PuertaEsto fue algo que sucedió hace mucho tiempo. Antes de firmar el contrato de arrendamiento, fui a ver el apartamento de nuevo. Su puerta metálica había sido blanca en otro tiempo, pero ese brillo se había desvanecido con el tiempo. Era un desastre cuando lo vi, la pintura se desprendía en parches para revelar el óxido que había debajo. Y si eso hubiera sido todo, lo habría recordado como nada más que una puerta vieja y desaliñada. Pero también estaba la forma en que su número, el 301, había sido inscrito. Alguien, tal vez otro en una larga fila de ocupantes temporales, había usado algún instrumento afilado, tal vez una broca, para rayar el número en la superficie de la puerta. Podía distinguir cada trazo individual: 3, a su vez de tres palmos de altura; 0, más pequeño, pero repasado varias veces, un garabato feroz que llamó la atención.Finalmente, 1, una línea larga y profunda, tensa por el esfuerzo de su hechura. A lo largo de esta colección de heridas rectas y curvas se había extendido el óxido, un vestigio de violencia, como manchas de sangre secas durante mucho tiempo, endurecidas, de color negro rojizo. No tengo nada que apreciar. Ni el lugar donde vivo, ni la puerta por la que paso todos los días, ni siquiera, maldita sea, mi vida. Esos números me miraban fijamente, apretando los dientes con fuerza.Ese era el apartamento que quería ese invierno, el apartamento que había elegido para pasar mis días. Tan pronto como desempaqué, compré una lata de pintura blanca y un pincel de buen tamaño. Ni la cocina ni el dormitorio habían sido empapelados, y sus paredes estaban manchadas de manchas grandes y pequeñas. Estas manchas oscuras eran especialmente llamativas alrededor de los interruptores eléctricos. Llevaba pantalones de chándal gris pálido y un viejo suéter blanco, para que las salpicaduras no se vieran tan mal. Incluso antes de empezar a pintar, no me preocupaba conseguir un acabado limpio y uniforme.Sería suficiente, razoné, con pintar sobre las manchas... ¿seguro que las manchas blancas son mejores que las sucias? Pasé mi pincel por los grandes parches del techo por donde la lluvia debió de filtrarse en algún momento, observando cómo el gris desaparecía bajo el blanco. Limpié el mugriento cuenco del fregadero con un paño antes de pintarlo de ese mismo blanco brillante, sin importar que su pedestal fuera marrón.Finalmente, salí al pasillo para pintar la puerta principal. Con cada movimiento del pincel sobre la superficie llena de cicatrices, sus imperfecciones se borraban. Esos números profundos desaparecieron, esas manchas de sangre oxidadas desaparecieron.💬 Síganos en nuestro canal de Whatsapp aquí.Volví a entrar en el apartamento para tomarme un descanso y entrar en calor, y cuando volví a salir una hora más tarde vi que la pintura se había corrido. Se veía desordenado, probablemente porque estaba usando un cepillo en lugar de un rodillo. Después de pintar una capa extra sobre la parte superior para que las rayas fueran menos visibles, volví a entrar para esperar. Pasó otra hora antes de que saliera arrastrando los pies en mis pantuflas. La nieve había comenzado a caer. Fuera, el callejón se había oscurecido; Las luces de la calle aún no estaban encendidas. Con una lata de pintura en una mano, un pincel en la otra, me quedé inmóvil, mudo testigo del lento descenso de los copos de nieve, como cientos de plumas que se empluman.Bandas para envolverSe enrollan pañales blancos como la nieve alrededor del bebé recién nacido. El útero habrá sido tan ceñido, que la enfermera ata el cuerpo con fuerza, para mitigar el impacto de su abrupta proyección en lo ilimitado. Persona que sólo ahora comienza a respirar, un primer llenado de los pulmones. Persona que no sabe quién es, dónde está, qué es lo que acaba de empezar.El más indefenso de todos los animales jóvenes, más indefenso incluso que un polluelo recién nacido. La mujer, pálida por la pérdida de sangre, mira al niño que llora. Nerviosa, toma su ser envuelto en pañales en sus brazos. Persona a la que aún se le desconoce la cura de este llanto. Que ha estado, hasta hace unos momentos, en medio de una agonía tan asombrosa. Inesperadamente, el niño se calma. Será por algún olor. O que los dos siguen conectados. Dos ojos negros que no ven se vuelven hacia el rostro de la mujer, atraídos en la dirección de su voz.Sin saber lo que se ha puesto en marcha, estos dos todavía están conectados. En un silencio atravesado por el olor de la sangre. Cuando lo que hay entre dos cuerpos es el blanco de los pañales.Bata de recién nacido El primer hijo de mi madre murió, me dijeron, a las dos horas de