En la Biblioteca Estatal de Berlín se guardan en una sala oscura acorazada, a 18 grados de temperatura y con un 50 % de humedad, más de 200 hojas encuadernadas en tomos rojos, explicó la directora del Departamento de Música, Martina Rebmann.El original sólo sale de la habitación en contadas ocasiones. Pero hoy lo hace con motivo del bicentenario del estreno de la última gran obra de Beethoven el 7 de mayo de 1824 en Viena.Expuesto en una vitrina está el tomo principal, que contiene los movimientos I a III de la sinfonía, y también parte del movimiento final, "porque allí aparece la frase: 'Freude, schöner Götterfunken' que quiere ver la gente", señaló Rebmann (traducible como "Alegría, hermosa chispa de los dioses").Que sea posible admirar en Berlín la partitura original en su conjunto es todo un logro.La obra, que pone música en su movimiento final a la "Oda a la Alegría" del poeta alemán Friedrich Schiller, estaba terminada en los primeros meses de 1824 como un paquete de más de 200 hojas sin cortar, grapadas en varios fajos y sin un formato uniforme.💬 Síganos en nuestro canal de Whatsapp aquí.Una legado repartidoTras la muerte de Beethoven en 1827, la partitura quedó en posesión de su ayudante y biógrafo Anton Schindler. Estaban los movimientos I-III completos, pero sólo una pequeña parte del movimiento final.Schindler envió dos hojas al pianista y compositor Ignaz Moscheles en Londres, que quería un recuerdo de su amigo. En 1956 acabaron en la Casa Beethoven de Bonn.Tres hojas del movimiento IV .pasaron a un destinatario desconocido y están hoy en la Biblioteca Nacional de París."La primera oferta para comprar el tomo principal se hizo a la biblioteca en 1843, pero no se compró hasta 1846, porque se pedía un precio muy alto y el Departamento de Música acababa de fundarse", explicó Rebmann.En esta época apenas había departamentos de música en las bibliotecas, así que no era de extrañar que Schindler se dirigiera a Berlín, añadió. A la biblioteca llegaron 137 hojas.Tras la muerte de Beethoven una subasta atrajo a muchos editores de música vieneses, entre ellos Domenico Artaria, que compró varias piezas.Cuando este último murió, sus seis hijos querían vender estos tesoros y salieron en 1897 al mercado vienés. Pero nadie quería pagar un precio tan elevado.El estudioso de la música de Bonn Erich Prieger compró la colección para Berlín, pero solo en 1901 el Estado prusiano pudo reunir el dinero para adquirir cinco fascículos con 67 hojas.Reunida por primera vezPor primera vez desde la muerte de Beethoven, las partes esenciales de la partitura manuscrita de su Novena Sinfonía estaban reunidas en un solo lugar en 204 hojas.Fue la Segunda Guerra Mundial la que volvió a separar la sinfonía, pues para proteger sus valiosos fondos la Biblioteca Estatal Prusiana comenzó en 1941 a trasladarlos a diversos lugares del entonces Reich alemán.Las seis partes de la partitura original de la Novena fueron dividas en tres: la encuadernada de Schindler acabó en Silesia. Después de la guerra permaneció allí, ya en territorio polaco. En 1946 fue trasladada a la Biblioteca Jaguelónica de Cracovia.Los fascículos I-III fueron devueltos en 1946 a la biblioteca Unter den Linden en Berlín Oriental.Los fascículos IV y V fueron protegidos en una abadía hasta 1947 y, tras una estancia de 20 años en la Biblioteca de la Universidad de Tubinga, en 1967 se trasladaron a la Biblioteca Estatal de Berlín Occidental.Reunida definitivamente Durante una visita de Estado a la RDA en 1977, el Gobierno polaco devolvió los manuscritos originales de la Novena a la Biblioteca Estatal de Berlín Oriental.Todas las partes de la partitura estaban de nuevo en un mismo lugar, Berlín, pero divididas en dos mitades.El Muro de Berlín "atravesaba justo el movimiento final, el clímax en el que Beethoven permite que los dos temas musicales e idealistas principales -la alegría y la hermandad global entre los pueblos- se escuchen simultáneamente (...)", señala en su documentación la Biblioteca Estatal de Berlín.Tras la reunificación alemana las dos bibliotecas se unieron en 1992 y en 1997 también se reunificaron los fondos desgarrados: la partitura la Novena Sinfonía, dividida por la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría volvió a estar reunida.🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
