Colombia diversa y vital es el eslogan con el que la Feria del Libro de Madrid presentó al país como invitado de honor. Sin embargo, el grupo de autores que representan al país en la Feria deja varias preguntas sobre el criterio de selección y de nuevo, como en otros eventos literarios, vacíos en la paridad de representación.El primero en señalar la ausencia de nombres relevantes en las listas de invitados fue Winston Manrrique, periodista literario y director de W Magazine, medio en hacer público el tema. Manrrique señala la ausencia de escritores que engrandecieron el panorama literario en el país a finales del Siglo XX, además deja claro que, curiosamente, no fueron tenidos en cuenta aquellos que se han pronunciado críticamente sobre las formas de operar del gobierno actual.Frente a la publicación antes mencionada, Luis Guillermo Plata, embajador de Colombia en España, señaló en entrevista para Libertad Digital que el evento se ciñe a la literatura y no a las ideas políticas de los autores. “Uno no quisiera que una feria literaria se convirtiera en una feria política. Ni para un lado ni para el otro. Se ha tratado de tener cosas neutras donde prime el lado literario de la obra”, aseguró Plata luego de que se le preguntara cómo habían sido elegidos los escritores invitados.Autores como Piedad Bonnett, William Ospina, Laura Restrepo, Fernando Vallejo, Héctor Abad Faciolince, Pablo Montoya, Carolina Sanín, Santiago Gamboa y Pilar Quintana no fueron tenidos en cuenta para hacer parte de la Feria. Otros pocos autores se excusaron por no poder asistir a raíz de compromisos laborales, como es el caso de Tomás González, Juan Gabriel Vásquez y Evelio Rosero.Sin embargo, la forma de elegir a los escritores revela una visión por lo menos miope del panorama actual de la literatura en Colombia, un escenario especialmente liderado por mujeres que han ganado reconocimientos importantes en el campo editorial como es el caso de Pilar Quintana, Andrea Mejía, Diana Ospina y Margarita García Robayo, solo por nombrar algunas.El hecho de que varios de los autores que no han sido tenidos en cuenta para la celebración de esta Feria hayan opinado alguna vez sobre el Gobierno Nacional no es un dato menor. Este es un punto que también resalta Winston Manrrique en su artículo, pues se espera que, en un escenario político democrático, las ideas o reflexiones que plantean los artistas como ciudadanos no sean penalizadas y mucho menos, se conviertan en represalias en contra de su obra. Si bien, esa es apenas una hipótesis, la respuesta del embajador Plata amplía el espectro de la duda.Sobre la economía naranja y la neutralidad de las obrasLa idea de la neutralidad es peligrosa cuando se impone sobre ella un silencio que prohíbe y castiga la uniformidad. Mucho más, cuando parece tomar forma como política de gobierno. Además, parece irónico que este tipo de situaciones tengan lugar a la luz de la Economía Naranja, también llamada economía creativa, un modelo económico basado en la generación de riqueza a través de la conectividad, la herencia cultural y el talento.El presidente Iván Duque, junto al exministro de Cultura Felipe Buitrago, publicaron el libro La economía naranja: una oportunidad infinita, allí hablan de la importancia de “fortalecer las instituciones que están encargadas de estas industrias culturales, ya que estas durante muchos años han estado ausentes“ en los debates estratégicos sobre desarrollo económico y social”. Ahora, al contrastar el discurso oficial con los hechos, el abismo sigue siendo profundo a raíz del eco en el sector cultural que trajo la pandemia. Los escritores no están obligados a representar nada, su función es básicamente contar algo, pero tampoco puede reglamentarse la escritura para hacer parte de una delegación. Los procesos de reflexión de los autores implican una lectura contextual que puede o no enmarcarse en la realidad social y su decisión no tendría por qué calificarse desde una oficina estatal. Darío Jaramillo, Melba Escobar, Jorge Franco, Margarita García Robayo, Dasso Saldívar, Juan Esteban Constaín, Rómulo Bustos, Adelaida Fernández Ochoa, Andrea Cote, Ángela Becerra, Beatriz Helena Robledo, Juan Luis Mejía, son algunos de los represéntales del país en la Feria. Sin embargo, la lista está incompleta.
