Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

push logo
Sabemos que las notificaciones pueden resultar horribles, pero prometemos no abusar. Entérate de todo el mundo cultural en HJCK.
No, gracias.
¡Claro que sí!

Publicidad

Sandra Suárez y cómo ver dentro de una herida

Hablamos con la bailarina de pole dance Sandra Suárez sobre el cuerpo, el dolor y de las ruinas; de la necesidad de unir todos nuestros pedazos para poder seguir en un mundo que parece quebrarse a diario.

Cortesía
"Lo que está roto" es un monólogo que Suárez presentó en el Teatro Petra en Bogotá.
Cortesía

Quebrar. Hacer pedazos [una cosa]. Destrozar. Hacer una abertura [en un cuerpo]. Herirlo. [como a la tierra]. Arrancarlo. [de raíz]. La ruptura —como la muerte— es inevitable. Ambas suceden de repente y la anticipación no les restaría ni dolor, ni peso. Al momento de romperse, lo que sea que se quiebra, es visto por fin. Un hueso roto se convirtió para Sandra Suárez, actriz y bailarina de pole dance, en una nueva forma de apreciar las grietas. Solo desde la inmovilidad pensó en las ruinas y la belleza, en la necesidad de hacer algo hermosos con el dolor como una forma de transitarlo, a pesar de sentir el mundo a cuestas.

De esa reflexión y placer creativo nació "Lo que está roto", un solo de pole dance que durante una hora conmueve hasta las lágrimas a los espectadores. Sobre el escenario se extiende una oscuridad impregnada de curiosidad. Luego de tropiezos, sillas que se corren y murmullos, viene el silencio. De repente, desde la esquina izquierda una luz azul que parece una luna, ilumina un tumulto que, a medida que aclara, es un cuerpo. Una mujer con una máscara que, paso a paso, dispone su piel como un lenguaje del movimiento.

Un cuerpo tendido sobre las tablas que antes se escondió en la penumbra se arrastra por el suelo. Repta sobre tierra que después carga por puñadas en las manos, se acurruca en medio del temblor de la angustia y después se levanta. Quizás así deben verse las montañas en la noche. Quizás así se formaron las selvas, los bosques y las ciudades del mundo, moviendo el cuerpo que es también la tierra. Lo que sigue parece magia. Suárez camina con soltura hasta un tubo de más de cuatro metros del altura y lo escala. Finalmente cae con la tranquilidad que solo pueden tener las aves. Extiende los brazos y vuela. Le digo que ella lo hace ver sencillo y contesta que esa es la gracia de la danza, hacerle creer a cualquiera que puede hacerlo.

Al terminar la función nos sentamos en una mesa, junto a su perro recién adoptado. Hablamos del cuerpo, del dolor y de las ruinas; de la necesidad de unir todos nuestros pedazos para poder seguir en un mundo que parece quebrarse a diario. Esta fue nuestra conversación.

Primer acto: habitar un cuerpo

Publicidad

"Lo que está roto" puede leerse como una oda a las heridas. Cuando le pregunto a Sandra Suárez sobre la raíz de esa idea es inevitable volver a su propio cuerpo. Regresa en el tiempo hasta el día que cumplió 34 años, cuando la convicción de fortaleza quedó reducida a un pie envuelto en yeso y desde la inmovilidad, pensó por primera vez en las cosas que se rompen. "Yo pensaba que mi cuerpo era infalible, que no me iba a pasar nada y cada vez que cumplía años decía: cumplí 30 años sin ninguna fractura y sin ninguna cirugía, y tocaba madera, pero hace dos, dije: cumplo 34 años y ninguna fractura, y a los dos días me fracturé el pie. Estaba trabajando aquí en el Teatro Petra y todo lo hacían por mí, me acompañaban al baño, me subían, me bajaban, yo sentada, absolutamente quieta, no podía poner el pie en el piso y empecé a investigar sobre cosas rotas".

Esa búsqueda la encontró con el arte kintsugi, una técnica japonesa que propone resanar las fracturas de las cerámicas con resina y una mezcla de polvo de oro. "Me pareció una gran metáfora de vida. Sí, uno se rompe, pero no bota todo a la mierda, uno tiene que restaurarse y hacer que sea mejor, único", recuerda Suárez sobre su hallazgo.

Como todas las fuerzas que hacen contrapeso en el mundo, la inmovilidad de Suárez la hizo espectadora del movimiento social de noviembre, en 2019. El paro nacional del 21 de ese mes, fue convocado por centrales obreras y pronto se convirtió en un grito de cansancio en contra de la reforma pensional, laboral y educativa que había propuesto en Gobierno Nacional. Mientras la calle ardía, la idea de una grieta que se llevaba todo —y a todos— a su paso, tomaba más y más fuerza en la cabeza de Sandra. "Me di cuenta que este país está roto, a los chinos en la calle los rompen, todo está fracturado. Las grietas que tenemos como individuos y como colectividad dicen mucho de nosotros, somos gente que en medio de la desgracia se ríe. En ese momento teníamos “Historia Patria” en temporada, subía y les decía: les diría que se rompieran una pierna, pero aquí cumplimos todas las cábalas y yo me rompí la pierna por todos. Nos reímos de eso, porque es parte de estar rotos".