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En 1900, cuando Matilda Burgos llegó a la capital del país, el casco de la ciudad terminaba, hacia el norte, en el río del Consulado, y frente a la Beneficencia Española hacia el sur. Los límites por el oriente estaban demarcados por Jamaica, mientras que por el occidente se prolongaban hasta el Bosque de Chapultepec. Las líneas de los tranvías eléctricos unían ya a las amenas villas de Tacubaya, Mixcoac y San Ángel con el ritmo acelerado de la ciudad.Desde las primeras horas de la mañana, la prisa de la gente cambiaba la dirección del aire en las calles, y de noche las luces incandescentes del alumbrado público protegían a los vecinos de colonias acomodadas y las correrías de los transeúntes en perpetuo desvelo. Al empezar el siglo habitaban la ciudad, de acuerdo con el censo general de población, 368,898 capitalinos. Matilda Burgos, a los quince años, se convirtió en la número 368,899.Con la frente apoyada en el cristal de la ventanilla del tren, Matilda observó la lenta aproximación del animal urbano con una mezcla de terror, asombro y desesperación. Era la primera vez que veía edificios. El pulso aumentó de ritmo en sus muñecas y una súbita marea de sangre en la parte posterior del cerebro le ocasionó un efímero dolor de cabeza. Sus manos quietas sobre el regazo y su rostro impávido frente al espectáculo de la ciudad, sin embargo, no la traicionaron. Decidió esconder su miedo. Nadie la vería llorar. Se mordió los labios. Mientras el tren reducía la velocidad y el sobresalto cundía entre los pasajeros antes adormilados, su nueva soledad brilló con color púrpura en sus ojos. El recuerdo del aroma de la vainilla llegó de improviso y, de igual manera, la venció. Una lágrima, antes de que se diera cuenta, rodó por su mejilla hasta alcanzar la comisura de la boca.—Todo va a salir bien, no te preocupes —una voz en tono bajo, mesurado, la sacó abruptamente del ensueño. Con ademanes discretos, intentando evitar que ella sintiera vergüenza, el hombre de tez blanca y nariz aguileña le estaba ofreciendo su pañuelo blanco. Matilda lo aceptó. En una de las esquinas pudo ver las iniciales J.B. bordadas con hilo color café. Le sonrió.—Gracias, señor —el acento pueblerino que salió de sus palabras venía de lejos. De la infancia. Entonces, entre sus brazos, sobre el marchito pecho masculino, Matilda lloró en la ciudad por primera vez.El interior de la Biblioteca Nacional está lleno de murmullos apagados, ecos monótonos que chocan y luego desaparecen en la porosidad de las muros. Joaquín, cuya figura se desliza en las calles, en los bancos y en los comercios con los movimientos de alguien que no acaba de ajustar en la maquinaria de la ciudad, camina por los pasillos del recinto con soltura, serenidad, algo inusitado. En el salón de lectura sólo se escucha el lento paso de las hojas y, a veces, el compás de un par de tacones alejándose sin prisa. Antes de abrir uno de los siete libros que ha acomodado en pila sobre la mesa, Joaquín advierte que la luz del sol matutino forma caprichosas figuras geométricas en el piso. Papantla. 