Prohibida en Normandía es la última novela de la española Rosario Raro (1971), una historia basada en hechos reales, que se publica cuando se cumple el 80 aniversario del desembarco de las tropas aliadas en el norte de la Francia ocupada por los nazis, el Día D, el 6 de junio de 1944.Gellhorn (San Luis, Estados Unidos, 1908 - Londres, 1998) había cubierto antes conflictos bélicos en España en 1937, Finlandia en 1939 o China en 1940, y siempre intentó escribir con una mirada puesta hacia la mujer y las consecuencias que las guerras tenían para ellas."Lo que ella nos ha legado de las guerras es la intrahistoria, las vidas anónimas que realmente son quienes sufren las consecuencias de los grandes acontecimientos bélicos", dice la autora, con cuya novela ha querido devolver a esta reportera el "primer plano que le fue escamoteado".Porque Gellhorn escribía para la revista del Ministerio de Defensa estadounidense Barras y estrellas y también para Colliers Weekly, pero no le acreditaron para cubrir el desembarco "por un único motivo, que era mujer, ya que su profesionalidad estaba fuera de dudas", dice Raro en un encuentro con periodistas.A Gellhorn no se le dio la importancia que tuvo como corresponsal de guerra, asegura la autora: "Ella dijo literalmente que no quería ser una nota a pie de página de la vida de otra persona. Y se la define por ese parentesco, por ser 'una de las mujeres de Hemingway', cuando eso solo fue un paréntesis de menos de cinco años en su biografía".💬 Síganos en nuestro canal de Whatsapp aquí.En la novela se refleja cómo el propio Hemingway tampoco la apoyó especialmente en su empeño de cubrir el desembarco de Normandía; "llegó a decirle que él lo que quería era una mujer en la cama y no una periodista en el frente", recuerda Raro, quien asegura además que el Premio Nobel de Literatura no le perdonó que fuera la única mujer que le abandonó.Tras cruzar el Atlántico en un carguero noruego, intentó de todas las formas posibles cubrir el desembarco como periodista y, al no conseguirlo, se hizo pasar por camillero. "Ella tuvo que enfrentarse a varios frentes simultáneos, no solo el de la guerra", relata Rosario Raro.Gellhorn estaba empeñada en que su crónica fuera la primera que llegara a América y la dictó a través de un militar estadounidense por teléfono. Pero no la publicaron, como comprobó al volver a Estados Unidos, y cuando amenazó con denunciar a la revista, un par de meses después publicaron un texto mutilado que se titulaba Alguien dijo que estuvo allí ya."Fue tremendo, sin otorgarle ninguna credibilidad. Y mientras tanto, Hemingway había aparecido en portada rodeado de soldados y además declarando que él había dirigido parte de las maniobras en las playas de Normandía". A él le condecoraron y a Martha Gellhorn la condenaron por saltarse las normas.La novela recupera también uno de los episodios menos conocidos del desembarco que contribuyó a la victoria de los aliados, la operación Fortitude, que contó con los mejores actores de la época: se trataba de crear un ejército fantasma, una "gran superproducción" para desviar la atención del Ejército alemán hacia las costas de Calais en vez de Normandía.La "indómita" reportera, que escribió varios libros, continuó su labor a lo largo de su larga vida e incluso con 81 años cubrió la invasión de Estados Unidos a Panamá; "siempre estaba donde sucedía la acción", resume Rosario Raro.🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
El escritor estadounidense Ernest Hemingway ha sido eximido de desvirtuar los Sanfermines, la popular fiesta en la que una multitud corre delante de los toros en las calles de Pamplona (España), con su masificación, al darla a conocer en el mundo con su novela "The sun also raises", titulada "Fiesta" en español.Hemingway (1899-1961) fue sometido este viernes en Pamplona a un simulacro de juicio marcado por el humor, con motivo del centenario de su primera visita a esta ciudad española en 1923.Una eterna disputa cuestiona si Hemingway y su novela han supuesto un perjuicio para Pamplona atrayendo a curiosos de todo el mundo que han desvirtuado sus fiestas o, por el contrario, han sido positivos para la economía y turismo de la ciudad.Imagen "ridícula y ofensiva"Un jurado consideró, tras un debate entre expertos en su figura, que no es culpable de provocar la masificación de las fiestas ni contribuyó gravemente a desnaturalizar los Sanfermines, pero sí de manera positiva a propagarlos "por todo el mundo".Aunque el veredicto también determinó que la imagen que ofreció de la ciudad en su novela de 1926 es "ridícula y ofensiva".La fiscalía de este juicio simulado pedía un cambio en el título de su obra por "No vayas a Pamplona y deja a sus gentes", la retirada de la estatua dedicada junto a la plaza de toros de la ciudad al Nobel de Literatura de 1954 y que "todo vestigio en las calles sea borrado" quedando solo en la historia de la literatura de los Estados Unidos.Miguel Izu, autor del libro "Hemingway en los Sanfermines”, defendió que el escritor "se integró perfectamente" en la fiesta y consideró "exagerado" achacarle solo a él la avalancha de extranjeros.Además, quienes van a Pamplona por haber leído la novela son turistas "con bastante buen nivel cultural y económico", que crean pocos problemas y dejan dinero en la ciudad, advirtió.Para Tim Pinks, inglés enamorado de Pamplona y sus fiestas, San Fermín no sería lo mismo sin Hemingway, exculpando además de machismo al escritor pues esa obra fue escrita en los años 20 del siglo pasado con otra forma de pensar diferente a la actual.Editado con información de efeNo olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK
In the late summer of that year we lived in a house in a village that looked across the river and the plain to the mountains. In the bed of the river there were pebbles and boulders, dry and white in the sun, and the water was clear and swiftly moving and blue in the channels. Troops went by the house and down the road and the dust they raised powdered the leaves of the trees. The trunks of the trees too were dusty and the leaves fell curly that year and we saw the troops marching along the road and the dust rising and leaves, stirred by the breeze, falling and the soldiers marching and afterward the road bare and white except for the leaves.