Este 23 de noviembre es un día triste para los bohemios sentimentales, amantes de las buenas canciones y de los tragos bien tomados, pues hace 48 años, el cantante y compositor mexicano José Alfredo Jiménez murió a causa de una cirrosis hepática que le aquejaba desde hacía más de un año.El popular cantante nació en Dolores Hidalgo, Guanajuato, México el 19 de enero de 1926 y desde muy niño comenzó a escribir en un cuaderno sus canciones. A los once años llegó a Ciudad de México donde debió trabajar en diversos oficios para colaborar con los gastos de su casa, luego del fallecimiento de su padre, don Agustín Jiménez, quien tenía una farmacia. La vida no fue fácil entonces para doña Carmen Sandoval y sus otros hijos Concepción, Víctor e Ignacio.José Alfredo Jiménez Sandoval fue camarero, entre otros de sus oficios, pero encontró en el fútbol una oportunidad y debajo de los tres palos atajó muchos tiros de sus rivales. Un día llegó hasta la Emisora XEX-AM e interpretó “Cuando el destino” y “Yo”, temas que causaron admiración y seguidores, una de ellas Paloma Gálvez, con quien tuvo luego dos hijos: José Alfredo y Paloma.Después, José Alfredo tuvo una relación con Mary Medel con quien tuvo a Guadalupe, José Antonio, Martha y José Alfredo. Y más tarde un gran romance con Alicia Juárez, a quien descubrió como intérprete, se casó con ella en 1970, le compuso canciones como “La araña” y “El rey”, y grabó un dúo con ella en 1972, “Las ciudades”, tema obligado en emisoras, cantinas y casas. Incluso, la gran Chavela Vargas fue muy amiga de José Alfredo, incluso, ella contó que cuando los médicos le dijeron al compositor que le quedaban dos meses de vida, la llamó para "correr la última juerga".Se les unió al triste momento el también compositor Tomás Méndez, autor del popular tema "Cucurrucucú". Estuvieron tres días con sus noches cantando, bebiendo y desmesurados en el Tenampa, el mítico bar de la plaza de Garibaldi, en el Distrito Federal. En Colombia, el fatídico 23 de noviembre de 1973, las emisoras del país y al menos unos 15 países detuvieron su programación para hacerle su respectivo homenaje al más grande compositor de música ranchera que ha tenido México.
La periodista mexicana María Cortina, amiga y confidente de la cantante mexicana Chavela Vargas, con quien escribió en 2009 Las verdades de Chavela, ha vuelto al “universo” chaveliano con un libro inédito que se propone afianzar la “memoria del futuro”. Así definía la cantante mexicana sus ansias de ser recordada, algo que parece garantizado y no solo en el caso de Cortina, quien responde afirmativamente, sin dudar, cuando se le pregunta si Chavela Vargas: entre García Lorca y Pedro Páramoes fruto de la añoranza. Cortina ha escrito un libro sobre sus conversaciones y anécdotas con Chavela Vargas, a la que conoció en España en la recta final de su vida, cuando la cantante de La llorona y Macorina dejó el alcohol y reinició su carrera con “más sabiduría”. Su segundo libro sobre Chavela Vargas es una obra que Cortina define como “un dique contra el olvido” y un tributo a su “maestra de vida”. Almodóvar y José Alfredo Jiménez, los amigos más fielesPor sus páginas transitan personas muy conocidas, entre ellas el director de cine español Pedro Almodóvar y el cantante mexicano José Alfredo Jiménez, los cuales, según Cortina, fueron los amigos más grandes de la cantante nacida en Costa Rica, pero afincada en México desde los 17 años (el 17 de abril cumpliría 102 años).De Almodóvar, que alguna vez dijo que “Chavela Vargas no va a reencarnar porque ya es la reencarnación de Chavela Vargas”, Cortina ha tomado la idea de que la cantante tuvo tres momentos decisivos en su vida de los que surgió distinta cada vez. Esas “reencarnaciones” fueron su viaje a México a los 17 años, su regreso a los escenarios a los 72, tras una ausencia de más de una década en la que se perdió en el alcohol, y a los 93 años, poco antes de que su corazón dejara de latir. También le puede interesar: La vida de Mercedes Sosa llegará a la pantallaEl libro lleva el antetítulo de “Conversaciones con María Cortina”, porque conversar, además de acompañarla en su etapa triunfal en España, es lo que Cortina (quien era agregada de prensa de la embajada de México en Madrid por aquellos años) más hizo con la “Dama del poncho rojo”, como la apodó el cantante Joaquín Sabina. También la visitaba una vez a la semana en la casa de Cuernavaca, donde pasó los últimos años de su vida, después de su último viaje a España, que hizo con 93 años.“Estaba muy sola, la mayor parte del tiempo solo con sus enfermeras”, dice Cortina, quien destaca que a la vez su página oficial en internet cada día tenía más seguidores. Después de su muerte, el 5 de agosto de 2012, se llenó aun más de personas jóvenes que decían en sus mensajes cuánto les hubiera gustado conocerla en vida.García Lorca y Juan RulfoChavela tampoco conoció nunca al poeta español Federico García Lorca, pero lo “hizo tan suyo como una canción de José Alfredo”, dice Cortina al explicar el título de su nuevo libro. Cuando iba a Madrid, la cantante se alojaba en la Residencia de Estudiantes, una institución que tuvo como alumnos a García Lorca, Salvador Dalí y Luis Buñuel, entre otros. Tomaba siempre la habitación del poeta granadino, asesinado en 1936 durante la Guerra Civil Española, y decía “con total naturalidad que por la noche había escuchado sonar el piano y había bajado