En las sombras de las sierras mexicanas, donde el tiempo parece suspenderse entre murmullos de viento y un silencio que pesa como las piedras de un camposanto, Juan Rulfo cinceló un universo literario y visual que no tiene parangón. Fue un artesano del silencio, un orfebre de lo no dicho, y un testigo inédito de la aridez del alma humana. A través de su obra literaria —limitada en cantidad pero desbordante en intensidad— y de su trabajo fotográfico, Rulfo no solo capturó la esencia de un país que también es un estado del alma, sino que redefinió los contornos de lo posible en la literatura latinoamericana.El límite entre la vida y la muerte: "Pedro Páramo" y "El Llano en llamas"En 1955, Juan Rulfo publicó Pedro Páramo, una novela que se despliega como un sueño febril, una alucinación colectiva donde los muertos hablan, los vivos parecen espectros, y el tiempo se descompone en fragmentos imposibles de reconstruir linealmente. La novela es un palimpsesto de voces que se entrelazan para narrar la historia de Comala, un pueblo tan muerto como sus habitantes. Rulfo describió este lugar como "un pedazo de infierno", una metáfora que encapsula no solo el paisaje físico sino también el peso emocional de un mundo devastado por la ambición, el abuso de poder y la soledad.La innovación de Rulfo no radica solo en su estructura narrativa, que desafió las convenciones de su tiempo, sino en la profundidad psicológica y metafísica que alcanzó. "Yo sólo quise decir que todos estamos muertos", dijo en una entrevista, una frase que resuena como una clave hermenéutica de su obra. En Pedro Páramo, el lector no encuentra un consuelo fácil; en cambio, se enfrenta a una meditación sobre la futilidad de la existencia y el peso ineludible del pasado.Por otro lado, El Llano en llamas (1953), una colección de cuentos publicada dos años antes de la novela, es un mosaico de historias donde el paisaje desolado del México rural se convierte en un protagonista más. Cuentos como "Diles que no me maten" y "Es que somos muy pobres" destilan una economía narrativa que recuerda al mejor Hemingway, pero con una raíz profundamente mexicana. En estos relatos, los personajes —campesinos, migrantes, hombres y mujeres al margen de la historia— son retratados con una compasión que no excluye la dureza. "Lo que me interesa es que el lector descubra lo que hay más allá de las palabras", dijo alguna vez, y en estos cuentos lo logra con una precisión quirúrgica.💬 Síganos en nuestro canal de WhatsApp aquíLa mirada que captura el alma: Rulfo y la fotografíaSi sus textos eran una meditación sobre la muerte y la soledad, su trabajo fotográfico se alinea con esa misma obsesión. Durante décadas, Rulfo recorrió México con una cámara en mano, documentando paisajes, rostros y momentos que condensan una profundidad emocional y simbólica equiparable a la de sus cuentos y su novela. Sus fotografías no son meras ilustraciones de una realidad; son interpretaciones de ella. En blanco y negro, con contrastes marcados y composiciones que privilegian el vacío tanto como la presencia, Rulfo construyó un corpus visual que dialoga con su obra literaria.Retrató campesinos que parecían llevar el peso del tiempo sobre sus espaldas, niños que miraban al lente con una mezcla de curiosidad y desconfianza, y paisajes despojados donde la soledad se vuelve casi tangible. Al igual que en su literatura, la fotografía de Rulfo está cargada de silencios. Cada imagen invita al espectador a llenarlos, a imaginar las historias no contadas de esos rostros y lugares.El impacto de una voz contenidaRulfo escribió poco, pero su impacto fue desproporcionado. La publicación de Pedro Páramo no solo marcó un hito en la literatura mexicana, sino que también influyó a generaciones de escritores latinoamericanos y más allá. Gabriel