Escuchar música relajante mientras trabajas puede ofrecer una serie de beneficios que pueden mejorar tu productividad y bienestar general. La música relajante tiene el poder de reducir los niveles de estrés y ansiedad. Al escuchar melodías suaves y tranquilas, tu cuerpo tiende a relajarse, lo que puede ayudarte a mantener la calma incluso en situaciones estresantes.Algunas personas encuentran que escuchar música suave y armoniosa les ayuda a encontrar soluciones creativas a problemas o a pensar de manera más innovadora.Por eso, le dejamos a continuación algunas recomendaciones de música relajante para trabajar:Música ambiental: La música ambiental es perfecta para crear un ambiente tranquilo y propicio para concentrarse. Busca artistas como Brian Eno, Stars of the Lid, o Harold Budd.Música clásica: Piezas instrumentales de compositores clásicos como Johann Sebastian Bach, Ludwig van Beethoven, y Wolfgang Amadeus Mozart pueden ser muy relajantes y estimulantes para la concentración. Por ejemplo, la "Suite para violonchelo solo No. 1 en sol mayor" de Bach.Música de piano: La música de piano suele ser suave y relajante. Puedes buscar obras de Ludovico Einaudi, Yiruma, o Erik Satie. "Una Mattina" de Ludovico Einaudi es una excelente opción.Música instrumental moderna: Existen muchos artistas contemporáneos que crean música instrumental relajante. Algunos ejemplos incluyen a Ólafur Arnalds, Nils Frahm, y Max Richter. La pieza "Re: Stacks" de Bon Iver en versión instrumental es también muy recomendada.Música de naturaleza: A menudo, los sonidos de la naturaleza, como el canto de los pájaros, el sonido del mar o el susurro de las hojas, pueden ser muy relajantes y ayudar a concentrarse. Hay muchas grabaciones disponibles en línea que ofrecen este tipo de sonidos para acompañar tu trabajo.Obviamente, en la HJCK preparamos esta playlist con música relajante para trabajar:Y si quiere escuchar buena música todo el día, no olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
Aprender a leer música es una habilidad valiosa que enriquece la vida tanto de los músicos como de aquellos que simplemente disfrutan escuchando música. Facilita la comprensión, interpretación y apreciación de la música en sus diversas formas, y puede contribuir al desarrollo personal y cognitivo de quienes la practican.La notación musical es un lenguaje universal que permite a los músicos comunicarse entre sí de manera efectiva. Saber leer música facilita la colaboración y la interpretación en conjunto, ya sea en una banda, una orquesta, un coro u otros grupos musicales.Estudios han demostrado que aprender a leer música puede mejorar las habilidades cognitivas, como la memoria, la concentración y la capacidad de resolver problemas. La lectura de música implica procesos mentales complejos que ejercitan el cerebro de manera positiva.Aprende los elementos básicos de la notación musical:Las notas musicales representan los sonidos y su duración en la partitura. Las notas básicas incluyen: do, re, mi, fa, sol, la, si.La duración de las notas se indica mediante figuras como la redonda, la blanca, la negra, la corchea, etc.Las claves (como la de sol, la de fa) indican la posición de las notas en el pentagrama.Las alteraciones (sostenidos, bemoles, becuadros) modifican el tono de las notas.Practica la identificación de las notas en el pentagrama:Memoriza la ubicación de las notas en las líneas y espacios del pentagrama.Utiliza mnemotécnicas para recordar la secuencia de notas en los pentagramas. Por ejemplo, para el pentagrama de sol, puedes recordar "EGBDF" con la frase "En el Gran Bosque Dios Fabrica".Utiliza ejercicios y juegos para practicar la identificación rápida de las notas.Familiarízate con los ritmos y la duración de las notas:Entiende cómo se dividen y combinan las figuras de ritmo para crear patrones rítmicos.Practica la lectura de ritmos con ejercicios que incluyan diferentes combinaciones de figuras rítmicas.Lee partituras mientras escuchas la música correspondiente:Escuchar la música mientras sigues la partitura te ayudará a asociar los símbolos visuales con los sonidos musicales.Esto te ayudará a comprender cómo la notación musical se traduce en sonidos y expresión musical.Practica regularmente y de forma progresiva:Dedica tiempo todos los días a practicar la lectura de música y partituras.Comienza con piezas sencillas y gradualmente avanza a piezas más complejas a medida que adquieras más habilidad.Busca recursos educativos y herramientas interactivas:Utiliza libros, aplicaciones y sitios web que ofrezcan ejercicios de lectura musical y teoría.En plataformas como Youtube puedes encontrar mucho material que te ayudará a entender mejor este proceso de aprendizaje. Algunos programas de software también ofrecen ejercicios interactivos que pueden ser útiles para practicar la lectura de música.Toma clases con un profesor de música:Un instructor experimentado puede proporcionarte retroalimentación personalizada y guía en tu proceso de aprendizaje.También puede ayudarte a comprender aspectos más complejos de la notación musical y la interpretación.No olvide conectarse con la HJCK, el arte de escuchar.
La música clásica, con su rica historia y profundidad emocional, es un tesoro cultural que puede enriquecer nuestras vidas de maneras inigualables. Aprender a apreciar este género requiere acceso a recursos educativos confiables y enriquecedores. Aquí te presentamos una selección de recursos en línea, cuidadosamente verificados, que te ayudarán a explorar y comprender la grandeza de la música clásica. Recuerda que cualquiera que sea el género, la música es para todos. Khan Academy - Música Clásica: una introducción visual y auditivaKhan Academy ofrece un curso gratuito en línea sobre música clásica que combina elementos visuales y auditivos para brindar una experiencia educativa completa. Desde la historia de los compositores hasta el análisis de obras maestras, este recurso es ideal tanto para principiantes como para aquellos con conocimientos previos.NPR Classical: artículos informativos y listas de reproducción temáticasLa sección de música clásica de NPR no solo proporciona noticias y reseñas, sino también listas de reproducción temáticas que te permiten explorar diferentes períodos y estilos. Además, los artículos informativos te sumergirán en la historia detrás de las composiciones, creando un contexto valioso para tu apreciación.Google Arts & Culture: grandes museos de música clásicaGoogle Arts & Culture ofrece una experiencia virtual única con acceso a los museos y archivos de algunas de las principales instituciones musicales del mundo. Explora partituras originales, fotografías históricas y más, todo desde la comodidad de tu hogar.YouTube Symphony Orchestra: actuaciones en vivo de jóvenes talentosDescubre el poder y la energía de la música clásica a través de actuaciones en vivo realizadas por la YouTube Symphony Orchestra. Esta iniciativa reúne a jóvenes talentos de todo el mundo, ofreciendo una visión fresca y contemporánea de la música clásica.Spotify y Apple Music: listas de reproducción curadas y documentalesPlataformas de transmisión como Spotify y Apple Music cuentan con listas de reproducción curadas y documentales que te guiarán a través de la historia de la música clásica. Desde recopilaciones de obras maestras hasta narrativas detalladas sobre la vida de los compositores, estos servicios son excelentes compañeros para tu viaje musical.No olvide conectarse con la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
A punto de marcar un hito en la historia del cine argentino como la película nacional de terror más exitosa de todos los tiempos, "Cuando acecha la maldad" ("When Evil Lurks"), dirigida por Demián Rugna, acaba de estrenarse en México y tiene planes de llegar al resto de Latinoamérica y España, con la meta de superar los 300 mil espectadores. La película ha disfrutado de un notable desempeño en la cartelera estadounidense, proyectándose en más de 600 salas después de ganar el prestigioso Festival Internacional de Cine de Sitges en 2023, convirtiéndose en la primera producción latinoamericana en recibir dicho reconocimiento.¿De qué se trata "Cuando acecha la maldad"?En un apartado pueblo, dos hermanos se topan con un individuo poseído por un demonio, al borde de liberar el horror que yace en su interior. Sin embargo, al tratar de detenerlo, solo logran acelerar el proceso, desencadenando un terror que podría resultar aún más aterrador al extenderse más allá de ese rincón remoto, alcanzando una zona más densamente pobladaEn la fase de posproducción de la película, se llevó a cabo una proyección previa en Ventana Sur, situada en Puerto Madero, Buenos Aires, donde obtuvo el reconocimiento del Premio Blood Window Screenings. La premier mundial de "Cuando acecha la maldad" tuvo lugar en el Festival Internacional de Cine de Toronto de 2023 el 13 de septiembre, presentándose en la sección "Midnight Madness". La distribución internacional de la película en el festival estará a cargo de la empresa parisina Charades. De acuerdo con la plataforma de agregación de críticas Rotten Tomatoes, la película cuenta con una aprobación del 98%, basada en 61 reseñas, con una puntuación promedio de 7,7/10. El consenso crítico destaca que "Cuando acecha la maldad" es una película impactante de terror, cuyos sobresaltos superficiales resultan tan atractivos como sus preocupaciones temáticas, añadiendo una experiencia visceralmente inquietante al género de posesión. Además, en el portal Metacritic, la cinta obtiene una calificación de 75/100, basada en la compilación de 12 reseñas. Según el sitio Collider, la película es descrita como "una obra de terror deliciosamente brutal donde la tensión es la clave, al tomar una historia clásica de posesión y llevarla a un territorio decididamente macabro".En Argentina, la película llegó a la pantalla grande el 9 de noviembre de 2023, atrayendo a 40,000 espectadores en su primer fin de semana. Con esta impresionante cifra, "Cuando acecha la maldad" se posiciona como la cuarta película de terror argentina más vista en la historia, quedando detrás de "No dormirás" (95,714 espectadores), "Sudor frío" (80,549 espectadores) y "Resurrección" (60,979 espectadores).No olvide conectarse con la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
En 2017, Emma Stone ganó el Óscar a mejor actriz por su papel como Mía, la protagonista de La La Land (2016). Seis años después recibió el Globo de Oro por su interpretación en Poor Things, la nueva utopía de Yorgos Lanthimos, esto la encamina a la nominación de los premios de La Academia de Hollywood. Por eso traemos cinco películas en las que Emma Stone se alza como un talento singular dentro del cine.La La Land (2016)Stone ganó el premio de la Academia a la Mejor Actriz por su interpretación de Mia Dolan en este musical romántico dirigido por Damien Chazelle. La película también recibió elogios por su dirección, música y cinematografía. Es un retrato del quizá y lo que pudo ser, la historia mezclada con música fantástica confirma la belleza del cine.The Help (2011)Stone interpretó a Skeeter Phelan en esta adaptación del bestseller de Kathryn Stockett. La película aborda la discriminación racial en la década de 1960 y recibió elogios por sus actuaciones, incluida la de Stone.Cruella (2021)La historia sigue a Estella Miller (Emma Stone), una joven talentosa con una pasión por la moda en la Londres de los años 70. A medida que Estella persigue su sueño de convertirse en diseñadora, descubre oscuros secretos familiares que la llevan a adoptar el alter ego de Cruella. Su estilo innovador y rebelde llama la atención de la Baronesa von Hellman, una influyente diseñadora de moda, pero la rivalidad entre ambas se intensifica, desencadenando eventos que revelan el origen de la icónica villana obsesionada con los dálmatas.La favorita (2018)La historia sigue a la reina Anne (interpretada por Olivia Colman), una monarca frágil y enfermiza, cuya amistad con su confidente de mucho tiempo, Sarah Churchill, la Duquesa de Marlborough (interpretada por Rachel Weisz), se ve amenazada con la llegada de Abigail Masham (interpretada por Emma Stone), una joven y astuta sirvienta que busca ascender en la jerarquía de la corte.Poor things (2023)Bella Baxter (Emma Stone), una joven embarazada, se suicida para escapar de los malos tratos de su esposo. El cadáver de la joven llega a un médico demente, Godwin Baxter (Willem Dafoe), que se propone resucitarla implantándole el cerebro, aún vivo, del feto.La nueva criatura, con cuerpo de mujer adulta y cerebro incontaminado de bebé, se muestra ansiosa por aprender. Para ello, se escapa con Duncan Wedderburn (Mark Ruffalo), un libertino abogado. Libre de los prejuicios de su época, Bella se embarca en un viaje «de puro sexo», un sexo libre de vergüenza o pudor.No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
Cillian Murphy fue el ganador en la categoría de Mejor actor en película de drama en los Globos de Oro por su papel protagónico en "Oppenheimer", del director Christopher Nolan, amigo y colega de Murphy desde hace más de una década. Por eso le dejamos algunas películas en las que se puede apreciar la versatilidad y talento del actor: "28 Days Later" (2002)Dirigida por Danny Boyle, esta película de terror postapocalíptica sigue a un grupo de personas que intentan sobrevivir en un Reino Unido devastado por un virus que convierte a la gente en salvajes asesinos."Batman Begins" (2005)Murphy interpretó a Jonathan Crane, también conocido como Espantapájaros, en la primera entrega de la trilogía de Batman dirigida por Christopher Nolan. Su actuación como villano es memorable."El viento que acaricia el prado" (2006)En esta película dirigida por Ken Loach, Murphy interpreta a Damien, un joven que regresa a casa después de servir en el ejército en Irak. La historia aborda las consecuencias emocionales de la guerra."El truco final" (2006) Dirigida por Christopher Nolan, esta película de misterio y drama tiene a Murphy como uno de los protagonistas. La trama gira en torno a dos ilusionistas que compiten en la creación del mejor truco de magia."Origen" (2010)Nuevamente colaborando con Christopher Nolan, Murphy interpreta a Robert Fischer en esta compleja película de ciencia ficción. "Origen" explora los límites de la realidad y los sueños.No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
Hoy, miércoles 27 de diciembre, el Planetario de Bogotá recibe a toda la ciudadanía con su programación gratuita. Desde las 9:00 a.m. hasta las 5:00 p.m., las rutas y actividades del escenario serán de entrada libre hasta completar aforo.La película Ruta Leyenda El Dorado, la experiencia Baúl de la Luz, la observación por telescopio y la exposición itinerante “Migrantes y refugiados en América” serán algunas de las actividades que se realizarán para niños, jóvenes y adultos que decidan visitar el Planetario de Bogotá este 27 de diciembre. Estos son los horarios de las actividades gratuitas:Película Ruta "Leyenda El Dorado":10:00 a.m.11:00 a.m.12:00 p.m.2:00 p.m.3:00 p.m.5:00 p.m."Baúl de la Luz":10:00 a.m.6:00 p.m.7:00 p.m.Observación por telescopio:12:00 p.m. a 2:00 p.m.3:00 p.m. a 5:00 p.m.6:00 p.m. a 8:00 p.m.Exposición “Migrantes y refugiados en América”:10:00 a.m. a 6:00 p.m.Nota: los shows láser: Fantasía Musical (1:00 p.m.), Queen (4:00 p.m.) y Coldplay (7:00 p.m.) tendrán costo, las entradas pueden ser adquiridas en la taquilla del Planetario o en la página web de Tuboleta.No olvide conectarse con la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
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Antes de leerQuerido lector o lectora:Los eventos de estas pequeñas historias ocurren en la línea de tiempo de Crónicas de Libra, justo antes de lo ocurrido en la Batalla de Aión al final del primer libro de El Arca del Zodiaco. No contienen ningún spoiler de Crónicas de Aries, pero sí te recomiendo que leas primero Crónicas de Libra antes de sumergirte en estos cuentos.*El Espíritu del InviernoHay tradiciones que nacen del miedo. Otras que lo hacen del anhelo. Pero aquellas destinadas a perdurar en el tiempo son las que nacen del amor.La época de Navidad había llegado a Zodiacci. Azotados por el caos, el tercer año de la Guerra de las Constelaciones había enfriado el corazón de cada mago sobre la Tierra, ante la conquista de Cáncer que avanzaba infundiendo terror en cada territorio. Pero no ese día.Ese día, los mineros de Sagitario encendieron sus hornos en cada ciudad subterránea, decorados con cintas y listones que al entrar en contacto con el fuego estallaban en chispas que hacían sonreír a los niños.Los cultos habitantes de Virgo se dejaron seducir por las fiestas y por un día detuvieron sus debates académicos para colgar, a la salida de sus templos, guirnaldas y festones, banderines rojos y verdes, que solo por esa vez iban en contravía con su inmaculado color blanco.Las hadas de Acuario salieron a bailar hasta convertirse en seres de nieve que recogían en su ser la magia de una nueva estación.Y en Capricornio, una pareja de hermanos avanzaba a través de una tormenta de nieve con un único objetivo: hallar su hogar.Todo empezó tres días antes de Navidad, cuando Kyara irrumpió en la habitación de Ogre, gritando.—¡Nieve!Con una mirada fulminante, el cazador estuvo tentado a echarla de su habitación para retomar el libro que tenía entre las manos, pero al girar su cabeza hacia la ventana, sus ojos no dieron crédito de lo que veían. Se levantó con lentitud, aturdido.Estaba nevando.Todos los integrantes de la Orden de Atenea salieron al jardín para comprobarlo. Una nevisca de copos cristalinos caía sobre ellos y empezaba a cubrir con pinceladas suaves el suelo.—¿Sabes lo que esto significa? —espetó Kyara a su lado, con la mirada severa clavada en el cielo.—Es solo nieve —respondió él.—En Capricornio la nieve nunca es ‘solo nieve’. Es el Espíritu del Invierno.Cuenta la leyenda, que el génesis de la humanidad de Zodiacci se dio en Capricornio, cuando de las estrellas nacieron cuatro hermanos: Primavera, la sanadora floral; Verano, la enérgica bruja de la luz; Otoño, el melancólico mago de la tormenta; e Invierno, el frívolo conjurador del hielo. La relación entre los primeros tres siempre fue afectuosa y especial. Sin embargo, Invierno jamás se sintió acogido por sus hermanos; eran demasiado vigorosos, demasiado alegres y activos. Cansado de sus diferencias, migró al otro polo de la Tierra, donde fundó Cáncer en medio de tierras heladas e impenetrables (algunos historiadores creen que la persecución a Acuario y Capricornio por parte de Cáncer puede tener sus raíces en este relato). Sin embargo, antes de partir, Invierno maldijo las verdes montañas de Capricornio. No vería crecer a sus sobrinos, pero sí les daría un regalo. Una vez cada tantos años dejaría caer nieve a través de su espíritu. Si los descendientes de Primavera, Verano y Otoño eran capaces de cazarlo, les concedería un deseo y desharía el hielo. De lo contrario, congelaría hasta la última hoja de los árboles.—Es solo una historia infantil —concluyó Ogre y le dio la espalda para dirigirse de vuelta al castillo.Más tarde, esa noche, la nieve había cubierto un cuarto de la altura del portón principal. La tormenta era bestial y no parecía calmarse. De nuevo Kyara irrumpió en la habitación de su hermano, ganándose su mirada condenatoria.