para conversar con Federico”, recuerda Cortina. Tanto se identificaba con el autor de Romancero gitano, que su último disco se lo dedicó a él.El mundo de Pedro Páramo, la novela del escritor mexicano Juan Rulfo, forma también parte del universo de Chavela Vargas, a quien encantaba esa novela de un pueblo, Comala, cuyos habitantes están todos muertos. Cortina cuenta que un día una gitana en Madrid le dijo que alguien le había echado mal de ojo y ella se lo contó a Chavela, quien le pidió que no se preocupara pues iba a hablar con “Don Juan”, en referencia a Rulfo (que llevaba años muerto), para arreglarlo. Después le dijo que no se espantara si por la noche, en su habitación, escuchaba el ruido de un sombrero al caer al piso. “Así lo sentí, igual que siento la presencia de Chavela ahora”, dice Cortina, quien, sin embargo, afirma no creer en parapsicología ni espíritus.En su última conversación con ella, la cantante, que “veía cosas que los demás no veían” y era famosa por sus “frases contundentes”, le dijo que no tenía miedo a morir y aceptaba que se iba ir, pero también que “seguiría por aquí”. “Minutos después de aquella confesión, me pidió que llevara a la habitación del hospital donde se encontraba internada el medallón que los chamanes de la comunidad huichola le entregaron cuando la nombraron Gran Chamana. Lo tuvo puesto hasta el final”, recuerda.“Quienes todavía lloramos al escuchar su canto, quienes pensamos en ella cuando nos duele el alma, los que nos empeñamos en deshilvanar sus verdades, los que la invocamos cuando nos urge un trago de coraje, sabemos que desde el 5 de agosto de 2012 Chavela vive su tercera vida”, dice la periodista en el libro. Sobre el arte de su maestra, Cortina afirma que “cuando Chavela canta frente al que sabe escucharla, no desnuda el alma. Lo que en realidad hace es que consigue que el intruso la deshabite para que solo quede uno mismo”.
Rodeado de música latina durante su infancia en Nueva York, Matt Dillon se planteó inicialmente un documental sobre los talentosos músicos cubanos emigrados a México en los años 1950. Pero hablando con los conocedores de aquella época dorada del son, el bolero y el cha cha cha, terminó centrándose en Francisco Fellove, el más exuberante de todos."Estaba actuando todo el tiempo, la música salía de él", recordó este martes en rueda de prensa este actor de 56 años más conocido por sus papeles en "Algo pasa con Mary" (1998) o "Rebeldes" (Francis Ford Coppola, 1983). Fellove (1923-2013), nacido en La Habana en una familia de rumberos, se destacó de muy joven por su virtuosismo en el manejo del scat, una técnica de improvisación surgida del jazz y consistente en inventar melodías a base de sílabas sin palabras.Magnético, carismático y autor de todo un clásico de la música cubana como es "Mango mangüé", el 'showman' Fellove emigró a México en 1955 incentivado por otro reputado músico cubano, José Antonio Méndez, y por la sencilla razón de que en La Habana era imposible ganarse la vida cantando. En México encontró el éxito ansiado, fue elevado a la categoría de "grande" por el productor musical Mariano Rivera Conde, y brilló hasta que a partir de los años 60, el rock y luego las variedades arrasaron con el panorama de la música latina.Décadas más tarde, en 1999, 'el Gran Fellove' era un genio caído en el olvido, cuando el músico y compositor californiano Joey Altruda dio con él y se planteó hacerle grabar el último disco de su vida. Una aventura en la que lo siguió su amigo Matt Dillon para filmar el proceso, sin tener del todo claro cuál sería el resultado final. "El documental nació de esa amistad que teníamos y de nuestra afición por el mismo tipo de música", dijo Dillon. El desafío era de talla, ya que Francisco Fellove llevaba 20 años sin sacar un disco, y según recuerda el propio director del documental, por momentos "hubo tensión", porque Fellove andaba algo "oxidado" con las exigencias de un estudio.Con todo, en la pantalla Fellove luce de buen humor a sus 77 años, pues según el propio Dillon, "tenía el espíritu de un niño". Así, no para de reír, cantar, improvisar y bromear con su viejo amigo el trompetista Alfredo 'Chocolate' Armenteros, otro veterano de la música cubana venido especialmente desde Nueva York para grabar el disco, que verá la luz en 2021.La cinta se apoya en un rico abanico de testimonios, entre ellos el del pianista Chucho Valdés. El conocimiento de Matt Dillon de aquella generación de músicos cubanos llegó a tal punto que hablaba de ellos "como si te abre el álbum de fotos de una familia", según la productora mexicana Cristina Velasco.Cuestión racialDe las conversaciones que mantuvo con Fellove, Dillon recordó especialmente las relativas a la discriminación racial que los músicos cubanos negros sufrieron en La Habana de los años 1940 y 1950. "Había discriminación, me decía 'soy 100% negro, mi origen es africano', y hablaba mucho de lo difícil que era a veces, porque había un grado de racismo".De manera que todos esos músicos "se fueron a México, porque era un trampolín, porque no había discriminación allí", y porque en ese país "fueron aceptados con una gran gentileza". Matt Dillon debutó en 2002 como director con "City of Ghosts" (La ciudad de los fantasmas), y en 2006 fue merecedor en San Sebastián del premio Donostia en reconocimiento a su carrera. Este martes presentó su película en Sección Oficial, aunque fuera de competición.