García Márquez confesó que después de leer la novela de Rulfo no pudo escribir durante meses, paralizado por la perfección de la obra. "Rulfo no escribe; murmura", dijo alguna vez el autor colombiano, una frase que captura la esencia de una prosa que seduce por su austeridad y su lirismo.Más allá de la esfera literaria, su influencia también se siente en el cine, la música y las artes visuales. Su visión de México, tanto en palabras como en imágenes, contribuyó a moldear una comprensión del país que trasciende fronteras y generaciones. En un tiempo donde la cantidad a menudo eclipsa la calidad, la obra de Rulfo es un recordatorio de que la economía de medios puede ser un camino hacia la profundidad y la trascendencia.Rulfo en su propio silencioQuizá una de las mayores paradojas de Juan Rulfo es que su vida fue tan contenida como su obra. Rehuía las entrevistas, rara vez explicaba sus intenciones y prefería que sus textos hablaran por sí mismos. En un mundo cada vez más ruidoso, su figura resalta como una anomalía: un creador que comprendía el poder del silencio y lo utilizó como herramienta artística. "Escribir es una forma de silencio", dijo alguna vez, y en su caso, este silencio sigue resonando con una fuerza que pocos han logrado igualar.Juan Rulfo no necesita volúmenes interminables para trascender. Su legado, como las ruinas de un pueblo fantasma, sigue invitando a quienes se acercan a escucharlo con el oído atento y el corazón abierto. En ese eco que persiste está la grandeza de su obra.🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera. Le apreté sus manos en señal de que lo haría, pues ella estaba por morirse y yo en un plan de prometerlo todo. "No dejes de ir a visitarlo -me recomendó. Se llama de este modo y de este otro. Estoy segura de que le dará gusto conocerte." Entonces no pude hacer otra cosa sino decirle que así lo haría, y de tanto decírselo se lo seguí diciendo aun después de que a mis manos les costó trabajo zafarse de sus manos muertas.Todavía antes me había dicho:-No vayas a pedirle nada. Exígele lo nuestro. Lo que estuvo obligado a darme y nunca me dio...El olvido en que nos tuvo, mi hijo, cóbraselo caro.-Así lo haré, madre.Pero no pensé cumplir mi promesa. Hasta que ahora pronto comencé a llenarme de sueños, a darle vuelo a las ilusiones. Y de este modo se me fue formando un mundo alrededor de la esperanza que era aquel señor llamado Pedro Páramo, el marido de mi madre. Por eso vine a Comala.Era ese tiempo de la canícula, cuando el aire de agosto sopla caliente, envenenado por el olor podrido de las saponarias.El camino subía y bajaba: "Sube o baja según se va o se viene. Para el que va, sube; para él que viene, baja".-¿Cómo dice usted que se llama el pueblo que se ve allá abajo?-Comala, señor.-¿Está seguro de que ya es Comala?-Seguro, señor.-¿ Y por qué se ve esto tan triste?-Son los tiempos, señor.Yo imaginaba ver aquello a través de los recuerdos de mi madre; de su nostalgia, entre retazos de suspiros. Siempre vivió ella suspirando por Comala, por el retorno; pero jamás volvió. Ahora yo vengo en su lugar. Traigo los ojos con que ella miró estas cosas, porque me dio sus ojos para ver: "Hay allí, pasando el puerto de Los Colimotes, la vista muy hermosa de una llanura verde, algo amarilla por el maíz maduro. Desde ese lugar se ve Comala, blanqueando la tierra, iluminándola durante la noche." Y su voz era secreta, casi apagada, como si hablara consigo misma... Mi madre.-¿Y a qué va usted a Comala, si se puede saber? -oí que me preguntaban.-Voy a ver a mi padre contesté.-¡Ah! - dijo él.Y volvimos al silencio.Caminábamos cuesta abajo, oyendo el trote rebotado de los burros. Los ojos reventados por el sopor del sueño, en la canícula de agosto.