—¡Tiene que ser el Espíritu del Invierno! Coincide con el cuento. Es la primera vez que veo nevar en mi vida y por lo que dicen Spyro y Malvinne, esta cantidad de nieve no es normal. Es él, Ogre. Y si lo cazamos, tendremos un deseo.—Te repito, es solo un cuento infantil —gruñó él entre dientes y regresó los ojos a su lectura.—¿Y si no lo fuera? —Esta vez Ogre no pudo reprimir su resoplido exacerbado—. ¿Y si en realidad existe el Espíritu del Invierno? Ogre, la magia supera a diario todo lo que nos enseñaron de niños. El Arca del Zodiaco, los dragones, los titanes, todo lo que hemos aprendido. El Espíritu del Invierno sería solo un tonto hechizo comparado a eso. Podríamos…—Ya basta, Kyara —La interrumpió.—Solo te pido algo de esperanza —insistió ella.—La esperanza es peligrosa.—¡La esperanza es necesaria! —Su grito retumbó en los pasillos de roca tras el hondo silencio que le siguió—. Por favor —continuó, con las lágrimas asomándose en sus párpados—. Solo te pido que vengas conmigo. Si nada ocurre, volveremos adentro y haré como si nada hubiera pasado.El silencio los envolvió con la respuesta implícita de su hermano, haciendo audible el silbido del viento tormentoso. Resignada, Kyara se arrastró hasta la puerta. Pero justo antes de salir, dejó que sus palabras salieran con rabia.—Volver a casa, eso es lo que pediría. A nuestra tribu. A los brazos de mamá y la tía Driana. A los relatos del abuelo Veyro y la abuela Zinia. A aquellos días. Ese sería mi deseo.Cuando medio cuerpo de Kyara se encontraba ya en el pasillo, Ogre disparó:—Tres días. Si en tres días no conseguimos nada, daremos por terminado el episodio.No tuvo tiempo de reaccionar ante la velocidad con la que su hermana saltó y se colgó de sus hombros en un abrazo.Rozando el alba, los hermanos de Capricornio salieron en busca de una estrella, un deseo y una magia perdida.Por dos días y dos noches caminaron siguiendo cualquier pista. Ogre tuvo que admitir que aquella tormenta invernal no era normal. La nieve les llegaba casi hasta la cadera y era por poco imposible alzar una fogata en medio de las ventiscas despiadadas. El tercer día avanzó con velocidad angustiante. Kyara buscó por todos los medios una pista. Se concentró en cada uno de sus sentidos, a la espera de cualquier manifestación, pero todo en aquella tormenta parecía ordinario. Cuando el Sol empezó a esconderse, sabían que se enfrentaban a lo inevitable.Ogre se dispuso a recoger las cosas del campamento mientras Kyara, con desilusión, repasaba el suelo nevado con su dedo. Hasta que un poderoso ventarrón los empujó con tal fuerza que se llevó la tienda de campaña a su paso. Ogre endureció sus piernas y Kyara se aferró con ambas manos a la raíz del árbol junto a ellos.Al levantar la vista, lo vieron al fin.Un ser diminuto, de no más de setenta centímetros. De barba blanca y piel azul, con un extraño gorro rojo a juego con su túnica del mismo color. Su mirada era una mezcla entre macabra y juguetona. El sujeto hizo un movimiento con sus manos y desapareció. La tormenta no les dejaba ver nada, pero poco a poco se hizo perceptible un rumor por encima del resoplido del viento. Kyara trató de concentrarse, pero cuando se dio cuenta de la fuente del sonido, ya era demasiado tarde.Con un choque ensordecedor, la nieve desbocada se propasó por encima de la montaña y se abalanzó en dirección a ellos en un río titánico.Una avalancha.—¡Corre! —gritó Ogre, y ambos se tiraron a la pendiente.No importa que tan largas fueran sus zancadas, ni que tan rápido pretendieran correr, la nieve les rozaba los tobillos. Kyara trató de transformarse usando su posición del murciélago, pero el frío no le permitía sintetizar una sola runa. Si no hacían algo, quedarían ahogados en ese espeso mar blanco.Desesperado, Ogre hizo entonces lo único que tenía en sus manos. Reunió su magia en sus palmas y de un solo impulso empujó a Kyara con tal fuerza que la sacó del cauce de la avalancha, hasta un pedrusco que sobresalía por la pendiente.—¡No! —El grito de Kyara se vio ahogado por el empujón. Cayó sobre el monolito y se agarró con agilidad para no caer. Giró su mirada horrorizada y vio cómo la nieve se tragaba a Ogre a su paso—. ¡No!Debía mimetizar algo distinto. Tenía que conjurar algo nuevo. Algo apto para resistir esa temperatura. Clavó las manos en la espesura helada de la nieve y sintió. Sintió el silbido del viento revolcando las crestas de los árboles. Sintió la furia de la avalancha destrozando todo. Sintió la parálisis y el miedo de cientos de animales repartidos en el bosque, intimidados por el invierno. Sintió las hojas cristalizadas, los arroyos dormidos, las montañas taponadas. Y justo cuando creyó que no le quedaba nada por percibir, escuchó un aullido de valentía que avivó el latido de su corazón.Agudizó sus oídos y amplió su percepción hasta dar con la bestia. Los encontró, eran una manada. Pelaje gris con visos blancos. De patas robustas, oídos atentos y ojos ágiles. Denotó sus colmillos y condensó su esencia. En un solo segundo canalizó su instinto y su conducta. Inhaló con fuerza la fiereza invernal del bosque y manifestó las runas necesarias para lograrlo. Con el cuerpo tiritando, bramó las palabras que llegaron a su mente:—Posición del Lobo de la Tundra, cazadora de la nieveSu piel se tiñó de un leve tinte grisáceo cuando el círculo plateado se dibujó a sus pies; sus orejas se alargaron, al igual que sus ojos; de sus manos nacieron garras. Ya no sentía frío, pero más importante aún, podía moverse por entre la nieve como si se tratara de césped recién cortado. Se alzó en una zancada poderosa y atravesó la pared blanca que la avalancha había creado. La potencia de la naturaleza es tal vez de las cosas más irrefrenables, pero esta vez ella tenía una posibilidad.Aterrizó sobre el tronco de un árbol que era arrastrado por la nieve. Aspiró con fuerza. La posición del lobo de la tundra le brindaba una capacidad olfativa superior. Buscó el olor de su hermano hasta que lo encontró. Treinta grados al noroeste, quinientos metros más adelante. Con las plantas de sus pies hizo girar el tronco en esa dirección. Lo obligó a seguir sus órdenes, ante la fuerza mágica que despedía.Se ladeó todo lo que pudo y metió su brazo en la potente avalancha. Con todas sus fuerzas haló hasta sacar a Ogre. El escudero salió de la masa helada con los pulmones ardiendo, desesperados por algo de oxígeno. Con un nuevo movimiento sagaz, Kyara empleó el tronco para sacarlos de ahí. Rodaron por el lateral que no había sido invadido por la avalancha y aterrizaron en una pradera congelada.Yacieron jadeando por varios minutos. Se limpiaron toda la nieve y cuando por fin Ogre se sintió recompuesto, giró hacia ella.—De alguna forma, siempre me salvas la vida.—Supongo que eso te ganas por tenerme de hermana.Se miraron entre risas y todo terminó en un abrazo. Kyara recostó su cabeza en el hombro de su hermano, con los ojos cerrados. Extrañaba esto. Sus aventuras, sus cacerías juntos. Estos momentos tan especiales que la hacían sentir como que nada había cambiado. Era a lo que se refería el otro día: aquellos días en los que la vida parecía más sencilla. En medio de la nieve sintió el calor acogedor de su abrazo, pero pronto se dio cuenta de que no era solo eso.—Kyara… —musitó Ogre, casi sin aliento.Al abrir los ojos, un resplandor azulado la cegó. Duró un par de segundos en asimilar la luz, y cuando lo hizo encontró a una criatura que los miraba conmovida. Su expresión ya no era la de un pequeño diablillo travieso hecho de maldad, sino que gimoteaba y limpiaba sus lágrimas con congoja.—¿Ustedes… hermanos? —preguntó el Espíritu del Invierno.La joven cazadora asintió.—Pero ustedes… quererse. ¿Los hermanos… quererse?Esta vez fue ella quien se conmovió. Se puso de pie y caminó hacia él. Al principio, el Espíritu del Invierno se echó para atrás de manera instintiva, pero ella se acercó con pasos lentos, demostrándole que era inofensiva. Cuando lo tuvo enfrente, lo tomó de las manos.—Sí, los hermanos están para quererse. Y tal vez sea momento de que tú te reconcilies con los tuyos.Una lágrima rodó por la mejilla de la criatura. Pero al final le concedió una sonrisa.—Deseo… tú pide.Kyara giró la cabeza en dirección a Ogre. Su sentir era distinto ahora. Sabía lo que debía pedir, y estaba segura de cuál sería el resultado.—Llévanos de vuelta a nuestro hogar, por favor.El Espíritu del Invierno agitó sus manos y un remolino de copos de nieve los envolvió. Giraron con una suavidad impecable, como si fueran abrazados por un grupo de nubes, y en cuestión de un parpadeo, aterrizaron.Al abrir los ojos, Ogre se dio cuenta de que estaban frente al castillo de la Orden de Atenea.—Kyara —dijo él con aprensión. Miró a todas partes, esperando encontrar algo diferente, y entonces regresó la mirada hacia ella con tristeza—. Lo siento, no funcionó.La cazadora de Capricornio, en cambio, lucía una amplia sonrisa.Evergreen salió por la puerta de la cocina y corrió hacia ellos. Los envolvió en un cálido abrazo y acercó sus cabezas a su pecho.—Me tenían preocupada. Salir a cazar en medio de semejante tormenta fue una locura ¿¡qué estaban pensando!? Vengan, vengan, ya todo está listo. Dejó de nevar hace algunos minutos.Kyara miró a Ogre de nuevo, quien no parecía entender por qué ella sonreía sin parar.Al cruzar el portón, se toparon con una escena preciosa. El castillo de la Orden de Atenea estaba decorado con piedras luminosas. Apolo y Charm habían puesto un pino en el centro del salón, decorado con rubíes ovalados, zafiros largos y un poco de nieve artificial conjurada por Spyro. Lazzio cargaba en sus manos una humeante sopa que dispuso junto al pavo servido por Brimaire. Mr. Máximin calibraba una vieja radio en la que sonaba la voz encajonada de un cantante de época, con villancicos propios de la región de Acuario.—Sí funcionó, hermano. Este es nuestro hogar. Estoy en casa. La señora Evergreen y la Orden de Atenea se convirtieron en eso. No necesito más.Cuenta la leyenda que, desde entonces, el Espíritu del Invierno llevará a los aventureros a casa. Al lugar donde sus corazones sueñan y aguardan. A los brazos en los que estarán seguros hasta la eternidad.Y mientras estuvieran juntos, los hermanos de Capricornio jamás tendrían por qué volver a sentirse solos.Navidad Pirata El viento helado de la tormenta zarandeaba las ventanas del Fortuna. Hacía unos veinte minutos que el silbido de la ventisca se había filtrado al interior de su barco, robándole el sueño. Con un gruñido, Charm se levantó de la cama por fin. Al poner los pies descalzos sobre la madera, su cuerpo entero se contrajo, balbuceó un par de cosas, furibunda; se calzó sus botas y se envolvió en una segunda capa de cobijas. Al salir al pasillo, la corriente de viento que la encontró le crispó la piel. Tal como imaginaba, alguna ventana debía de haberse quedado abierta.—Maldito invierno —dijo mientras avanzaba con pasos tiesos—. Me prometieron que en Capricornio no haría tanto frío al ser una nación tropical.Revisó una habitación tras otra sin suerte. Primero la bodega, luego el salón, la trampilla superior, y seguido de esta, la habitación de tripulantes. Sus sentidos estaban ralentizados debido a las bajas temperaturas. Llegó hasta la última puerta y la encontró entreabierta. Su corazón por fin pareció despertar en medio de la modorra invernal.—¡No! —Liberándose de las cobijas, abrió la puerta de un manotazo—. ¡No, no, no puede ser! ¡Maldita nieve!En efecto, una ventana se había quedado abierta. La nevisca se colaba revolcando archivos, documentos, mapas y fotografías por doquier, con pilas de nieve que empezaban a acumularse.Era la habitación de su madre: Altagracia Linborealis.Charm corrió hasta la ventana y batalló para cerrarla. Las bisagras se habían cristalizado. La empujó con todo su cuerpo hasta que al final logró desatascar el mecanismo y cerrarla. Jadeando, levantó la mirada y contempló el desastre. Todo se encontraba fuera de lugar.Aunque lo único que quisiera ese día era meterse bajo sus cobijas y esperar a que el frío mermara, no podía permitirse hacer la vista gorda frente a la habitación de su madre. Desde que desapareció, se prometió que mantendría el barco pulido y lustrado, los pisos relucientes y su cama tendida, a la espera del momento en que la encontrara.Por más que hoy fuera ese día, justamente, eso no iba a cambiar: Elevó su mirada, guiada por el tic-tac del reloj de madera en el escritorio y comprobó la fecha que se marcaba justo debajo de la hora. Era Navidad.En Puerto Líbella, la tradición se alejaba de ser simple y tranquila. El puerto adquiría un olor especial durante diciembre. Las panaderías se aromatizaban con el aroma de la natilla, un exquisito postre cremoso de leche y canela. Las calles se llenaban de luces que iluminaban con calidez la Plaza Central, la bahía y todos los corredores hasta altas horas de la noche. La gente cantaba y llegado el día se preparaba una inmensa cena auspiciada por los gremios de magos, que se acompañaba con fuegos pirotécnicos y espectáculos.Pero nada de eso se comparaba con la Navidad Pirata.Cada barco habilitado se enlistaba en una competencia única al mejor estilo de búsqueda del tesoro. Por semanas enteras, los tripulantes de diferentes gremios piratas investigaban y planeaban sus estrategias. Y el día de Navidad, a primera hora, cada navío zarpaba en búsqueda de tres elementos claves: el pino más alto y robusto que pudieran cargar; las decoraciones más llamativas y la estrella más brillante con la que iluminar la copa. Charm amaba esa celebración. De niña, recordaba el frenesí a bordo de este mismo barco, el Fortuna, corriendo y gritando para apoyar a la tripulación de su madre. Y varias veces, fue esa misma tripulación la que se alzó con los trofeos que hoy yacían en esa habitación.Este sería el primer año que no participara de la Navidad Pirata. Porque Puerto Líbella ya no existía. No estaba su madre, su tripulación estaba incompleta y su gremio había desaparecido. Eran ella y su barco. Y tal como decía el viejo refrán: «Una pirata sin puerto y sin tripulación es lo mismo que un naufragio». Y sí, así era como se sentía: perdida en medio de un inmenso mar. Una vez terminó de limpiar, se dirigió a la cocina por un poco de chocolate caliente. Se serviría un jarrón entero y procedería a dormir el resto del día.A punto de internarse en su habitación, un golpeteo estridente en la trampilla superior la sobresaltó. Esperó un par de segundos hasta que el ruido se repitió con más fuerza. Se arrastró hasta la trampilla y desbloqueó el mecanismo. Cinco rostros se asomaron en medio de la tormenta de nieve.Eran Apolo, el señor Garpho, Evergreen, Brimaire y Spyro.—Seremos tu tripulación —dijo Brimaire, enérgica, casi sin poder contener su emoción y se lanzó por la escalera hasta abrazarla.—De… ¿de qué hablan? —preguntó Charm confundida.—La Navidad Pirata, Capitana —contestó Garpho, emocionado—. ¿Pensó que se me había olvidado? Llevo cuarenta y cuatro sin celebrarla, ¡no me la podía perder esta vez ya que por fin me liberé del Laberinto de Chronos!—Pero…—Siempre vi la Navidad Pirata desde los cielos, también es hora de que me sume —agregó Apolo en tanto ingresaba al interior del barco.—Pero, ¿y la tormenta? Será imposible levar velas con estos vientos.Evergreen exhibió un gesto confiado.—Estamos en manos de la mejor marinera de Gémini, después de la gran Altagracia Linborealis; estoy segura de que un poco de nieve no será inconveniente para ti. Además, Spyro está más que capacitado para desviar una tormenta como esta.El Elementia se llevó la mano a la nuca y arrugó el rostro con un gesto desconfiado.—Bueno, así como que capacitado, muy capacitado, yo diría que no ta…—¡No hay tiempo que perder! —interrumpió Brimaire entusiasmada, y lo atrajo adentro, cerrando la trampilla para que no se colara la nieve.—¿Por dónde empezamos? —preguntó Apolo.—Recuerden lo que les expliqué: pino, decoraciones y estrella. Con eso estará lista la búsqueda del tesoro —explicó el señor Garpho.—Podría hacer crecer el mejor pino de todos, pero supongo que eso no está permitido dentro de las reglas de la Navidad Pirata, ¿no es así? —constató Brimaire.Charm, aún envuelta en sus cobijas, los miraba aturdida. Lucían entusiasmados. Planeaban y trazaban líneas en un plano exhibido por Garpho, y compartían sus estrategias.—En verdad… ¿en verdad vamos a hacer esto? No quiero sonar grosera o malagradecida, pero esta tradición no es importante para ninguno de ustedes, más que para el señor Garpho y para mí… —Hizo una pausa, buscando aclarar sus ideas—. ¿Por qué lo harían?—Porque tú eres importante para nosotros, Charm —indicó Brimaire y la tomó de las manos con afecto. La marinera abrió los ojos con sorpresa ante su respuesta—. Y si es importante para ti, entonces lo es para nosotros. ¡Así que celebraremos esta Navidad Pirata!En ese momento, un sentimiento nuevo vibró en su pecho. ¡Es cierto! Ella era una sobreviviente de Puerto Líbella. Tenía su barco, una nueva tripulación, y mientras estuviera viva, la tradición no moriría ante ella.—¡Celebremos esta Navidad Pirata entonces! —exclamó y tiró lejos las cobijas.Todos salieron a la borda junto a Charm. La Capitana del Fortuna se acercó al timón y posó sus manos sobre él. Inspiró segura y afianzó sus dedos con fuerza a él. La temperatura era gélida, pero ya no sentía tanto frío. Tenía que encender el barco, irrigar sus alas con fuego y activar el campo de protección para que les fuera medianamente posible navegar en medio de la nevada. Debía legarle su poder a la nave.—Vamos, viejo amigo, podemos con un dragón, podremos con algo de nieve.Las runas vinotinto de su magia abandonaron sus manos y se extendieron hacia la madera como tatuajes recién grabados. Al unísono, Charm activó cada una. Las marcas brillaron como brasas encendidas. El Fortuna se estremeció y removió la nieve que lo cubría. El calor de la magia de la marinera se extendió a través de cada tablón en el barco y, cuando ya estuvo lista, Charm comandó su orden:—¡Arriba!Las poderosas alas de pluma blanca se batieron y de un solo impulso pusieron al Fortuna en los cielos. Con el mismo ímpetu, Charm conjuró el campo protector que frenó la nieve ante ellos. Volar siempre aliviaba su espíritu.—Capitana, ante la ausencia de Ogre el día de hoy, yo seré su Maestro de Mapas. ¿Qué ruta seguiremos hoy?—Lo que necesitamos en un pino, ¿no? —preguntó Brimaire. Charm asintió.La mayor de los Elementia sacó la mano por fuera del barandal y acarició el aire. Cerró los ojos y se concentró en sentir por encima de la furia del viento. De sus dedos se conjuraron decenas de hojas verdes que fueron dispersadas por la tormenta. Cada segundo eran más y más hojas, hasta que fueron suficientes como para cubrir la cúpula que entornaba el campo protector del Fortuna. Finalmente, el cúmulo de hojas se concentró hacia la derecha en forma de línea. Aún con los ojos cerrados, Brimaire bramó con seguridad:—¡37 grados a estribor! Puedo verlo, encima de una montaña a unos 750 metros de altura. Llegaremos en tres minutos en esa dirección —Al abrir los ojos, comprobó que todos la miraban sorprendida—. ¿Qué? Siempre supe que tenía madera para dirigir un barco.No hizo falta otra indicación de Brimaire. Al cruzar un campo de nubes, encontraron un alto pino de al menos seis metros de altura erguido en la cima de la montaña.Sin chistar, Spyro y Apolo descendieron a cortar el tronco, pero Brimaire los detuvo.