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"Memoria": una flecha y un portal

Ya está en todas las salas de cine la película colombiana "Memoria", dirigida por el tailandés Apichatpong Weerasethakul y producida por Diana Bustamante. Esta es la historia de cómo nació la idea para la película, cómo una cinta convierte al sonido en una experiencia metafísica y cómo el cerebro es asaltado por los recuerdos.

Memoria
En "Memoria" actúan Tilda Swinton, Elkin Díaz, Juan Pablo Urrego y Jeanne Balibar.
Cortesía

Apichatpong Weerasethakul no puede dormir. Está mirando por la ventana de un apartamento en Bogotá. Hace frío y como ya es de noche puede distinguir un velo de nubes extendiéndose sobre el horizonte, desde el círculo sellado por un vidrio repara en la ciudad. Igual al mundo que ha visto antes: edificios, luces, carros; sin embargo, los Cerros Orientales —ese trazado corto de montañas— lo sobrecogen. Regresa a la cama con esa sensación de ardor en el pecho e intenta en vano sucumbir a sí mismo, entonces recuerda su visita a Cartagena, la primera vez que vino a Colombia.

Fue ese mismo año, 2017, cuando el Festival de Cine de Cartagena lo invitó. En el evento (que es uno de los más importantes de la industria) se realizaron proyecciones de sus películas y él tuvo entrevistas con medios de comunicación que describieron su trabajo con adjetivos como “independiente”, “lento”, “contemplativo”, “extraño”. Después de su paso por el Festival, el tailandés se quedó en el país durante dos meses gracias a una residencia artística de la Fundación Más Arte Más Acción.

Durante esos dos meses visitó Medellín, el Eje Cafetero y Bogotá. Ahí era donde estaba en ese momento. En una cama de la capital esperando derrotar a su cerebro y su trastorno del sueño y poder dormir. Luego de horas y ya entrada la madrugada por fin pudo. Cuando se despertó lo sintió: Bang. Se quedó quieto esperando a que volviera a sonar y tuvo razón: Bang. Pensó que era un sonido que lo había escuchado en Medellín por algo relacionado con su insomnio demoledor, pero ahí estaba de nuevo, era como la caída del corazón, aún latiendo, golpeando con el fondo del mar.

Tuvo el arranque y en una mañana, el momento del día cuando más lo escuchaba, le preguntó a las personas que lo acompañaban si también ellos podían oírlo.
—¿Oír qué?
—Ese sonido, dijo él —Un bang.

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“Nadie entendía a qué me refería. Comprendí muy rápido que solo yo podía escucharlo y pensé por un momento que me estaba volviendo loco”. Mientras rememora este sonido, Apichatpong se toca la oreja izquierda y ladea la cabeza un poco, como buscándolo, una forma de advertir que ya puede controlar cuando aparece y desaparece. El sonido se ha vuelto un animal al que llama y alimenta. Esto sucede cuatro años después de esa noche, viendo Bogotá desde una ventana redonda.

Las primeras veces que lo oyó consultó con un psiquiatra colombiano y este volvió a acuñarle el fenómeno al estrés de no poder conciliar el sueño con facilidad, pero el cineasta se negó a esa idea farragosa y decidió tomarlo como una señal. Era el momento de hacer una película fuera de Tailandia y Colombia sería ese lugar.

“Cuando fui a Quindío pude ver el Túnel de La Línea, esa enorme montaña siendo penetrada por necesidad de circulación pero que me produjo la idea de destrucción y hundimiento. Como si dentro de ella hubiera pedazos de nuestra historia”. Así, con ese sonido en la cabeza de Apichatpong y con unas montañas explotadas desde dentro nació Memoria.

***

Memoria es una película colombiana dirigida por Apichatpong Weerasethakul y producida por la colombiana Diana Bustamante. Su trama puede describirse de forma sencilla: Jessica, una mujer extranjera que vive en Medellín y cultiva orquídeas, comienza a escuchar un sonido dentro de su cabeza que solo ella puede oír. En su idea de encontrar el origen del sonido o su reproducción en el mundo fuera de sí misma se encuentra con Hernán y allí comienza su viaje.

Pero ese resumen obligatorio deja por fuera lo que realmente es la película. Los personajes de la cinta, caracterizados por Tilda Swinton, Elkin Díaz, Juan Pablo Urrego y Jeanne Balibar, son acompañantes de los protagonistas: el sonido y el paisaje. La mayoría de historias del cine se tratan de las imágenes, actores y actrices que habitan en otros nombres épicas memorables, grandes efectos especiales, telas verdes que sirven de ventanas al universo o a planetas que no existen. Memoria, sin embargo, no trata sobre las personas —al menos no sobre personas específicas—, sino sobre la humanidad y sus recuerdos.

La escritora estadounidense Carson McCullers escribió en su cuento “Un árbol, una roca, una nube” que el recuerdo no viene al hombre de frente, sino que viene por las esquinas, dando rodeos. Y esa frase sí es la síntesis de Memoria. Jessica, el personaje de Swinton a medida que la historia avanza siente como el sonido aparece en su mente de forma más regular, pero al mismo tiempo, más inesperado: escondido entre el ruido de la ciudad, el chasquido de los huesos. Ella trata de comprobar que afuera también existe y entonces lo describe con esta hermosa línea: “Es como si una bola de metal cayera en el asfalto rodeada de agua del océano”. Es casi como describir el sonido del rugir de un dinosaurio: apenas podemos inventarlo, tener hipótesis del pasado por los fósiles que nos dejó, por sus ruinas.

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En ese viaje por encontrar el sonido aparece el Túnel de La Línea justo en medio de la película y se abre como un portal a la segunda parte. En la primera vimos a Jessica caminar por Bogotá, en la Universidad Nacional, en la Calle 74 con Séptima, en el Parque de los Periodistas. Nada habla de Colombia en la película: no hay banderas ni tomas a Monserrate, por ejemplo, pero aunque la colombianidad no sea un lenguaje dentro de la cinta los detalles hablan del país: las texturas de las fincas en Pijao (la segunda locación), la música en las calles, el color y las montañas.

“Jessica no era un personaje, era un concepto que entre Joe (Apichatpong) y yo intentamos aterrizar. Tiene un pasado claro en la película, pero no nos interesó explorarlo; nos preocupaba su movimiento hacia adelante que era, al mismo tiempo, un movimiento hacia atrás, hacia el inicio de todas las cosas”, me dice Tilda en un hotel de Bogotá a dos días del estreno de la cinta en todos los cines del país.

El sonido no importa más en una parte de la cinta. Aunque demuele.

Jessica y Hernán comienzan a recordar la muerte de quienes no conocieron y a recordar, también, el olor de las montañas antes de ser pisadas por los hombres. Ambos dejan de ser una mujer y un hombre y se transforman en escombros sobre un planeta que no entienden. Y el tiempo pasa, y el espectador: o sea yo o sea usted, se va quedando quieto, quieto esperando que esa película no se acabe y que si se acaba lo lleve a uno con ellos. El enigma del bang es resuelto y la sensación de que todo está unido, no de forma invisible como hemos pensado, sino atravesado como por una misma flecha, es inevitable.

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