Cali, a finales de los años 70. Cualquier día. El mismo que para Claudia fue el fin del mundo. Hay una familia que parece sostenerse y permanecer unida por gracia de la gravedad, y el colchón verde que forman las plantas de la sala. Algunos días hay silencio, curvas y niebla; otros, menos fatales, la mamá, el papá y la hija van en un mismo carro y comen helado.Pero los días pasan y entonces, alguno cae.“Entonces el abismo, como no lograba hacer que me lanzara ni podía devorarme, se me metía por los ojos, una cosa deliciosa y horrible, una bolita saltarina en la barriga y la náusea asquerosa y pestilente, hasta quedar bien sepultado dentro de mí”. A menudo pienso en la infancia como la época de mayor dicha en la vida. Pero con el paso del tiempo, ha sido inevitable no verla como la raíz de mi historia, la caja negra de todos los pensamientos que rondan mi cabeza hasta chocar y convertirse en acción o verdad. Parece una obviedad decir que la edad determina la dimensión que tenemos sobre las cosas, pero cuando esa premisa se convierte en una certeza, la vida se sacude. Un día, mirando por la ventana, descubrí que era adulta y que de eso no había vuelta, y no significa que sea trágico o que le tema a las arrugas, es solo que se quiebra algo de manera definitiva. La inocencia, dirán algunos.En el último rincón de la risa genuina quedan muchos de esos días, de cuando nos acompañaban a dormir porque nos asustaba la oscuridad y nos esforzábamos por parecer lo suficientemente altos para timbrar en la casa o encender la luz. Un tiempo en el que solo importaba la risa. Entonces la infancia parece un bucle, un eterno retorno que nos permite explicarnos, ampliar el mapa de nuestra mente y el árbol de nuestra familia: mamá, papá, ausencia, abuela, abuelo, silencio, tía, tío, miedo, prima, primo, abandono. Aún siendo adulta, esa mano gigante que parece ser mi familia me alcanza para darme vuelta, golpea en la puerta de cualquier casa que he construido y me recuerda que es la herida definitiva y que se descose cada vez que pronuncio o escribo mi apellido.Soy como Claudia hija que es también Claudia madre y que en cierta medida, es una parte de la madre de su madre: cada una huyendo de la otra aunque la ame con fuerza porque la brutalidad del amor es así, implica la suavidad de una caricia y la ferocidad de una mirada. Sin embargo, todas se contienen, nos contenemos. Hay en mí una parte de todas las mujeres de mi familia, como si habitaran mi cuerpo desde diferentes formas y las encuentro en los gestos que alguna vez rechacé.En medio de la selva, la finca nublada y los guayacanes florecidos, Claudia aprendió a observar con la suficiente cautela para entender lo que pasa, para leer a su madre aún dormida y esperar en silencio a un padre que parece mucho. Remando las grietas de su corazón construye imágenes de la familia que quisiera tener y fija un espejo en su mente en el que es casi tan bella como su madre. Esa tensión solo conoce una tregua: el último momento del día en el que Claudia cierra los ojos y entonces, se apaga el mundo, el calor y Cali. Mientras duerme, Claudia hija es Claudia madre de Paulina, su muñeca, y a su lado observa el vacío de la montaña sin vértigo.Gran parte de mi vida del presente ha requerido rescatar —pero sobretodo honrar— la niña que fui y en esa búsqueda me he encontrado de frente con recuerdos bloqueados, con los afectos que ahora parecen imposibles para mi corazón. Nunca me gustó el miedo, ni el vértigo. Me parecía que el cielo era, después del mar, un lugar imposible, superior y me gustaba estirar los brazos y pensar que lo alcanzaba, que era suave y tibio y cercano desde la barda de ladrillos calientes de la terraza, y yo sentía que podía quedarme ahí. Entonces aparecía la voz de mi papá desde la cocina y me preguntaba: “¿tú me quieres?” y yo respondía: “hasta el cielo de la calle”.Por alguna razón, la flecha de la culpa ha estado afilada siempre solo hacia un lado, ha atravesado particularmente un cuerpo y ha minado nuestro lazo con la madre. Por si fuera poco, sobre sus hombros ha pesado siempre la responsabilidad, el amor y el cuidado como si de verdad fuera un instinto, como si se tratara de un botón que enciende y apaga la maternidad. Dar por sentado el amor es renunciar a la búsqueda y al encuentro de resignificar nuestros vínculos, implica ver a la madre solo con un ojo, como recordándole que ya no es una mujer, que ahora es solo la-mamá-de. Luego de ese juicio está el perdón.Como hijas somos implacables y aún sin ser madres, esperamos que al momento de serlo —si es que pasa— haya benevolencia hacia nosotras. No hay un hogar más seguro que la madre y nada más liberador que aprender a conocerlas fuera de ese rol. En un mundo que parece en contra de las mujeres, solo nos tenemos a nosotras mismas, solo nos queda agarrarnos de la mano con fuerza y sostenernos en el borde del abismo y en la caída.“Yo sé que no he sido la mejor mamá… Cuando la tristeza se me mete en el cuerpo yo trato de hacer que se vaya, te lo juro”.Una vez atravesado ese puente, hay otro hueco inmenso que se abre ante nosotros. Descubrimos que la mayoría de los abismos no son un lugar, sino que nos habitan, son los ojos convertidos en pozo, es la rinitis que deja a oscuras a Claudia y el resbalón de Gloria Inés. Puede ser la imposibilidad de responder un mensaje, el silencio que llega de golpe y nos roba hasta el disfrute de la música. Es también el recuerdo que está llegando ahora a su cabeza.El abismo como el silencio es una figura extendida. Incluso, en ocasiones, es otro familiar. Es, como su definición lo indica, una “parte profunda del pensamiento o del alma que resulta insondable o incomprensible”, como una capa oscura y densa que se adhiere con fuerza unos días más que otros, y requiere toda una red de afectos para quebrarse. A los abismos le hacemos ofrendas porque la tristeza también es un ritual: hacemos promesas de ya no pensar tanto en eso y tomamos duchas largas para que el agua se lleve todo. Le entregamos algo que amamos, lo dejamos caer como Claudia a Paulina. Y basta. Y siguen faltando cosas también.Pilar Quintana escribió una novela en la que una hija descubre a su madre, descifra a su padre y en medio de esos dos lenguajes construye un mundo propio, aún en medio de los derrumbes que todo el tiempo los desbordan. Es honesta y sutil, y por eso es fácil encontrar en esos personajes la piel de la gente que conocemos. Todos asistimos a la degradación de la familia: a través de una separación, cuando una enfermedad llega y se lleva a quien amamos. O, cuando simplemente y sin poder pararlo, el deterioro del tiempo lo consume todo y no podemos hacer nada, solo ver cómo pasa. Lo que amamos, a quienes amamos, se cae ante nosotros porque la gravedad es definitiva y aunque creamos saber qué les pasa, hay una marea indetectable que solo ellos dimensionan en su pecho. Hay casos en los que la rinitis y la migraña de Claudia los apaga. Otras veces, de tanto amor y tanto daño, los lanzamos por el abismo para ya no saber más de ellos, sin saber que una parte nuestra está ahora en el fondo y que desde cualquier presente, regresaremos al umbral para preguntarnos si hicimos bien en huir.