—¡Esperen! Así no es como se hace —La Elementia descendió del barco y se ubicó frente al pino. Con una mano acarició el tronco. De su piel se expelió un delicado brillo verde que se internó en las fibras del árbol—. ¿Me acompañarías por un par de días? Prometo cuidarte y traerte de vuelta al final.Para sorpresa de todos, el pino vibró a su respuesta. Un temblor impresionante revolcó la montaña. Las raíces del árbol se desenroscaron del suelo y abandonaron la tierra como serpientes ágiles. Con un gesto, Brimaire les indicó que estaba listo. Cargaron el pino a la parte inferior del barco y retomaron su camino.—Sigue la decoración, ¿alguna idea?Esta vez fue Evergreen quien tomó la iniciativa.—¿Conoces la Cueva de Midas?Charm dudó por un momento, pero recordó una vieja expedición en sus primeros años con Fortune Chaser. Sabía cómo llegar ahí.—¿La cueva dorada de la frontera entre Capricornio y Acuario? —Evergreen asintió—. Puedo llevarnos hasta allá, pero solo un Maestro Minero de la mejor casta de Sagitario sería capaz de extraer algo de ahí.Una mirada pícara se formó en el rostro de Evergreen.—En mis años mozos salí con un minero de Sagitario. Creo que aún recuerdo algunos de sus secretos.La exclamación del grupo fue suficiente para convencer a Charm de impulsar el barco a toda potencia. Las alas del Fortuna se batían con fogonazos que descongelaban la nieve a su paso. Le tomó solo media hora llevarlos hasta la frontera y alcanzar la cueva. Por fortuna, era lo suficientemente amplia para que el barco, con todo y pino, cruzara sin problema. Se trataba de un lugar asombroso en donde, por rocas, todo estaba hecho de oro.Evergreen se posó frente a ellos y tomó el Espejo de Minerva entre sus manos.—No prometo darles diamantes, pero algo tendrá que salir. ¡Cadenas!De la superficie de su espejo, diez finas cadenas de oro fueron convocadas con la potencia de una bala. Cada una se disparó hacia la pared de oro y horadó la superficie, golpe a golpe. Los tripulantes tuvieron que apartar la vista ante el brillo que se liberó. Cuando el estropicio hubo terminado, giraron sus rostros para contemplar el botín.Ante ellos, las cadenas habían extraído rubíes, zafiros y algunas perlas doradas que brillaban con viveza.—Evergreen esto es…—Belleza hechiza —constató ella—. No durarán más de una semana. Es lo que pasa cuando alguien externo al Gremio de los Mineros se atreve a extraer una joya preciosa de este lugar. En una semana, cada una se habrá convertido en carbón, me lo enseñó Frúgal, el hombre que les mencioné —concluyó con un suspiro reminiscente—. Pero será suficiente para que ganemos la competencia de la Navidad Pirata, ¿no es así?Charm sostuvo su mirada intrépida y sonrió. Con una emoción creciente, abandonaron la cueva y se situaron en lo alto de las nubes de nuevo.—Bien, nos falta solo la estrella, ¿alguna idea de un objeto lo suficiente brillante para eso?—¿Y qué tal una estrella de verdad? —sugirió Apolo.Charm lo miró escéptica. El mago se acercó a ella, dubitativo, y le extendió su mano.—¿Me permite, Capitana?La joven lo observó con duda, pero tomó la mano que le ofrecía. En seguida, el cuerpo del Cometa Solitario se llenó de luz, y con apenas un impulso los catapultó hacia los cielos como una bengala. Charm gritó y se aferró al cuerpo del mago a riesgo de caer al vacío ante la velocidad con la que ascendían. De la misma manera imprevista en la que se propulsó, Apolo frenó de repente.—¡¿Cómo se te ocurre hacer algo así?! —reprochó Charm, con los ojos cerrados contra el hombro del mago.—Capitana…—¡¿Estás loco?! No porque seas una estrella quiere decir que…—Capitana, abra los ojos.Charm se quedó en silencio. Con los párpados temblorosos, abrió los ojos poco a poco. No pudo creer el lugar en el que se encontraban. Flotando en una fina capa casi transparente, habían sobrepasado la estratosfera y acariciaban el espacio. Decenas de filamentos luminosos orbitaban a su alrededor en medio de la insondable oscuridad del universo. No lo podía creer.Algunas estrellas menores se paseaban, suspendidas, por ahí, trozos de cometas en su mayoría, pero todas brillantes con singularidad.—Escoja una —le dijo Apolo.Charm las observó perpleja. Sentía la energía mágica brillar en su estado más puro. Su mirada fue cautivada por una preciosa piedra que ofrecía destellos plateados y marfiles.—Esa —señaló Charm. Apolo los desplazó con ligereza hasta ahí y Charm envolvió la estrella en sus manos. La luz la abrazó y llenó de fuerza su cuerpo. Jamás había tocado una estrella de esa manera. No tenía palabras para agradecerle al mago—. Apolo esto es…—Lo que usted merece, Capitana.Los ojos de ambos se encontraron. El mago la miraba de una manera peculiar; podría incluso asegurar que con un brillo superior al de la estrella que sostenía en manos. No pudo evitar sonreír como respuesta.Sin decir una palabra más, Apolo la remolcó de regreso al barco, en un viaje lento en el que ella se dedicó a apreciar la belleza del cielo y a sentir, por primera vez, un cosquilleó que se extendía en su espalda, justo en el lugar en donde el mago posaba sus dedos con firmeza para sostenerla.Al volver al castillo de la Orden de Atenea la tormenta de nieve había cesado. Pusieron todo en su lugar. El pino fue situado en toda la entrada. Las gemas preciosas colgaron de cada una de las ramas y la estrella bajada por Apolo fue erguida en lo más alto. El árbol de Navidad parecía una obra de arte que los mantuvo a todos por varios minutos embelesados.Mr. Máximin apareció de repente y se aclaró la garganta.—¡Ejem! Esta noche se me ha otorgado la importantísima tarea de ser el jurado de la Navidad Pirata. Obviando el hecho de que no tenemos otro competidor en esta competencia, declaro como ganadora la señorita Wounded Charm y su tripulación por su excelente trabajo en esta búsqueda del tesoro.De su bata blanca, el Arcancri reveló un precioso trofeo de oro en forma de árbol de Navidad, idéntico a los obtenidos por su madre. Charm no podía creerlo.—Pero… ¿cómo? —No tardó en darse cuenta que el material pertenecía al botín extraído en la Cueva de Midas—. Evergreen, ¿tú lo hiciste?La líder de la Orden de Atenea le brindó una sonrisa maternal.—Aunque se convierta en carbón en una semana, espero que su recuerdo perdure. Feliz Navidad, mi querida Charm. Y con el coro enérgico propio de una tripulación, el resto de los integrantes de la Orden de Atenea completaron:—¡Feliz Navidad!Un secreto de hieloCinco días antes de Navidad, Arietis comenzó a sentirse enferma. De repente sus hechizos de fuego carecían de impulso. Sentía frío en todo momento sin importar cuántas capas de cobijas o abrigos se pusiera encima. Su temperatura corporal bajó muy por debajo de lo que una demonio de fuego debía estar para mantenerse con vida. La búsqueda de las Manecillas del Tiempo Absoluto había sido extenuante, pero esto parecía algo más que simple agotamiento. Renegó hasta que no tuvo más remedio que dejarse examinar por Brimaire.—Tu corazón se está congelando —concluyó su hermana cuando terminó el escaneo de su cuerpo, con un gesto aterrorizado y las manos temblorosas.Al principio, Arietis pensó que se trataba de un chiste –solían decirle que era tan fría con sus pretendientes que su corazón debía estar hecho de hielo–, pero al corroborar que la mirada espantada de su hermana no cambiaba, supo que hablaba en serio.—¿A qué te refieres? —preguntó con seriedad.—Tienes el corazón lleno de esquirlas de hielo, y más de la mitad se ha congelado. Late lento, y la temperatura que ha empezado a reinar al interior de tu cuerpo apaga las llamas y no te permite conjurar ningún hechizo. Tenemos que consultar a Mr. Máximin enseguida.Sin derecho a protestar, la joven Elementia fue arrastrada al interior de la gran biblioteca de la Orden en donde el sabio Arcancri las atendió con premura. Escuchó todo el diagnóstico de Brimaire, cuyas palabras ya rayaban el llanto, y se limitó a hacer solo dos preguntas junto a una que otra prueba para corroborar lo dicho por la mayor de los Elementia. Al final, se decidió a hablar, acomodando sus inmensos anteojos.—En efecto, se trata de un Síndrome del Corazón Congelado —Antes de que Brimaire se echara a llorar, el Arcancri continuó con su explicación—. El SCC, como lo llamaremos de ahora en adelante, es una afectación que viven los magos de fuego cuando se ven obligados a reprimir aquello que por lo general les da el combustible para encender su magia: sus sentimientos. Debes estar cohibiéndote, y de qué manera, de expresar o sentir algo, Arietis. Y sea lo que sea: no acabará bien.—Tienes que decirle la verdad —La confrontó Malvinne una vez que salió disparada de la biblioteca con la intención de evitar el interrogatorio de su hermana y Mr. Máximin. Por supuesto, Malvinne, en forma de sombra, había escuchado toda la conversación.—No es lo que te imaginas —dijo, y trató de zafarse apresurando el paso.—Es el único motivo por el que puede estar pasando esto, Arietis —espetó la demonio. Sus ojos filudos se cruzaron con los de ella—. Odio ser quien te lo diga, pero tienes que confesárselo. Ustedes los humanos y sus emociones tienen formas extrañas de actuar… pero si algo he aprendido en este cuerpo, es que aquello que no se dice se pudre, y empieza a corromper todo por dentro.Los secretos pesan como el hielo. Y el que ella guardaba en su pecho comenzaba a punzarle la piel, con esquirlas heladas que no la dejaban respirar. Pronto empezó a sentirlas. Finas púas que la incomodaban al caminar, o que amenazaban con cercenarla cuando se recostaba. No era capaz de dormir ni tampoco de probar alimento, porque todo lo que comía se quedaba congelado. Pero la peor sensación era cuando lo veía a él en la Orden de Atenea: si se encontraba a Lazzio caminando por ahí, su corazón se agitaba y las esquirlas de hielo astilladas en su corazón chuzaban todos sus órganos tras cada latido.El hielo crecía día tras día, hasta que al fin se hizo insoportable. Decidió entonces que le escribiría una carta. Pero al poner sus palabras sobre el papel, estas ardieron involuntariamente como si estuvieran escritas con gasolina en lugar de tinta. Pensó entonces que le hornearía unas galletas y con eso le revelaría sus sentimientos –porque, ¿las personas enamoradas hornean galletas para conquistar a los otros, no es así?–. Sin embargo, su fugaz paso por el camino de la pastelería terminó con la cocina incendiada y en su hermano Spyro conjurando nubes de lluvia para apagar el fuego. Rendida y desesperada, se decantó por la única posibilidad restante: tendría que decirlo, con palabras.Practicó frente al espejo. Al principio, no era capaz de mirarse por más de cinco segundos en su reflejo con esas ideas en la mente. Al día siguiente, trató de balbucear, tímidamente, aquello que tanto le costaba, pero no tuvo éxito. Las palabras se quedaban congeladas en su garganta. En ese momento empezó a sentir que el hielo ya no solo habitaba su corazón, sino que reptaba por su pecho hasta entumecerle la garganta. Tenía que hacer algo.El día de Navidad llegó finalmente, sin solución. Arietis sentía que no le alcanzaba el aire para respirar. Se abstuvo de hacer parte de la celebración y se mantuvo tan lejos de Lazzio como le fue posible. Cuando el reloj marcó las doce, se escabulló a la cocina por un poco de chocolate, derrotada y decidida a confinarse de nuevo en su alcoba.Al atravesar el portón a toda velocidad, no se fijó quién yacía junto al mesón, guardando las sobras de la cena. Chocó contra él con fuerza y por poco cae al suelo de no ser por la mano firme que la sostuvo.Era él.—Arietis… hola —dijo Lazzio, nervioso como no era habitual en él. Con un tirón la puso en pie a su lado. Su mirada la rehuía con cierta timidez. La joven Elementia se quedó pasmada ante sus ojos. Frente al silencio, el mago paso saliva con pesadez y se decidió a hablar—. Pensé… ya sabes, estos días… que me estabas evitando.Al decirlo, su rostro se volcó por completo hacia ella, con una sonrisa de medio lado. Los ojos de Arietis se abrieron enormes. Eso era todo menos lo que quería que él sintiera. Intentó separar los labios, pero el frío había subido a su boca y le era imposible decir nada. El mago la observó, inquieto, hasta que comprobó que ella no respondería. Con una sonrisa triste, se alejó de su lado.—Bien, te dejaré sola. Disculpa si te molesté.—Lazzio yo… —El mago se detuvo y giró su cabeza en el acto hacia ella. Sus miradas se encontraron, expectantes. El silencio era suyo, tan fuerte, que permitía oír el latido de sus corazones que galopaban a ritmo. Lazzio se giró por completo y se le quedó viendo. Arietis lo examinó con minucia. Examinó su rostro, sus ojos marrones, sus labios. La marca de Leo que llevaba grabada en la nuca, su cabello. Cada parte de él estaba grabada en su memoria a través de un recuerdo distinto en el que ella se sintió amada. No pensó más y se dejó llevar. Estiró una mano y cerró los dedos con los suyos. El mago tembló a su tacto. Arietis era una maga de fuego, pero estaba helada en ese momento. Por instinto, se atrevió a acariciar el pliegue de sus manos—¿Sí, Arietis? —Sus ojos se llenaron de ilusión. Un magnetismo potente los empujaba a tenerse cerca y abrazarse, a encontrar de vuelta algo perdido.—Yo… —De repente lo tenía de frente. Podía saborear su olor, aquel en el que durmió, recostada en su pecho, noches enteras—. Yo… —El mundo y las estrellas parecían hechas solo para ellos—. Yo… —Y parte del hielo en su corazón por fin se quebró—: Es que quiero decirte que yo… yo soy… —¡Carajo, cuanto le costaba hablar, decirle la verdad! Por más que lo intentara, por más que lo quisiera, sus palabras seguían congeladas en su garganta—. Lazzio, yo soy…En un movimiento intempestivo, Lazzio Silverlust la haló de la muñeca y la pegó a su pecho. Con ambos manos abrazó su cuerpo. El fuego de Arietis resurgió. El hombre acercó su boca a su oído y susurró:—Si no estás lista para decirme lo que sea que estás guardando, no tienes que hacerlo. No me importa quién seas tú, porque sea como sea, lo que sé de ti me es suficiente para mantener vivo cada sentimiento que ya te he declarado. Sé que piensas que lo que siento por ti es liviano, pero hay algo que me ata a ti como a nadie en este mundo, Arietis. Bien sea como tu amigo, como tu compañero de batalla, o como lo que me permitas ser, mi corazón es tuyo y estaré a lado.Del techo de piedra de la cocina, una pequeña ramilla tomó forma en el hechizo favorito de todo mago en Navidad: un muérdago. Los ojos de ambos saltaron del muérdago al otro.Entonces, los labios de Lazzio presionaron su mejilla.Un tierno beso en la mejilla.Un beso que le produjo el deshielo a su dolor inconfesado.Solo un beso, que la curó.—Feliz Navidad, Arietis.La joven Elementia se aferró a él con todas sus fuerzas para estar viva. Lloró sobre su hombro mientras él la consolaba, sin afanarse en preguntarle por qué. Había descongelado su corazón lágrima a lágrima. Y cuando ya no le quedaba hielo, sino solo fuego, por fin se atrevió a decir:—Te quiero, Lazzio Silverlust. Por favor, no te apartes nunca de mi lado.El mago sonrió, con los labios aprisionados contra el cabello de ella.—Si es lo que deseas, no me iré de tu lado nunca, jamás. Ni en esta vida, ni en otras más.—Feliz Navidad, Lazzio.Nota del autor:Espero hayas disfrutado estas pequeñas historias que alimentan el universo de Zodiacci. Ojalá te permitas abrazar tu hogar de la forma en la que lo hizo Kyara, así ese hogar se encuentre en familiares o amigos. Tal como descubrió Charm, no importa qué pase en tu vida, siempre habrá motivos para sonreír. Y procura no llenar tu corazón de sentimientos sin confesar; porque aquello que no se dice se congela en nuestro pecho y puede marchitar hasta el alma más pura. No te guardes nunca una palabra de amor, te lo pide Arietis.Por último, recuerda que basta con encender una sola llama de esperanza en medio de cualquier guerra para crear un momento de paz. Sé esa llama que necesita el mundo, que necesitas tú. Creo que las personas tenemos magia; creo en ti, en la fuerza de tu corazón. Así que no dejes de soñar y pedir con fuerza tus deseos hacia las estrellas.Feliz Navidad.No olvide conectarse con la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
Las características de la inteligencia que suelen calificarse de analíticas son en sí mismas poco susceptibles de análisis. Sólo las apreciamos a través de sus resultados. Entre otras cosas sabemos que, para aquel que las posee en alto grado, son fuente del más vivo goce. Así como el hombre robusto se complace en su destreza física y se deleita con aquellos ejercicios que reclaman la acción de sus músculos, así el analista halla su placer en esa actividad del espíritu consistente en desenredar. Goza incluso con las ocupaciones más triviales, siempre que pongan en juego su talento. Le encantan los enigmas, los acertijos, los jeroglíficos, y al solucionarlos muestra un grado de perspicacia que, para la mente ordinaria, parece sobrenatural. Sus resultados, frutos del método en su forma más esencial y profunda, tienen todo el aire de una intuición. La facultad de resolución se ve posiblemente muy vigorizada por el estudio de las matemáticas, y en especial por su rama más alta, que, injustamente y tan sólo a causa de sus operaciones retrógradas, se denomina análisis, como si se tratara del análisis par excellence. Calcular, sin embargo, no es en sí mismo analizar. Un jugador de ajedrez, por ejemplo, efectúa lo primero sin esforzarse en lo segundo. De ahí se sigue que el ajedrez, por lo que concierne a sus efectos sobre la naturaleza de la inteligencia, es apreciado erróneamente. No he de escribir aquí un tratado, sino que me limito a prologar un relato un tanto singular, con algunas observaciones pasajeras; aprovecharé por eso la oportunidad para afirmar que el máximo grado de la reflexión se ve puesto a prueba por el modesto juego de damas en forma más intensa y beneficiosa que por toda la estudiada frivolidad del ajedrez. En este último, donde las piezas tienen movimientos diferentes y singulares, con varios y variables valores, lo que sólo resulta complejo es equivocadamente confundido (error nada insólito) con lo profundo. Aquí se trata, sobre todo, de la atención. Si ésta cede un solo instante, se comete un descuido que da por resultado una pérdida o la derrota. Como los movimientos posibles no sólo son múltiples sino intrincados, las posibilidades de descuido se multiplican y, en nueve casos de cada diez, triunfa el jugador concentrado y no el más penetrante. En las damas, por el contrario, donde hay un solo movimiento y las variaciones son mínimas, las probabilidades de inadvertencia disminuyen, lo cual deja un tanto de lado a la atención, y las ventajas obtenidas por cada uno de los adversarios provienen de una perspicacia superior.Para hablar menos abstractamente, supongamos una partida de damas en la que las piezas se reducen a cuatro y donde, como es natural, no cabe esperar el menor descuido. Obvio resulta que (si los jugadores tienen fuerza pareja) sólo puede decidir la victoria algún movimiento sutil, resultado de un penetrante esfuerzo intelectual. Desprovisto de los recursos ordinarios, el analista penetra en el espíritu de su oponente, se identifica con él y con frecuencia alcanza a ver de una sola ojeada el único método (a veces absurdamente sencillo) por el cual puede provocar un error o precipitar a un falso