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Los cinéfilos también lloran en Venecia

En una pared cerca de la alfombra roja veneciana alguien dejó escrito: "¡Bravo! Me dormí en 10/10 películas". Lo cierto es que no es una queja aislada, sino una de las centenares que cubren un muro convertido ya en confesonario anónimo porque este famoso festival, en su otra cara, también tiene algo de penitencia.

Mostra Venecia 79
Asistentes al festival se aseguran su lugar fuera del palacio del festival el 7 de septiembre de 2022 durante el 79º Festival Internacional de Cine de Venecia.
ANDREAS SOLARO/AFP

La 79ª edición del certamen italiano toca ya a su fin, mañana se asignará el León de Oro y el cansancio se nota en el ambiente el día de las últimas proyecciones, hoy, porque en el Lido no es oro todo lo que reluce.

Y es que, mientras las celebridades desfilan guapas y aseadas ante el Palacio del Cine, los cinéfilos y los miles de periodistas de todo el mundo acreditados -la organización se niega a dar la cifra por razones de privacidad- pagan el precio de diez días extenuantes.

Los lamentos son muchos y suelen alimentar la conversación en el ascensor: los madrugones para ver películas, prisas y malcomer -a precios muy por encima de lo razonable- y los mosquitos que pueblan la laguna veneciana y que estos días se dieron un suculento festín.

Este año se ha sumado otra cuenta a la ristra de quejas: el farragoso sistema de reserva para las proyecciones y la temida "lista negra" -la definición es oficial- en la que acaba todo aquel que se salte más de tres películas.

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Pero desde 1997 el Festival brinda un método para que sus leales seguidores puedan desahogarse: un muro en el que, bajo el lema de "Ridateci i soldi" (devolvednos el dinero), cualquiera puede criticar anónimamente una película o cualquier aspecto del certamen.

Y los lloros no son pocos a juzgar por los cientos de folios que lo cubren. Romeo se encarga de custodiar este altar a la sinceridad cinéfila: "Es un espacio democrático", alega mientras fuma un cigarro y lo cubre con una lona para protegerlo de la lluvia.

Aunque al señalarle que también se puede leer algún que otro insulto rompe a reír reconociendo que "eso también".

Dos de las firmantes son Giusi y Greta, estudiantes de 25 años que, para ganarse un dinero, decidieron sumarse a la legión de jóvenes asistentes de sala enrolados para asistir cualquier necesidad durante las proyecciones.

Su denuncia, explican a Efe, va dirigida a quienes llegan tarde a la proyección, pero también piden sillas para no tener que soportar, por ejemplo, la póstuma de Kim Ki-duk de pie.

También hay quien exige "menos 'influencer' y más artistas", denuncia que "las alubias a diez euros estén al menos cultivadas en el jardín de Cate Blanchett", amenaza a Abel Ferrara con "ser la actriz de sus peores pesadillas" o deja escrito un lamento comprensible: "Otro año han vuelto a robarme la bicicleta".

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Los pasquines desvelan asimismo los repetidos casos de somnolencia sufridos en la oscuridad de las salas -algún que otro ronquido se ha escuchado- o hablan de películas eternas y profundas llegadas de cualquier república centroasiática.

Aunque en esta edición se ensañaron particularmente con una de las cintas a concurso: la palabra "Bardo", la película del mexicano Alejandro G. Iñárritu, salpica el muro y alguien ni siquiera disimula su crueldad: "¿Queréis ahorro energético? Apaguen la pantalla después de como mucho diez minutos". La cinta dura 174.

El agotamiento es palpable en Filippo, un véneto de 17 años que llegó el primer día -el 31 de agosto- y que desde entonces duerme en un camping del Lido, el bastión de quienes se resignan a dormir en tienda de campaña para ahorrarse los carísimos hoteles venecianos.

"Me duele mucho la espalda y el cuello pero resistimos", comenta el joven, que peregrinó al muro para poner en la picota la última de Paul Schrader, "Master Gardener": "Da asco", ataja cáustico.

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Tampoco pierde la ocasión para arremeter contra los precios de las entradas porque, aunque los periodistas acceden gratis, el público tiene que pagar hasta 20 euros. Y él ya se ha fundido 250.

En todo caso, este viernes en el Lido, la isla veneciana que acoge el certamen, los lamentos han dado paso a las quinielas sobre el próximo ganador del León de Oro, mientras los turistas apuran el verano en las aguas del Adriático, ajenos a esa extraña mezcla de disfrute y agotamiento que la Mostra provoca. Recuerde conectarse con la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.