Una de las voces más importantes de la literatura colombiana contemporánea es Pilar Quintana. La escritora caleña ha construido un universo literario en el que habita la ferocidad del amor, de la violencia, en medio de lugares particulares como el Pacífico Colombiano. Luego de ser nominada a varios premios por su novela "La Perra" y de la reedición de "Caperucita se come al lobo", Quintana recibe un nuevo reconocimiento. La autora ha sido anunciada como la ganadora del Premio Alfaguara 2021, en su XXIV edición, por su novela "Los Abismos", una obra inédita que estará al alcance de los lectores desde el próximo 25 de marzo, según anunció la editorial. El jurado premió esta novela que describe "la oscuridad del mundo de los adultos, a través del punto de vista de una niña que desde la memoria de su vida familiar intenta comprender la conflictiva relación entre sus padres", dijo el presidente del jurado, el escritor colombiano Héctor Abad Faciolince.
El huecoEstuvimos tres años en el hueco. Así lo llamábamos aunque en realidad no era un hueco. Era una estructura de paredes altísimas de concreto, sin techo. Mariángela estaba en una celda y yo, en otra. Las celdas eran contiguas.El único hueco era el que había en todo lo alto. Por ahí entraban el sol y la noche. Por ahí nos caían la lluvia y la comida. Nunca nos dieron un plato servido como a la gente. Nos tiraban el arroz lo mismo que la sopa. Había que hacer las necesidades en un rincón y había que esperar que la comida no cayera en ese rincón. Había que buscar los pedazos de comida esparcidos por toda la celda y, si era sopa, había que agacharse a lamer como los animales.Mientras estuvimos en el hueco, Mariángela se negó a aceptar la realidad. Según ella, el hueco sí tenía techo. El intenso calor que sentía durante el día y el frío de la noche se debían a un sistema de calefacción y aire acondicionado. La lluvia era un sistema de aspersores para cultivos que colgaba del techo y los truenos, efectos de sonido reproducidos por un equipo de sonido.Mariángela decía que Víctor había instalado todos esos sistemas con el propósito expreso de torturarnos suplementariamente. El encierro —y la pared que nos separaba, los daños físicos, las humillaciones— no eran suficientes para él. Mariángela decía que a Víctor le gustaba jugar a Dios.En cuanto a la comida, se imaginaba que la lanzaba un aparato parecido al que dispara pelotas de tenis. Mariángela se había procurado una explicación para todo.Para ella el hueco era hermético y estaba sumido en las tinieblas. Esa era la razón por la que no podía ver nada, no quería darse cuenta de que le habían arrancado los ojos. Yo no la desengañaba aunque a mí no me había ido mejor, a mí me habían arrancado los testículos.La mente de Víctor era ilimitadamente perversa, y había que reconocer que en la misma medida era una mente brillante. Nos había castigado a cada uno justo donde estaba la raíz de nuestro pecado, con un acierto y con una sevicia que solo pueden compararse con las atrocidades divinas de las que hace alarde la Biblia.En eso de que Víctor jugaba a Dios sí tenía razón MariángelaVíctor tenía una flotilla de aviones, una colección de coches antiguos y un equipo de carreras. Tenía tantas propiedades en tantas ciudades que ni él mismo sabía cuántas eran. Tenía una finca —la misma donde estaba el hueco— que era más grande que Suiza. En un arrebato de ostentación la había llamado País Víctor y, de hecho, ahí solo regían sus propias leyes.País Víctor tenía un ejército de quinientos hombres para custodiarla y no producía nada. Era una finca de recreo que nada más consumía. Tenía 77 nacimientos de agua, 77 caballos árabes y 77 habitaciones para invitados.A Víctor le gustaban esas coincidencias numéricas —siempre de tres en tres y siempre usando el número siete— y se jactaba de tener el poder de propiciarlas.Las pesebreras estaban alfombradas, las cerraduras de las puertas eran de oro, lo mismo que los grifos de los baños, y la pista de aterrizaje tenía capacidad para grandes aviones comerciales, aunque no llegaba ninguno.Víctor tenía fama de haber matado más de doscientas personas y hecho explotar siete bombas de alta potencia en siete centros comerciales de siete ciudades distintas. Así había doblegado al gobierno y conseguido sus favores.Yo solo era uno de sus pilotos y no tenía nada. La única razón por la que Mariángela podía haberse fijado en mí era porque yo era guapo.Víctor era bajito y rechoncho. La barriga le sobresalía por encima de los pantalones y a sus 39 parecía de cincuenta. Tenía la cara deformada por viejas marcas de acné y de vez en cuando le aparecían pústulas frescas que reventaban causando estropicio de pus y sangre.Por eso hizo que a Mariángela le sacaran los