cálculo.Hace mucho que se ha reparado en el whist por su influencia sobre lo que da en llamarse la facultad del cálculo, y hombres del más excelso intelecto se han complacido en él de manera indescriptible, dejando de lado, por frívolo, al ajedrez. Sin duda alguna, nada existe en ese orden que ponga de tal modo a prueba la facultad analítica. El mejor ajedrecista de la cristiandad no puede ser otra cosa que el mejor ajedrecista, pero la eficiencia en el whist implica la capacidad para triunfar en todas aquellas empresas más importantes donde la mente se enfrenta con la mente. Cuando digo eficiencia, aludo a esa perfección en el juego que incluye la aprehensión de todas las posibilidades mediante las cuales se puede obtener legítima ventaja. Estas últimas no sólo son múltiples sino multiformes, y con frecuencia yacen en capas tan profundas del pensar que el entendimiento ordinario es incapaz de alcanzarlas. Observar con atención equivale a recordar con claridad; en ese sentido, el ajedrecista concentrado jugará bien al whist, en tanto que las reglas de Hoyle (basadas en el mero mecanismo del juego) son comprensibles de manera general y satisfactoria. Por tanto, el hecho de tener una memoria retentiva y guiarse por «el libro» son las condiciones que por regla general se consideran como la suma del buen jugar. Pero la habilidad del analista se manifiesta en cuestiones que exceden los límites de las meras reglas. Silencioso, procede a acumular cantidad de observaciones y deducciones. Quizá sus compañeros hacen lo mismo, y la mayor o menor proporción de informaciones así obtenidas no reside tanto en la validez de la deducción como en la calidad de la observación. Lo necesario consiste en saber qué se debe observar. Nuestro jugador no se encierra en sí mismo; ni tampoco, dado que su objetivo es el juego, rechaza deducciones procedentes de elementos externos a éste. Examina el semblante de su compañero, comparándolo cuidadosamente con el de cada uno de sus oponentes. Considera el modo con que cada uno ordena las cartas en su mano; a menudo cuenta las cartas ganadoras y las adicionales por la manera con que sus tenedores las contemplan. Advierte cada variación de fisonomía a medida que avanza el juego, reuniendo un capital de ideas nacidas de las diferencias de expresión correspondientes a la seguridad, la sorpresa, el triunfo o la contrariedad. Por la manera de levantar una baza juzga si la persona que la recoge será capaz de repetirla en el mismo palo. Reconoce la jugada fingida por la manera con que se arrojan las cartas sobre el tapete. Una palabra casual o descuidada, la caída o vuelta accidental de una carta, con la consiguiente ansiedad o negligencia en el acto de ocultarla, la cuenta de las bazas, con el orden de su disposición, el embarazo, la vacilación, el apuro o el temor… todo ello proporciona a su percepción, aparentemente intuitiva, indicaciones sobre la realidad del juego. Jugadas dos o tres manos, conoce perfectamente las cartas de cada uno, y desde ese momento utiliza las propias con tanta precisión como si los otros jugadores hubieran dado vuelta a las suyas.El poder analítico no debe confundirse con el mero ingenio, ya que si el analista es por necesidad ingenioso, con frecuencia el hombre ingenioso se muestra notablemente incapaz de analizar. La facultad constructiva o combinatoria por la cual se manifiesta habitualmente el ingenio, y a la que los frenólogos (erróneamente, a mi juicio) han asignado un órgano aparte, considerándola una facultad primordial, ha sido observada con tanta frecuencia en personas cuyo intelecto lindaba con la idiotez, que ha provocado las observaciones de los estudiosos del carácter. Entre el ingenio y la aptitud analítica existe una diferencia mucho mayor que entre la fantasía y la imaginación, pero de naturaleza estrictamente análoga. En efecto, cabe observar que los ingeniosos poseen siempre mucha fantasía mientras que el hombre verdaderamente imaginativo es siempre un analista.El relato siguiente representará para el lector algo así como un comentario de las afirmaciones que anteceden.Mientras residía en París, durante la primavera y parte del verano de 18…, me relacioné con un cierto C. Auguste Dupin. Este joven caballero procedía de una familia excelente -y hasta ilustre-, pero una serie de desdichadas circunstancias lo habían reducido a tal pobreza que la energía de su carácter sucumbió ante la desgracia, llevándolo a alejarse del mundo y a no preocuparse por recuperar su fortuna. Gracias a la cortesía de sus acreedores le quedó una pequeña parte del patrimonio, y la renta que le producía bastaba, mediante una rigurosa economía, para subvenir a sus necesidades, sin preocuparse de lo superfluo. Los libros constituían su solo lujo, y en París es fácil procurárselos.Nuestro primer encuentro tuvo lugar en una oscura librería de la rue Montmartre, donde la casualidad de que ambos anduviéramos en busca de un mismo libro -tan raro como notable- sirvió para aproximarnos. Volvimos a encontrarnos una y otra vez. Me sentí profundamente interesado por la menuda historia de familia que Dupin me contaba detalladamente, con todo ese candor a que se abandona un francés cuando se trata de su propia persona. Me quedé asombrado, al mismo tiempo, por la extraordinaria amplitud de su cultura; pero, sobre todo, sentí encenderse mi alma ante el exaltado fervor y la vívida frescura de su imaginación. Dado lo que yo buscaba en ese entonces en París, sentí que la compañía de un hombre semejante me resultaría un tesoro inestimable, y no vacilé en decírselo. Quedó por fin decidido que viviríamos juntos durante mi permanencia en la ciudad, y, como mi situación financiera era algo menos comprometida que la suya, logré que quedara a mi cargo alquilar y amueblar -en un estilo que armonizaba con la melancolía un tanto fantástica de nuestro carácter- una decrépita y grotesca mansión abandonada a causa de supersticiones sobre las cuales no inquirimos, y que se acercaba a su ruina en una parte aislada y solitaria del Faubourg Saint-Germain.Si nuestra manera de vivir en esa casa hubiera llegado al conocimiento del mundo, éste nos hubiera considerado como locos -aunque probablemente como locos inofensivos-. Nuestro aislamiento era perfecto. No admitíamos visitantes. El lugar de nuestro retiro era un secreto celosamente guardado para mis antiguos amigos; en cuanto a Dupin, hacía muchos años que había dejado de ver gentes o de ser conocido en París. Sólo vivíamos para nosotros.Una rareza de mi amigo (¿qué otro nombre darle?) consistía en amar la noche por la noche misma; a esta bizarrerie, como a todas las otras, me abandoné a mi vez sin esfuerzo, entregándome a sus extraños caprichos con perfecto abandono. La negra divinidad no podía permanecer siempre con nosotros, pero nos era dado imitarla. A las primeras luces del alba, cerrábamos las pesadas persianas de nuestra vieja casa y encendíamos un par de bujías que, fuertemente perfumadas, sólo lanzaban débiles y mortecinos rayos. Con ayuda de ellas ocupábamos nuestros espíritus en soñar, leyendo, escribiendo o conversando, hasta que el reloj nos advertía la llegada de la verdadera oscuridad. Salíamos entonces a la calle tomados del brazo, continuando la conversación del día o vagando al azar hasta muy tarde, mientras buscábamos entre las luces y las sombras de la populosa ciudad esa infinidad de excitantes espirituales que puede proporcionar la observación silenciosa.En esas oportunidades, no dejaba yo de reparar y admirar (aunque dada su profunda idealidad cabía esperarlo) una peculiar aptitud analítica de Dupin. Parecía complacerse especialmente en ejercitarla -ya que no en exhibirla- y no vacilaba en confesar el placer que le producía. Se jactaba, con una risita discreta, de que frente a él la mayoría de los hombres tenían como una ventana por la cual podía verse su corazón y estaba pronto a demostrar sus afirmaciones con pruebas tan directas como sorprendentes del íntimo conocimiento que de mí tenía. En aquellos momentos su actitud era fría y abstraída; sus ojos miraban como sin ver, mientras su voz, habitualmente de un rico registro de tenor, subía a un falsete que hubiera parecido petulante de no mediar lo deliberado y lo preciso de sus palabras. Al observarlo en esos casos, me ocurría muchas veces pensar en la antigua filosofía del alma doble, y me divertía con la idea de un doble Dupin: el creador y el analista.No se suponga, por lo que llevo dicho, que estoy circunstanciando algún misterio o escribiendo una novela. Lo que he referido de mi amigo francés era tan sólo el producto de una inteligencia excitada o quizá enferma. Pero el carácter de sus observaciones en el curso de esos períodos se apreciará con más claridad mediante un ejemplo.Errábamos una noche por una larga y sucia calle, en la vecindad del Palais Royal. Sumergidos en nuestras meditaciones, no habíamos pronunciado una sola sílaba durante un cuarto de hora por lo menos. Bruscamente, Dupin pronunció estas palabras:-Sí, es un hombrecillo muy pequeño, y estaría mejor en el Théâtre des Variétés.-No cabe duda -repuse inconscientemente, sin advertir (pues tan absorto había estado en mis reflexiones) la extraordinaria forma en que Dupin coincidía con mis pensamientos. Pero, un instante después, me di cuenta y me sentí profundamente asombrado.-Dupin -dije gravemente-, esto va más allá de mi comprensión. Le confieso sin rodeos que estoy atónito y que apenas puedo dar crédito a mis sentidos. ¿Cómo es posible que haya sabido que yo estaba pensando en…?Aquí me detuve, para asegurarme sin lugar a dudas de si realmente sabía en quién estaba yo pensando.-En Chantilly -dijo Dupin-. ¿Por qué se interrumpe? Estaba usted diciéndose que su pequeña estatura le veda los papeles trágicos.Tal era, exactamente, el tema de mis reflexiones. Chantilly era un ex remendón de la rue Saint-Denis que, apasionado por el teatro, había encarnado el papel de Jerjes en la tragedia homónima de Crébillon, logrando tan sólo que la gente se burlara de él.-En nombre del cielo -exclamé-, dígame cuál es el método… si es que hay un método… que le ha permitido leer en lo más profundo de mí.En realidad, me sentía aún más asombrado de lo que estaba dispuesto a reconocer.-El frutero -replicó mi amigo- fue quien lo llevó a la conclusión de que el remendón de suelas no tenía estatura suficiente para Jerjes et id genus omne.-¡El frutero! ¡Me asombra usted! No conozco ningún frutero.-El hombre que tropezó con usted cuando entrábamos en esta calle… hará un cuarto de hora.Recordé entonces que un frutero, que llevaba sobre la cabeza una gran cesta de manzanas, había estado a punto de derribarme accidentalmente cuando pasábamos de la rue C… a la que recorríamos ahora. Pero me era imposible comprender qué tenía eso que ver con Chantilly.-Se lo explicaré -me dijo Dupin, en quien no había la menor partícula de charlatanerie- y, para que pueda comprender claramente, remontaremos primero el curso de sus reflexiones desde el momento en que le hablé hasta el de su choque con el frutero en cuestión. Los eslabones principales de la cadena son los siguientes: Chantilly, Orión, el doctor Nichols, Epicuro, la estereotomía, el pavimento, el frutero.Pocas personas hay que, en algún momento de su vida, no se hayan entretenido en remontar el curso de las ideas mediante las cuales han llegado a alguna conclusión. Con frecuencia, esta tarea está llena de interés, y aquel que la emprende se queda asombrado por la distancia aparentemente ilimitada e inconexa entre el punto de partida y el de llegada.¡Cuál habrá sido entonces mi asombro al oír las palabras que acababa de pronunciar Dupin y reconocer que correspondían a la verdad!-Si no me equivoco -continuó él-, habíamos estado hablando de caballos justamente al abandonar la rue C… Éste fue nuestro último tema de conversación. Cuando cruzábamos hacia esta calle, un frutero que traía una gran canasta en la cabeza pasó rápidamente a nuestro lado y le empaló a usted contra una pila de adoquines correspondiente a un pedazo de la calle en reparación. Usted pisó una de las piedras sueltas, resbaló, torciéndose ligeramente el tobillo; mostró enojo o malhumor, murmuró algunas palabras, se volvió para mirar la pila de adoquines y siguió andando en silencio. Yo no estaba especialmente atento a sus actos, pero en los últimos tiempos la observación se ha convertido para mí en una necesidad.»Mantuvo usted los ojos clavados en el suelo, observando con aire quisquilloso los agujeros y los surcos del pavimento (por lo cual comprendí que seguía pensando en las piedras), hasta que llegamos al pequeño pasaje llamado Lamartine, que con fines experimentales ha sido pavimentado con bloques ensamblados y remachados. Aquí su rostro se animó y, al notar que sus labios se movían, no tuve dudas de que murmuraba la palabra “estereotomía”, término que se ha aplicado pretenciosamente a esta clase de pavimento. Sabía que para usted sería imposible decir “estereotomía” sin verse llevado a pensar en átomos y pasar de ahí a las teorías de Epicuro; ahora bien, cuando discutimos no hace mucho este tema, recuerdo haberle hecho notar de qué curiosa manera -por lo demás desconocida- las vagas conjeturas de aquel noble griego se han visto confirmadas en la reciente cosmogonía de las nebulosas; comprendí, por tanto, que usted no dejaría de alzar los ojos hacia la gran nebulosa de Orión, y estaba seguro de que lo haría. Efectivamente, miró usted hacia lo alto y me sentí seguro de haber seguido correctamente sus pasos hasta ese momento. Pero en la amarga crítica a Chantilly que apareció en el Musée de ayer, el escritor satírico hace algunas penosas alusiones al cambio de nombre del remendón antes de calzar los coturnos, y cita un verso latino sobre el cual hemos hablado muchas veces. Me refiero al verso:Perdidit antiquum litera prima sonum.»Le dije a usted que se refería a Orión, que en un tiempo se escribió Urión; y dada cierta acritud que se mezcló en aquella discusión, estaba seguro de que usted no la había olvidado. Era claro, pues, que no dejaría de combinar las dos ideas de Orión y Chantilly. Que así lo hizo, lo supe por la sonrisa que pasó por sus labios. Pensaba usted en la inmolación del pobre zapatero. Hasta ese momento había caminado algo encorvado, pero de pronto le vi erguirse en toda su estatura. Me sentí seguro de que estaba pensando en la diminuta figura de Chantilly. Y en este punto interrumpí sus meditaciones para hacerle notar que, en efecto, el tal Chantilly era muy pequeño y que estaría mejor en el Théâtre des Variétés.Poco tiempo después de este episodio, leíamos una edición nocturna de la Gazette des Tribunaux cuando los siguientes párrafos atrajeron nuestra atención:«EXTRAÑOS ASESINATOS.-Esta mañana, hacia las tres, los habitantes del quartier Saint-Roch fueron arrancados de su sueño por los espantosos alaridos procedentes del cuarto piso de una casa situada en la rue Morgue, ocupada por madame L’Espanaye y su hija, mademoiselle Camille L’Espanaye. Como fuera imposible lograr el acceso a la casa, después de perder algún tiempo, se forzó finalmente la puerta con una ganzúa y ocho o diez vecinos penetraron en compañía de dos gendarmes. Por ese entonces los gritos habían cesado, pero cuando el grupo remontaba el primer tramo de la escalera se oyeron dos o más voces que discutían violentamente y que parecían proceder de la parte superior de la casa. Al llegar al segundo piso, las voces callaron a su vez, reinando una profunda calma. Los vecinos se separaron y empezaron a recorrer las habitaciones una por una. Al llegar a una gran cámara situada en la parte posterior del cuarto piso (cuya puerta, cerrada por dentro con llave, debió ser forzada), se vieron en presencia de un espectáculo que les produjo tanto horror como estupefacción.»EL aposento se hallaba en el mayor desorden: los muebles, rotos, habían sido lanzados en todas direcciones. El colchón del único lecho aparecía tirado en mitad del piso. Sobre una silla había una navaja manchada de sangre. Sobre la chimenea aparecían dos o tres largos y espesos mechones de cabello humano igualmente empapados en sangre y que daban la impresión de haber sido arrancados de raíz. Se encontraron en el piso cuatro napoleones, un aro de topacio, tres cucharas grandes de plata, tres más pequeñas de métal d’Alger, y dos sacos que contenían casi cuatro mil francos en oro. Los cajones de una cómoda situada en un ángulo habían sido abiertos y aparentemente saqueados, aunque quedaban en ellos numerosas prendas. Descubrióse una pequeña caja fuerte de hierro debajo de la cama (y no del colchón). Estaba abierta y con la llave en la cerradura. No contenía nada, aparte de unas viejas cartas y papeles igualmente sin importancia.»No se veía huella alguna de madame L’Espanaye, pero al notarse la presencia de una insólita cantidad de hollín al pie de la chimenea se procedió a registrarla, encontrándose (¡cosa horrible de describir!) el cadáver de su hija, cabeza abajo, el cual había sido metido a la fuerza en la estrecha abertura y considerablemente empujado hacia arriba. El cuerpo estaba aún caliente. Al examinarlo se advirtieron en él numerosas excoriaciones, producidas, sin duda, por la violencia con que fuera introducido y por la que requirió arrancarlo de allí. Veíanse profundos arañazos en el rostro, y en la garganta aparecían contusiones negruzcas y profundas huellas de uñas, como si la víctima hubiera sido estrangulada.»Luego de una cuidadosa búsqueda en cada porción de la casa, sin que apareciera nada nuevo, los vecinos se introdujeron en un pequeño patio pavimentado de la parte posterior del edificio y encontraron el cadáver de la anciana señora, la cual había sido degollada tan salvajemente que, al tratar de levantar el cuerpo, la cabeza se desprendió del tronco. Horribles mutilaciones aparecían en la cabeza y en el cuerpo, y este último apenas presentaba forma humana.»Hasta el momento no se ha encontrado la menor clave que permita solucionar tan horrible misterio.»La edición del día siguiente contenía los siguientes detalles adicionales:«La tragedia de la rue Morgue.