos de la salud que tenían que ver con la economía, la política y la educación. Se interesó mucho en la educación de las personas en los pueblos, en reglas de higiene y para eso se inventó algo que todavía funciona en algunas partes que son las promotoras rurales, también auspició la ley del año rural obligatorio para los médicos, desgraciadamente eso ya no existe en Colombia, pero fue algo muy importante para la formación de los médicos y para la atención en salud, sobre todo en las regiones, en los corregimientos y municipios más apartados de Colombia.

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Al final de su vida se dedicó, también como una tarea médica, a defender los derechos humanos porque se dio cuenta de que la primera causa de muerte en Colombia eran los homicidios, los asesinatos, y trató de estudiar por qué nos estábamos matando. Estudió la epidemiología de la violencia, a qué podía deberse la violencia y por eso se dedicó a los derechos humanos.

También escribió algunos libros en su vida, uno se llama Cartas de Asia, otro se llama Manual de Poliatría, esa es una palabra que él se inventó, otro es Una visión del mundo. Este libro que publicamos en Angosta, Manual de Tolerancia, en realidad es un libro póstumo que yo armé después de su asesinato en 1987.

En los meses finales de ese año yo armé este libro con distintos escritos que él había dejado en papeles, en cuadernos, en periódicos e incluso en los libros que mencioné.

En el fragmento 28 Héctor Abad dice: “Si quieres que tu hijo sea bueno, hazlo feliz, si quieres que sea mejor, hazlo más feliz. Los hacemos felices para que sean buenos y para que luego su bondad aumente su felicidad”. ¿Así recuerda a su padre?

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Sí, era así. Para él lo más importante en la educación de nosotros, de mis hermanas y yo, era siempre que no nos sintiéramos desgraciados, que no le tuviéramos miedo al padre, cierto respeto, sin duda, pero miedo jamás.

Nunca había amenazas, nunca había golpes. Él era un buen pedagogo, un buen profesor, su educación era muy paciente, muy pausada, muy racional, intentando siempre que sus opiniones se basaran en hechos, en cosas probadas. Cuando no sabía lo reconocía con humildad y con mucha tranquilidad, y simplemente sacaba la enciclopedia para que buscáramos más información sobre los temas.

Se discutía abiertamente. La educación en el diálogo, en la felicidad, en la tolerancia por los defectos, por las falencias, por las tonterías de los demás, él las soportaba bien. Lo que menos soportaba bien era la injusticia, que fuéramos injustos con los demás, con lo más desprotegidos, los más débiles, eso le daba rabia y creo que entraba en el terreno de lo intolerable.

Sobre el título no es muy exacto porque no es un manual de tolerancia, un manual es como un curso sobre donde uno puede encontrar “como ser más tolerante según las reglas 1, 2, 3…”.

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No es exactamente eso, es una recopilación de escritos miscelánea y algunos hablan de la tolerancia, pero incluso cuando hablan de la medicina, de la política, de la economía, tienen un punto de vista muy tolerante en el sentido de que siempre ponen estos textos por delante la advertencia de que no está convencido absolutamente de la verdad de lo que está diciendo sino que está proponiendo un tema de reflexión para que se discuta, a él le gustaba la discusión como método, no para ganar sino para aprender.

El viejo método socrático de preguntar y responder para tratar de llegar a algunas conclusiones definitivas o parciales era lo que a él le gustaba, en ese sentido yo creo que el Manual de Tolerancia sí cumple con su cometido como título.

Yo creo que a través de estos escritos se ve también la bonhomía de la persona que los escribió, como cierto interés en ser muy claro, en no pretender ser lo que no es, no pretender un gran filósofo, no pretender ser el gran experto en política, en pedagogía, en economía; es experto simplemente en Salud Pública y en eso sus opiniones pueden ser más tajantes, pero en general es una manera de escribir como muy abierta al diálogo, a la discusión y a la duda.

Solo los necios tienen respuestas exactas para todo. Mientras más se estudia, mejor se da uno cuenta de lo poco que sabe.