Esta es la historia del herbario de Emily Dickinson, del que ahora Harvard es dueño y lo tiene con acceso libre. Cuando tenía 14 años la poeta comenzó a recolectar flores que después prensaba. Clasificó más de 400 especímenes. De este modo, accedió a la ciencia de forma sinuosa, como tenían que hacerlo las mujeres de la época, poniendo el arte al servicio de la botánica para salvar los obstáculos de la moral victoriana.