"El periodista y el escritor trabajan con hechos, los dos pueden contar la misma historia, un crimen, pero el primero ha de ceñirse a esos hechos y hay cosas que no puede decir, mientras que el escritor puede fantasear con aquello que le brinda la imaginación y con que cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia", señala en una entrevista.
En la pandemia, añade Correa, intervino el factor obligatorio, porque "a lo mejor uno puede pasarse días sin salir de casa, pero lo peor es no tener otra posibilidad".
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Correa tiene un recuerdo de esos meses un tanto "desconcertante", con noticias de 900 o 1.000 muertos diarios y de "estar en el sofá de casa con la lágrima en el ojo diciendo: 'no, no nos puede estar pasando esto'" y piensa que "la trilogía de novelas refleja esa angustia, ese miedo".
Las cifras de recuperación del turismo tan rápidamente demuestra, a su juicio, que no hemos aprendido nada y que "hemos olvidado que un puñetero virus del que no se sabía ni el nombre nos enseñó que éramos mortales".
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Tres novelas de los años 2020, 'Para morir en la orilla', 'La estación enjaulada' y esta última, publicada como el resto de serie por Alba.
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Esta "trilogía del virus" refleja muy bien, a su juicio, "la atmósfera de esos trágicos años", la angustia del confinamiento en el caso de la anterior novela, pero las tres se mueven en "esa especie de bruma nostálgica, de tristeza, de desconcierto y de miedo incluso".
Según Correa, la pandemia complica mucho una novela negra y hace diferente la investigación criminal, "por las mascarillas, que dificultan la identificación; por las restricciones de movimientos".
Considera Correa que la novela negra es una manera de enfrentarse y de intentar explicar el mundo, además un mundo concreto, porque "la novela negra está relacionada siempre con un lugar y una época cualquiera".
Confiesa el autor que siempre ha escrito "novelas de denuncia social y antropológica", pero esta es su "novela más política, porque hay una reflexión que tiene que ver con la cultura de la cancelación, por ejemplo, con determinados partidos que tienen unas ideas sobre los homosexuales, sobre las mujeres, sobre los migrantes".
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Sobre la evolución de su personaje en una serie que ya tiene catorce libros, apunta: "Ricardo empezó siendo una suerte de Philip Marlowe canario y ahora ya es un comisario Maigret isleño, ya no tiene nada que ver con el personaje de hace 25 años, ahora tiene unos sesenta y pico y es un tipo más reflexivo, menos cínico que al principio y más desconcertado por las nuevas tecnologías y las redes sociales".
En una competencia no declarada con los españoles Alicia Giménez Bartlett y Lorenzo Silva con sus respectivas series policíacas, Correa, que ya está trabajando en la número quince, no tiene de momento intención de jubilar a su personaje.
"Me sigue valiendo para decir lo que quiero contar, un 'alter ego' para tratar todos los temas que me preocupan: drogas, corrupción, inmigración, trata de personas, prostitución, maltrato, violencia de género", concluye el autor.
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