Aquello que se quiebra queda expuesto. Hurga con lentitud y paciencia el nervio de la vulnerabilidad y nos vuelca en una búsqueda de los pedazos que fueron una vez un todo. Nadie nos advierte que esa ruta va a imponerse como una carga en el cuerpo que supera el cansancio, que no termina con bajar los brazos y reposar. En la obra que protagoniza Sandra, ese rastreo de las partes tiene inicio en el misterio, atraviesa una bruma de angustia y termina con una sensación de redención y belleza, como si fuera la única forma de atravesar el dolor, haciendo de él un refugio hermoso.

Esas formas de la belleza, una vez más, enfrentan a Suárez con su cuerpo. "Yo soy una mujer de más de 35 años y eso se me ve en el cuerpo, en cómo está formado. Una de las cosas que me preguntaba era cómo se ve el cuerpo y el abdomen, las piernas, la celulitis y me preguntaba: ¿será que me pongo a dieta para esta temporada?

Me preguntaba mucho qué tanto me importaba cómo me veía ante los demás ahí, luego empecé a analizar cuál es mi discurso frente al mundo, mi performatividad. A mí lo que me interesa de mi cuerpo y de lo que le muestro al mundo con mi cuerpo, es la capacidad que tengo para controlarlo. Me gusta que me vean así, no si me veo flaca, o gorda, grande, chiquita, lo que me importa es el nivel de control que tengo sobre el cuerpo".

Las grietas que tenemos como individuos y como colectividad dicen mucho de nosotros, somos gente que en medio de la desgracia se ríe.

Publicidad

Sobre las tablas y el tubo, parece que Sandra renunciara al mundo. Más allá de la concentración, la fluidez de sus movimientos permiten ver el cuerpo como un medio que disfruta habitar, como si de repente las peleas que constantemente tenemos con nuestra piel hicieran una tregua, un acuerdo que solo pudo darse en medio de las alturas. "El pole ha sido una gran herramienta para encontrar eso precisamente, habitar el cuerpo de una forma diferente, porque en ese momento tomo conciencia de cuánto pesa cada cosa, cuál es la consecuencia de cada movimiento. Es una forma de empezar a estar en el cuerpo de una forma diferente, no desde peso tanto, mido tanto, sino qué tan fuerte tengo que ser para controlarlo todo.

El pole tiene esta capacidad de ponerlo a uno en el momento y en el lugar en el que está. Hay una cosa que se llama mindfulness que es super popular, y para personas como yo que, mientras estoy hablando contigo, estoy pensando en 10 cosas más, el pole es lo más cercano. ¿Quieres ser mindfulness? haz pole".

Segundo acto: romperse

Todo el tiempo nos piden vivir en el presente como una defensa del tiempo. Un esfuerzo por salvaguardar la mente de la nostalgia sobre el pasado y la angustia del futuro. Sin embargo, el aquí y el ahora, para el país, se convirtió en un bucle de oscuridad y muerte en el que todos fuimos cayendo desde distintos lugares; en gran parte, poniendo el cuerpo en las calles. La represión desplegada en el marco del Paro Nacional del 2021 hizo que la noche se convirtiera en un sinónimo del terror. La muerte era una certeza y las redes sociales fueron testigo de las persecuciones ejecutadas como cacerías que terminaban siempre en un conteo de cuerpos. Bajo los puentes, en los ríos, tendidos en las zanjas, vimos morir a quienes un día antes gritaban por tener una vida digna.

Publicidad

Desde esa realidad, el presente era una carga insoportable. No, nada estaba bien y con seguridad, pocas cosas iban a estar mejor. Lo que vino fue un duelo colectivo —e inacabado, valga la pena recordarlo—. Una tristeza resposada que hizo de la esperanza una imposibilidad. Un dolor que parecía sobreponerse con los días.

Para Suárez fue la primera vez que hubo una relación entre el discurso político y el pole dance. De repente, el peso de la tristeza encontró una forma de salir. "Cuando matan a Javier Ordoñez, yo estaba en medio de una competencia online de pole y ahí los temas políticos no se tocan nunca. Yo busqué videos en todas partes, en todo el mundo y nada. Me pregunté por qué no pasaba y todo me trae a esta temporada de Lo que está roto, porque si no existe, se debería hacer y me dije: voy a intentar, voy a explorarlo en mi casa. Lo hice y me di cuenta que ahí había un lenguaje. Apenas vi el video hecho lo sentí, hay algo que quiero explorar por ahí.