vida. Me dijeron que era una niña, con la cara tan blanca como un pastel de arroz en luna creciente. Aunque era muy pequeña, dos meses prematura, sus rasgos estaban claramente definidos. Nunca podré olvidar, me dijo mi madre, el momento en que abrió sus dos ojos negros y los volvió hacia mi cara. En ese momento, mis padres vivían en una casa aislada, en el campo, cerca de la escuela primaria donde mi padre enseñaba. La fecha de parto de mi madre aún estaba lejos, por lo que estaba completamente desprevenida cuando, una mañana, rompió fuente. No había nadie alrededor. El único teléfono del pueblo estaba en una pequeña tienda junto a la parada de autobús, a veinte minutos de distancia. Mi padre no volvería del trabajo hasta dentro de seis horas. Era el comienzo del invierno, la primera helada del año. Mi madre, de veintidós años, se arrastró hasta la cocina y hervido un poco de agua para esterilizar unas tijeras. Buscando a tientas en su costurero, encontró una tela blanca que serviría para el vestido de un recién nacido. Agarrada por las contracciones y terriblemente asustada, empuñó su aguja mientras las lágrimas comenzaban a caer. Terminó el diminuto vestido, buscó una colcha delgada para usarla como pañales y apretó los dientes mientras el dolor regresaba, cada vez más rápido e intenso. Finalmente, dio a luz. Todavía sola, cortó el cordón umbilical. Vistió el cuerpecito ensangrentado con el vestido que acababa de hacer, y sostuvo el retazo lloriqueante en sus brazos. Por el amor de Dios, no te mueras, murmuró con voz débil, una y otra vez como un mantra. Al cabo de una hora, los párpados herméticos del bebé se descosieron bruscamente. Cuando los ojos de mi madre se encontraron con los de su hija, sus labios se crisparon de nuevo. Por el amor de Dios, no mueras. Alrededor de una hora después, el bebé estaba muerto. Yacían en el suelo de la cocina, mi madre de costado con el bebé muerto apretado contra su pecho, sintiendo cómo el frío entraba poco a poco en la carne, hundiéndose hasta los huesos. No más llanto.🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
Han, de 53 años y nacida en Gwangju (en el sur de Corea del Sur), fue galardonada con el Nobel de Literatura "por su intensa prosa poética que se enfrenta a traumas históricos y expone la fragilidad de la vida humana", según anunció en la víspera la Academia Sueca.Se trata del primer Nobel de Literatura concedido a un autor surcoreano y a una mujer del continente asiático.El galardón a Han supone "una bendición para el lenguaje literario que abraza la fragilidad de la vida", señaló en un comunicado la asociación de escritores surcoreana.💬 Síganos en nuestro canal de Whatsapp aquí."Este honor nos recuerda el papel fundamental de la literatura para explorar la existencia humana, más allá del significado que tiene para nosotros que un autor surcoreano sea galardonado", añadió la agrupación.La asociación también alabó la capacidad de Han para transformar en su obra eventos históricos en "verdades ficticias", y para dar voz a individuos olvidados o marginados.Hija del famoso escritor Han Seung-won, en la obra de la novelista surcoreana destacan títulos como 'La Vegetariana' (Penguin Random House), galardonada en 2016 con el Premio Booker; 'Blanco' (Rata Books) o 'Actos humanos' (Rata Books).🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
La Academia Sueca concedió hoy el galardón a la escritora de 53 años y nacida en Gwangju (al sur de Corea del Sur) "por su intensa prosa poética que se enfrenta a traumas históricos y expone la fragilidad de la vida humana".Han Kang es la primera persona surcoreana y mujer asiática en obtener el Nobel de Literatura, y lo hace gracias a una obra compleja e incómoda que entrelaza la condición humana con su historia personal y la de su país.Hija del famoso escritor Han Seung-won, Han hizo su debut literario en 1993 cuando tenía 23 años con una serie de poemarios como Invierno en Seúl y comenzó su carrera como novelista al año siguiente tras ganar el Concurso Literario de Primavera del diario Seoul Shinmun con la obra Ancla Roja.Sus primeros recuerdos con la literatura se remontan a su niñez, cuando su padre, en aquel momento todavía joven y poco conocido, llenaba una casa "sin muebles" de libros, amontonados en torres desordenadas."A pesar de las frecuentes mudanzas, podía sentirme a gusto gracias a todos esos libros que me protegían. Antes de hacer amigos en un barrio extraño, llevaba mis libros conmigo todas las tardes", explica la autora en entrevistas.En 1995, se atrevió con su primera colección de cuentos, Yeosuui sarang (Amor de Yeosu), y posteriormente, en 2005, ganó el Premio Literario Yi Sang, uno de los más prestigiosos del país asiático que busca reconocer a escritores innovadores surcoreanos.