-Bonita fiesta le va a armar -volví a oír la voz del que iba allí a mi lado-. Se pondrá contento de ver a alguien después de tantos años que nadie viene por aquí.Luego añadió:-Sea usted quien sea, se alegrará de verlo.💬 Síganos en nuestro canal de WhatsApp aquíEn la reverberación del sol, la llanura parecía una laguna transparente, deshecha en vapores por donde se traslucía un horizonte gris. Y más allá, una línea de montañas. Y todavía más allá, la más remota lejanía.-¿Y qué trazas tiene su padre, si se puede saber?-No lo conozco -le dije-. Sólo sé que se llama Pedro Páramo.-¡Ah!, vaya.-Sí, así me dijeron que se llamaba.Oí otra vez el "¡ah!" del arriero. Me había topado con él en Los Encuentros, donde se cruzaban varios caminos. Me estuve allí esperando, hasta que al fin apareció este hombre.-¿A dónde va usted? -le pregunté.-Voy para abajo, señor.-¿Conoce un lugar llamado Comala?-Para allá mismo voy.Y lo seguí. Fui tras él tratando de emparejarme a su paso, hasta que pareció darse cuenta de que lo seguía disminuyó la prisa de su carrera. Después los dos íbamos tan pegados que casi nos tocábamos los hombros.-Yo también soy hijo de Pedro Páramo -me dijo.Una bandada de cuervos pasó cruzando el cielo vacío, haciendo cuar, cuar, cuar. Después de trastumbar los cerros, bajamos cada vez más. Habíamos dejado el aire caliente allá arriba y nos íbamos hundiendo en el puro calor sin aire. Todo parecía estar como en espera de algo.-Hace calor aquí -dije.-Sí, y esto no es nada me contestó el otro-. Cálmese. Ya lo sentirá más fuerte cuando lleguemos a Comala. Aquello está sobre las brasas de la tierra, en la mera boca del infierno. Con decirle que muchos de los que allí se mueren, al llegar al infierno regresan por su cobija.-¿Conoce usted a Pedro Páramo? - le pregunté.Me atreví a hacerlo porque vi en sus ojos una gota de confianza.-¿Quién es? -volví a preguntar.-Un rencor vivo -me contestó él.Y dio un pajuelazo contra los burros, sin necesidad, ya que los burros iban mucho más adelante de nosotros, encarrerados por la bajada.Sentí el retrato de mi madre guardado en la bolsa de la camisa, calentándome el corazón, como si ella también sudara. Era un retrato viejo, carcomido en los bordes; pero fue el único que conocí de ella. Me lo había encontrado en el armario de la cocina, dentro de una cazuela llena de yerbas: hojas de toronjil, flores de Castilla, ramas de ruda. Desde entonces lo guardé. Era el único. Mi madre siempre fue enemiga de retratarse. Decía que los retratos eran cosa de brujería. Y así parecía ser.; porque el suyo estaba lleno de agujeros como de aguja, y en dirección del corazón tenía uno muy grande, donde bien podía caber el dedo del corazón.Es el mismo que traigo aquí, pensando que podría dar buen resultado para que mi padre me reconociera.-Mire usted -me dice el arriero, deteniéndose- ¿Ve aquella loma que parece vejiga de puerco? Pues detrasito de ella está la Media Luna. Ahora voltié para allá. ¿Ve la ceja de aquel cerro? Véala. Y ahora voltié para este otro rumbo. ¿Ve la otra ceja que casi no se ve de lo lejos que está? Bueno, pues eso es la Media Luna de punta a cabo. Como quien dice, toda la tierra que se puede abarcar con la mirada. Y es de él todo ese terrenal. El caso es que nuestras madres nos malparieron en un petate aunque éramos hijos de Pedro Páramo. Y lo más chistoso es que él nos llevó a bautizar. Con usted debe haber pasado lo mismo, ¿no?-No me acuerdo.-¡Váyase mucho al carajo!-¿Qué dice usted ?-Que ya estamos llegando, señor.-Sí, ya lo veo. ¿ Qué pasó por aquí ?-Un correcaminos, señor. Así les nombran a esos pájaros.-No, yo preguntaba por el pueblo, que se ve tan solo, como si estuviera abandonado. Parece que no lo habitara nadie.-No es que lo parezca. Así es. Aquí no vive nadie.-¿Y Pedro Páramo?