💬 Síganos en nuestro canal de Whatsapp aquí.El fotógrafo desea que esa luz ilumine la historia de la mujer, cada ángulo de su rostro, cada marca que el tiempo haya dejado en las rodillas, en los ojos. Más que tenerla dentro de sí y a oscuras, Joaquín necesita tenerla alrededor, luminosa. Como siempre, Joaquín necesita un contexto para aproximarse a una mujer. A los cuarenta y nueve años, todavía es un hombre que se enamora como si tuviera todo el tiempo por delante, y nada más que hacer. Totonacapan. Tajín. Tecolutla. Después de repasar los nombres en silencio, el fotógrafo los escribe sobre los renglones azules de su libreta. Detrás de cada uno, espiándolo sobre el lomo de las letras, los ojos juguetones de Matilda lo miran asombrarse y, luego, contener el sobresalto. Cada información lo aproxima un poco más a ella. Los totonacas arribaron a la zona del Tajín alrededor del año 800 de nuestra era, tiempo después y por razones que permanecen en el misterio, el área fue abandonada hacia el siglo XII. El territorio del Totonacapan iba desde las riberas del río Cazones hasta las del río La Antigua e incluía, sobre un costado de la sierra Madre, a Huauchinango, Zacatlán, Tetela, Zacapoaxtla, Tlatanquitepec, Teziutlán, Papantla y Misantla. Los nombres le sugieren ciénagas remotas, lodazales, paludismo, encarnizadas epidemias pero, poco a poco, a medida que las descripciones de los libros aumentan y la inmensa vegetación llena el espacio con variados tonos de verde, el olor de la miel, la zarzaparrilla, la pimienta, el copal y la vainilla lo transportan a lo que quisiera imaginarse como una parte de paraíso terrenal. En los dibujos de Tierra Caliente, la gente de razón aparece montada a caballo y las mulatas a pie, cubiertas con sencillos vestidos blancos, llevan tinajas de barro sobre la cabeza.La guerra de Independencia estalló pronto en el norte del antiguo Totonacapan y se extendió hasta bien entrada la década de los veintes. Mientras que el dominio militar de la zona no fue estable, se produjeron tomas y retomas de los principales puertos y plazas. En 1812 hubo un asalto insurgente frustrado contra Tuxpan. Al año siguiente los realistas tomaron Tihuatlán, Tepetzintla y Papantla. En 1816 se apoderaron de la importante base de aprovisionamiento insurgente que se encontraba en Boquilla de Piedras. Papantla es atacada de nuevo en 1819. Pedro Vega, Simón de la Cruz y Joaquín Aguilar fueron líderes destacados, aunque el caudillo que sobresalió fue Serafín Olarte, quien cohesionó a numerosos contingentes indígenas y mantuvo una denodada defensa, en su bastión de Coyuxquihui, contra las tropas coloniales. Los nombres se amontonan, los nombres no dicen nada. Las fechas son columpios donde Joaquín mece un aburrimiento largo, una expectación llena de urgencia. «¿Cuando, a qué hora apareces, Matilda?» En las ilustraciones que acompañan a las crónicas y los recuentos históricos, Papantla parece ser un poblado apacible aunque desordenado. Los blancos caseríos, techados con tejamanil o teja, se erigen entre zanjas y elevaciones sin organización aparente.No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
Cristina Rivera Garza, la escritora mexicana, fue galardonada con el Premio Pulitzer de Biografía 2024 por su libro "El invencible verano de Liliana", publicado en 2021. El premio fue anunciado en las redes sociales de Pulitzer quienes también felicitan a Penguin Libros y a Hogarth Books quienes publicaron la novela en inglés. "El invencible verano de Liliana" cuenta la historia de la hermana de Rivera Garza quien fue asesinada por su ex novio mientras ella cursaba su pregrado en Arquitectura, tenía 20 años. 💬 Síganos en nuestro canal de Whatsapp aquí.