💬 Síganos en nuestro canal de Whatsapp aquí.La fama internacional le llegó en 2016 con el Premio Booker por la novela La Vegetariana, una historia que entrelaza lo exquisito y lo inquietante y que está ambientada en el Seúl actual, donde una mujer decide dejar de comer carne desatando una tormenta en el seno familiar y su entorno.Aunque la novela se había publicado originalmente en Corea del Sur en 2007, no fue vista con buenos ojos en su país hasta que su publicación en Estados Unidos y Reino Unido fue recibida con entusiasmo por la crítica local.A pesar de su popularidad dentro y fuera de su país natal, la autora también ha sufrido bloqueos literarios y antes de su quinta novela, La clase de griego, dejó de escribir y de leer ficción durante un año, en una especie de silencio forzoso y experimento que quedó reflejado en dicha obra."Hubo un año en el que no pude ni escribir ni leer ficción. Pasé el tiempo leyendo sobre todo libros de astrofísica. Pero, de alguna manera, Jorge Luis Borges fue una excepción", explicó la surcoreana en una entrevista con The Guardian.Se reconoce también una amante de las plantas, un simbolismo recurrente en su obra, y dice leer libros de esta categoría antes de dormir, como Seeds of Hope, de la etóloga inglesa Jane Goodall, o The Hidden life of trees, del alemán Peter Wohlleben.Además de La Vegetariana, destacan también en su bibliografía Human Acts, que transcurre durante el levantamiento civil sofocado brutalmente por la dictadura militar en su ciudad natal, Gwangju, en mayo de 1980 y constituye una historia sobre el sufrimiento y la resilencia humanos considerada por la crítica como su mejor obra.También sobresale Blanco (Rata books), una obra de no ficción dedicada a la hermana mayor de Han, que murió en los brazos de su madre pocas horas después de nacer y que supone una carta de duelo a una hermana que nunca conoció.🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
La academia considera que la obra de Han Kang se caracteriza por una doble exposición del sufrimiento -como tormento mental y físico- y por sus conexiones con el pensamiento oriental.Hang Kang nació en 1970 en Gwanju, pero se trasladó con su familia a Seúl a los 11 años. Es graduada en literatura coreana y aunque debutó como poeta se hizo conocida ante todo como narradora.En 1994 ganó, con su narración "Vela roja", el premio del diario Seouk Shinmun y a partir de ese momento publicó varios libros con narraciones.En 2016 ganó, junto con su traductora al inglés, Deborah Smith, el premio Man Booker International por su primera novela, titulada "La vegetariana".💬 Síganos en nuestro canal de Whatsapp aquí.Otra de sus novelas, "Blanco" también estuvo entre las candidatas al mismo galardón y "Obra humana" obtuvo el Premio Malaparte en Italia.En La vegetariana el personaje central, un ama de casa coreana, empieza por convertirse en vegetariana, luego trata de eliminar todos los productos animales de su vida y termina por soñar con una vida como planta.El premio de Literatura, como el resto de los galardones Nobel, se entrega el 10 de diciembre, aniversario de la muerte del fundador de estas distinciones, Alfred Nobel.🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
Antes de que mi mujer se hiciera vegetariana, nunca pensé que fuera una persona especial. Para ser franco, ni siquiera me atrajo cuando la vi por primera vez. No era ni muy alta ni muy baja, llevaba una melena ni larga ni corta, tenía la piel seca y amarillenta, sus ojos eran pequeños, los pómulos algo prominentes, y vestía ropas sin color como si tuviera miedo de verse demasiado personal. Calzada con unos zapatos negros muy sencillos, se acercó a la mesa en la que yo estaba sentado con pasos que no eran ni rápidos ni lentos, ni enérgicos ni débiles.Si me casé con ella fue porque, así como no parecía tener ningún atractivo especial, tampoco parecía tener ningún defecto en particular. Su manera de ser, sobria y sin ninguna traza de frescura, ingenio o elegancia, me hacía sentir a mis anchas. No hacía falta que me mostrara culto para atraer su atención ni tenía que andarme con prisas para llegar a tiempo a nuestras citas. Tampoco había razón para que me sintiera menos cuando me comparaba a solas con los modelos que aparecían en los catálogos de moda masculina. Ni mi barriga, que había comenzado a abultar a partir de los veintitantos, ni mis delgados brazos y piernas, que no ganaban músculo a pesar de los esfuerzos que hacía —ni siquiera mi pequeño pene, que era la causa de un secreto complejo de inferioridad—, me preocupaban lo más mínimo cuando estaba con ella.