ojos.Mariángela era una muchacha de barrio. Una de tantas que Víctor compraba con joyas, con ropa o directamente con plata, una de esas que sacaba a pasear el fin de semana. Mariángela no era nadie. Pero tenía un culo precioso.Por eso, a mí, Víctor me hizo cortar el suministro de testosterona.Yo llevé a Mariángela a País Víctor. Nunca había montado en avión y estuvo muy preguntona. Cuando llegamos a la casona y vio los balcones, la piscina y la magnificencia de todo, soltó el maletín, que no había dejado que nadie le cargara, y dijo guau.Víctor no estaba.Nos sirvieron la cena en el comedor para veintidós personas, a ella en un extremo y a mí en el otro, y nos dejaron solos. Solos con la guacamaya de Víctor, que tenía las alas cortadas, y se movía de silla en silla. Mariángela estaba encantada de jugar a la gran dama. Afectaba los modales, se refería a la guacamaya como a su alteza real y le hacía una reverencia cada vez que alzaba la copa para tomar. Nos estuvimos riendo todo el tiempo.En cuanto terminó el postre dejó caer la servilleta con descuido sobre la mesa. Había vuelto a ser ella misma y, del modo más natural, me preguntó si me parecía que ella era muy puta por acostarse con un tipo como Víctor. Le respondí que no era más puta que yo. Ahí fue cuando nos perdimos. Lo vi en sus ojos y ella lo vio en los míos. Dejamos de reírnos.Vinieron a decirnos que Víctor no llegaría hasta el día siguiente y nos llevaron al segundo piso. Nos asignaron habitaciones contiguas con balcones que apenas se separaban con una baranda decorativa de madera. Estoy seguro de que Víctor me puso a Mariángela tan cerca a propósito.Hasta ese momento solo me había dado trabajos anodinos como llevar a sus amantes ocasionales de un lugar a otro. Ahora, quizás, estaba pensando hacerme su piloto personal o darme una ruta, que era lo que yo ambicionaba. Víctor no confiaba en nadie y quería probarme.Yo habría jurado que en mí sí podía confiar. Fui el primer sorprendido una vez se vio lo contrario. Cuando salí al balcón a fumarme un cigarrillo, ella estaba ahí. De pie junto a la baranda que separaba los cuartos. Hablamos de las montañas que se veían al frente, por hablar de alguna cosa, por disimular el nerviosismo. En cuanto tiré elcigarrillo, nos miramos y nos besamos. Cualquiera de los empleados de Víctor podía habernos visto. Se lo dije a Mariángela y ella se entró a su habitación sin decirme nada. No tuve un instante de vacilación. Salté la baranda y entré detrás de ella.No nos dijimos nada. Todo lo hicimos con desesperación y abandono, y no creo que fuera solo por el peligro o porque fuera nuestra primera vez, sino porque en el fondo sabíamos que también era la última. Pero fuimos felices, nos mirábamos a los ojos, más bien nos comíamos con los ojos, y sonreíamos.Yo me vine largamente, ella no lo consiguió.Le dije que después de un polvo imperfecto siempre hacía falta una buena conversación de cama. Ella se rio y me contó de su hijo de cuatro años. Yo, de los miedos que había pasado en mi profesión. Mariángela se fue quedando dormida en mi pecho.Antes de irme, contemplé su hermoso culo desnudo. Aún hoy, el recuerdo de ese culo desnudo me hace posible concebir el deseo.Yo había dejado la luz de la mesa de noche encendida y ahora estaba apagada. Me moví con cautela. A pesar de la oscuridad lo vi. Estaba sentado en el sillón. Se veía tranquilo, y hasta me pareció ver que sonreía. Tal vez ya tenía concebido su plan. No hizo nada, no dijo nada. Se levantó y se fue.Cuando abrió la puerta, entró un chorro de luz y pude ver que había dos hombres en las esquinas del cuarto. Estaban armados y me apuntaban. Oí que otros hombres entraban en la habitación de Mariángela.Oí sus gritos aterrados, oí cómo la sacaban, oí cómo se resistía, oí que le suplicaba a Víctor que no la matara y al final, cuando su voz era un hilo en el extremo más alejado del pasillo, oí que gritaba mi nombre.Quise ir por ella, pero los hombres me agarraron. Me tuvieron dos días encerrado en la habitación. Sin comida y sin agua. Sin saber qué había pasado con Mariángela. Luego me llevaron al primer piso, al comedor donde había cenado con ella y la guacamaya.Había varios hombres y estaban Víctor y Mariángela. Nos miramos, estaba tan bonita como el primer día, le sonreí. Uno de los hombres me pegó en la cabeza con la cacha de su revólver. Mariángela soltó un grito.Me desvistieron, me agarraron entre cuatro y me inmovilizaron sobre la mesa para veintidós personas. Entonces vi al hombre que se acercaba con el bisturí. Mariángela no paraba de llorar, Víctor le sujetaba la cara para asegurarse de que mirara. El hombre tomó mis testículos con la mano, como sopesándolos, los levantó y acercó el bisturí. Sentí el frío del acero y el calor de