-Pedro Páramo murió hace muchos años.Era la hora en que los niños juegan en las calles de todos los pueblos, llenando con sus gritos la tarde. Cuando aun las paredes negras reflejan la luz amarilla del sol.Al menos eso había visto en Sayula, todavía ayer a esta misma hora. Y había visto también el vuelo de las palomas rompiendo el aire quieto, sacudiendo sus alas como si se desprendieran del día. Volaban y caían sobre los tejados, mientras los gritos de los niños revoloteaban y parecían teñirse de azul en el cielo del atardecer.Ahora estaba aquí, en este pueblo sin ruidos. Oía caer mis pisadas sobre las piedras redondas con que estaban empedradas las calles. Mis pisadas huecas, repitiendo su sonido en el eco de las paredes teñidas por el sol del atardecer.Fui andando por la calle real en esa hora. Miré las casas vacías; las puertas desportilladas, invadidas de yerba. ¿Cómo me dijo aquel fulano que se llamaba esta yerba? " La capitana, señor. Una plaga que nomás espera que se vaya la gente para invadir las casas. Así las verá usted. "Al cruzar una bocacalle vi una señora envuelta en su rebozo que desapareció como si no existiera. Después volvieron a moverse mis pasos y mis ojos siguieron asomándose al agujero de las puertas. Hasta que nuevamente la mujer del rebozo se cruzó frente a mí.🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
Así lo dio a conocer el ministro de la Secretaría de Políticas Lingüísticas (SPL), Javier Viveros, quien destacó que se trata de una de las obras fundamentales de la narrativa latinoamericana del siglo XX, traducida a más de 50 idiomas.A la poeta paraguaya Susy Delgado le llevó medio año traducir esta novela precursora del "boom" latinoamericano.Viveros resaltó la importancia de esta iniciativa, que busca llevar la creación de Rulfo "hasta una de las lenguas americanas más vigorosas de la actualidad"."Constituye un gesto político de afirmación de una lengua que, a pesar de su innegable vitalidad en el habla del pueblo, sufrió profundas discriminaciones durante muchos años", agregó Viveros, al responder por vía escrita un cuestionario.El funcionario refirió que los defensores del guaraní "tuvieron que realizar largas luchas para conquistar, paso a paso, el estatus que hoy tiene, como lengua cooficial" de Paraguay, en igualdad de condiciones con el castellano."Como vehículo de la antigua cultura guaraní, es la lengua de la resistencia de su pueblo y la lengua de confianza y de los afectos de los paraguayos", destacó.Para Viveros, el guaraní aporta "sus particularidades estructurales y gramaticales" a la obra del escritor mexicano."Pero, asimismo, descubre sus asombrosos parentescos con el castellano mexicano de Juan Rulfo. El guaraní es una lengua construida con la densidad de lo breve, lo que se emparenta con el lenguaje de Rulfo", agregó. "Con estas traducciones -puntualizó-, la lengua guaraní incorpora giros, tonos, estilos".También consideró que con este proyecto, el guaraní "planta la bandera en nuevos territorios verbales, conquistados gracias a los desafíos y las exigencias de la compleja tarea que entraña la traducción".💬 Síganos en nuestro canal de WhatsApp aquíPara difundir la versión de 'Pedro Páramo' en guaraní se donarán ejemplares a bibliotecas públicas en el país y se enviarán algunos de estos libros a estudiosos en el exterior.También se han preparado videos de personas leyendo párrafos en guaraní de la novela de Rulfo.Otras obras como 'Don Quijote de la Mancha', de Miguel de Cervantes, y 'La familia de Pascual Duarte", de Camilo José Cela, así como "La metamorfosis", del checo Franz Kafka, han sido traducidas al guaraní.La intención en adelante, según el ministro, es ampliar la tarea y para ello están en el trabajo de traducción de la serie de historietas francesa 'Astérix el galo'.El objetivo -apuntó Viveros- es demostrar que el "guaraní paraguayo está a la altura del diálogo con otras lenguas de prestigio y que no carece de lo necesario para decir la literatura que se ha dicho en esas otras lenguas".🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