Se empezaron a juntar todas las cosas y en realidad, en medio de las protestas en pandemia y cuando estuve fracturada, pensé en usar mis redes para ayudar a otros. Si bien yo tenía mis redes, necesitaba algo estético para contar la carga en la que estaba".

Todas las partes que parecían no tener forma coexisten en Lo que está roto y, a manera de polvo de oro, las redes de amistad se encargaron de unirlas. La música estuvo a cargo de Alvin Schutmaat, un amigo de hace tiempo de Suárez y quien dispuso toda su creatividad para musicalizar su danza. La única premisa de Suárez fue la libertad creativa. "Siento que de eso va el arte. Uno no puede imponerle a un artista que uno admira, la visión que uno tiene", comenta al hablar de todas las personas que se han sumado para dar forma al show. Música, luces, maquillaje, vestuario, hacen parte de un solo que es realmente un todo.

Publicidad

Tercer acto: volar

A lo largo del show, muchas voces convergen en cada movimiento de Suárez, desde locuciones publicitarias, pasando por archivos de audio de movilizaciones, hasta el reconocido discurso de Jaime Garzón cuando asegura “Con ese artículo que nos aprendamos, salvamos este país, por lo menos sus hijos tendrán un país mínimamente más agradable”. En medio de ese encuentro, Suárez dialoga con la tierra, a través de su cuerpo. Hace de sus manos un lugar de paso y la mueve de un extremo del escenario a otro, primero con calma y luego con una angustia que inunda los ojos de todo el que la ve. La respiración se agita en ella y jadea, llora, pero en ningún momento para. "Si pudiéramos arreglarlo todo con una decisión, sería con la tierra", cuenta cuando le pregunto por la elección de ese elemento.

Entonces c´omo distinguir el vaivén del movimiento. Qué pasa cuando descubrimos que esa sensación de avanzar es apenas un reflejo del cuerpo. Bailar, caminar, marchar, nos ofrece una misma sensación: que las cosas se mueven y avanzan, que nos dirigimos a un lugar distinto, pero no sabemos si lo que necesitamos es cambiar un lugar o tumbarlo por completo. Lo que sea que suceda, falte o siga pendiente, empieza ahí, en la frontera del suelo.

"No solo la distribución de la tierra es el mayor problema que tiene Colombia, sino que además todo está atravesado por la tierra. No la tierra donde cultivamos, pero cuando nos desplazamos de un lugar a otro para tener trabajo, ni siquiera con violencia, ya ahí está la tierra. Cuando desplazan a la gente, está la tierra. Cuando matas gente y la entierras, está de nuevo. Mover los muertos de un lado a otro, siempre hay tierra involucrada en todos los procesos violentos que tiene este país. Siento que tiene todo que ver y si pensáramos más en eso, en qué hacer con la tierra más que votar por x o por y, las cosas serían bien distintas.

A eso también apunta lo que estoy bailando. Hay una cosa dentro de los lazos, la comunidad, estar con el otro, así es como tendríamos que arreglara las cosas aquí, en comunidad. Yo ya no creo ni en políticos, en que el voto nos va a salvar, nada, yo estoy absolutamente segura que son los lazos comunitarios los que pueden rescatarnos, así esta tierra se deje de llamar Colombia y tenga otro nombre, así nos tengamos que mover a otro lado y esto se acabe porque mañana llegan los gringos y se apoderan, esa es la única forma de seguir

Publicidad

Después de mover la tierra, de arrastrase por el por el escenario, enterrarse a ella y a su máscara, camina con suavidad y solamente se descuelga como si de verdad volara. Ahí está Sandra que empezó siendo una sombra, con los brazos abiertos, bajo una única luz blanca que se posa sobre ella. Nadie se imagina que alguna vez el dolor de un hueso roto la obligó a estar sentada y quieta, porque el escenario y el tubo parecen ser su único lugar en el mundo.

Sandra cae pero todos sabemos que no la recibe ningún abismo, sino una especie de cielo que nadie ha visto, pero nadie duda que existe. En ese instante atraviesa alguna frontera, el dolor o la belleza, que resultan ser siempre lo mismo, y todo el mundo lo siente. "Siempre pienso si esto realmente esta pasando, me siento en un no lugar todo el tiempo. Mientras estoy bailando quiero disfrutar todo, hasta cuando me boto en la tierra y me pego con las ramas y las piedras. Es tan difícil todo que solo quiero disfrutarlo".

Se apagan las luces y todos se ponen de pie para aplaudirla, porque ese momento siempre viene después del dolor, la certeza de que nunca es el fin.