la sangre. Me desmayé.Cuando volví en mí, seguía sobre la mesa del comedor. Me habían puesto una manta encima y sentía frío. Mariángela estaba acostada a mi lado. Dormía. Por un momento pensé que seguíamos en la cama, que acabábamos de hacer el amor. La voz de Víctor me sacó del ensueño. Sentí su aliento en mi oreja. A ella le vamos a sacar los ojos, me dijo.El hombre del bisturí —debía ser un cirujano, Víctor siempre hacía las cosas bien— estaba al lado de Mariángela. Le pusieron un aparato que le abrió los párpados. Vi claramente sus ojos verdes, vi claramente cuando el bisturí entraba. Perdí la conciencia otra vez.A ratos la recuperaba y siempre percibía a Mariángela junto a mí. Pero todas las imágenes son borrosas y de pesadilla. Creo que vi las cuencas de sus ojos vacías. Sus ojos en las manos de Víctor. La guacamaya montada en el hombro de Víctor. Los párpados cosidos.Cuando me desperté del todo, ella no estaba a mi lado y estábamos en el hueco.Cortesía: Literatura Random House.
En 1900, cuando Matilda Burgos llegó a la capital del país, el casco de la ciudad terminaba, hacia el norte, en el río del Consulado, y frente a la Beneficencia Española hacia el sur. Los límites por el oriente estaban demarcados por Jamaica, mientras que por el occidente se prolongaban hasta el Bosque de Chapultepec. Las líneas de los tranvías eléctricos unían ya a las amenas villas de Tacubaya, Mixcoac y San Ángel con el ritmo acelerado de la ciudad.Desde las primeras horas de la mañana, la prisa de la gente cambiaba la dirección del aire en las calles, y de noche las luces incandescentes del alumbrado público protegían a los vecinos de colonias acomodadas y las correrías de los transeúntes en perpetuo desvelo. Al empezar el siglo habitaban la ciudad, de acuerdo con el censo general de población, 368,898 capitalinos. Matilda Burgos, a los quince años, se convirtió en la número 368,899.Con la frente apoyada en el cristal de la ventanilla del tren, Matilda observó la lenta aproximación del animal urbano con una mezcla de terror, asombro y desesperación. Era la primera vez que veía edificios. El pulso aumentó de ritmo en sus muñecas y una súbita marea de sangre en la parte posterior del cerebro le ocasionó un efímero dolor de cabeza. Sus manos quietas sobre el regazo y su rostro impávido frente al espectáculo de la ciudad, sin embargo, no la traicionaron. Decidió esconder su miedo. Nadie la vería llorar. Se mordió los labios. Mientras el tren reducía la velocidad y el sobresalto cundía entre los pasajeros antes adormilados, su nueva soledad brilló con color púrpura en sus ojos. El recuerdo del aroma de la vainilla llegó de improviso y, de igual manera, la venció. Una lágrima, antes de que se diera cuenta, rodó por su mejilla hasta alcanzar la comisura de la boca.—Todo va a salir bien, no te preocupes —una voz en tono bajo, mesurado, la sacó abruptamente del ensueño. Con ademanes discretos, intentando evitar que ella sintiera vergüenza, el hombre de tez blanca y nariz aguileña le estaba ofreciendo su pañuelo blanco. Matilda lo aceptó. En una de las esquinas pudo ver las iniciales J.B. bordadas con hilo color café. Le sonrió.—Gracias, señor —el acento pueblerino que salió de sus palabras venía de lejos. De la infancia. Entonces, entre sus brazos, sobre el marchito pecho masculino, Matilda lloró en la ciudad por primera vez.El interior de la Biblioteca Nacional está lleno de murmullos apagados, ecos monótonos que chocan y luego desaparecen en la porosidad de las muros. Joaquín, cuya figura se desliza en las calles, en los bancos y en los comercios con los movimientos de alguien que no acaba de ajustar en la maquinaria de la ciudad, camina por los pasillos del recinto con soltura, serenidad, algo inusitado. En el salón de lectura sólo se escucha el lento paso de las hojas y, a veces, el compás de un par de tacones alejándose sin prisa. Antes de abrir uno de los siete libros que ha acomodado en pila sobre la mesa, Joaquín advierte que la luz del sol matutino forma caprichosas figuras geométricas en el piso. Papantla. 