-Diversas personas han sido interrogadas con relación a este terrible y extraordinario suceso, pero nada ha trascendido que pueda arrojar alguna luz sobre él. Damos a continuación las declaraciones obtenidas:»Pauline Dubourg, lavandera, manifiesta que conocía desde hacía tres años a las dos víctimas, de cuya ropa se ocupaba. La anciana y su hija parecían hallarse en buenos términos y se mostraban sumamente cariñosas entre sí. Pagaban muy bien. No sabía nada sobre su modo de vida y sus medios de subsistencia. Creía que madame L. decía la buenaventura. Pasaba por tener dinero guardado. Nunca encontró a otras personas en la casa cuando iba a buscar la ropa o la devolvía. Estaba segura de que no tenían ningún criado o criada. Opinaba que en la casa no había ningún mueble, salvo en el cuarto piso.»Pierre Moreau, vendedor de tabaco, declara que desde hace cuatro años vendía regularmente pequeñas cantidades de tabaco y de rapé a madame L’Espanaye. Nació en la vecindad y ha residido siempre en ella. La extinta y su hija ocupaban desde hacía más de seis años la casa donde se encontraron los cadáveres. Anteriormente vivía en ella un joyero, que alquilaba las habitaciones superiores a diversas personas. La casa era de propiedad de madame L., quien se sintió disgustada por los abusos que cometía su inquilino y ocupó personalmente la casa, negándose a alquilar parte alguna. La anciana señora daba señales de senilidad. El testigo vio a su hija unas cinco o seis veces durante esos seis años. Ambas llevaban una vida muy retirada y pasaban por tener dinero. Había oído decir a los vecinos que madame L. decía la buenaventura, pero no lo creía. Nunca vio entrar a nadie, salvo a la anciana y su hija, a un mozo de servicio que estuvo allí una o dos veces, y a un médico que hizo ocho o diez visitas.»Muchos otros vecinos han proporcionado testimonios coincidentes. No se ha hablado de nadie que frecuentara la casa. Se ignora si madame L. y su hija tenían parientes vivos. Pocas veces se abrían las persianas de las ventanas delanteras. Las de la parte posterior estaban siempre cerradas, salvo las de la gran habitación en la parte trasera del cuarto piso. La casa se hallaba en excelente estado y no era muy antigua.»Isidore Muset, gendarme, declara que fue llamado hacia las tres de la mañana y que, al llegar a la casa, encontró a unas veinte o treinta personas reunidas que se esforzaban por entrar. Violentó finalmente la entrada (con una bayoneta y no con una ganzúa). No le costó mucho abrirla, pues se trataba de una puerta de dos batientes que no tenía pasadores ni arriba ni abajo. Los alaridos continuaron hasta que se abrió la puerta, cesando luego de golpe. Parecían gritos de persona (o personas) que sufrieran los más agudos dolores; eran gritos agudos y prolongados, no breves y precipitados. El testigo trepó el primero las escaleras. Al llegar al primer descanso oyó dos voces que discutían con fuerza y agriamente; una de ellas era ruda y la otra mucho más aguda y muy extraña. Pudo entender algunas palabras provenientes de la primera voz, que correspondía a un francés. Estaba seguro de que no se trataba de una voz de mujer. Pudo distinguir las palabras sacré y diable. La voz más aguda era de un extranjero. No podría asegurar si se trataba de un hombre o una mujer. No entendió lo que decía, pero tenía la impresión de que hablaba en español. El estado de la habitación y de los cadáveres fue descrito por el testigo en la misma forma que lo hicimos ayer.»Henri Duval, vecino, de profesión platero, declara que formaba parte del primer grupo que entró en la casa. Corrobora en general la declaración de Muset. Tan pronto forzaron la puerta, volvieron a cerrarla para mantener alejada a la muchedumbre, que, pese a lo avanzado de la hora, se estaba reuniendo rápidamente. El testigo piensa que la voz más aguda pertenecía a un italiano. Está seguro de que no se trataba de un francés. No puede asegurar que se tratara de una voz masculina. Pudo ser la de una mujer. No está familiarizado con la lengua italiana. No alcanzó a distinguir las palabras, pero por la entonación está convencido de que quien hablaba era italiano. Conocía a madame L. y a su hija. Había conversado frecuentemente con ellas. Estaba seguro de que la voz aguda no pertenecía a ninguna de las difuntas.»Odenheimer, restaurateur. Este testigo se ofreció voluntariamente a declarar. Como no habla francés, testimonió mediante un intérprete. Es originario de Amsterdam. Pasaba frente a la casa cuando se oyeron los gritos. Duraron varios minutos, probablemente diez. Eran prolongados y agudos, tan horribles como penosos de oír. El testigo fue uno de los que entraron en el edificio. Corroboró las declaraciones anteriores en todos sus detalles, salvo uno. Estaba seguro de que la voz más aguda pertenecía a un hombre y que se trataba de un francés. No pudo distinguir las palabras pronunciadas. Eran fuertes y precipitadas, desiguales y pronunciadas aparentemente con tanto miedo como cólera. La voz era áspera; no tanto aguda como áspera. El testigo no la calificaría de aguda. La voz más gruesa dijo varias veces: sacré, diable, y una vez Mon Dieu!»Jules Mignaud, banquero, de la firma Mignaud e hijos, en la calle Deloraine. Es el mayor de los Mignaud. Madame L’Espanaye poseía algunos bienes. Había abierto una cuenta en su banco durante la primavera del año 18… (ocho años antes). Hacía frecuentes depósitos de pequeñas sumas. No había retirado nada hasta tres días antes de su muerte, en que personalmente extrajo la suma de 4.000 francos. La suma le fue pagada en oro y un empleado la llevó a su domicilio.»Adolphe Lebon, empleado de Mignaud e hijos, declara que el día en cuestión acompañó hasta su residencia a madame L’Espanaye, llevando los 4.000 francos en dos sacos. Una vez abierta la puerta, mademoiselle L. vino a tomar uno de los sacos, mientras la anciana señora se encargaba del otro. Por su parte, el testigo saludó y se retiró. No vio a persona alguna en la calle en ese momento. Se trata de una calle poco importante, muy solitaria.»William Bird, sastre, declara que formaba parte del grupo que entró en la casa. Es de nacionalidad inglesa. Lleva dos años de residencia en París. Fue uno de los primeros en subir las escaleras. Oyó voces que disputaban. La más ruda era la de un francés. Pudo distinguir varias palabras, pero ya no las recuerda todas. Oyó claramente: sacré y mon Dieu. En ese momento se oía un ruido como si varias personas estuvieran luchando, era un sonido de forcejeo, como si algo fuese arrastrado. La voz aguda era muy fuerte, mucho más que la voz ruda. Está seguro de que no se trataba de la voz de un inglés. Parecía la de un alemán. Podía ser una voz de mujer. El testigo no comprende el alemán.»Cuatro de los testigos nombrados más arriba fueron nuevamente interrogados, declarando que la puerta del aposento donde se encontró el cadáver de mademoiselle L. estaba cerrada por dentro cuando llegaron hasta ella. Reinaba un profundo silencio; no se escuchaban quejidos ni rumores de ninguna especie. No se vio a nadie en el momento de forzar la puerta. Las ventanas, tanto de la habitación del frente como de la trasera, estaban cerradas y firmemente aseguradas por dentro. Entre ambas habitaciones había una puerta cerrada, pero la llave no estaba echada. La puerta que comunicaba la habitación del frente con el corredor había sido cerrada con llave por dentro. Un cuarto pequeño situado en el frente del cuarto piso, al comienzo del corredor, apareció abierto, con la puerta entornada. La habitación estaba llena de camas viejas, cajones y objetos por el estilo. Se procedió a revisarlos uno por uno, no se dejó sin examinar una sola pulgada de la casa. Se enviaron deshollinadores para que exploraran las chimeneas. La casa tiene cuatro pisos, con mansardes. Una trampa que da al techo estaba firmemente asegurada con clavos y no parece haber sido abierta durante años. Los testigos no están de acuerdo sobre el tiempo transcurrido entre el momento en que escucharon las voces que disputaban y la apertura de la puerta de la habitación. Algunos sostienen que transcurrieron tres minutos; otros calculan cinco. Costó mucho violentar la puerta.»Alfonso Garcio, empresario de pompas fúnebres, habita en la rue Morgue. Es de nacionalidad española. Formaba parte del grupo que entró en la casa. No subió las escaleras. Tiene los nervios delicados y teme las consecuencias de toda agitación. Oyó las voces que disputaban. La más ruda pertenecía a un francés. No pudo comprender lo que decía. La voz aguda era la de un inglés; está seguro de esto. No comprende el inglés, pero juzga basándose en la entonación.»Alberto Montani, confitero, declara que fue de los primeros en subir las escaleras. Oyó las voces en cuestión. la voz ruda era la de un francés. Pudo distinguir varias palabras. El que hablaba parecía reprochar alguna cosa. No pudo comprender las palabras dichas por la voz más aguda, que hablaba rápida y desigualmente. Piensa que se trata de un ruso. Corrobora los testimonios restantes. Es de nacionalidad italiana. Nunca habló con un nativo de Rusia.»Nuevamente interrogados, varios testigos certificaron que las chimeneas de todas las habitaciones eran demasiado angostas para admitir el paso de un ser humano. Se pasaron “deshollinadores” -cepillos cilíndricos como los que usan los que limpian chimeneas- por todos los tubos existentes en la casa. No existe ningún pasaje en los fondos por el cual alguien hubiera podido descender mientras el grupo subía las escaleras. El cuerpo de mademoiselle L’Espanaye estaba tan firmemente encajado en la chimenea, que no pudo ser extraído hasta que cuatro o cinco personas unieron sus esfuerzos.»Paul Dumas, médico, declara que fue llamado al amanecer para examinar los cadáveres de las víctimas. Los mismos habían sido colocados sobre el colchón del lecho correspondiente a la habitación donde se encontró a mademoiselle L. El cuerpo de la joven aparecía lleno de contusiones y excoriaciones. El hecho de que hubiese sido metido en la chimenea bastaba para explicar tales marcas. La garganta estaba enormemente excoriada. Varios profundos arañazos aparecían debajo del mentón, conjuntamente con una serie de manchas lívidas resultantes, con toda evidencia, de la presión de unos dedos. El rostro estaba horriblemente pálido y los ojos se salían de las órbitas. La lengua aparecía a medias cortada. En la región del estómago se descubrió una gran contusión, producida, aparentemente, por la presión de una rodilla. Según opinión del doctor Dumas, mademoiselle L’Espanaye había sido estrangulada por una o varias personas.»El cuerpo de la madre estaba horriblemente mutilado. Todos los huesos de la pierna y el brazo derechos se hallaban fracturados en mayor o menor grado. La tibia izquierda había quedado reducida a astillas, así como todas las costillas del lado izquierdo. El cuerpo aparecía cubierto de contusiones y estaba descolorido. Resultaba imposible precisar el arma con que se habían inferido tales heridas. Un pesado garrote de mano, o una ancha barra de hierro, quizá una silla, cualquier arma grande, pesada y contundente, en manos de un hombre sumamente robusto, podía haber producido esos resultados. Imposible que una mujer pudiera infligir tales heridas con cualquier arma que fuese. La cabeza de la difunta aparecía separada del cuerpo y, al igual que el resto, terriblemente contusa. Era evidente que la garganta había sido seccionada con un instrumento muy afilado, probablemente una navaja.»Alexandre Etienne, cirujano, fue llamado al mismo tiempo que el doctor Dumas para examinar los cuerpos. Confirmó el testimonio y las opiniones de este último.»No se ha obtenido ningún otro dato de importancia, a pesar de haberse interrogado a varias otras personas. Jamás se ha cometido en París un asesinato tan misterioso y tan enigmático en sus detalles… si es que en realidad se trata de un asesinato. La policía está perpleja, lo cual no es frecuente en asuntos de esta naturaleza. Pero resulta imposible hallar la más pequeña clave del misterio.»La edición vespertina del diario declaraba que en el quartier Saint-Roch reinaba una intensa excitación, que se había practicado un nuevo y minucioso examen del lugar del hecho, mientras se interrogaba a nuevos testigos, pero que no se sabía nada nuevo. Un párrafo final agregaba, sin embargo, que un tal Adolphe Lebon acababa de ser arrestado y encarcelado, aunque nada parecía acusarlo, a juzgar por los hechos detallados.Dupin se mostraba singularmente interesado en el desarrollo del asunto; o por lo menos así me pareció por sus maneras, pues no hizo el menor comentario. Tan sólo después de haberse anunciado el arresto de Lebon me pidió mi parecer acerca de los asesinatos.No pude sino sumarme al de todo París y declarar que los consideraba un misterio insoluble. No veía modo alguno de seguir el rastro al asesino.-No debemos pensar en los modos posibles que surgen de una investigación tan rudimentaria -dijo Dupin-. La policía parisiense, tan alabada por su penetración, es muy astuta pero nada más. No procede con método, salvo el del momento. Toma muchas disposiciones ostentosas, pero con frecuencia éstas se hallan tan mal adaptadas a su objetivo que recuerdan a Monsieur Jourdain, que pedía sa robe de chambre… pour mieux entendre la musique. Los resultados obtenidos son con frecuencia sorprendentes, pero en su mayoría se logran por simple diligencia y actividad. Cuando éstas son insuficientes, todos sus planes fracasan. Vidocq, por ejemplo, era hombre de excelentes conjeturas y perseverante. Pero como su pensamiento carecía de suficiente educación, erraba continuamente por el excesivo ardor de sus investigaciones. Dañaba su visión por mirar el objeto desde demasiado cerca. Quizá alcanzaba a ver uno o dos puntos con singular acuidad, pero procediendo así perdía el conjunto de la cuestión. En el fondo se trataba de un exceso de profundidad, y la verdad no siempre está dentro de un pozo. Por el contrario, creo que, en lo que se refiere al conocimiento más importante, es invariablemente superficial. La profundidad corresponde a los valles, donde la buscamos, y no a las cimas montañosas, donde se la encuentra. Las formas y fuentes de este tipo de error se ejemplifican muy bien en la contemplación de los cuerpos celestes. Si se observa una estrella de una ojeada, oblicuamente, volviendo hacia ella la porción exterior de la retina (mucho más sensible a las impresiones luminosas débiles que la parte interior), se verá la estrella con claridad y se apreciará plenamente su brillo, el cual se empaña apenas la contemplamos de lleno. Es verdad que en este último caso llegan a nuestros ojos mayor cantidad de rayos, pero la porción exterior posee una capacidad de recepción mucho más refinada. Por causa de una indebida profundidad confundimos y debilitamos el pensamiento, y Venus misma puede llegar a borrarse del firmamento si la escrutamos de manera demasiado sostenida, demasiado concentrada o directa.»En cuanto a esos asesinatos, procedamos personalmente a un examen antes de formarnos una opinión. La encuesta nos servirá de entretenimiento (me pareció que el término era extraño, aplicado al caso, pero no dije nada). Además, Lebon me prestó cierta vez un servicio por el cual le estoy agradecido. Iremos a estudiar el terreno con nuestros propios ojos. Conozco a G…, el prefecto de policía, y no habrá dificultad en obtener el permiso necesario.La autorización fue acordada, y nos encaminamos inmediatamente a la rue Morgue. Se trata de uno de esos míseros pasajes que corren entre la rue Richelieu y la rue Saint-Roch. Atardecía cuando llegamos, pues el barrio estaba considerablemente distanciado del de nuestra residencia. Encontramos fácilmente la casa, ya que aún había varias personas mirando las persianas cerradas desde la acera opuesta. Era una típica casa parisiense, con una puerta de entrada y una casilla de cristales con ventana corrediza, correspondiente a la loge du concierge. Antes de entrar recorrimos la calle, doblamos por un pasaje y, volviendo a doblar, pasamos por la parte trasera del edificio, mientras Dupin examinaba la entera vecindad, así como la casa, con una atención minuciosa cuyo objeto me resultaba imposible de adivinar.Volviendo sobre nuestros pasos retornamos a la parte delantera y, luego de llamar y mostrar nuestras credenciales, fuimos admitidos por los agentes de guardia. Subimos las escaleras, hasta llegar a la habitación donde se había encontrado el cuerpo de mademoiselle L’Espanaye y donde aún yacían ambas víctimas. Como es natural, el desorden del aposento había sido respetado. No vi nada que no estuviese detallado en la Gazette des Tribunaux. Dupin lo inspeccionaba todo, sin exceptuar los cuerpos de las víctimas. Pasamos luego a las otras habitaciones y al patio; un gendarme nos acompañaba a todas partes. El examen nos tuvo ocupados hasta que oscureció, y era de noche cuando salimos. En el camino de vuelta, mi amigo se detuvo algunos minutos en las oficinas de uno de los diarios parisienses.He dicho ya que sus caprichos eran muchos y variados, y que je les ménageais (pues no hay traducción posible de la frase). En esta oportunidad Dupin rehusó toda conversación vinculada con los asesinatos, hasta el día siguiente a mediodía. Entonces, súbitamente, me preguntó si había observado alguna cosa peculiar en el escenario de aquellas atrocidades.Algo había en su manera de acentuar la palabra, que me hizo estremecer sin que pudiera decir por qué.-No, nada peculiar -dije-. Por lo menos, nada que no hayamos encontrado ya referido en el diario.-Me temo -repuso Dupin- que la Gazette no haya penetrado en el insólito horror de este asunto. Pero dejemos de lado las vanas opiniones de ese diario. Tengo la impresión de que se considera insoluble este misterio por las mismísimas razones que deberían inducir a considerarlo fácilmente solucionable; me refiero a lo excesivo, a lo outré de sus características. La policía se muestra confundida por la aparente falta de móvil, y no por el asesinato en sí, sino por su atrocidad. Está asimismo perpleja por la aparente imposibilidad de conciliar las voces que se oyeron disputando, con el hecho de que en lo alto sólo se encontró a la difunta mademoiselle L’Espanaye, aparte de que era imposible escapar de la casa sin que el grupo que ascendía la escalera lo notara. El salvaje desorden del aposento; el cadáver metido, cabeza abajo, en la chimenea; la espantosa mutilación del cuerpo de la anciana, son elementos que, junto con los ya mencionados y otros que no necesito mencionar, han bastado para paralizar la acción de los investigadores policiales y confundir por completo su tan alabada perspicacia. Han caído en el grueso pero común error de confundir lo insólito con lo abstruso. Pero, justamente a través de esas desviaciones del plano ordinario de las cosas, la razón se abrirá paso, si ello es posible, en la búsqueda de la verdad. En investigaciones como la que ahora efectuamos no debería preguntarse tanto «qué ha ocurrido», como «qué hay en lo ocurrido que no se parezca a nada ocurrido anteriormente». En una palabra, la facilidad con la cual llegaré o he llegado a la solución de este misterio se halla en razón directa de su aparente insolubilidad a ojos de la policía.Me quedé mirando a mi amigo con silenciosa estupefacción.-Estoy esperando ahora -continuó Dupin, mirando hacia la puerta de nuestra habitación- a alguien que, si bien no es el perpetrador de esas carnicerías, debe de haberse visto envuelto de alguna manera en su ejecución. Es probable que sea inocente de la parte más horrible de los crímenes. Confío en que mi suposición sea acertada, pues en ella se apoya toda mi esperanza de descifrar completamente el enigma. Espero la llegada de ese hombre en cualquier momento… y en esta habitación. Cierto que puede no venir, pero lo más probable es que llegue. Si así fuera, habrá que retenerlo. He ahí unas pistolas; los dos sabemos lo que se puede hacer con ellas cuando la ocasión se presenta.Tomé las pistolas, sabiendo apenas lo que hacía y, sin poder creer lo que estaba oyendo, mientras Dupin, como si monologara, continuaba sus reflexiones. Ya he mencionado su actitud abstraída en esos momentos. Sus palabras se dirigían a mí, pero su voz, aunque no era forzada, tenía esa entonación que se emplea habitualmente para dirigirse a alguien que se halla muy lejos. Sus ojos, privados de expresión, sólo miraban la pared.