[A finales de verano de aquel año vivíamos en una casa en un pueblo con vistas al rio y a la llanura hasta las mismas montañas. En el lecho del no había guijarros y rocas, secados y blanqueados por el sol, y el agua era transparente y fluía rápida y azul por los canales. Las tropas pasaban frente a la casa y por el camino y el polvo que levantaban espolvoreaba las hojas de los arboles. Los troncos de los arboles también estaban polvorientos y aquel año las hojas estaban cayendo antes de tiempo y veíamos desfilar a las tropas por el camino y se levantaba polvo y las hojas caían arrancadas por el viento y los soldados desfilaban y después el camino quedaba desnudo y blanco salvo por las hojas].Así reza el famoso primer párrafo de Adiós a las armas, de Ernest Hemingway, que me han dado ganas de releer tras el reciente anuncio de que el año que viene se publicara de forma póstuma la que se dice que es la última novela de Hemingway. El párrafo, que se publicó en 1929, llama a examen: cuatro frases engañosamente simples, 126 palabras, cuya ordenación me sigue resultando igual de misteriosa y emocionante que la primera vez que las leí, con doce o trece años, y de hecho por entonces me imaginé que si las estudiaba con suficiente atención y practicaba lo bastante quizá yo misma podría ordenar algún día 126 palabras como aquellas. Solo una de las palabras tiene tres sílabas. Veintidós palabras tienen dos. Las 103 restantes tienen una. Veinticuatro de las palabras son el artículo “the” y quince son la conjunción “and”. Hay cuatro comas. La cadencia litúrgica del párrafo deriva en parte de la colocación de las comas (su presencia en la segunda y la cuarta frases, su ausencia en la primera y la tercera), pero también de la repetición de los “the” y los “and”, que crea un ritmo tan marcado que la omisión del “the” antes de la palabra “leaves” en la cuarta frase (”and we saw the troops marching along the road and the dust rising and leaves, stirred by the breeze, falling”) proyecta exactamente lo que debe proyectar: una sensación de frío, una premonición, un vaticinio de la historia que está por venir, la conciencia de que el autor ya ha desplazado su atención desde finales de verano a una estación más oscura. El poder del párrafo, que ofrece la ilusión pero no la realidad de la especificidad, deriva precisamente de esa omisión deliberada, de la tensión que genera la información que no se da. ¿A finales de verano de que año?¿Qué río, qué montañas, qué tropas?Todos conocemos la “vida” del hombre que escribió ese párrafo. La seducción más bien temeraria producida por los detalles de su vida privada ha quedado plasmada en la corriente de la memoria nacional: “Ernest y Hadley no tienen dinero, así que pasan el invierno esquiando en Cortina. Pauline viene a quedarse con ellos. Ernest y Hadley discuten por Pauline, así que todos se refugian en Juan-les-Pins. Pauline se resfría y se recupera en el Waldorf-Astoria”. Hemos visto las fotos: el célebre autor corriendo con los toros en Pamplona, pescando peces espada frente a la costa de La Habana, boxeando en Bimini, cruzando el Ebro con los republicanos españoles, arrodillado junto a “su” león o “su” búfalo o “su” antílope en las llanuras del Serengeti. Hemos observado a quienes sobrevivieron al célebre autor, hemos leído sus cartas, hemos deplorado o encontrado lecciones en sus excesos, en sus poses y actitudes, en lo humillante de sus alegatos de machismo, en las degradaciones derivadas de y reveladas por su aparente tolerancia a la propia celebridad.“Quiero hablarte de un joven llamado Ernest Hemingway, que vive en París (es americano), escribe para la Transatlantic Review y tiene un futuro brillante —le escribió F. Scott Fitzgerald a Maxwell Perkins en 1924. Yo de ti lo buscaría de inmediato. Es un talento genuino”. Para cuando “el talento genuino” llegó a ver su brillante futuro al mismo tiempo hecho realidad y arruinado, ya había entrado en el valle de la fragilidad emocional extrema, de unas depresiones tan graves que, en febrero de 1961, después de la primera de las dos tandas de terapia de electroshock que recibirla, se vería incapaz de completar siquiera la única frase que había aceptado aportar a un volumen en homenaje al presidente John F. Kennedy. A primera hora del domingo 2 de julio de 1961, el célebre autor salió de su cama en Ketchum, Idaho, bajó las escaleras, tomó una escopeta Boss de doble cañón de un trastero del sótano y se vació los dos cañones en el centro de la frente. “Bajé la escalera —explicaba su cuarta mujer, Mary Welsh Hemingway, en sus memorias de 1976, How It Was—y vi un montón arrugado de tejido de albornoz y sangre, con la escopeta en medio de la carne desintegrada, en el vestíbulo delantero de la sala de estar”.Era tal la fuerza didáctica de su biografía que a veces nos olvidamos de que hablamos de un escritor que en su momento renovó el idioma inglés, cambió los ritmos de la forma en que tanto su generación como las siguientes hablarían, escribirían y pensarían. La gramática misma de una frase de Hemingway dictaba —o era dictada por— cierta forma de mirar el mundo, cierta forma de observar guardando la distancia, de pasar por algo evitando desarrollar apego, una especie de individualismo romántico claramente adaptado a su tiempo y su origen. Si nos creyéramos esas frases, veríamos desfilar las tropas por el camino, pero no desfilaríamos necesariamente con ellas. Estaríamos presentes, pero no nos uniríamos a ellos. Declararíamos, como declaró Nick Adams en los relatos de Nick Adams y como declaró Frederic Henry en Adiós a las armas, una paz distinta:“La guerra siguió allí durante todo el otoño, pero ya no íbamos a ella”.El efecto del estilo de Hemingway fue tan ubicuo que se convirtió no solo en la voz de sus admiradores, sino incluso en la de aquellos cuya forma de acercarse al mundo no estaba para nada arraigada en el individualismo romántico. Recuerdo que, cuando estaba hablando de George Orwell en una clase en Berkeley en 1975, me sorprendió lo mucho que se podía oír a Hemingway en sus frases. “Las colinas que teníamos delante eran grises y estaban arrugadas como pieles de elefante”, había escrito Orwell en 1938 en Homenaje a Cataluña. “Las colinas del otro lado del valle del Ebro eran alargadas y blancas”, había escrito Hemingway en 1927 en Colinas como elefantes blancos. “Una masa de palabras en latín cae sobre los hechos como una suave nevada, desdibujando los contornos y cubriendo todos los detalles, había escrito Orwell en 1946 en La política y el idioma inglés. “Siempre me avergonzaron las palabras sagradas, gloriosas, y el sacrificio y la expresión en vano —había escrito Hemingway en 1929 en Adiós a las armas—. Había muchas palabras que eran insoportables de oír, y al final solo tenían dignidad los nombres de los lugares”.Hemingway fue un hombre para quien las palabras importaban. Trabajaba en ellas, las entendía, se metía en ellas. Cuando tenía veinticuatro años y leía los textos que la gente enviaba a la Transatlantic Review de Ford Madox Ford, a veces intentaba reescribirlos solo para practicar. Debió de quedarle muy claro ya por entonces su deseo de que solo lo sobrevivieran las palabras que él consideraba adecuadas para su publicación. “Me acuerdo de que Ford me decía que un hombre siempre debía escribir sus cartas pensando en cómo sonarían en la posteridad —le escribió a Arthur Mizener en 1950—. Aquello me desagradó tanto que quemé todas las cartas que tenía en el apartamento, incluidas las de Ford. En una carta con fecha del 