"El amor no es posesión y dominio del otro sino aceptación de su alteridad", escribió en La agonía del Eros Byung-Chul Han —filósofo de origen coreano y profesor de Filosofía y Estudios culturales en la Universidad de las Artes de Berlín— sobre el análisis de las sociedades contemporáneas y la fuerza que las cohesiona. Este postulado, que pareciera ser tan aceptable para la razón e incluso para el corazón, hoy parece desvanecerse mientras que el capitalismo atomiza y elimina la alteridad al romper la dialéctica del "yo" y del "tú", y somete a la persona a la implacable fuerza del consumismo. Es así entonces como se genera una dinámica donde para el filósofo, no se mira al otro como una posibilidad de bien sino como un mero objeto para consumir. Ante este proceso de cosificación del individuo, el Eros desaparece. Agoniza.
Por si esto fuera poco, los medios de comunicación amplifican la confusión pues tal cantidad de datos e información: en definitiva ruido, anula la posibilidad de articular el pensamiento, el logos, y deforma la realidad. Además, se anula la tensión narrativa, tan necesaria ante la simple acumulación de datos. Esta dificultad, explicaría la actual crisis de la literatura y el arte, históricamente tan dinámicos. “El amor se enfrenta a una ilimitada libertad de elección”, asegura Han en el primer capítulo, y afirma que en la sociedad narcisista en que vivimos nos encontramos ante un solaz fenómeno de erosión y de desaparición del otro. Dicho de otra manera, el sujeto se ahoga en su propio ego y su narcisismo se ve atrapado en una mascarada de personalidades.
"El narcisista no ama", Han afirma que este tan solo ve en el otro una mera proyección de sí mismo, asfixiándose en el universo de lo igual. Es por esto que la depresión se convierte, según el filósofo, en la enfermedad paradigmática de nuestro tiempo. Para ello alude a Melancolía, la película de Lars von Trier en la que se establece una constante relación entre la depresión y el amor, y refiere a la posibilidad de elecciones entre los individuos en este mundo tan globalizado. "Somos tan libres y tenemos tantas oportunidades que nos explotamos a nosotros mismos hasta dejar de ser libres", dice Han.
Aunque en su ensayo cita a la sociedad disciplinaria de Foucault, definida por el “tú debes”, Han afirma que hoy nos encontramos ante la sociedad del rendimiento articulada por el “tú puedes”, considerándola mucho más coactiva que la primera porque genera un espejismo de libertad y porque en ella el individuo se explota voluntariamente a sí mismo hasta la saciedad. Pero entonces, ¿qué ocurre con nuestra carnalidad? Hoy se ha visto sometida al imperativo del rendimiento convirtiéndose en un "capital que hay que aumentar", haciendo que el otro se fragmente y se convierta en un objeto sexual para consumir, profanando al Eros. Para Han, el paradigma de esa profanación es la pornografía porque carece de un "enfrente sexual y habita en la escena del individuo". Según él, el capitalismo intensifica el éxito de lo porno en la sociedad, en la medida en la que éste expone todo como una mera mercancía. Dicha exhibición, que carece de misterio, destruye el erotismo.
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¿Qué hacer entonces para que la violencia de Ares no domine a Eros? “La caricia es un juego con algo que se escapa”, diría Emmanuel Lévinas. Para Byung Chul Han vivimos en una sociedad narcisista, pornográfica, consumista, depresiva, agotada, dicho en otras palabras, “del cansancio” (expresión que inspira otro de sus populares ensayos), donde el hombre aspira únicamente al trabajo y a la ampliación y la conservación de su capital. Sin embargo, y aunque afirma que la salud se convierte en la mayor aspiración de nuestra sociedad actual, también defiende la necesidad de que el pensamiento nazca a partir del silencio, puesto que el pensamiento siempre será estéril sin la presencia de Eros, ya que como concluye, “es necesario haber sido un amigo, un amante, para poder pensar”. Y tengamos esperanza en el amor porque “el Logos carece de vigor sin el poder de Eros”.