-Las voces que disputaban y fueron oídas por el grupo que trepaba la escalera -dijo- no eran las de las dos mujeres, como ha sido bien probado por los testigos. Con esto queda eliminada toda posibilidad de que la anciana señora haya matado a su hija, suicidándose posteriormente. Menciono esto por razones metódicas, ya que la fuerza de madame de L’Espanaye hubiera sido por completo insuficiente para introducir el cuerpo de su hija en la chimenea, tal como fue encontrado, amén de que la naturaleza de las heridas observadas en su cadáver excluye toda idea de suicidio. El asesinato, pues, fue cometido por terceros, y a éstos pertenecían las voces que se escucharon mientras disputaban. Permítame ahora llamarle la atención, no sobre las declaraciones referentes a dichas voces, sino a algo peculiar en esas declaraciones. ¿No lo advirtió usted?Hice notar que, mientras todos los testigos coincidían en que la voz más ruda debía ser la de un francés, existían grandes desacuerdos sobre la voz más aguda o -como la calificó uno de ellos- la voz áspera.-Tal es el testimonio en sí -dijo Dupin-, pero no su peculiaridad. Usted no ha observado nada característico. Y, sin embargo, había algo que observar. Como bien ha dicho, los testigos coinciden sobre la voz ruda. Pero, con respecto a la voz aguda, la peculiaridad no consiste en que estén en desacuerdo, sino en que un italiano, un inglés, un español, un holandés y un francés han tratado de describirla, y cada uno de ellos se ha referido a una voz extranjera. Cada uno de ellos está seguro de que no se trata de la voz de un compatriota. Cada uno la vincula, no a la voz de una persona perteneciente a una nación cuyo idioma conoce, sino a la inversa. El francés supone que es la voz de un español, y agrega que “podría haber distinguido algunas palabras sí hubiera sabido español”. El holandés sostiene que se trata de un francés, pero nos enteramos de que como no habla francés, testimonió mediante un intérprete. El inglés piensa que se trata de la voz de un alemán, pero el testigo no comprende el alemán. El español “está seguro” de que se trata de un inglés, pero “juzga basándose en la entonación”, ya que no comprende el inglés. El italiano cree que es la voz de un ruso, pero nunca habló con un nativo de Rusia. Un segundo testigo francés difiere del primero y está seguro de que se trata de la voz de un italiano. No está familiarizado con la lengua italiana, pero al igual que el español, “está convencido por la entonación”. Ahora bien: ¡cuan extrañamente insólita tiene que haber sido esa voz para que pudieran reunirse semejantes testimonios! ¡Una voz en cuyos tonos los ciudadanos de las cinco grandes divisiones de Europa no pudieran reconocer nada familiar! Me dirá usted que podía tratarse de la voz de un asiático o un africano. Ni unos ni otros abundan en París, pero, sin negar esa posibilidad, me limitaré a llamarle la atención sobre tres puntos. Un testigo califica la voz de “áspera, más que aguda”. Otros dos señalan que era «precipitada y desigual». Ninguno de los testigos se refirió a palabras reconocibles, a sonidos que parecieran palabras.»No sé -continuó Dupin- la impresión que pudo haber causado hasta ahora en su entendimiento, pero no vacilo en decir que cabe extraer deducciones legítimas de esta parte del testimonio -la que se refiere a las voces ruda y aguda-, suficientes para crear una sospecha que debe de orientar todos los pasos futuros de la investigación del misterio. Digo «deducciones legítimas», sin expresar plenamente lo que pienso. Quiero dar a entender que las deducciones son las únicas que corresponden, y que la sospecha surge inevitablemente como resultado de las mismas. No le diré todavía cuál es esta sospecha. Pero tenga presente que, por lo que a mí se refiere, bastó para dar forma definida y tendencia determinada a mis investigaciones en el lugar del hecho.«Transportémonos ahora con la fantasía a esa habitación. ¿Qué buscaremos en primer lugar? Los medios de evasión empleados por los asesinos. Supongo que bien puedo decir que ninguno de los dos cree en acontecimientos sobrenaturales. Madame y mademoiselle L’Espanaye no fueron asesinadas por espíritus. Los autores del hecho eran de carne y hueso, y escaparon por medios materiales. ¿Cómo, pues? Afortunadamente, sólo hay una manera de razonar sobre este punto, y esa manera debe conducirnos a una conclusión definida. Examinemos uno por uno los posibles medios de escape. Resulta evidente que los asesinos se hallaban en el cuarto donde se encontró a mademoiselle L’Espanaye, o por lo menos en la pieza contigua, en momentos en que el grupo subía las escaleras. Vale decir que debemos buscar las salidas en esos dos aposentos. La policía ha levantado los pisos, los techos y la mampostería de las paredes en todas direcciones. Ninguna salida secreta pudo escapar a sus observaciones. Pero como no me fío de sus ojos, miré el lugar con los míos. Efectivamente, no había salidas secretas. Las dos puertas que comunican las habitaciones con el corredor estaban bien cerradas, con las llaves por dentro. Veamos ahora las chimeneas. Aunque de diámetro ordinario en los primeros ocho o diez pies por encima de los hogares, los tubos no permitirían más arriba el paso del cuerpo de un gato grande. Quedando así establecida la total imposibilidad de escape por las vías mencionadas nos vemos reducidos a las ventanas. Nadie podría haber huido por la del cuarto delantero, ya que la muchedumbre reunida lo hubiese visto. Los asesinos tienen que haber pasado, pues, por las de la pieza trasera. Llevados a esta conclusión de manera tan inequívoca, no nos corresponde, en nuestra calidad de razonadores, rechazarla por su aparente imposibilidad. Lo único que cabe hacer es probar que esas aparentes “imposibilidades” no son tales en realidad.»Hay dos ventanas en el aposento. Contra una de ellas no hay ningún mueble que la obstruya, y es claramente visible. La porción inferior de la otra queda oculta por la cabecera del pesado lecho, que ha sido arrimado a ella. La primera ventana apareció firmemente asegurada desde dentro. Resistió los más violentos esfuerzos de quienes trataron de levantarla. En el marco, a la izquierda, había una gran perforación de barreno, y en ella un solidísimo clavo hundido casi hasta la cabeza. Al examinar la otra ventana se vio que había un clavo colocado en forma similar; todos los esfuerzos por levantarla fueron igualmente inútiles. La policía, pues, se sintió plenamente segura de que la huida no se había producido por ese lado. Y, por tanto, consideró superfluo extraer los clavos y abrir las ventanas.»Mi examen fue algo más detallado, y eso por la razón que acabo de darle: allí era el caso de probar que todas las aparentes imposibilidades no eran tales en realidad.«Seguí razonando en la siguiente forma… a posteriori. Los asesinos escaparon desde una de esas ventanas. Por tanto, no pudieron asegurar nuevamente los marcos desde el interior, tal como fueron encontrados (consideración que, dado lo obvio de su carácter, interrumpió la búsqueda de la policía en ese terreno). Los marcos estaban asegurados. Es necesario, pues, que tengan una manera de asegurarse por sí mismos. La conclusión no admitía escapatoria. Me acerqué a la ventana que tenía libre acceso, extraje con alguna dificultad el clavo y traté de levantar el marco. Tal como lo había anticipado, resistió a todos mis esfuerzos. Comprendí entonces que debía de haber algún resorte oculto, y la corroboración de esta idea me convenció de que por lo menos mis premisas eran correctas, aunque el detalle referente a los clavos continuara siendo misterioso. Un examen detallado no tardó en revelarme el resorte secreto. Lo oprimí y, satisfecho de mi descubrimiento, me abstuve de levantar el marco.»Volví a poner el clavo en su sitio y lo observé atentamente. Una persona que escapa por la ventana podía haberla cerrado nuevamente, y el resorte habría asegurado el marco. Pero, ¿cómo reponer el clavo? La conclusión era evidente y estrechaba una vez más el campo de mis investigaciones. Los asesinos tenían que haber escapado por la otra ventana. Suponiendo, pues, que los resortes fueran idénticos en las dos ventanas, como parecía probable, necesariamente tenía que haber una diferencia entre los clavos, o por lo menos en su manera de estar colocados. Trepando al armazón de la cama, miré minuciosamente el marco de sostén de la segunda ventana. Pasé la mano por la parte posterior, descubriendo en seguida el resorte que, tal como había supuesto, era idéntico a su vecino. Miré luego el clavo. Era tan sólido como el otro y aparentemente estaba fijo de la misma manera y hundido casi hasta la cabeza.»Pensará usted que me sentí perplejo, pero si así fuera no ha comprendido la naturaleza de mis inducciones. Para usar una frase deportiva, hasta entonces no había cometido falta. No había perdido la pista un solo instante. Los eslabones de la cadena no tenían ninguna falla. Había perseguido el secreto hasta su última conclusión: y esa conclusión era el clavo. Ya he dicho que tenía todas las apariencias de su vecino de la otra ventana; pero el hecho, por más concluyente que pareciera, resultaba de una absoluta nulidad comparado con la consideración de que allí, en ese punto, se acababa el hilo conductor. “Tiene que haber algo defectuoso en el clavo”, pensé. Al tocarlo, su cabeza quedó entre mis dedos juntamente con un cuarto de pulgada de la espiga. El resto de la espiga se hallaba dentro del agujero, donde se había roto. La fractura era muy antigua, pues los bordes aparecían herrumbrados, y parecía haber sido hecho de un martillazo, que había hundido parcialmente la cabeza del clavo en el marco inferior de la ventana. Volví a colocar cuidadosamente la parte de la cabeza en el lugar de donde la había sacado, y vi que el clavo daba la exacta impresión de estar entero; la fisura resultaba invisible. Apretando el resorte, levanté ligeramente el marco; la cabeza del clavo subió con él, sin moverse de su lecho. Cerré la ventana, y el clavo dio otra vez la impresión de estar dentro.»Hasta ahora, el enigma quedaba explicado. El asesino había huido por la ventana que daba a la cabecera del lecho. Cerrándose por sí misma (o quizá ex profeso) la ventana había quedado asegurada por su resorte. Y la resistencia ofrecida por éste había inducido a la policía a suponer que se trataba del clavo, dejando así de lado toda investigación suplementaria.»La segunda cuestión consiste en el modo del descenso. Mi paseo con usted por la parte trasera de la casa me satisfizo al respecto. A unos cinco pies y medio de la ventana en cuestión corre una varilla de pararrayos. Desde esa varilla hubiera resultado imposible alcanzar la ventana, y mucho menos introducirse por ella. Observé, sin embargo, que las persianas del cuarto piso pertenecen a esa curiosa especie que los carpinteros parisienses denominan ferrades; es un tipo rara vez empleado en la actualidad, pero que se ve con frecuencia en casas muy viejas de Lyon y Bordeaux. Se las fabrica como una puerta ordinaria (de una sola hoja, y no de doble batiente), con la diferencia de que la parte inferior tiene celosías o tablillas que ofrecen excelente asidero para las manos. En este caso las persianas alcanzan un ancho de tres pies y medio. Cuando las vimos desde la parte posterior de la casa, ambas estaban entornadas, es decir, en ángulo recto con relación a la pared. Es probable que también los policías hayan examinado los fondos del edificio; pero, si así lo hicieron, miraron las ferrades en el ángulo indicado, sin darse cuenta de su gran anchura; por lo menos no la tomaron en cuenta. Sin duda, seguros de que por esa parte era imposible toda fuga, se limitaron a un examen muy sumario. Para mí, sin embargo, era claro que si se abría del todo la persiana correspondiente a la ventana situada sobre el lecho, su borde quedaría a unos dos pies de la varilla del pararrayos. También era evidente que, desplegando tanta agilidad como coraje, se podía llegar hasta la ventana trepando por la varilla. Estirándose hasta una distancia de dos pies y medio (ya que suponemos la persiana enteramente abierta), un ladrón habría podido sujetarse firmemente de las tablillas de la celosía. Abandonando entonces su sostén en la varilla, afirmando los pies en la pared y lanzándose vigorosamente hacia adelante habría podido hacer girar la persiana hasta que se cerrara; si suponemos que la ventana estaba abierta en este momento, habría logrado entrar así en la habitación.»Le pido que tenga especialmente en cuenta que me refiero a un insólito grado de vigor, capaz de llevar a cabo una hazaña tan azarosa y difícil. Mi intención consiste en demostrarle, primeramente, que el hecho pudo ser llevado a cabo; pero, en segundo lugar, y muy especialmente, insisto en llamar su atención sobre el carácter extraordinario, casi sobrenatural, de ese vigor capaz de cosa semejante.»Usando términos judiciales, usted me dirá sin duda que para «redondear mi caso» debería subestimar y no poner de tal modo en evidencia la agilidad que se requiere para dicha proeza. Pero la práctica de los tribunales no es la de la razón. Mi objetivo final es tan sólo la verdad. Y mi propósito inmediato consiste en inducirlo a que yuxtaponga la insólita agilidad que he mencionado a esa voz tan extrañamente aguda (o áspera) y desigual sobre cuya nacionalidad no pudieron ponerse de acuerdo los testigos y en cuyos acentos no se logró distinguir ningún vocablo articulado.Al oír estas palabras pasó por mi mente una vaga e informe concepción de lo que quería significar Dupin. Me pareció estar a punto de entender, pero sin llegar a la comprensión, así como a veces nos hallamos a punto de recordar algo que finalmente no se concreta. Pero mi amigo seguía hablando.-Habrá notado usted -dijo- que he pasado de la cuestión de la salida de la casa a la del modo de entrar en ella. Era mi intención mostrar que ambas cosas se cumplieron en la misma forma y en el mismo lugar. Volvamos ahora al interior del cuarto y examinemos lo que allí aparece. Se ha dicho que los cajones de la cómoda habían sido saqueados, aunque quedaron en ellos numerosas prendas. Esta conclusión es absurda. No pasa de una simple conjetura, bastante tonta por lo demás. ¿Cómo podemos asegurar que las ropas halladas en los cajones no eran las que éstos contenían habitualmente? Madame L’Espanaye y su hija llevaban una vida muy retirada, no veían a nadie, salían raras veces, y pocas ocasiones se les presentaban de cambiar de tocado. Lo que se encontró en los cajones era de tan buena calidad como cualquiera de los efectos que poseían las damas. Si un ladrón se llevó una parte, ¿por qué no tomó lo mejor… por qué no se llevó todo? En una palabra: ¿por qué abandonó cuatro mil francos en oro, para cargarse con un hato de ropa? El oro fue abandonado. La suma mencionada por monsieur Mignaud, el banquero, apareció en su casi totalidad en los sacos tirados por el suelo. Le pido, por tanto, que descarte de sus pensamientos la desatinada idea de un móvil, nacida en el cerebro de los policías por esa parte del testimonio que se refiere al dinero entregado en la puerta de la casa. Coincidencias diez veces más notables que ésta (la entrega del dinero y el asesinato de sus poseedores tres días más tarde) ocurren a cada hora de nuestras vidas sin que nos preocupemos por ellas. En general, las coincidencias son grandes obstáculos en el camino de esos pensadores que todo lo ignoran de la teoría de las probabilidades, esa teoría a la cual los objetivos más eminentes de la investigación humana deben los más altos ejemplos. En esta instancia, si el oro hubiese sido robado, el hecho de que la suma hubiese sido entregada tres días antes habría constituido algo más que una coincidencia. Antes bien, hubiera corroborado la noción de un móvil. Pero, dadas las verdaderas circunstancias del caso, si hemos de suponer que el oro era el móvil del crimen, tenemos entonces que admitir que su perpetrador era lo bastante indeciso y lo bastante estúpido como para olvidar el oro y el móvil al mismo tiempo.»Teniendo, pues, presentes los puntos sobre los cuales he llamado su atención -la voz singular, la insólita agilidad y la sorprendente falta de móvil en un asesinato tan atroz como éste-, echemos una ojeada a la carnicería en sí. Estamos ante una mujer estrangulada por la presión de unas manos e introducida en el cañón de la chimenea con la cabeza hacia abajo. Los asesinos ordinarios no emplean semejantes métodos. Y mucho menos esconden al asesinado en esa forma. En el hecho de introducir el cadáver en la chimenea admitirá usted que hay algo excesivamente inmoderado, algo por completo inconciliable con nuestras nociones sobre los actos humanos, incluso si suponemos que su autor es el más depravado de los hombres. Piense, asimismo, en la fuerza prodigiosa que hizo falta para introducir el cuerpo hacia arriba, cuando para hacerlo descender fue necesario el concurso de varias personas.»Volvámonos ahora a las restantes señales que pudo dejar ese maravilloso vigor. En el hogar de la chimenea se hallaron espesos (muy espesos) mechones de cabello humano canoso. Habían sido arrancados de raíz. Bien sabe usted la fuerza que se requiere para arrancar en esa forma veinte o treinta cabellos. Y además vio los mechones en cuestión tan bien como yo. Sus raíces (cosa horrible) mostraban pedazos del cuero cabelludo, prueba evidente de la prodigiosa fuerza ejercida para arrancar quizá medio millón de cabellos de un tirón. La garganta de la anciana señora no solamente estaba cortada, sino que la cabeza había quedado completamente separada del cuerpo; el instrumento era una simple navaja. Lo invito a considerar la brutal ferocidad de estas acciones. No diré nada de las contusiones que presentaba el cuerpo de Madame L’Espanaye. Monsieur Dumas y su valioso ayudante, monsieur Etienne, han decidido que fueron producidas por un instrumento contundente, y hasta ahí la opinión de dichos caballeros es muy correcta. El instrumento contundente fue evidentemente el pavimento de piedra del patio, sobre el cual cayó la víctima desde la ventana que da sobre la cama. Por simple que sea, esto escapó a la policía por la misma razón que se les escapó el ancho de las persianas: frente a la presencia de clavos se quedaron ciegos ante la posibilidad de que las ventanas hubieran sido abiertas alguna vez.»Si ahora, en adición a estas cosas, ha reflexionado usted adecuadamente sobre el extraño desorden del aposento, hemos llegado al punto de poder combinar las nociones de una asombrosa agilidad, una fuerza sobrehumana, una ferocidad brutal, una carnicería sin motivo, una grotesquerie en el horror por completo ajeno a lo humano, y una voz de tono extranjero para los oídos de hombres de distintas nacionalidades y privada de todo silabeo inteligible. ¿Qué resultado obtenemos? ¿Qué impresión he producido en su imaginación?Al escuchar las preguntas de Dupin sentí que un estremecimiento recorría mi cuerpo.-Un maníaco es el autor del crimen -dije-. Un loco furioso escapado de alguna maison de santé de la vecindad.-En cierto sentido -dijo Dupin-, su idea no es inaplicable. Pero, aun en sus más salvajes paroxismos, las voces de los locos jamás coinciden con esa extraña voz escuchada en lo alto. Los locos pertenecen a alguna nación, y, por más incoherentes que sean sus palabras, tienen, sin embargo, la coherencia del silabeo. Además, el cabello de un loco no es como el que ahora tengo en la mano. Arranqué este pequeño mechón de entre los dedos rígidamente apretados de madame L’Espanaye. ¿Puede decirme qué piensa de ellos?-¡Dupin… este cabello es absolutamente extraordinario…! ¡No es cabello humano! -grité, trastornado por completo.