20 de mayo de 1958, dirigida “A mis albaceas” y guardada en la caja fuerte de su biblioteca de La Finca Vigía, escribió: “Es mi deseo que no se publique ninguna carta de las que he escrito durante mi vida. Por tanto, por la presente solicito e instruyo que no publiquen ustedes ninguna de dichas cartas ni aprueben su publicación por parte de terceros”.Su viuda y albacea, Mary Welsh Hemingway, alegando que la carga de aquella restricción causaba “continuos problemas y decepciones a otras personas”, finalmente decidió infringirla, publicando extractos de ciertas cartas en How It Was y concediendo permiso a Carlos Baker para que publicara otras seiscientas en su libro Ernest Hemingway: Selected Letters, 1917-1961. “La sabiduría y la pertinencia de la decisión es incuestionable”, escribió Baker, ya que las cartas “no solo instruirán y entretendrán al público lector general, sino que también suministrarán a los estudiantes serios de literatura los documentos necesarios para la investigación en curso de la vida y los logros de uno de los gigantes de la narrativa americana del siglo XX”.Lo peculiar de ser escritor es que la aventura entera conlleva la mortal humillación de ver impresas tus propias palabras. El riesgo de publicar es la más trascendente realidad de la vida, y aun entre escritores con menor inclinación que Hemingway a interpretar las palabras como expresión manifiesta del honor personal, no se puede esperar que cause precisamente entusiasmo la idea de que unas palabras que uno no se ha arriesgado a publicar queden expuestas a la “investigación en curso” de los “estudiantes serios de literatura”. “A nadie le gusta que lo vayan siguiendo —le dijo el propio Hemingway en 1952 a uno de aquellos investigadores, Charles A. Fenton, de Yale, que al saber de la existencia de las cartas se dedicó a atormentar a Hemingway a base de mandarle borradores sucesivos de lo que acabaría siendo The Apprenticeship of Ernest Hemingway: The Early Years—. A nadie le gusta que lo siga, investigue ni interrogue ningún detective aficionado, por académico o serio que este sea. Debería usted ser capaz de entender esto, Fenton”. Un mes más tarde, Hemingway volvió a intentarlo.“Creo que debería abandonar el proyecto —le escribió a Fenton, añadiendo—: Es imposible llegar a ninguna verdad sin la cooperación de la persona involucrada. Y esa cooperación requiere casi tanto esfuerzo como el que le costaría a un hombre escribir su autobiografía.” Al cabo de unos meses, todavía lo estaba intentando: “En la primera página o páginas de su manuscrito he encontrado tantos datos erróneos que podría pasarme el resto del invierno reescribiéndolo y proporcionándole a usted la información auténtica, y ya no podría escribir nada mío. [...] Otra cosa: ha localizado usted textos míos no firmados gracias a los recibos de pago. Pero no sabe qué textos fueron cambiados o reescritos por los editores de mesa y cuáles no. No conozco nada peor para un escritor que el hecho de que sus textos de juventud que han sido reescritos y alterados hayan sido publicados sin su permiso como suyos. En realidad, conozco pocas cosas peores que el hecho de que otro escritor recopile el periodismo de un colega escritor que este ha decidido no preservar porque carece de valor, y que lo publique. Señor Fenton, estoy muy convencido de esto. Se lo he escrito antes y se lo vuelvo a escribir. La escritura que yo no deseo publicar, usted no tiene derecho a publicaría. Yo no le haría una cosa así a usted, igual que no le haría trampas a nadie jugando a las cartas ni tampoco hurgaría en su escritorio ni en su papelera ni leería sus cartas personales”.Podríamos suponer sin miedo a equivocamos que un escritor que se suicida no se ha sentido del todo comprometido con la obra que deja inacabada; sin embargo, no parece haber duda alguna sobre lo que pasará con los manuscritos inacabados de Hemingway. Entre estos se encuentran no solo “el de París” (como lo llamaba él) o París era una fiesta (como lo llamarían los editores), que Hemingway le había enseñado a Scribner en 1959 y luego había reclamado de vuelta para revisarlo, sino también las novelas publicadas mas tarde con los títulos Islas a la deriva y El jardín del Edén, varios relatos de Nick Adams; el que la señora Hemingway denominó el “tratamiento original” de los textos sobre tauromaquia que publicó la revista Life antes de la muerte de Hemingway (que se convertiría en El verano peligroso), y lo que ella describió como “su crónica semificcionada de nuestro safari por África”, y de la cual publicaría tres selecciones en la revista Sports Illustrated en 1971 y 1972.Lo que vino después fue la creación sistemática de un producto comercial, un corpus aparte y de un tipo distinto al que Hemingway publicó en vida, y que de hecho tiende a ocultar dicho corpus. Tan exitoso fue el proceso de convertir ese producto en marca comercial que en octubre, de acuerdo con la sección House & Home del New York Times, la empresa de muebles Thomasville Furniture Industries presentó una “Colección Ernest Hemingway” en la Feria Internacional de Mobiliario Doméstico celebrada en High Point, Carolina del Norte, ofreciendo “96 piezas de mobiliario y accesorios de sala, comedor y dormitorio” con cuatro ejes temáticos: “Kenia”, “Cayo Hueso”, “La Habana” y “Ketchum”. “Hoy en día andamos escasos de héroes —le dijo al New York Times Marla A. Metzner, presidenta de Fashion Licensing of America—. Así que acudimos a los grandes iconos del siglo para convertirlos en marcas heroicas”. Según el New York Times, la señora Metzner no solo ”ha creado la marca Ernest Hemingway junto con los tres hijos de Hemingway, Jack, Gregory y Patrick”, sino que ”también representa a los nietos de F. Scott Fitzgerald, que han pedido una marca Fitzgerald”.El hecho de que este sea el resultado lógico del marketing póstumo es algo que no debió de ver con claridad Mary Welsh Hemingway. Al parecer, en vida de su marido se mostró indiferente a los impulsos mercadotécnicos de A. E. Hotchner, cuya correspondencia durante trece años con Hemingway da la impresión de que consideraba al deteriorado autor no como la figura dispersa y desesperada que sugieren las cartas, sino como un recurso infinito, una mina que explotar, un elemento que comercializar en forma de sus diversos “proyectos” editoriales y de ocio. La viuda intentó impedir la publicación del Papa Hemingway de Hotchner, y aunque la correspondencia deja claro que Hemingway había confiado y dependido mucho de su autor, ella lo presentó en sus memorias como una especie de asistente personal, alguien que llevaba y traía manuscritos, alguien que conseguía apartamentos, una aparición tipo Zelig en escenas multitudinarias: “Cuando el Île de France atracó en el Hudson a mediodía del 27 de marzo, nos quedamos encantados de ver esperándonos a Charlie Sweeny, mi general favorito, junto con Lillian Ross, Al Horowitz, Hotchner y otros”.O te importa