💬 Síganos en nuestro canal de Whatsapp aquí.El fotógrafo desea que esa luz ilumine la historia de la mujer, cada ángulo de su rostro, cada marca que el tiempo haya dejado en las rodillas, en los ojos. Más que tenerla dentro de sí y a oscuras, Joaquín necesita tenerla alrededor, luminosa. Como siempre, Joaquín necesita un contexto para aproximarse a una mujer. A los cuarenta y nueve años, todavía es un hombre que se enamora como si tuviera todo el tiempo por delante, y nada más que hacer. Totonacapan. Tajín. Tecolutla. Después de repasar los nombres en silencio, el fotógrafo los escribe sobre los renglones azules de su libreta. Detrás de cada uno, espiándolo sobre el lomo de las letras, los ojos juguetones de Matilda lo miran asombrarse y, luego, contener el sobresalto. Cada información lo aproxima un poco más a ella. Los totonacas arribaron a la zona del Tajín alrededor del año 800 de nuestra era, tiempo después y por razones que permanecen en el misterio, el área fue abandonada hacia el siglo XII. El territorio del Totonacapan iba desde las riberas del río Cazones hasta las del río La Antigua e incluía, sobre un costado de la sierra Madre, a Huauchinango, Zacatlán, Tetela, Zacapoaxtla, Tlatanquitepec, Teziutlán, Papantla y Misantla. Los nombres le sugieren ciénagas remotas, lodazales, paludismo, encarnizadas epidemias pero, poco a poco, a medida que las descripciones de los libros aumentan y la inmensa vegetación llena el espacio con variados tonos de verde, el olor de la miel, la zarzaparrilla, la pimienta, el copal y la vainilla lo transportan a lo que quisiera imaginarse como una parte de paraíso terrenal. En los dibujos de Tierra Caliente, la gente de razón aparece montada a caballo y las mulatas a pie, cubiertas con sencillos vestidos blancos, llevan tinajas de barro sobre la cabeza.La guerra de Independencia estalló pronto en el norte del antiguo Totonacapan y se extendió hasta bien entrada la década de los veintes. Mientras que el dominio militar de la zona no fue estable, se produjeron tomas y retomas de los principales puertos y plazas. En 1812 hubo un asalto insurgente frustrado contra Tuxpan. Al año siguiente los realistas tomaron Tihuatlán, Tepetzintla y Papantla. En 1816 se apoderaron de la importante base de aprovisionamiento insurgente que se encontraba en Boquilla de Piedras. Papantla es atacada de nuevo en 1819. Pedro Vega, Simón de la Cruz y Joaquín Aguilar fueron líderes destacados, aunque el caudillo que sobresalió fue Serafín Olarte, quien cohesionó a numerosos contingentes indígenas y mantuvo una denodada defensa, en su bastión de Coyuxquihui, contra las tropas coloniales. Los nombres se amontonan, los nombres no dicen nada. Las fechas son columpios donde Joaquín mece un aburrimiento largo, una expectación llena de urgencia. «¿Cuando, a qué hora apareces, Matilda?» En las ilustraciones que acompañan a las crónicas y los recuentos históricos, Papantla parece ser un poblado apacible aunque desordenado. Los blancos caseríos, techados con tejamanil o teja, se erigen entre zanjas y elevaciones sin organización aparente.No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
Cristina Rivera Garza, la escritora mexicana, fue galardonada con el Premio Pulitzer de Biografía 2024 por su libro "El invencible verano de Liliana", publicado en 2021. El premio fue anunciado en las redes sociales de Pulitzer quienes también felicitan a Penguin Libros y a Hogarth Books quienes publicaron la novela en inglés. "El invencible verano de Liliana" cuenta la historia de la hermana de Rivera Garza quien fue asesinada por su ex novio mientras ella cursaba su pregrado en Arquitectura, tenía 20 años. 💬 Síganos en nuestro canal de Whatsapp aquí.“El libro es una excavación en la vida de una mujer brillante y audaz que careció, como nosotros mismos, como todos los demás, del lenguaje necesario para identificar, denunciar y luchar contra la violencia sexista y el terrorismo de pareja que caracteriza a tantas relaciones patriarcales”, dijo Rivera al diario Milenio en el 2021, año en que se publicó la obra. ¿Quién es Cristina Rivera Garza?Cristina Rivera Garza es una escritora, poeta y académica mexicana reconocida internacionalmente. Nació en Matamoros, Tamaulipas, México, en 1964. Ha escrito numerosas obras literarias que abarcan diversos géneros, incluyendo novelas, ensayos, cuentos y poesía. Su trabajo a menudo explora temas como la identidad, el género, la violencia y la historia, y se distingue por su estilo innovador y su compromiso con la experimentación lingüística. Ha recibido varios premios y reconocimientos por su obra, incluyendo el Premio Nacional de Novela José Rubén Romero y el Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos, entre otros. Además de su carrera como escritora, Rivera Garza también es profesora de literatura en la Universidad de California, en San Diego.No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