💬 Síganos en nuestro canal de Whatsapp aquí.Nunca he pretendido más de lo que creo merecer. Cuando era pequeño me las di de bravucón en las calles poniéndome al frente de una banda de chiquillos que eran menores que yo. Cuando me hice mayor, solicité ingresar en la universidad que me concedía la beca más jugosa y luego me di por satisfecho entrando en una pequeña compañía que, además de apreciar mi escasa capacidad, me entregaba todos los meses un sueldo modesto. Así pues, fue natural que eligiera casarme con ella, que tenía el aspecto de ser la mujer más corriente del mundo. De hecho, jamás he podido sentirme cómodo con las mujeres bonitas, inteligentes, sensuales o provenientes de familias adineradas.Tal como lo había esperado, mi mujer se ajustó sin problemas al rol de esposa común y corriente que yo deseaba. Todas las mañanas se levantaba a las seis y me preparaba como desayuno arroz, sopa y un trozo de pescado. También continuaba haciendo los trabajos temporales que desempeñaba de soltera, lo que constituía una aportación —si bien modesta— a la economía familiar. Era profesora asistente en una academia de computación gráfica, donde había estudiado, un año y en casa trabajaba por encargo transcribiendo los textos a los globos de diálogo de las historietas.Era más bien callada. Rara vez me pedía algo y no se quejaba por muy tarde que yo volviera del trabajo. Tampoco me insistía en que saliéramos los domingos o festivos que estábamos juntos en casa. Mientras yo me pasaba toda la tarde haraganeando frente al televisor con el mando en la mano, ella solía quedarse metida en su habitación. Seguramente trabajaba o leía algún libro —su única afición era la lectura, pero la mayoría de los libros que escogía parecían tan aburridos que ni daban ganas de abrirlos—. Cuando se acercaba la hora de cenar, salía del cuarto y se ponía a cocinar en silencio. Para ser sincero, no era nada divertido vivir con alguien así, pero yo estaba agradecido por ello, pues no soportaba a las mujeres que hacían sonar varias veces al día los móviles de sus maridos —como las esposas de mis compañeros de trabajo y amigos—, o a las que los regañaban frecuentemente y terminaban provocando ruidosas peleas matrimoniales.Si había algo que la hacía diferente al resto de las mujeres era que no le gustaba usar sujetador. Durante nuestro corto e insulso noviazgo le puse un día por casualidad la mano sobre la espalda y me excité ligeramente al comprobar que no llevaba el sujetador debajo del jersey. La observé durante un rato por si acaso me estaba enviando algún tipo de señal intencionada, pero llegué a la conclusión de que no era así. Si no era eso, ¿qué era? ¿Pereza? ¿Acaso negligencia? No podía entenderlo. El que no llevara sujetador no se correspondía con su escaso pecho. Si al menos hubiera usado un sostén con relleno, no me habría hecho quedar tan mal cuando la presenté a mis amigos.En casa prescindía por completo del sujetador. Durante el verano se lo ponía, muy a su pesar, si tenía que salir, para que no se le notaran los pezones, pero en menos de un minuto se lo desabrochaba. Si tenía puesto algo fino y de color claro o un poco ajustado, se le marcaba claramente el sostén suelto, pero a ella no parecía preocuparle en absoluto. Cuando la critiqué por eso, prefirió ponerse un chaleco encima antes que el sostén, a pesar de que era un día de calor abrasador. Se justificó diciendo que el sujetador la fastidiaba, que no podía soportar que le oprimiera el pecho. Como yo nunca los he usado, no tengo la menor idea de lo asfixiante que es llevar uno, pero según lo que podía apreciar, era evidente que a las demás mujeres no les molestaba tanto como la mía, así que su susceptibilidad al respecto me desconcertaba.Excepto eso, todo transcurría con normalidad. Aquel año cumplíamos cinco de casados, pero como nunca habíamos estado locamente enamorados, no había motivos para sentir que la relación se hubiera desgastado. Habíamos aplazado el tener hijos hasta que compráramos una casa y como eso lo habíamos hecho por fin en otoño, yo había comenzado a pensar que ya era tiempo de oír que me llamaran «papá». Hasta que la descubrí una madrugada del pasado mes de febrero en la cocina, vestida únicamente con un camisón, nunca imaginé que nuestra vida diaria fuera a cambiar en lo más mínimo.*Este libro fue publicado por Literatura Random House en Colombia y está ahora en todas las librerías del país.🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.