la puntuación o no, y a Hemingway le importaba. O te importan los “y” y los ”pero” o no, y a Hemingway le importaban. O crees que algo está en condiciones de publicarse o no, y Hemingway no lo creía. En esas memorias, que resultan memorables sobre todo por la revelación que hace su autora de su compleja combinación de impresionante competencia e incompetencia estratégica (llega a París el mismo día en que la ciudad es liberada y reserva una habitación en el Ritz, pero parece perpleja por el problema doméstico de cómo mejorar la iluminación del comedor de La Finca Vigía), Mary Welsh Hemingway transmite su convencimiento, al que parece haber llegado pese a las considerables evidencias en sentido contrario, de que “estaba claro” que su marido esperaba que ella terminara publicando “una parte de su obra, si no toda”. Las directrices que se pone a sí misma para esta tarea resultan instructivas: “Salvo la puntuación, y los “y” y los “pero” que obviamente se habían pasado por alto, presentaríamos a los lectores su poesía y su prosa tal como él las había escrito, dejando que las lagunas se quedaran donde estaban”.Y ahí está el problema. O te importa la puntuación o no, y a Hemingway le importaba. O te importan los “y” y los ”pero” o no, y a Hemingway le importaban. O crees que algo está en condiciones de publicarse o no, y Hemingway no lo creía. “Esto es todo; ya no hay más libros”, declaró Charles Scribner III al New York Times a modo de anuncio de la “novela de Hemingway” que se iba a publicar en julio de 1999, coincidiendo con la celebración del centenario de su nacimiento. La obra, de cuyo texto se sacó el título Al romper el alba (“En África algo es cierto al romper el alba y mentira a mediodía y no le tienes más respeto que al encantador y perfecto lago bordeado de maleza que se ve al otro lado del salar requemado por el sol”), es supuestamente la novela en la que Hemingway estuvo intentando trabajar de forma intermitente entre 1954, cuando Mary Welsh Hemingway y él regresaron del safari en Kenia que se narra en sus paginas, y su suicidio en 1961.De entrada, parece que esta “novela africana” solo ofreció la resistencia normal que caracteriza las fases iniciales de toda novela. En septiembre de 1954, Hemingway escribió a Bernard Berenson desde Cuba hablándole de los efectos adversos que estaba teniendo el aire acondicionado en su tarea: “Lo escribes, sí, pero queda tan falso como si lo estuvieras haciendo en una especie de invernadero al revés. Seguramente lo tiraré todo, aunque quizá cuando las mañanas vuelvan a cobrar vida podré usar el esqueleto de lo que he escrito y rellenarlo con los olores y con los ruidos de los pájaros a primera hora y con todos los encantos de esta finca, que en los meses fríos se parecen mucho a África”. En septiembre de 1955 volvió a escribir a Berenson, esta vez con una máquina de escribir nueva, y le explicó que no podía usar la antigua “porque tiene dentro la página 594 del libro [africano], tapada con la funda para el polvo, y da mala suerte sacar las páginas”. En noviembre de 1955 informó a Harvey Breit, del New York Times, de que “voy por la pagina 689 y deséame suerte, chaval”. En enero de 1956 escribió a su abogado, Alfred Rice, diciéndole que había llegado a la página 810.Luego se cierne, en las Selected Letters, cierto silencio sobre el tema de esa novela africana. Tenga o no ochocientas diez páginas, llega un momento en que todo escritor se da cuenta de que un libro no funciona, y todo escritor sabe también que las reservas de voluntad, energía, memoria y concentración necesarias para hacer que funcione simplemente pueden no encontrarse disponibles. “Te ves obligado a continuar cuando la cosa es peor y más insalvable. Con una novela solo se puede hace una cosa, que es seguir adelante sin parar hasta el puñetero final”, le escribió Hemingway a F. Scott Fitzgerald, cuando este se bloqueó con la escritura de la novela que se terminaría publicando en 1934 con el título de Suave es la noche.En 1929, Hemingway tenía treinta años. Su concentración, o su capacidad para “continuar cuando la cosa es peor y más insalvable”, todavía le había bastado por entonces para seguir reescribiendo Adiós a las armas mientras intentaba lidiar, tras el suicidio de su padre en diciembre de 1928, con las preocupaciones que le suponían su madre, su hermana de dieciséis años y su hermano de trece. “Soy consciente, por supuesto, de que lo que debo hacer es no preocuparme sino ponerme a trabajar; terminar mi libro como es debido para poder ayudarlos con las gestiones”, escribió a Maxwell Perkins a pocos días del funeral de su padre, y seis semanas después entregaba el manuscrito terminado. Había vivido la destrucción de un matrimonio, pero todavía no de tres. Todavía no convivía con las consecuencias de los dos accidentes aéreos que en 1954 le habían destrozado el hígado, el bazo y un riñón, colapsado el intestino, aplastado una vértebra, dejado quemaduras de primer grado en la cara y en la cabeza y causado conmoción cerebral y pérdida de visión y auditiva. “Alfred, este ha sido un año muy malo, antes incluso de que nos estrelláramos con la avioneta”, le escribió a Alfred Rice, quien al parecer había cuestionado sus desgravaciones fiscales por el safari africano: “Pero tendré una mina de diamantes si la gente me deja en paz y me permite extraer las piedras del barro azul, tallarlas y pulirlas. Si consigo eso, ganaré más dinero para el gobierno que cualquier petrolero de Texas que consiga su depreciación. Pero me he llevado una tunda de esas de las que uno no sale vivo, y necesito trabajar sin pausa para recuperarme y después escribir y no pensar ni preocuparme por nada más”.“Los detalles literales de la escritura —le dijo una vez Norman Mailer a un entrevistador— incluyen la propia fisiología o metabolismo. Empiezas parado en la línea de salida y tienes que acelerar hasta un punto de actividad intelectual en que las palabras vengan como es debido y en orden. Toda escritura es generada por cierto mínimo de ego: necesitas asumir una posición de autoridad para poder decir que la forma en que lo estas escribiendo es la única forma en que pasó. El bloqueo del escritor, por ejemplo, es un simple fallo del ego.” En agosto de 1956, Hemingway explicó a Charles Scribner Jr. que le había “resultado imposible continuar trabajando en el libro de África sin un poco de escritura disciplinaria”, y que por tanto estaba escribiendo relatos.En noviembre de 1958 le mencionó a uno de sus hijos que quería “terminar libro” mientras pasaba el invierno en Ketchum, pero que el “libro” que tenía entre manos ahora era “el de París”. En abril de 1960 le dijo a Scribner que quitara de su catálogo de otoño aquel libro todavía sin título sobre París: “Seguramente habrá mucha gente que piense que no tenemos libro y que esto es como todos aquellos bocetos de Scott para los que pedía prestado dinero y que jamás podría haber