El compilador del libro, José Luis Iturrioz, dice este sábado a Efe que la publicación es un intento para que la obra rulfiana también esté al alcance de quienes hablan lenguas originarias, pues desde hace años ha sido traducida a otros idiomas, pero se había dejado de lado a los lectores de estas comunidades.“Rulfo ha sido traducido a muchas lenguas, pero no a lenguas originarias de América y de México. El año 2017 se cumplió el centenario del nacimiento de este escritor, y pensé que sería justo celebrarlo de una manera original”, explicó en entrevista.La traducción adquiere un significado especial por la labor indigenista de Rulfo (1917-1986), quien durante 23 años trabajó en el Instituto Nacional Indígena (INI) y en los años 80 dirigió su labor editorial, de acuerdo con el Gobierno de México.Un cuento sobre el pueblo“Nos han dado la tierra” es un cuento que forma parte del libro “El Llano en llamas”, de Juan Rulfo, quien devela con maestría el sentir del pueblo mexicano ante las injusticias y la desesperanza.Iturrioz consideró que el ambiente rural, los problemas sociales y la escritura costumbrista reflejados en los cuentos de Rulfo son producto del tiempo que el narrador pasó entre las comunidades indígenas y los pueblos mexicanos, por lo que era justo que tuvieran acceso a ellos.“(Rulfo) fue fotógrafo y observador de la vida y las costumbres tradicionales, oyendo la narrativa oral de estos pueblos, aunque fuera en castellano. Cuando los indígenas leen a Rulfo sienten que se trata de un escritor propio, que narra de una manera que les resulta cercana”, señaló.El libro, que se titula igual que el cuento rulfiano “Nos han dado la tierra”, forma parte de la colección “Literatura en Lenguas Originarias de América. Miguel León Portilla” de la Editorial Universidad de Guadalajara, de la que Iturrioz es coordinador.Una diversidad lingüística En México, más de 7,3 millones de personas hablan alguna de las 68 lenguas indígenas reconocidas por el país, lo que representa el 6 % de la población total, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).El cuento de Rulfo fue traducido a lenguas que reflejan la diversidad cultural en el país, como la wixárika, el cora, el purépecha, el mixe, el ch'ol, el tlapaneco, el tutunaku, otomí y el mazahua, además de contener la versión original en castellano.Los textos fueron realizados por jóvenes hablantes de las lenguas indígenas que participaron en el Diplomado de traducción de la organización “Witsili: Lenguas Indígenas Mexicanas”, conformado por académicos universitarios y jóvenes indígenas migrantes residentes en la ciudad mexicana de Guadalajara.Iturrioz contó que tuvieron la tarea de traducir el cuento de Rulfo a sus respectivas lenguas, pero no solo desde la perspectiva académica, sino que debieron integrar su cosmovisión y consultar a los expertos en narración oral de sus comunidades.“Fue uno de los retos que tuvimos. Acordamos que la traducción fuera orientada a la lengua y la cultura metas, no una traducción apegada al original, para que los lectores sintieran el cuento como propio. Hay árboles y paisajes en el cuento de Rulfo que no corresponden a los de cada comunidad, pero sobre todo cambian los valores simbólicos”, explicó.Agregó que una de las intenciones es que esta publicación llegue a las comunidades indígenas mediante los diversos programas de promoción de la lectura.El libro es distribuido por la Editorial Universidad de Guadalajara en formato digital y por la Librería Carlos Fuentes en formato impreso desde sus páginas web.Conéctese con la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.