"Empezamos solamente como para ver qué pasaba, qué sucedía; y hoy en día esto nos ha enamorado. Ha estimulado este corazón y el corazón de mis compañeros", cuenta Orlando Velasco, uno de los presos que forma parte de este peculiar grupo de teatro antes de presentarse frente a sus propios compañeros del establecimiento penitenciario y de los familiares de los que actuaron.El grupo de teatro de internos de Tuluá, en el departamento de Valle del Cauca (suroeste), lleva año y medio trabajando en esta obra, haciendo trabajos de voz, de improvisación, "juegos de contarnos las vidas, de ser amigos, sobre todo de ser amigos, de romper las barreras que hay (...) lo que inicialmente sostuvo este grupo de principio a fin", rememora Valeria Giraldo, la persona que estuvo acompañándolos en todo este proceso."Las personas que se inscribieron eran nuevas, nunca habían hecho teatro y simplemente venían porque era más fácil estar en clase de teatro y no en un patio donde cualquier cosa puede pasar a cualquier hora", agrega Giraldo sobre el contexto de los presos que se sumaron a esta iniciativa.Un estímulo al corazónY armar una obra en la cárcel no es fácil, siempre hay cambios de centros penitenciarios o personas en permiso que no pueden asistir a los ensayos.Pero la obra conquistó a estos presos, que siempre estuvieron dispuestos a trabajar sus personajes para salvar la obra y acabaron enamorándose.En una realidad compleja como la que viven los presos en su día a día, algunos se encontraron con el teatro, que se convirtió en una puerta a la liberación y reconciliación que les ayudó a evadirse y a tener un propósito.💬 Síganos en nuestro canal de Whatsapp aquí."El mejor punto para resocializar a una persona, el corazón", explica Velasco, que tiene 45 años y ha vivido 16 de esos en prisión.El recluso añade: "El teatro estimula el corazón, la sensación es de poder crear un personaje que no eres tú, vivir el personaje de otra persona".Festival Nacional de Teatro CarcelarioEntre el 26 de abril y el 6 de mayo, los internos de las cárceles de las localidades de Anserma, Vélez, Acacías, Puerto Triunfo, Tuluá y Las Heliconias (Florencia), presentan sus obras en cada prisión frente a un jurado de expertos como los actores Mariana Gómez, Santiago Alarcón y Emmanuel Restrepo.La obra ganadora será presentada en un teatro fuera de la cárcel, con acceso a toda la comunidad, "como un esfuerzo por fomentar nuestro objetivo de diálogo y reconciliación", asegura la directora del Festival y de la Fundación Acción Interna, la actriz y activista colombiana Johanna Bahamón. Ver esta publicación en Instagram Una publicación compartida por Fundación Acción Interna (@fundacionaccioninterna) La Fundación Acción Interna es una organización sin ánimo de lucro creada en 2012 por Bahamón con el objetivo de dignificar y mejorar la calidad de vida de la población carcelaria y que ha pagado penas, ayudándolos a transformar su vida, a reivindicarla y a reconciliarse con el resto de la sociedad.🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
Según informo este lunes el Museo, el lienzo se expondrá en una instalación individual especial, desde el 28 de mayo hasta octubre de 2024.La obra, cuyo propietario se desconoce, fue cedida a la pinacoteca española través de la galería de arte Colnaghi, quien la custodia desde que en abril de 2021 el Prado alertara al Ministerio de Cultura español de que iba a ser subastado un cuadro de relevancia que, en aquel momento, se atribuyó a un alumno de José de Ribera.El cuadro es lo que se conoce como 'un durmiente' ('sleeper'), un término con el que los expertos definen a aquellas obras no identificadas.La obra de Caravaggio podría superar los 100 millones de euros en una subasta, pero al estar protegido y no poder salir de España su cifra será mucho menor.Desde su aparición, el 'Ecce Homo' se convirtió en "uno de los mayores descubrimientos de la historia del arte", informó el Prado, "logrando un consenso sin precedentes en lo que a su autentificación se refiere".💬 Síganos en nuestro canal de Whatsapp aquí.Tras una "profunda investigación diagnóstica", la restauración se llevó a cabo de "manera rigurosa y rigurosa", y cada decisión se apoyó en una evaluación exhaustiva de los materiales de la obra y el historial de conservación del cuadro, "reafirmando la atribución inicial al maestro italiano".En concreto, la obra, propiedad de la familia Pérez de Castro, fue vendida a un comprador que se mantiene en el anonimato, según contaron a EFE fuentes del Prado, en una subasta o compra particular.Y éste nuevo propietario contrató los servicios de Colnhagi, una de las firmas de anticuarios más antiguas del mundo y que ya fue responsable de vender -por más de cien millones de euros- otro Caravaggio encontrado en 2016 en un ático de Toulouse.Cuando el cuadro apareció por primera vez al público en 2021 en la casa de Subastas Ansorena, fue presentado como 'La coronación de espinas' y estaba atribuido al Círculo de José de Ribera (S.XVIII). Su precio de salida eran 1.500 euros, muy por debajo incluso para esa calificación, según todos los expertos.Hasta entonces había estado en el piso de la familia Pérez de Castro, en el barrio de Salamanca (Madrid), quienes, según se supo poco