terminado, pero sabes que si no quisiera la oportunidad de mejorarlo todavía mas lo podría haber publicado exactamente como tú lo viste con unas cuantas correcciones del mecanografiado de Mary”. Diez meses mas tarde, y cinco antes de su muerte, en una carta que le escribió a su editor en Scribner’s entre las dos tandas de terapia de electroshock que le administraron en la Clínica Mayo de Rochester, Minnesota, el escritor intentó, de forma alarmante, explicar lo que estaba haciendo:“Tengo el material organizado en capítulos —llegan hasta el 18— y estoy trabajando en el último —el número 19—, y también en el título. Me está resultando muy difícil. (Tengo mi extensa lista habitual para elegir; ninguno me parece bien pero estoy avanzando; París se ha usado tan a menudo que eso lo estropea todo.) En las páginas del manuscrito tienen esta extensión: 7, 14, 5, 6, 9 ½, 6, 11, 9, 8, 9, 4 ½, 3 ½, 8, 10 ½, 14 ½, 38 ½, 10, 3, 3: total 177 páginas + 5 ½ páginas + 1 ¼ páginas”.Recuerdo que hace años, durante una cena en Berkeley, escuché que un profesor de literatura inglesa presentaba El último magnate como prueba irrefutable de que F. Scott Fitzgerald era un mal escritor. La seguridad con que emitió este juicio me sorprendió hasta tal punto que dejé que se perdiera en el donnée de la velada antes de poder plantear una objeción. El último magnate, dije, era un libro inacabado, que no teníamos manera de juzgar porque no teníamos forma de saber cómo lo podría haber terminado Fitzgerald. Pues claro que lo sabíamos, dijo otro invitado, y unos cuantos más se le unieron: teníamos las “notas” de Fitzgerald, teníamos el “esquema” de Fitzgerald, todo estaba “completamente delineado”. En otras palabras, solo una persona de las que estábamos a la mesa aquella noche veía una diferencia sustancial entre escribir un libro y tomar notas para ese libro, o “hacer un esquema”, o “delinearlo”.Para un escritor, la escena más escalofriante que se ha filmado nunca debe de ser ese momento de El resplandor en que Shelley Duvall mira el manuscrito en el que ha estado trabajando su marido y ve, escrita una y otra vez en cada una de los cientos de páginas, una sola frase: “All work and no play makes Jack a dull boy”. El manuscrito de lo que sería Al romper el alba tenía 850 páginas cuando Hemingway lo abandonó. Tras ser editado para su publicación, se quedó en la mitad. La edición la hizo el hijo de Hemingway, Patrick, que ha explicado que se limitó a condensar cosas (lo cual lleva de forma inevitable a alterar las intenciones del autor, tal como sabe cualquiera que haya condensado un texto), y que solo cambió algunos nombres de lugares, lo cual podría ser o no una respuesta lógica a la obra del hombre que escribió: “Había muchas palabras que eran insoportables de oír, y al final solo tenían dignidad los nombres de los lugares”.La pregunta de qué habría que hacer con los textos que los escritores dejan inacabados suele responderse convencionalmente citando obras que se habrían perdido si se hubieran respetado los últimos deseos de sus autores. Se menciona la Eneida de Virgilio. Se mencionan El proceso y El castillo de Franz Kafka. En 1951, claramente atosigado por la mortalidad, Hemingway juzgó que ciertas partes de una novela larga en cuatro partes en la que llevaba varios años trabajando ya estaban lo bastante acabadas como para publicarlas tras su muerte, y especificó sus condiciones, que no incluían la intrusión de la mano de ningún editor y excluían de forma específica la publicación de la primera sección, inacabada. “Las dos últimas partes no necesitan ningún recorte —le escribió a Charles Scribner en 1951—. La tercera parte sí necesita bastantes recortes, pero es un trabajo de escalpelo muy meticuloso y no haría falta cortar si yo estuviera muerto. [...] La razón de que te haya escrito que siempre puedes publicar las tres últimas partes por separado es que sé que puedes, en caso de que por muerte accidental o de cualquier otra clase yo no pudiera dejar la primera parte en condiciones de ser publicada.”El propio Hemingway publicaría al año siguiente por separado la cuarta parte de ese manuscrito, con el título de El viejo y el mar. La “primera parte” del manuscrito, la que todavía no estaba “en condiciones de ser publicada”, se publicaría a pesar de todo después de su muerte, dentro de Islas a la deriva. En el caso de la “novela africana”, o Al romper el alba, 850 paginas reducidas a la mitad por alguien que no es el autor no pueden parecerse a nada de lo que el autor quería que fueran, pero sí pueden servir de gancho para un programa de cotilleos, para montar una falsa controversia sobre si la parte del manuscrito en que el escritor toma una novia wakamba durante su safari refleja o no un episodio “real”. La incapacidad cada vez mayor de muchos lectores para interpretar la narrativa como otra cosa que un roman à clef o el material en bruto de una biografía, es un fenómeno que se tolera y se promueve a partes iguales. En su anuncio de la publicación del manuscrito, el New York Times citaba el siguiente comentario espurio de Patrick Hemingway: “¿Vivió Ernest Hemingway semejante experiencia? —decía desde su casa en Bozeman, Montana—. Puedo decirles que, por lo que yo sé, y no lo sé todo, no la vivió.”Esto es una negación de la idea misma de ficción, igual que el hecho de publicar una obra inacabada es una negación de la idea de que el papel del escritor en relación con su obra es crearla. Los fragmentos de Al romper el alba que ya se han publicado solo se pueden leer como algo todavía sin hacer, como notas, escenas en proceso de ser establecidas, palabras puestas sobre el papel pero todavía no escritas. De vez en cuando se captan vislumbres fabulosos, fragmentos que el autor debió de usar como defensa contra lo que él veía como su ruina, y el lector compasivo puede creer posible que, si el escritor hubiera vivido (es decir, si hubiera encontrado la voluntad, la energía, la memoria y la concentración necesarias), podría haber dado forma al material, podría haberlo hecho existir con su escritura, haberlo hecho funcionar como la historia que sugieren esos vislumbres, la historia de un hombre que regresa a un lugar que amó y se encuentra a las tres de la madrugada haciendo frente al conocimiento de que él ya no es la persona que amó ese lugar y ya no volverá a ser nunca la persona que había querido ser.Pero, por supuesto, esa posibilidad le habría estado vedada en última instancia al escritor que nos ocupa, porque era una historia que ya había escrito, en 1936, y la había titulado Las nieves del Kilímanjaro. “Nunca escribiría las cosas que se guardaba para escribir hasta que supiera lo bastante para escribirlas bien”, pensaba el autor de Las nieves del Kilímanjaro mientras yacía muriéndose de gangrena en África. Y luego, la siguiente apostilla, la más triste de las historias: “Bueno, ahora ya no iba a tener que fracasar intentando escribirlas”.