-No he dicho que lo fuera -repuso mi amigo-. Pero antes de que resolvamos este punto, le ruego que mire el bosquejo que he trazado en este papel. Es un facsímil de lo que en una parte de las declaraciones de los testigos se describió como «contusiones negruzcas, y profundas huellas de uñas» en la garganta de mademoiselle L’Espanaye, y en otra (declaración de los señores Dumas y Etienne) como «una serie de manchas lívidas que, evidentemente, resultaban de la presión de unos dedos».«Notará usted -continuó mi amigo, mientras desplegaba el papel- que este diseño indica una presión firme y fija. No hay señal alguna de deslizamiento. Cada dedo mantuvo (probablemente hasta la muerte de la víctima) su terrible presión en el sitio donde se hundió primero. Le ruego ahora que trate de colocar todos sus dedos a la vez en las respectivas impresiones, tal como aparecen en el dibujo.Lo intenté sin el menor resultado.-Quizá no estemos procediendo debidamente -dijo Dupin-. El papel es una superficie plana, mientras que la garganta humana es cilíndrica. He aquí un rodillo de madera, cuya circunferencia es aproximadamente la de una garganta. Envuélvala con el dibujo y repita el experimento.Así lo hice, pero las dificultades eran aún mayores.-Esta marca -dije- no es la de una mano humana.-Lea ahora -replicó Dupin- este pasaje de Cuvier.Era una minuciosa descripción anatómica y descriptiva del gran orangután leonado de las islas de la India oriental. La gigantesca estatura, la prodigiosa fuerza y agilidad, la terrible ferocidad y las tendencias imitativas de estos mamíferos son bien conocidas. Instantáneamente comprendí todo el horror del asesinato.-La descripción de los dedos -dije al terminar la lectura-concuerda exactamente con este dibujo. Sólo un orangután, entre todos los animales existentes, es capaz de producir las marcas que aparecen en su diseño. Y el mechón de pelo coincide en un todo con el pelaje de la bestia descrita por Cuvier. De todas maneras, no alcanzo a comprender los detalles de este aterrador misterio. Además, se escucharon dos voces que disputaban y una de ellas era, sin duda, la de un francés.-Cierto, Y recordará usted que, casi unánimemente, los testigos declararon haber oído decir a esa voz las palabras: Mon Dieu! Dadas las circunstancias, uno de los testigos (Montani, el confitero) acertó al sostener que la exclamación tenía un tono de reproche o reconvención. Sobre esas dos palabras, pues, he apoyado todas mis esperanzas de una solución total del enigma. Un francés estuvo al tanto del asesinato. Es posible -e incluso muy probable- que fuera inocente de toda participación en el sangriento episodio. El orangután pudo habérsele escapado. Quizá siguió sus huellas hasta la habitación; pero, dadas las terribles circunstancias que se sucedieron, le fue imposible capturarlo otra vez. El animal anda todavía suelto. No continuaré con estas conjeturas (pues no tengo derecho a darles otro nombre), ya que las sombras de reflexión que les sirven de base poseen apenas suficiente profundidad para ser alcanzadas por mi intelecto, y no pretenderé mostrarlas con claridad a la inteligencia de otra persona. Las llamaremos conjeturas, pues, y nos referiremos a ellas como tales. Si el francés en cuestión es, como lo supongo, inocente de tal atrocidad, este aviso que deje anoche cuando volvíamos a casa en las oficinas de Le Monde (un diario consagrado a cuestiones marítimas y muy leído por los navegantes) lo hará acudir a nuestra casa.Me alcanzó un papel, donde leí:Capturado.-En el Bois de Boulogne, en la mañana del… (la mañana del asesinato), se ha capturado un gran orangután leonado de la especie de Borneo. Su dueño (de quien se sabe que es un marinero perteneciente a un barco maltés) puede reclamarlo, previa identificación satisfactoria y pago de los gastos resultantes de su captura y cuidado. Presentarse al número… calle… Faubourg Saint-Germain… tercer piso.-Pero, ¿cómo es posible -pregunté- que sepa usted que el hombre es un marinero y que pertenece a un barco maltes?-No lo sé -dijo Dupin- y no estoy seguro de ello. Pero he aquí un trocito de cinta que, a juzgar por su forma y su grasienta condición, debió de ser usado para atar el pelo en una de esas largas queues de que tan orgullosos se muestran los marineros. Además, el nudo pertenece a esa clase que pocas personas son capaces de hacer, salvo los marinos, y es característico de los malteses. Encontré esta cinta al pie de la varilla del pararrayos. Imposible que perteneciera a una de las víctimas. De todos modos, si me equivoco al deducir de la cinta que el francés era un marinero perteneciente a un barco maltes, no he causado ningún daño al estamparlo en el aviso. Si me equivoco, el hombre pensará que me he confundido por alguna razón que no se tomará el trabajo de averiguar. Pero si estoy en lo cierto, hay mucho de ganado. Conocedor, aunque inocente de los asesinatos, el francés vacilará, como es natural, antes de responder al aviso y reclamar el orangután. He aquí cómo razonará: «Soy inocente y pobre; mi orangután es muy valioso y para un hombre como yo representa una verdadera fortuna. ¿Por qué perderlo a causa de una tonta aprensión? Está ahí, a mi alcance. Lo han encontrado en el Bois de Boulogne, a mucha distancia de la escena del crimen. ¿Cómo podría sospechar alguien que ese animal es el culpable? La policía está desorientada y no ha podido encontrar la más pequeña huella. Si llegaran a seguir la pista del mono, les será imposible probar que supe algo de los crímenes o echarme alguna culpa como testigo de ellos. Además, soy conocido. El redactor del aviso me designa como dueño del animal. Ignoro hasta dónde llega su conocimiento. Si renuncio a reclamar algo de tanto valor, que se sabe de mi pertenencia, las sospechas recaerán, por lo menos, sobre el animal. Contestaré al aviso, recobraré el orangután y lo tendré encerrado hasta que no se hable más del asunto.»En ese momento oímos pasos en la escalera.-Prepare las pistolas -dijo Dupin-, pero no las use ni las exhiba hasta que le haga una seña.La puerta de entrada de la casa había quedado abierta y el visitante había entrado sin llamar, subiendo algunos peldaños de la escalera. Pero, de pronto, pareció vacilar y lo oímos bajar. Dupin corría ya a la puerta cuando advertimos que volvía a subir. Esta vez no vaciló, sino que, luego de trepar decididamente la escalera, golpeó en nuestra puerta.-¡Adelante! -dijo Dupin con voz cordial y alegre.El hombre que entró era, con toda evidencia, un marino, alto, robusto y musculoso, con un semblante en el que cierta expresión audaz no resultaba desagradable. Su rostro, muy atezado, aparecía en gran parte oculto por las patillas y los bigotes. Traía consigo un grueso bastón de roble, pero al parecer ésa era su única arma. Inclinóse torpemente, dándonos las buenas noches en francés; a pesar de un cierto acento suizo de Neufchatel, se veía que era de origen parisiense.-Siéntese usted, amigo mío -dijo Dupin-. Supongo que viene en busca del orangután. Palabra, se lo envidio un poco; es un magnífico animal, que presumo debe de tener gran valor. ¿Qué edad le calcula usted?El marinero respiró profundamente, con el aire de quien se siente aliviado de un peso intolerable, y contestó con tono reposado:-No podría decirlo, pero no tiene más de cuatro o cinco años. ¿Lo guarda usted aquí?-¡Oh, no! Carecemos de lugar adecuado. Está en una caballeriza de la rue Dubourg, cerca de aquí. Podría usted llevárselo mañana por la mañana. Supongo que estará en condiciones de probar su derecho de propiedad.-Por supuesto que sí, señor.-Lamentaré separarme de él -dijo Dupin.-No quisiera que usted se hubiese molestado por nada -declaró el marinero-. Estoy dispuesto a pagar una recompensa por el hallazgo del animal. Una suma razonable, se entiende.-Pues bien -repuso mi amigo-, eso me parece muy justo. Déjeme pensar: ¿qué le pediré? ¡Ah, ya sé! He aquí cuál será mi recompensa: me contará usted todo lo que sabe sobre esos crímenes en la rue Morgue.Dupin pronunció las últimas palabras en voz muy baja y con gran tranquilidad. Después, con igual calma, fue hacia la puerta, la cerró y guardó la llave en el bolsillo. Sacando luego una pistola, la puso sin la menor prisa sobre la mesa.El rostro del marinero enrojeció como si un acceso de sofocación se hubiera apoderado de él. Levantándose, aferró su bastón, pero un segundo después se dejó caer de nuevo en el asiento, temblando violentamente y pálido como la muerte. No dijo una palabra. Lo compadecí desde lo más profundo de mi corazón.-Amigo mío, se está usted alarmando sin necesidad -dijo cordialmente Dupin-. Le aseguro que no tenemos intención de causarle el menor daño. Lejos de nosotros querer perjudicarlo: le doy mi palabra de caballero y de francés. Estoy perfectamente enterado de que es usted inocente de las atrocidades de la rue Morgue. Pero sería inútil negar que, en cierto modo, se halla implicado en ellas. Fundándose en lo que le he dicho, supondrá que poseo medios de información sobre este asunto, medios que le sería imposible imaginar. El caso se plantea de la siguiente manera: usted no ha cometido nada que no debiera haber cometido, nada que lo haga culpable. Ni siquiera se le puede acusar de robo, cosa que pudo llevar a cabo impunemente. No tiene nada que ocultar ni razón para hacerlo. Por otra parte, el honor más elemental lo obliga a confesar todo lo que sabe. Hay un hombre inocente en la cárcel, acusado de un crimen cuyo perpetrador puede usted denunciar.Mientras Dupin pronunciaba estas palabras, el marinero había recobrado en buena parte su compostura, aunque su aire decidido del comienzo habíase desvanecido por completo.-¡Dios venga en mi ayuda! -dijo, después de una pausa-. Sí, le diré todo lo que sé sobre este asunto, aunque no espero que crea ni la mitad de lo que voy a contarle… ¡Estaría loco si pensara que van a creerme! Y, sin embargo, soy inocente, y lo confesaré todo aunque me cueste la vida.En sustancia, lo que nos dijo fue lo siguiente: Poco tiempo atrás, había hecho un viaje al archipiélago índico. Un grupo del que formaba parte desembarcó en Borneo y penetró en el interior a fin de hacer una excursión placentera. Entre él y un compañero capturaron al orangután. Como su compañero falleciera, quedó dueño único del animal. Después de considerables dificultades, ocasionadas por la indomable ferocidad de su cautivo durante el viaje de vuelta, logró finalmente encerrarlo en su casa de París, donde, para aislarlo de la incómoda curiosidad de sus vecinos, lo mantenía cuidadosamente recluido, mientras el animal curaba de una herida en la pata que se había hecho con una astilla a bordo del buque. Una vez curado, el marinero estaba dispuesto a venderlo.Una noche, o más bien una madrugada, en que volvía de una pequeña juerga de marineros, nuestro hombre se encontró con que el orangután había penetrado en su dormitorio, luego de escaparse de la habitación contigua donde su captor había creído tenerlo sólidamente encerrado. Navaja en mano y embadurnado de jabón, habíase sentado frente a un espejo y trataba de afeitarse, tal como, sin duda, había visto hacer a su amo espiándolo por el ojo de la cerradura. Aterrado al ver arma tan peligrosa en manos de un animal que, en su ferocidad, era harto capaz de utilizarla, el marinero se quedó un instante sin saber qué hacer. Por lo regular, lograba contener al animal, aun en sus arrebatos más terribles, con ayuda de un látigo, y pensó acudir otra vez a ese recurso. Pero al verlo, el orangután se lanzó de un salto a la puerta, bajó las escaleras y, desde ellas, saltando por una ventana que desgraciadamente estaba abierta, se dejó caer a la calle.Desesperado, el francés se precipitó en su seguimiento. Navaja en mano, el mono se detenía para mirar y hacer muecas a su perseguidor, dejándolo acercarse casi hasta su lado. Entonces echaba a correr otra vez. Siguió así la caza durante largo tiempo. Las calles estaban profundamente tranquilas, pues eran casi las tres de la madrugada. Al atravesar el pasaje de los fondos de la rue Morgue, la atención del fugitivo se vio atraída por la luz que salía de la ventana abierta del aposento de madame L’Espanaye, en el cuarto piso de su casa. Precipitándose hacia el edificio, descubrió la varilla del pararrayos, trepó por ella con inconcebible agilidad, aferró la persiana que se hallaba completamente abierta y pegada a la pared, y en esta forma se lanzó hacia adelante hasta caer sobre la cabecera de la cama. Todo esto había ocurrido en menos de un minuto. Al saltar en la habitación, las patas del orangután rechazaron nuevamente la persiana, la cual quedó abierta.El marinero, a todo esto, se sentía tranquilo y preocupado al mismo tiempo. Renacían sus esperanzas de volver a capturar a la bestia, ya que le sería difícil escapar de la trampa en que acababa de meterse, salvo que bajara otra vez por el pararrayos, ocasión en que sería posible atraparlo. Por otra parte, se sentía ansioso al pensar en lo que podría estar haciendo en la casa. Esta última reflexión indujo al hombre a seguir al fugitivo. Para un marinero no hay dificultad en trepar por una varilla de pararrayos; pero, cuando hubo llegado a la altura de la ventana, que quedaba muy alejada a su izquierda, no pudo seguir adelante; lo más que alcanzó fue a echarse a un lado para observar el interior del aposento. Apenas hubo mirado, estuvo a punto de caer a causa del horror que lo sobrecogió. Fue en ese momento cuando empezaron los espantosos alaridos que arrancaron de su sueño a los vecinos de la rue Morgue. Madame L’Espanaye y su hija, vestidas con sus camisones de dormir, habían estado aparentemente ocupadas en arreglar algunos papeles en la caja fuerte ya mencionada, la cual había sido corrida al centro del cuarto. Hallábase abierta, y a su lado, en el suelo, los papeles que contenía. Las víctimas debían de haber estado sentadas dando la espalda a la ventana, y, a juzgar por el tiempo transcurrido entre la entrada de la bestia y los gritos, parecía probable que en un primer momento no hubieran advertido su presencia. El golpear de la persiana pudo ser atribuido por ellas al viento.En el momento en que el marinero miró hacia el interior del cuarto, el gigantesco animal había aferrado a madame L’Espanaye por el cabello (que la dama tenía suelto, como si se hubiera estado peinando) y agitaba la navaja cerca de su cara imitando los movimientos de un barbero. La hija yacía postrada e inmóvil, víctima de un desmayo. Los gritos y los esfuerzos de la anciana señora, durante los cuales le fueron arrancados los mechones de la cabeza, tuvieron por efecto convertir los propósitos probablemente pacíficos del orangután en otros llenos de furor. Con un solo golpe de su musculoso brazo separó casi completamente la cabeza del cuerpo de la víctima. La vista de la sangre transformó su cólera en frenesí. Rechinando los dientes y echando fuego por los ojos, saltó sobre el cuerpo de la joven y, hundiéndole las terribles garras en la garganta, las mantuvo así hasta que hubo expirado. Las furiosas miradas de la bestia cayeron entonces sobre la cabecera del lecho, sobre el cual el rostro de su amo, paralizado por el horror, alcanzaba apenas a divisarse. La furia del orangután, que, sin duda, no olvidaba el temido látigo, se cambió instantáneamente en miedo. Seguro de haber merecido un castigo, pareció deseoso de ocultar sus sangrientas acciones, y se lanzó por el cuarto lleno de nerviosa agitación, echando abajo y rompiendo los muebles a cada salto y arrancando el lecho de su bastidor. Finalmente se apoderó del cadáver de mademoiselle L’Espanaye y lo metió en el cañón de la chimenea, tal como fue encontrado luego, tomó luego el de la anciana y lo tiró de cabeza por la ventana.En momentos en que el mono se acercaba a la ventana con su mutilada carga, el marinero se echó aterrorizado hacia atrás y, deslizándose sin precaución alguna hasta el suelo, corrió inmediatamente a su casa, temeroso de las consecuencias de semejante atrocidad y olvidando en su terror toda preocupación por la suerte del orangután. Las palabras que los testigos oyeron en la escalera fueron las exclamaciones de espanto del francés, mezcladas con los diabólicos sonidos que profería la bestia.Poco me queda por agregar. El orangután debió de escapar por la varilla del pararrayos un segundo antes de que la puerta fuera forzada. Sin duda, cerró la ventana a su paso. Más tarde fue capturado por su mismo dueño, quien lo vendió al Jardin des Plantes en una elevada suma.Lebon fue puesto en libertad inmediatamente después que hubimos narrado todas las circunstancias del caso -con algunos comentarios por parte de Dupin- en el bureau del prefecto de policía. Este funcionario, aunque muy bien dispuesto hacia mi amigo, no pudo ocultar del todo el fastidio que le producía el giro que había tomado el asunto, y deslizó uno o dos sarcasmos sobre la conveniencia de que cada uno se ocupara de sus propios asuntos.-Déjelo usted hablar -me dijo Dupin, que no se había molestado en replicarle-. Deje que se desahogue; eso aliviará su conciencia. Me doy por satisfecho con haberlo derrotado en su propio terreno. De todos modos, el hecho de que haya fracasado en la solución del misterio no es ninguna razón para asombrarse; en verdad, nuestro amigo el prefecto es demasiado astuto para ser profundo. No hay fibra en su ciencia: mucha cabeza y nada de cuerpo, como las imágenes de la diosa Laverna, o, a lo sumo, mucha cabeza y lomos, como un bacalao. Pero después de todo es un buen hombre. Lo estimo especialmente por cierta forma maestra de gazmoñería, a la cual debe su reputación. Me refiero a la manera que tiene de nier ce qui est, et d’ expliquer ce qui n’est pas.FINTraducción de Julio Cortázar
Paulus fue compuesto entre 1834 y 1836; los primeros estudios y planos datan de 1831. El estreno tuvo lugar en el marco del 18º Festival de Música del Bajo Rin el 23 de mayo de 1836 en Düsseldorf.Para Mendelssohn, el estudio de la música sacra era una cuestión del corazón, sólo mantenía correspondencia con su padre Abraham sobre cuestiones que iban mucho más allá de la liturgia y generaban problemas teológicos. Lo familiarizado que estaba el padre de Félix con Pablo se muestra en la carta del 10 de marzo de 1835, que fue escrita poco antes de la muerte de Abraham en noviembre del mismo año.Compuesto por Felix Mendelssohn-Bartholdy con la ayuda de Julius Fürst, (un amigo de la infancia) a partir de las palabras de la Sagrada Escritura, la primera parte de Paulus comienza con la lapidación de San Esteban, en la que Saulo de Tarso ‘se complace’. 💬 Síganos en nuestro canal de Whatsapp aquí.Saulo es un judío respetuoso de la ley que sigue a la comunidad cristiana en Siria. De camino a Damasco, Jesús se le aparece y convierte a Saulo. Saulo queda ciego por tres días: Como discípulo, es bautizado con el nombre de Pablo y se convierte en uno de los principales misioneros del cristianismo.La versión de Paulus, Op. 36 que transmitimos hoy en Canto y Música Coral está a cargo de: Hellen Kwon, Elzbieta Ardam, Hans Peter Blochwitz, Peter Lika, el Ensamble 'Bach' de la Academia Coral Europea y la SWR Symphony Orchestra (La orquesta Sinfónica de Alemania), bajo la dirección de Joshard Daus.Podrá escuchar la obra completa en la nueva edición de Canto y Música Coral este domingo, 19 de mayo a las 9:00 p.m. por la señal en vivo de la HJCK.
