Recuerdo perfectamente los ojos espantados de mi abuela al ver los niños de la cuadra correr con la pólvora en las manos diminutas. Cuando tenía seis años la vida parecía resuelta, mis papás cumplían con la tradición de comprar las velas y salir al andén para prenderlas, la voz suave de mi madre me enseñaba a dar gracias por cada una de las velas que comenzaban a derretirse.
Oraba un Ave María entre dientes tratando de recordar que decía la oración, todo lo que sabía era que las velas que iluminaban mi cuadra eran para dar gracias y pedir deseos o pedir amparo de Dios.
Usualmente prendíamos una por cada persona de la familia, siempre mi mamá primero y mi papá ayudaba a que no nos quemáramos. El ruido de las demás casas a veces interrumpía la plegaria de mi abuela que juntaba sus manos como las imágenes de la Virgen María.
La tradición continuó todos los años, mi hermana y yo aprendimos a hacer un resguardo para las velas con cartón porque el viento hacía de las suyas y las apagaba, solía pensar que era porque mis deseos y mis agradecimientos no eran lo suficientemente fuertes para mantenerse, pero el frío de Bogotá simplemente hacía su trabajo.
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Cuando mis abuelos murieron mi mamá decidió encender una vela por ellos, decía que podían ver su luz desde el cielo, así que espero cada 7 de diciembre vean que aún conservamos el calor de sus abrazos en esa muestra minúscula de luz.
Dicen que el día de velitas no se hace en ningún otro lugar y creo que por eso lo hace tan especial, es el comienzo de la felicidad momentanea de diciembre, son las ganas de comer todo lo que no hemos comido en el año y nos hace recordar con nostalgia cada una de las personas que ha plantado una luz en nuestra vida.
La luz de esas velas ha sido para mí el recuerdo de aquellos que nos dejaron pronto y de quienes lo hicieron en el momento correcto, es también el fervor con el que mi madre le pide a Dios por un año mejor y el abrigo que resguarda la vida del peligro, es también la esperanza que queda en cada uno de nosotros quienes esperamos por una chispa de luz en la oscuridad del mundo.
No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.