Esta entrevista fue realizada en el año 1954, después de que se nombrara a Ernest Hemingway como en ganador del Premio Nobel de Literatura. Hemingway estaba en su finca Villa Vigía en Cuba. En un español rudimentario, estas fueron las primeras palabras del escritor al darse cuenta del galardón. "Estoy muy contento de ser el primer cubano e ganar este premio. Estoy alegre de que han dicho las autoridades que está basado en un paisaje cubano".Esta pieza audiovisual es especial porque es la primera vez que se oye a Hemingway hablar en español y sobre todo, ahondar en la influencia de Cuba y su paisaje en su literatura.
El largometraje, que fue dirigido por Óscar y Tito Catacora, fue seleccionado por un comité conformado por especialistas del sector cinematográfico nacional, propuestos por los gremios cinematográficos e instituciones educativas.En el caso de los premios Óscar, que otorga la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Estados Unidos, la cinta peruana buscará alcanzar una nominación en la categoría de Mejor Largometraje Internacional.En ese sentido, el Ministerio de Cultura informó que la lista corta de películas en carrera por estos premios será anunciada el 17 de diciembre próximo.El largometraje peruano, que se estrenó en los cines nacionales, a nivel comercial, el 4 de abril de 2024 y se mantuvo seis semanas en cartelera, también competirá por ser uno de las nominados en la categoría de Mejor Película Iberoamericana de los Goya, una lista que se conocerá también en diciembre próximo.💬 Síganos en nuestro canal de Whatsapp aquí.El Ministerio de Cultura explicó que solo actúa como facilitador del proceso de selección de la cinta que representa al país, pero no cuenta con integrantes en el comité, por lo que no tiene voto en el proceso de selección.En el caso de Yana-Wara, el ministerio recordó que recibió uno de los premios de los Estímulos Económicos que otorga el Concurso nacional de proyectos de largometrajes de ficción en lenguas originarias de 2018. De forma adicional, recibió estímulos económicos para su distribución en 2023.Yana Wara, fue el segundo largometraje del director peruano Oscar Catacora, quien falleció mientras lo rodaba en una localidad remota de la región sureña de Puno, por lo que esta fue concluido por su tío Tito Catacora.Narra la historia trágica de una niña de 13 años que enfrenta la adversidad y la violencia de género en los Andes, en una aproximación a este mundo que rompe la barrera ente el mito y la realidad, muestra la distancia cultural y la falta de acceso para entender cómo se percibe la realidad en las comunidades más alejadas del territorio peruano.En mayo pasado, Tito Catacora declaró que "en este país llamado Perú existen varias naciones" y que la obra busca mostrar "que el ser humano es cada vez más egocéntrico y piensa que la naturaleza está para dominarla y explotarla".🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
The Last of the Sea Women (Las últimas mujeres del mar) cuenta la historia de la comunidad matriarcal haenyeo, cuyos miembros se sostienen económicamente pescando en la isla surcoreana de Jeju, utilizando únicamente trajes de buzo, máscaras, aletas, cestas y anzuelos.La comunidad, declarada patrimonio cultural inmaterial de la Unesco en 2016, existe desde hace siglos, pero está en peligro, ya que muchas de las mujeres tienen ahora 60, 70 o incluso 80 años."Buscaba historias de mujeres... Quería historias de su resiliencia. Y cuando oí hablar de este proyecto a (la directora) Sue, pensé: 'Esto es exactamente lo que estoy buscando'", dijo Yousafzai en una entrevista junto a la directora coreano-estadounidense Sue Kim."Cuando veo las historias de las haenyeo, me inspiran sobre las posibilidades y las capacidades que las mujeres tienen en sus cuerpos, en sus mentes", agregó la activista de 27 años, que es una de las productoras de la película.💬 Síganos en nuestro canal de Whatsapp aquí.Mujeres impresionantesEn los años sesenta, 30.000 mujeres haenyeo extraían del mar desde caracoles hasta pulpos para mantener a sus familias. Hoy, ese número se ha reducido a 4.000.La película muestra a las mujeres hablando sobre su difícil trabajo, que implica aguantar la respiración bajo el agua hasta dos minutos, e incluye bellas imágenes submarinas de ellas en plena labor.Además explora cómo intentan revivir su cultura mediante la formación y la promoción de su trabajo en redes sociales, y cómo trabajan juntas para evitar la sobrepesca."Las conocí cuando era una niña y me impresionaron mucho, porque son muy seguras de sí mismas y audaces", explicó Kim, que debuta en la dirección de largometrajes."Son impresionantes. Son físicamente ágiles, hábiles y fuertes, y defienden el medio ambiente y se preocupan por la próxima generación", añadió.Cuando era adolescente, Yousafzai sobrevivió en 2012 a un intento de asesinato por parte de los talibanes por su campaña a favor de los derechos educativos de las niñas. En 2014, a los 17 años, fue galardonada con el Premio Nobel de la Paz.La activista firmó un acuerdo con Apple TV+ en 2021 para promover contenidos centrados en mujeres y niñas y ha creado su propia productora."Contar historias ha formado parte de mi activismo, y creo que necesitamos crear plataformas y oportunidades para que las niñas y las mujeres reflexionen sobre el mundo tal y como lo ven", dijo Yousafzai.No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
En Colombia, como en el mundo, los nombres de grandes ciudades y pueblos están acompañados por un sobrenombre que les otorga cierta mística, las describe y nutre el sentido de pertenencia de sus habitantes. Varios de ellos aluden a la infraestructura o el clima del lugar, tenemos “la ciudad de la eterna primavera”, “la Atenas Sudamericana”, “la ciudad de los parques” y hasta “la sucursal del cielo”, por mencionar algunas, pero hay una que ha hecho del arte su sinónimo, Ibagué, “la capital musical de Colombia”.Con fiestas y eventos culturales, Ibagué celebra un legado musical que día a día reivindica los ritmos tradicionales del país y en especial de la cordillera central, este año, por ejemplo, celebró la edición 38° del Festival Nacional de la Música Colombiana y la número 50° del Festival Folclórico Colombiano. Y se sumó la quinta edición del Ibagué Festival, llevado a cabo entre el 5 y el 8 de septiembre, con alrededor de seis mil asistentes a los conciertos, talleres y actividades que celebraron a los artistas nacidos en esta región.