La música para piano del primer Beethoven suene tan vital-y tan diferente de la de sus contemporáneos-es el grado en el que explota un amplio espectro de texturas. Existen, claro está, modelos y técnicas básicos, convencionales, característicos de la música para teclado, que operan en su música y a partir de los cuales puede reconocerse fácilmente una deuda con las generaciones anteriores como, por ejemplo, una entre tantas, la técnica que tomó probablemente de la música de Mozart, el cruce de una mano sobre la otra. Convencionalmente, este procedimiento se utiliza para permitir que la melodía y el bajo se respondan entre sí sobre un acompañamiento continuo en un registro central.
El “Emperador” fue el último concierto para piano de Beethoven. Data principalmente de comienzos de 1809 y se vio seguido de cerca por la finalización de otra obra que aunaba piano y orquesta, la Fantasía Cora
No es posible reconstruir sin huecos el desarrollo del joven Ludwig van Beethoven en la segunda mitad de los años 80: muchas obras se han conservado de forma fragmentaria, y otras se han perdido totalmente.
En ausencia de una historia sobre las Romanzas resulta tentador especular que las romanzas se concibieron para conciertos de violín que nunca llegaron a ver la luz: entre los posibles modelos se hallan los movimientos lentos de los conciertos para piano, K-466 titulado “Romance” y K-491 de Mozart que Beethoven conocía a la perfección.
El Rondó para piano y orquesta en si bemol mayor, que escucharemos para comenzar este capítulo, al igual que muchas otras obras de Beethoven como el concierto para violín en do mayor no se conserva copiado en todas sus partes. Fue editado póstumamente en 1829, una vez que el antiguo alumno de Beethoven Carl Czerny hubo completado la parte de piano y la partitura de orquesta.