Cómo narrar lo que ha sido contado tantas veces. Cómo contar la historia de un hombre que también atravesaría la historia de un país. Hace cien años nació en Bogotá Álvaro Castaño Castillo. Su nombre sería escrito en decenas de premios, medallas y diplomas. Si cuando pensamos en el nacimiento de la televisión en Colombia el nombre de Gustavo Rojas Pinilla viene a nuestra mente, el de Castaño llegaría al pensar en la radio.
Sin embargo, no queremos hablar de sus datos biográficos: que estudio derecho e hizo parte del grupo fundacional de la Universidad de Los Andes, por ejemplo. La mayoría de los perfiles que se han hecho sobre Castaño narran muy bien su vida, pero, sobre todo, su obra: la creación de la primera emisora cultural de Colombia, la HJCK.
Pensamos durante mucho tiempo cómo hablar de un hombre que toda su vida la dedicó a los medios y, además, la expuso en ellos. Junto a Gloria Valencia de Castaño, el papel de Álvaro fue fundamental en la cultura del país. Pero eso, supongo, ustedes ya lo saben. Por eso quisimos contar otra historia. Una historia que parecía desperdigada por los archivos de la HJCK y es la relación íntima y casi estrafalaria que tuvo con la literatura.
A lo largo de su vida, Álvaro cosechó amistades sinceras y profundas en las que la literatura fue siempre un movimiento hacia los otros, una forma de habitar el mundo y de conectar con gente nueva. Su amor confeso por Gabriel García Márquez y su admiración por Borges, fueron siempre un insumo inagotable para conversaciones que podrían ser eternas.
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Los micrófonos abiertos, las cámaras y las declaraciones públicas son un punto de encuentro fácil para recordar a Álvaro. Sin embargo, la intimidad fue siempre su mejor momento. Así lo recordamos, entre anécdotas de sus amigos y su amor por la literatura. Así celebramos los cien años de Álvaro Castaño.