“Se trata de resignificar y llenar de contenido actual la vida musical de la ciudad y del departamento. Es necesario implementar una política musical integral que fortalezca y estimule los procesos musicales de lo urbano y lo rural, de lo popular y lo académico, de lo tradicional y lo contemporáneo, de la industria y el mercado musical, así como de la formación, la investigación y la circulación, para consolidar y proyectar con claridad y fuerza hacia el mundo, la voz propia de la región y su singularidad sonora”, aseguró Alejandro Mantilla, director artístico del festival.Los cuatro días del Ibagué festival tuvieron como punto central el llamado a los músicos oriundos de esta tierra, a aquellos que llevan su talento por el mundo, por el país y a quienes hacen parte del talento local haciéndole honor al título que ostenta la ciudad.💬 Síganos en nuestro canal de Whatsapp aquí.Uno de los artistas más destacados de la ciudad, reconocido por sus baladas de amor es el cantautor Santiago Cruz, encargado del concierto de apertura, que junto a la Orquesta sinfónica juvenil del Conservatorio de Ibagué y la Orquesta sinfónica del Conservatorio del Tolima, hicieron del Museo Panóptico de la ciudad un escenario para hablar de gratitud y reconciliación.“Es un sueño cumplido venir a tocar a mi ciudad con músicos del Conservatorio del Tolima, del Colegio Amina Melendro (Conservatorio de Ibagué), con profesores, en un lugar que es uno de los símbolos más hermosos y potentes de la transformación que tanto necesita este país, este panóptico que es motivo de orgullo para nosotros”, dijo Cruz antes de tocar frente a sus paisanos.En medio de las multitudes, tanto que quienes no lograron entrar al evento por un breve momento apelaron a los gritos y la fuerza, el artista dio un concierto sinfónico bajo la batuta del director Germán Gutiérrez, en el que no solo interpretó sus canciones más conocidas como Cuando regreses y Baja la guardia. También hubo un espacio para interpretar Te doy las gracias, que en esa ocasión dedicó a su tierra, e Hijos del calvario, dedicada a las víctimas del conflicto armado y que en 2022 Cruz, junto a la Comisión de la Verdad presentó en su ciudad antes víctimas del conflicto armado de la región.Tras la apertura, las jornadas del festival transcurrieron en medio de músicos de la diáspora que armonizaban la ciudad con un formato de música en las calles donde se presentaron artistas como Afro Fresh, Juliana Valdiri, Phonoclórica, el Cuarteto León Cardona y Tres Palos Ensamble.En simultáneo, músicos locales y de todo el país que visitaron la ciudad, asistieron a clases magistrales, talleres y conversatorios con artistas locales e invitados internacionales. El violinista Samuel Jiménez, por ejemplo, impartió una clase de técnicas y herramientas del violín y desde Francia, el Cuarteto Hermés brindó un taller a maestros sobre música de cámara.También, los escenarios musicales, la geografía de la ciudad y las vías de acceso fueron uno de los temas principales en un conversatorio dedicado a la diáspora musical del Tolima, en el que participaron Santiago Cruz, Jona Camacho, Ana Ospina, Germán Gutierréz, Samuel Jiménez y Juan Felipe Loaiza, todos músicos que han llevado su talento a otras ciudades del mundo.El festival tuvo como escenarios principales el panóptico, el Conservatorio del Tolima y el Teatro Tolima, lo que trae a colación la conservación y mantenimiento de los escenarios dispuestos para acoger las presentaciones musicales.La Concha Acústica dedicada al dueto de los maestros Darío Garzón y Eduardo Collazos, durante los últimos años ha sido la gran ausente de este tipo de eventos debido al deterioro y abandono en el que se encuentra. Sin embargo, se espera que la para la próxima edición del Festival Folclórico Colombiano esté en condiciones de recibir alrededor de cinco mil espectadores, según lo anunciado por la alcaldesa Johana Aranda el pasado 2 de julio en rueda de prensa.El jazz y la diversidad artística en IbaguéA los pasillos, bambucos y torbellinos que con su ritmo sacudieron los ocobos de flores rosadas y lilas se sumaron otros géneros que invitaron a públicos diversos a disfrutar de la música. Pasando por música clásica, rap, dancehall y un espacio especial para el jazz, el festival ofreció música para todos los gustos.“Uno de los rasgos diferenciales del Ibagué Festival es su apuesta por el encuentro entre las músicas y las demás expresiones artísticas. Es un diálogo intertextual entre lenguajes que articulan con autonomía sus estéticas, sus técnicas y sus formas expresivas”, aseguró Mantilla.Los hermanos Pimienta ambientaron el panóptico con La Etnnia que llenó el escenario de energía urbana y rap que, junto a las presentaciones de artistas locales como Afro Fresh y Phonoclórica, llevaron los ritmos locales a otros géneros y regiones.Por otro lado, el jazz estuvo presente a lo largo de los cuatro días, con la presentación del libro Kind of Blue, del periodista y melómano Juan Carlos Garay, y con la participación especial de la banda originaria de Nueva Orleans, Luisiana, los New Orleans Jazz Vipers. Con el ritmo de canciones de Fats Waller, Con Conrad, Duke Ellington, entre otros músicos aclamados en el jazz, acompañaron el inicio y el cierre del festival, además de liderar dos de los talleres para músicos en el Conservatorio del Tolima.César Augusto Zambrano, el maestro homenajeado en su natal IbaguéTras una presentación magistral del Cuarteto Hermès, visitantes desde Francia, el sábado fue, sin duda, el día más emotivo del evento, en el que se rindió homenaje al maestro César Augusto Zambrano, por parte de la Fundación Salvi, principal organizadora del festival.Al maestro, músicos, amigos y organizadores le agradecieron su compromiso indeclinable con el desarrollo cultural y educativo de su región. Pues, por destacar algunos hitos, Zambrano es el fundador del Concurso Internacional de Violín Frank Preuss, de la orquesta sinfónica, el coro y el doble cuarteto de la Universidad del Tolima, del coro de cámara de la ciudad de Ibagué, del sistema coral infantil y la dirección musical de la Fundación Musical de Colombia.Además, el homenaje contó con un concierto de sus obras en el que se destacó la presentación de la rapsodia Señora del paisaje, un homenaje a Leonorcita Buenaventura, conocida como la “novia de Ibagué”, artista amante de su ciudad a la que le dedicó su obra.“Esto es soñar con los ojos abiertos, nunca hice música para esperar estos reconocimientos tan calurosos y sinceros. Ha sido un camino de dedicar una vida a servir, a acercarse a la gente y siempre trabajar para que todo lo que sea importante para la música también sea importante para toda la gente”, agradeció Zambrano.🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
