Su olvido fue más grande que su gloria. Moby Dick, la novela más importante y celebrada de su carrera, fue un absoluto fracaso cuando se publicó en 1851 y Billy Budd, una todavía más fina alegoría política del mar como territorio humano, se publicó de manera póstuma. Herman Mellvile nació un 1 de agosto de 1819 y llegó a la tumba en 1891 sin ver un céntimo ni escuchar demasiados aplausos.
Los últimos veinte años de su vida los pasó trabajando como agente de aduanas en los muelles de Nueva York e intentando reponerse de la muerte de sus tres hijos: Malcolm, que se suicidó; Lucy, que no llegó a cumplir los treinta y Stanwix, que falleció a los 35. Hay en Melville algo trágico a la vez que luminoso: ignorado y apartado de las orlas literarias de esos años, escribió una obra que lo tiene todo, la tragedia shakespereana, la épica marina y la literatura de viajes. Pero no sólo eso, su Bartlebly presagia al Gregorio Samsa de Kafka y Billy Budd inspiró una de las mejores óperas de Bejanmin Britten. Su capacidad para perfilar y profundizar personajes se expresa justo en esas tres obras que resumen sus enormes destrezas como escritor.
Moby Dick
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Publicada en 1851 narra la travesía del barco ballenero Pequod , comandado por el capitán Ahab, junto a Ismael y el arponero Quiqueg en la obsesiva y autodestructiva persecución de un gran cachalote blanco. Ahab revelará a su tripulación que el objetivo primordial del viaje, más allá de la caza de ballenas en general, es la persecución tenaz a Moby Dick, enorme leviatán (monstro marino) que lo privó de su pierna y que había ganado fama de causar daño a todos los balleneros que habían intentado darle caza. Cuando en 1991 se conmemoró el centenario del fallecimiento de Hermann Melville, la Emisora HJCK le solicitó a uno de sus más cercanos colaboradores y amigos, el escritor Álvaro Mutis una muy breve semblanza del creador de Moby-Dick.