“El libro es una excavación en la vida de una mujer brillante y audaz que careció, como nosotros mismos, como todos los demás, del lenguaje necesario para identificar, denunciar y luchar contra la violencia sexista y el terrorismo de pareja que caracteriza a tantas relaciones patriarcales”, dijo Rivera al diario Milenio en el 2021, año en que se publicó la obra. ¿Quién es Cristina Rivera Garza?Cristina Rivera Garza es una escritora, poeta y académica mexicana reconocida internacionalmente. Nació en Matamoros, Tamaulipas, México, en 1964. Ha escrito numerosas obras literarias que abarcan diversos géneros, incluyendo novelas, ensayos, cuentos y poesía. Su trabajo a menudo explora temas como la identidad, el género, la violencia y la historia, y se distingue por su estilo innovador y su compromiso con la experimentación lingüística. Ha recibido varios premios y reconocimientos por su obra, incluyendo el Premio Nacional de Novela José Rubén Romero y el Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos, entre otros. Además de su carrera como escritora, Rivera Garza también es profesora de literatura en la Universidad de California, en San Diego.No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
"Empezamos solamente como para ver qué pasaba, qué sucedía; y hoy en día esto nos ha enamorado. Ha estimulado este corazón y el corazón de mis compañeros", cuenta Orlando Velasco, uno de los presos que forma parte de este peculiar grupo de teatro antes de presentarse frente a sus propios compañeros del establecimiento penitenciario y de los familiares de los que actuaron.El grupo de teatro de internos de Tuluá, en el departamento de Valle del Cauca (suroeste), lleva año y medio trabajando en esta obra, haciendo trabajos de voz, de improvisación, "juegos de contarnos las vidas, de ser amigos, sobre todo de ser amigos, de romper las barreras que hay (...) lo que inicialmente sostuvo este grupo de principio a fin", rememora Valeria Giraldo, la persona que estuvo acompañándolos en todo este proceso."Las personas que se inscribieron eran nuevas, nunca habían hecho teatro y simplemente venían porque era más fácil estar en clase de teatro y no en un patio donde cualquier cosa puede pasar a cualquier hora", agrega Giraldo sobre el contexto de los presos que se sumaron a esta iniciativa.Un estímulo al corazónY armar una obra en la cárcel no es fácil, siempre hay cambios de centros penitenciarios o personas en permiso que no pueden asistir a los ensayos.Pero la obra conquistó a estos presos, que siempre estuvieron dispuestos a trabajar sus personajes para salvar la obra y acabaron enamorándose.En una realidad compleja como la que viven los presos en su día a día, algunos se encontraron con el teatro, que se convirtió en una puerta a la liberación y reconciliación que les ayudó a evadirse y a tener un propósito.💬 Síganos en nuestro canal de Whatsapp aquí."El mejor punto para resocializar a una persona, el corazón", explica Velasco, que tiene 45 años y ha vivido 16 de esos en prisión.El recluso añade: "El teatro estimula el corazón, la sensación es de poder crear un personaje que no eres tú, vivir el personaje de otra persona".Festival Nacional de Teatro CarcelarioEntre el 26 de abril y el 6 de mayo, los internos de las cárceles de las localidades de Anserma, Vélez, Acacías, Puerto Triunfo, Tuluá y Las Heliconias (Florencia), presentan sus obras en cada prisión frente a un jurado de expertos como los actores Mariana Gómez, Santiago Alarcón y Emmanuel Restrepo.La obra ganadora será presentada en un teatro fuera de la cárcel, con acceso a toda la comunidad, "como un esfuerzo por fomentar nuestro objetivo de diálogo y reconciliación", asegura la directora del Festival y de la Fundación Acción Interna, la actriz y activista colombiana Johanna Bahamón. Ver esta publicación en Instagram Una publicación compartida por Fundación Acción Interna (@fundacionaccioninterna) La Fundación Acción Interna es una organización sin ánimo de lucro creada en 2012 por Bahamón con el objetivo de dignificar y mejorar la calidad de vida de la población carcelaria y que ha pagado penas, ayudándolos a transformar su vida, a reivindicarla y a reconciliarse con el resto de la sociedad.🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.