Desde el 25 de julio se está llevando a cabo la celebración de los 500 años de la fundación de la ciudad de Santa Marta, algunos sectores de la ciudad no estuvieron de acuerdo con las declaraciones del ministro de las Culturas, las Artes y los Saberes, Juan David Correa, quien habló acerca de conquista y esclavitud."Para nosotros, por Santa Marta no entró la civilización, ni la religión fue un bien para el país, ni el idioma castellano fue un bien para el país", afirmó el ministro, quien agregó: "Para nosotros, lo que va a ocurrir no es una celebración (...) Hubo un enfrentamiento y una colonización, y eso nos hace pensar en las personas que estaban en el territorio antes de que esas otras llegaran".El alcalde de Santa Marta, Carlos Pinedo Cuello, contestó a sus palabras por la red social X, donde mencionó: “desde Santa Marta rechazamos con firmeza las desafortunadas declaraciones del Ministro de Cultura, Juan David Correa, quien ha mostrado una grave falta de respeto hacia nuestra ciudad, su historia y su gente. La celebración de los 500 años de Santa Marta no es solo un evento local; es un hito de importancia nacional e internacional. Menospreciar los aspectos históricos de nuestra fundación es una ofensa no solo para los samarios, sino para todos los colombianos”.La Academia de Historia del Magdalena también se pronunció al respecto: "esta Academia celebrará la hispanidad y seguirá destacando de la ciudad su historia, su papel importante como puerto principal para la exploración y conquista de los territorios internos y lo que históricamente representó para el Reino de España".💬 Síganos en nuestro canal de Whatsapp aquí.En el 2020 se instauró la ley 2058 en la que se decreta a la Nación como partícipe de la celebración del Quinto Centenario de Fundación de la Ciudad de Santa Marta, “ La Nación hace un reconocimiento al Distrito Turístico e Histórico de Santa Marta, declarado patrimonio cultural de la Nación por ser la ciudad sobreviviente más antigua fundada por España en América del Sur y en razón a su riqueza biogeográfica y ecológica, a su diversidad cultural con presencia de los pueblos indígenas Kogui, Arhuaca, Arzaria, Chimila y Wayúu y de población afrocolombiana”, se lee en esta ley.Correa hizo alusión a esta ley y presentó una nueva carta en la que vuelve a mencionar la colonización y la participación de las comunidades en el quinto centenario: “entre otras cosas esa comisión no ha vuelto a sesionar porque uno de sus artículos fue demandado ante la Corte Constitucional (Sentencia C- 189 de 2022) por las comunidades negras, afrodescendientes, raizales y palenqueros por considerar que se había vulnerado sus derechos de participación. La corte tuteló sus derechos y determinó que ellos también integrarían la comisión, la cual se hizo extensiva a los pueblos indígenas, reconociendo de esta manera el lugar fundamental en esta historia.En esta carta el ministro resalta que no debe ser una celebración sino una conmemoración sin dejar de revisar el pasado y el comienzo de la fundación de la ciudad: “pensar en una conmemoración, 500 años después, es entonces un gesto de reconocimiento hacia pueblos indígenas y afrodescendientes que no sólo resistieron largos siglos de colonización, sino que también durante gran parte de la República han hecho esfuerzos para no ser condenados a habitar en los terrenos de la otredad”.🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
"No hay una estrategia, yo le llamo (a la política lingüista del Gobierno) un proceso confeti: hago aquí un concurso de poesía en náhuatl, aquí publico una novela en zapoteco (...) Pero no hay una estrategia integral", explica Aguilar, quien se muestra crítica con las políticas de protección de las lenguas indígenas por parte del presidente saliente, Andrés Manuel López Obrador (2018-2024).Para la lingüista es significativo que el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas "cuente con tres veces menos presupuesto que lo que contó en 2021 la oficina para promover el béisbol", lo que en su opinión deja a las claras la falta de voluntad política al respecto.En el gabinete que ha anunciado la presidenta electa, Claudia Sheinbaum, quien asumirá el próximo 1 de octubre, Aguilar sí ve algunos signos más positivos de cara al próximo sexenio. "Ahora con Claudia hay personas cerca que, creo, podrían influir para hacer una política lingüística necesaria", afirma la escritora.La pérdida de lenguas originarias en MéxicoSegún explica Aguilar, actualmente en México existen 68 lenguas distintas, que a su vez se subdividen en matices regionales creando hasta 365 sistemas lingüísticos diferentes, lo que muestra la riqueza lingüística del país, que no obstante se ha visto enormemente deteriorada, especialmente tras la independencia mexicana de España en 1821."Se calcula que para 1820 aproximadamente entre el 65 % y el 70 % de la población hablaba una lengua indígena y en la actualidad es el 6,1 %", asegura la escritora.Aguilar achaca esta enorme reducción a la construcción nacional de México, ya que parte del proceso de creación del Estado-nación es la disolución de las diferencias identitarias, principalmente las lenguas."En el caso de México la idea fue imponer la lengua de una minoría criolla que era la que hablaba castellano, como única lengua (...) básicamente para construir la idea de una identidad mestiza era importante que dejaran esas identidades y esas pertenencias a pueblos y naciones que no eran del Estado mexicano", explica.💬 Síganos en nuestro canal de Whatsapp aquí.La propia Yásnaya, cuyo idioma natal es el mixe (lengua originaria del occidental estado mexicano de Oaxaca), ha experimentado en primera persona la pérdida paulatina de su lengua."Siempre digo que es muy triste ver en primera fila cómo va muriendo tu lengua", expresa la escritora, al asegurar que el proceso de deterioro de estas lenguas es más notorio entre la población joven."Si ves la tasa de transmisión, claramente ves que la población infantil ya no está jugando entre ella en mixe", señala la lingüista, que ve una gran diferencia entre niños y adultos de la tercera edad, entre quienes todavía abunda la comunicación en mixe.En opinión de Aguilar, la protección y conservación de las lenguas prehispánicas pasa por una menor intervención del estado en la educación de las comunidades indígenas."Pasa por la autonomía, que los pueblos (originarios) puedan tener sus propios sistemas educativos", sostiene la escritora, que defiende el derecho de las comunidades indígenas a la autogestión en este y otros aspectos sociales y políticos.🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.