después, eran descendientes de Evaristo Pérez de Castro, político, académico, redactor de la Constitución de 1812 y gran coleccionista de arte.El óleo representa el motivo histórico del gobernador romano Poncio Pilato presentando a Cristo al pueblo con las palabras 'Ecce homo' ('He aquí el hombre'), uno de los momentos más dramáticos de la Pasión, recogido en el Evangelio de Juan."La obra es un poderoso ejemplo de la maestría de Caravaggio en cuanto al proceso de concepción: una hábil composición que presenta una escena tridimensional y dinámica totalmente innovadora dentro de los límites de una tradición iconográfica arraigada", matizaron desde la pinacoteca española.La presentación del 'Ecce Homo' y el anuncio de su préstamo -"en un acto de generosidad de su nuevo propietario", según el Prado- llevan también aparejada la edición de una publicación que reúne a expertos en la materia.No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
"No me gusta celebrar tal cosa, pero tengo que aceptarlo. Nunca he sido amante de mucha fiesta, pero estaré tranquilo en mi casa con mis hijas y mis nietos", adelantó el percusionista y director de orquesta, que tiene cuatro hijos -tres féminas y un varón-, seis nietos y un bisnieto.Nacido en Coamo, en el sur de Puerto Rico, el 6 de mayo de 1924, Rosario dio sus primeros pasos en la música como miembro del Conjunto Coamex y luego se definió por el timbal, inspirado por el estilo de Tito Puente, tras verlo tocar en el famoso salón de baile neoyorquino El Palladium.Posiblemente el artista en activo más longevo del mundo"Nunca pensé que llegaría a los 100 años. Yo estaba lo más bien hasta que cumplí 96. Yo nací en una familia bien pobre, nunca supe de cumpleaños, bizcochos ni nada de eso. A los 90 estaba trabajando bien, pero cuando me trajeron una parranda para celebrar los 96 años, ahí que dije, caramba, la cosa va pa' largo", relató.Pese a su longevidad, la única limitación física que se le refleja a 'Míster Afinque', uno de varios motes de Rosario, es su caminar, lo que en ocasiones tiene que hacer asistido de una o dos personas, y el uso de unos aparatos pequeños en sus oídos para mejorar su audición.Aun con el problema de movilidad, Rosario continúa tocando su inseparable timbal y dirigiendo su orquesta, cuya gesta debe ser considerada para ingresar al Libro de Récords Guinness como el artista activo más longevo del mundo."Yo siempre he sido una persona sana, pero no es cuestión de si soy sano y llegar a esta edad por ser sano, pero soy sano porque es la voluntad de Dios", indicó el fiel creyente.💬 Síganos en nuestro canal de Whatsapp aquí.Sigue complaciendo a su públicoComo preámbulo a su centenario, Fernando Luis Rosario Marín, nombre de pila del artista, celebró su cumpleaños con un concierto el pasado 27 de abril en un atestado Coliseo de Puerto Rico, en San Juan, en el que participaron los veteranos cantantes Gilberto Santa Rosa, Tony Vega y Chamaco Rivera."Hacer música me hace feliz, porque cuando subo a la tarima, pues trato de complacer al público. No estoy pensando en que me voy a tanto dinero, nunca he pensado en esa forma; voy a la tarima a tocar", sostuvo el legendario timbalero.Fue en Nueva York donde decidió formarse como músico de la mano de su compadre Willie Rodríguez, para luego integrarse en la orquesta de Johnny Seguí.A su regreso a Puerto Rico, Rosario se quedó con la orquesta, que en 1987 se convirtió en la primera agrupación de salsa en ser nominada a un Grammy anglosajón al Mejor Álbum Tropical por su disco Nueva Cosecha.La incorporación del saxofón barítono a su propuesta fue lo que llevó a Rosario a triunfar con éxitos como De Barrio Obrero a la 15, La cuesta de la fama, Lluvia y El callejero.Su biógrafo resalta su "energía y precisión"Para su biógrafo Robert Téllez, la oportunidad que tuvo Rosario de liderar su orquesta "con energía y precisión, demuestra la importancia y el impacto duradero que su obra ha tenido en Puerto Rico y Latinoamérica"."Musicalmente, este logro desafía las expectativas y rompe con cualquier límite, desatando más que admiración por la habilidad y la dedicación de Rosario a su arte a lo largo de los años", explicó."También es un testimonio del poder transformador de la música y de la capacidad del ser humano para trascender las barreras del tiempo a través de la expresión artística", añadió Téllez, quien recientemente lanzó la segunda edición de la biografía autorizada de El Rey del Ritmo.El biógrafo reconoció, además, el valor y visión musical de Rosario de integrar un saxo barítono con cuatro trompetas en una agrupación de salsa, lo que resultó ser un concepto sonoro único y distintivo que ha perdurado durante 65 años.🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.