Para Sixto, primero fue la fama. Él, un cantautor de Detroit y de ascendencia mexicana, de melena larga y tez oscura, a principios de los años setenta grabó dos álbumes para el sello Sussex que le valieron soberbias comparaciones con un prometedor Bob Dylan. Su voz cantaba a todo lo que le inspirara: las injusticias, la desigualdad social, el amor, e incluso, el racismo. Después vino el silencio. Pero a él no le desvelaba la idea de estar en un estudio.
El índice de ventas de Cold Fact y Coming From Reality resultó un fracaso rotundo e inesperado para la compañía. Los críticos musicales vapulean al cantautor sin piedad. Rodriguez fue despedido de forma fulminante. Desapareció del mapa. Nunca más se supo de él. Ni de su música. Tiempo después, el rumor de su muerte se extendió como pólvora: Sixto, apuntando una pistola en su sien, se ha suicidado en medio de un concierto.
Was it a huntsman or a player/ That made you pay the cost/ That now assumes relaxed positions/ And prostitutes your loss? (¿Fue un cazador o un jugador?/ Que te hizo pagar el costo/ Que ahora asume posiciones relajadas/ ¿Y prostituye tu pérdida?)
Aunque pareciera que sus composiciones hubieran sido sepultadas por el tiempo, al cabo de unos años su obra acabó encontrando a sus perfectos interlocutores muy lejos de casa: en Sudáfrica. Aunque eran años intensos al sur de ese continente y Nelson Mandela estaba preso hace ya casi dos décadas en una celda de hormigón en la isla de Robben, las canciones de Rodriguez se convirtieron en la voz del movimiento antiapartheid sin que el artista fuera consciente del inesperado destino que había alcanzado su mensaje en una botella y sin que los sudafricanos que coreaban sus temas frente a la opresión supieran que el poeta, dueño de esa guitarra, vivía del otro lado del océano.
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Durante casi treinta años, Rodriguez nunca tuvo noticias de su éxito y jamás recibió ni un dólar. La investigación sacó a la luz que el dueño de la compañía discográfica cobraba las regalías de las ventas en Sudáfrica, pero nunca llegaron a los bolsillos del artista.
En ese momento comenzaron a circular las copias piratas de mano en mano y el boca a boca hizo crecer la popularidad del poeta estadounidense de ascendencia latina que cantaba "Sugar man". La canción en primera persona relata la desidia y la opresión de un hombre de a pie que a cambio de sus monedas quiere recuperar los colores de sus sueños. Su voz inspiró a músicos locales como Koos Kombuis o Willem Möller, que se convirtieron en iconos de la revolución musical Afrikaan, que encabezó la lucha de los negros.
Silver magic ships, you carry/ jumper coke, sweet mary jane (en mágicos barcos plateados llevas/ coca, dulce marihuana)
A mediados de los años '90s, Mandela ya había recuperado su libertad, se había abolido el Apartheid y en aras de unificar a un país desvencijado y dividido durante décadas, Sudáfrica había organizado el Mundial de Rugby en 1995. En marzo de ese año, Sixto Rodriguez, ahora hecho una leyenda, aterrizó en Ciudad del Cabo e hizo una gira de seis conciertos por todo el país con entradas agotadas. "Gracias por mantenerme vivo", le dijo a su público.
La historia de este héroe desconocido inspiró en 2012 al cineasta sueco Malik Bendjelloul a recorrer la senda de su música e ir tras las pistas de su paradero. Esa búsqueda se reune en el documental Searching for Sugar Man, galardonado ese año con un premio Oscar al mejor documental y un premio BAFTA. Además de su valor fílmico, el documental sobresale por la calidad de la música del protagonista, cuyas letras proféticas pasarán a formar parte del imaginario sonoro. Ha sido una joya indispensable sobre el éxito, el fracaso y la música como arte universal. Una historia cautivadora que merecía ser contada.
Dos años después, Bendjelloul fue encontrado muerto en su departamento de Estocolmo sin signos de violencia: se había suicidado. En tanto, Sixto Rodriguez realizó giras por Sudáfrica y Australia, donde su música también era muy popular. Aunque ese año hizo más de 40 shows alrededor de todo el mundo, necesitaba ayuda para ponerse frente al micrófono por culpa de un glaucoma avanzado. En la actualidad tiene 78 años y vive en su modesta casa, en el barrio de siempre, en Detroit; porque al final: ¿qué es la fama?