Conversamos sobre el recetario "Saboreando la vida", producido en alianza por la Universidad ECCI y el Instituto Nacional de Cancerología. ¿Cómo se gestó este proyecto y en qué consiste?Es un producto elaborado a dos manos dentro del marco de una de las tareas que tienen las universidades y es la del desarrollo de investigaciones. Como universidad tenemos un convenio con el Instituto Nacional de Cancerología en el que nos pidieron desarrollar un producto, un recetario, con recetas agradables, hablando sensorialmente. También debían ser asequibles y que contaran con las caractarísticas nutricionales adecuadas para contribuir en la calidad de vida de niños y niñas que están padeciendo algún tipo de cáncer.El recetario parte del trabajo con grupos focales en dos horages de paso de Bogotá, ¿cómo fue el proceso de investigación e interacción con estos grupos?En esta investigación necesitábamos capturar información de primera mano, de fuentes primarias, para diseñar las recetas y qué mejor fuente que los albergues infantiles de pacientes con estas características que además están asociados al Instituto Nacional de Cancerología.Utilizamos grupos de enfoque para permitir que los participantes dieran sus opiniones, lo hicimos motivando a los padres de familia, a los pacientes y a las personas que trabajan en los albergues a través de escuelitas de gastronomía. En estas actividades se preparaban cosas fundamentales, básicas, orientados por chefs de la Universidad ECCI y paralelamente capturábamos información.El enfoque de este recetario son los pacientes pediátricos oncológicos, ¿cuáles son los retos de aportar a la dieta de este grupo tan específico?El próposito es suministrar el diseño de alimentos para que sean preparados en las casas de los pacientes, que tengan características nutricionales, que no les vayan a causar perjuicios en razón a su enfermedad o tratamiento; el recetario no busca solucionar o curar la enfermedad, es una aclaración necesaria.Ahora, se eligen pacientes oncológicos pediátricos porque la alimentación de los niños y niñas es muy especial, debe ser placentera; en el caso de los pacientes adultos hay más probabilidad de que accedan a ciertos alimentos.Es un libro diseñado como un genérico para la enfermedad y para los síntomas de tratamiento; por ahora, no está enfocado en un cáncer en especial.💬 Síganos en nuestro canal de Whatsapp aquí.Hay unas dificultades que surgen en razón a la enfermedad misma, pero también hay otros síntomas que son propios del tratamiento, por eso la estructura del recetario está ligada a esa tipología de sintómas, como vómito, diarrea, disfagia, estreñimiento, falta de apetito. Si la niña o el niño están pasando por síntomas de disfagia o estreñimiento, por ejemplo, van a encontrar ideas de lo que pueden hacer, recetas ricas en fibra.En relación con los alimentos y productos que componen esta herramienta, cómo pueden variar dependiendo la región del país en la que están los pacientes. Estas recetas no se salen de un presupuesto común y corriente, son recetas económicas. Infortunadamente, existe la idea de que para alimentarse bien durante el tránsito de estas enfermedades se debe recurrir a recetas muy costosas, pero este no es el caso. Uno de los principios de esta investigación es que los alimentos sean de fácil acceso, pero también que fueran regionales.En cuanto a la diferenciación de recetas normales u ortodoxas, tienen un componente hacia la parte de nutrición y un componente muy específico en cuanto a la tipología del síntoma.¿Cuál fue la participación de los estudiantes de Gastronomía o de otros programas de la Universidad ECCI en esta investigación?Este tipo de proyectos no tiene razón si no hay participación activa de los estudiantes. En esta investigación participaron estudiantes de Gastronomía, en la captura de información, en el trabajo con los grupos de enfoque. También participaron estudiantes de Enfermería, porque también hicimos diálogos grupales con personal médico del Instituto Nacional de Cancerología, en los que participaron médicos, enfermeros, fonoaudiólogos, personal de pediatría.En el diseño del libro mismo también tuvieron parte estudiantes de Publicidad y mercadeo, en el registro visual, en la fotografías. Se anima a los estudiantes a que participen en este tipo de proyectos.¿Cómo incentivar todavía más la participación de estudiantes en proyectos sociales?El mismo objetivo y el próposito cuando es social es suficiente motivador para los estudiantes, es muy interesante para ellos ver que están contribuyendo en algo tangible, algo real, que es útil directamente para la sociedad; que no queda difuso entre el hacer, la apropiación y la utilización en la sociedad.La generación actual es bastante inquieta frente a los problemas sociales. Yo estoy convencido de que cuando ellas y ellos ven estos propósitos sociales se motivan bastante.¿Cómo puede acceder la gente a este recetario?Al ser un producto de investigación, pero con una perspectiva de proyección social, este recetario es completamente gratuito. Se encuentra en la página web del Instituto Nacional de Cancerología y también de la Universidad ECCI. En ambos accesos hay un repositorio donde se puede descargar en PDF gratuitamente.El libro es muy ameno, las recetas están organizadas por sintómas, que a su vez se especifícan por comidas princiaples como lo son el desayuno, almuerzo y cena. También hay otro tipo de recetas para ocasiones especiales.Acceda a este libro haciendo clic aquí. 🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
"El ejército ruso ha aniquilado las ciudades ucranianas. Ha exterminado sobre todo la cultura", denunció Loznitsa anoche al presentar el filme, fuera de competición, en las sesiones especiales de certamen de la Costa Azul gala, acompañado por parte de su equipo y por el delegado general del festival, Thierry Frémaux.La guerra lleva presente en Europa "desde hace diez años", recordó el también realizador del exitoso documental 'Maidan' sobre los disturbios civiles de 2013 y 2014 en la plaza central de Kiev, en referencia a que las agresiones rusas comenzaron hace mucho más de dos años, con la anexión unilateral de la península de Crimea en 2014.Pero a comienzos de 2022, enfatizó el director, el conflicto adoptó un "carácter extremadamente salvaje" con la invasión del país a gran escala por parte del régimen de Vladímir Putin.Fue ese mismo año cuando Loznitsa se embarcó en el rodaje de The Invasion, un camino que en cierta medida concluyó anoche, en la tercera jornada de la 77 edición del Festival de Cannes, mostrando al público el "dolor inconmensurable" de todos los ucranianos. "Contamos hoy con compartir ese dolor con vosotros", dijo Loznitsa.💬 Síganos en nuestro canal de Whatsapp aquí.La vida interrumpida por las alarmas antiaéreasYa desde su introducción, con imágenes de funerales de soldados caídos en la defensa de Ucrania, The Invasion obliga a recordar que la guerra continúa, a pesar de que su peso en titulares haya decaído, y el impacto que eso tiene en millones de personas todos los días.Loznitsa, fiel a su estilo de planos generales estáticos y pacientes en los que la acción se va revelando por sí misma, bucea en todo tipo de escenas de lo cotidiano de su país.Es un día a día que a veces queda completamente transformado por la presencia permanente del conflicto, pero que en otras ocasiones, a fuerza de costumbre, prosigue solo sutilmente trastocado por la guerra.En las bodas, los novios van vestidos con su uniforme militar. En las calles se reparten víveres indispensables. En las escuelas, los niños dibujan tanques y las profesoras intentan continuar con su lección con normalidad, aunque tengan que dar la clase en refugios antiaéreos por la amenaza de las bombas rusas.Hasta en las librerías, los dependientes invitan tranquilamente a los clientes a salir del local porque han sonado las alarmas y hay que ponerse a cubierto.El realizador ucraniano muestra también que los libros han sido, de hecho, una parte significativa de la guerra al nivel cultural, a través de imágenes de la destrucción de cientos de ejemplares firmados por autores rusos o relativos esa cultura -ni Dostoyevski se salva-, en un intento de reafirmar la identidad ucraniana frente al invasor.De vuelta al nivel más humano de las consecuencias de la guerra, Loznitsa también visita un centro de rehabilitación en el que hombres y mujeres con miembros amputados aprenden a vivir con sus nuevas extremidades ortopédicas y muestra cómo sus compatriotas de fe cristiana ortodoxa continúan con los tradicionales baños helados triples para conmemorar el bautismo de Cristo.Las imágenes de los bombardeos están presentes, pero son siempre de los momentos posteriores. Es decir, no están las explosiones, pero sí sus consecuencias.Y es que a Loznitsa no le ha interesado hacer un documental sobre el frente de batalla -al estilo, por ejemplo, de la oscarizada este año 20 Days in Mariupol ('20 días en Mariúpol')-, sino sobre todo el dolor del pueblo que se encuentra detrás.🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
El filme, que lleva más de un mes en las carteleras, muestra no solo la distancia cultural, sino también la falta de acceso para entender cómo se percibe la realidad en las comunidades más alejadas del territorio andino peruano."En este país llamado Perú existen varias naciones y, por ende, somos culturas diferentes, me parece que todavía eso no se entiende", declaró Tito Catacora.El codirector, quien quedó a cargo del proyecto tras la muerte repentina de su sobrino Oscar durante el rodaje de la película, señaló que la obra busca mostrar "que el ser humano es cada vez más egocéntrico y piensa que la naturaleza está para dominarla y explotarla"."Nuestra cultura originaria considera que en este mundo nada es inerte, una piedra no es un objeto, sino que tiene vida", aseguró antes de añadir que, desde esa lógica, "el trato es distinto" en la relación con el mundo.El nuevo cine peruano'Yana Wara', que va por su quinta semana en cines a nivel nacional, se describe como una película de arte. "Hacemos este tipo de obras con la finalidad de que el espectador pueda reflexionar y proponer soluciones a los problemas que abordamos", sostuvo Catacora.La elección de lugares, el extenso territorio altiplánico, la lengua aimara como idioma principal en la película y la propuesta visual en blanco y negro, fueron hechas en conjunto por sus directores; sin embargo, el corte final fue liderado por Tito.La etapa de rodaje y edición llevó a que Tito pueda darle un toque más "racionalista y atrevido", lo que hizo que 'Yana Wara' tomara otro rumbo al que Oscar hubiera elegido."Obviamente yo soy más racionalista, a diferencia de Oscar, que era más emotivo. Si él hubiera culminado la película sería distinta. Pero creo que no se ha perdido el espíritu, eso se conserva" añadió.💬 Síganos en nuestro canal de Whatsapp aquí.El Perú distanteAunque la ausencia de Oscar fue determinante en la elaboración final de 'Yana Wara', la propuesta de hacer un cine 'diferente', que revele la esencia y reivindique a la cosmovisión andina, es algo que perdura tras su muerte."Nosotros, los pueblos originarios, al estar aislados adolecemos de muchos servicios, educación, salud o incluso orden interno, pero no podemos hacer nada" comentó Tito.Aludió de esa manera a las circunstancias de la muerte de Oscar, quien sufrió una apendicitis en un lugar remoto de los Andes sin servicios de salud, una circunstancia que al igual que sus personajes de ficción lo condujo a la muerte."Un día antes estábamos grabando y es algo raro, pero es lo que ha ocurrido", comentó Tito, quien junto a su familia y el equipo técnico de la película trabajaba con Oscar."He evitado comentar lo que pasó exactamente, porque no soy médico, nosotros somos más pragmáticos, por más que se hable de mi sobrino y se realicen homenajes, mi sobrino no va volver", remarcó.Tito agregó que "solo sus familiares" lo llevan "en el corazón" y para ellos "él ya es como un dios menor". Reconoció, además, que "hacer cine es difícil" en Perú, aunque el legado que construyeron con Oscar es algo que desea continuar. "Seguiremos hasta donde tengamos las posibilidades", prometió. Añadió que, en 'Yana Wara', se puede ver el contraste entre lo místico y lo humano, la visión andina y la de ciudades como Lima Metropolitana.Se menciona, por ejemplo, a personajes fantásticos como el 'Anchanchu', un espíritu maligno que es considerado dueño de la riqueza, y al que muchos mineros se encomiendan por oro y plata. "Nosotros pensamos que, para dar a conocer nuestra visión, era necesario tratar sobre los espíritus malignos", dijo Catacora.A partir de eso, sus directores incorporaron otros temas, como la violencia de género, la medicina andina y la justicia comunal."Para nosotros hablar del 'Anchanchu' no es ningún mito ni algo fantasioso, sino es algo real y tangible, yo mismo los he escuchado y sé cómo se expresan, alguien me dirá que estoy delirando, pero no es así", concluyó.No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
El cantautor cubano Silvio Rodríguez lanzará en junio Quería Saber, su primera producción discográfica en tres años y en la que incluye temas compuestos durante este "maltrecho" siglo, informaron este jueves sus estudios Ojalá."El próximo viernes, 7 de junio, se presentará en las principales plataformas digitales de música el álbum Quería saber, de Silvio Rodríguez", señaló Ojalá en un comunicado publicado en el blog Zurrón del Aprendiz, del famoso artista.Según Ojalá, antes del lanzamiento, los seguidores de Rodríguez, de 77 años y fundador de la Nueva Trova Cubana, podrán disponer de dos sencillos: Quería saber, el 24 de mayo, y América, siete días después.Es el 22º disco de la extensa carrera de Rodríguez, autor de temas antológicos como La era está pariendo un corazón y Ojalá.💬 Síganos en nuestro canal de Whatsapp aquí.La única canción del disco "que no es de este siglo" es "Tonada para dos poemas de Rubén Martínez Villena", un destacado escritor y revolucionario cubano que vivió entre 1899 y 1934, cuya música compuso a principios de la década de 1970."Las demás canciones, las actuales, las canté en muchos conciertos de barrio, y creo que son como este joven y maltrecho siglo, al que espero que un buen día le crezcan alas", afirma Rodríguez en el comunicado, refiriéndose a los más de 100 recitales que realizó entre 2010 y 2020 para llevar su música a los barrios más humildes del país.El artista también reflexiona sobre el título del álbum: "Es difícil ponerle nombre a un disco"."Primero iba a ser Canciones del siglo XXI (menos una). Después pensé en Después. Por último, me he decidido por Quería saber. Aunque quizá debería llamarse Quiero saber, porque eso es lo que me mueve", apuntó.Su última producción discográfica data de 2021 cuando presentó Silvio Rodríguez con Diákara, según Zurrón del Aprendiz.🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.