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Dante Alighieri 700 años después

Hace siete siglos, tras una vida llena de convulsas privaciones y sortilegios, falleció al Norte de Italia y lejos de su amada Florencia, Dante Alighieri. Muerto en el exilio, Dante fue un incomprendido genio en vida.

Dante
Se desconoce la fecha exacta en que fue redactada la "Divina comedia", aunque las opiniones más reconocidas aseguran que el Infierno pudo ser compuesto entre 1304 y 1308, el Purgatorio de 1307 a 1314 y, por último, el Paraíso de 1313 a 1321, fecha del fallecimiento de Alighieri.
Gustave Doré

Fue un visionario artista capaz de sintetizar la historia universal, la cultura antigua, las inquietudes y los abismos de su tiempo, retratándolos en un poema ambientado en un profundo infierno que hasta el día de hoy todos atravesamos. Nunca nadie se había atrevido a hacer eso antes que él, y aunque intentaron copiarlo a través de los siglos, muchos fracasaron.

Aunque se desconoce la fecha con exactitud, todo apunta a que Dante nació en mayo de 1265 en Florencia, en el seno de una de las tantas familias que habían pretendido progresar en esa ciudad. Allí, el padre había amasado una modesta fortuna como comerciante y prestamista junto a Bella degli Abati, la madre, quien acabaría por suicidarse antes de que el joven escritor cumpliera los cinco años de edad.

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Revelación divina

Según Giovanni Boccaccio, el primer biógrafo de Dante, la mujer tuvo un sueño profético en el que su futuro hijo, nacido bajo un laurel y muy cerca de un manantial, se alimentaba de bayas y de las hojas del árbol hasta convertirse en un esbelto pavo real. Un presagio que anticipaba la futura gloria del "poeta supremo", Dante Alighieri.

La política en su tiempo

Para entonces, la Italia de Dante era el jardín del Sacro Imperio y Roma, su capital por derecho divino. A su vez, la península estaba repartida en un mosaico de pequeños feudos adheridos a la corona donde güelfos y gibelinos se disputaban la política italiana, unos en favor del régimen del papado y otros en cambio, adheridos a la causa monárquica.

Beatriz

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Aunque la muerte siempre rondó sobre su vida, el amor le llegó a Dante demasiado pronto. Se enamoró por primera vez cuando apenas tenía 9 años de una joven niña llamada Beatriz. Aunque no cruzaron ninguna palabra, hubo un segundo encuentro nueve años después. Esta vez, ambos se encontraron en la calle. Ella ya estaba casada con un joven banquero. Y él, intimidado al verla, corrió a esconderse. Ella lo saludó. Era la primera vez que él escuchaba su voz. Y la última, pues ella acabaría muriendo años más tarde. Desde entonces, Beatriz se encarnó en Dante como esa mujer gentil por quien profesaba un amor ardiente capaz de mover al Sol y las demás estrellas y con quien se inmortalizó al ascender a través de los cielos hasta el Empíreo, más allá del tiempo y el espacio.

Características de su obra

Dante es hijo de su tiempo. Su obra narra de manera lúcida las tensiones políticas y sociales de la sociedad florentina de entonces, eclipsada por las incesantes guerras civiles y la decadencia de la aristocracia toscana, así como los constantes enfrentamientos que libró contra la Iglesia y sus jerarcas, mismos a los que retrató en la Divina Comedia.

Introducción a la "Divina Comedia"

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En esta obra maestra, una comedia elegíaca a la muerte, Dante retrata la visión cosmológica de la cultura medieval con asombroso detalle, representando al Infierno como una profunda cámara que se extendía bajo la ciudad sagrada de Jerusalén hacia el centro de la tierra, situando encima del Purgatorio el jardín del Edén de la narración bíblica cristiana y construyendo el Paraíso en la Tierra como centro del universo.

Descripción de la "Divina Comedia"

Pero empecemos por el principio. Con Dante, en la víspera del Viernes Santo, huyendo de la vida, e internado en un bosque oscuro con la sensación de estar extraviado. Al amanecer, Dante, amedrentado, sale del oscuro bosque, pero su alivio es apenas breve, pues pronto lo asedian tres fieras: una voraz pantera que representa a la lujuria y su natal Florencia, un león que encarna la soberbia y el poder de los franceses, y una loba, que simboliza la codicia y el poder del papa en Roma. En el camino, se encuentra con Virgilio, su maestro, enviado por tres damas que se compadecen del poeta desde el cielo: Beatrice, su gran amor; Santa Lucía, una mártir del cristianismo y finalmente, María, madre de Jesús.

Dante y Virgilio emprenden entonces el camino que habría de conducirles hasta las puertas del infierno. Al cruzar la puerta, se encuentra con gemidos, voces de dolor y sufrimiento. Asombrado, dante pregunta a su maestro quiénes son esas almas, a lo que le contesta que están frente al lugar reservado para los que vivieron sin gloria ni infamia, a los que desperdiciaron la oportunidad de hacerlo, y por ello, están condenados a correr desnudos para siempre, perseguidos por insectos. Después, Dante es llevado a las orillas del Aqueronte, el río que no refleja las estrellas y por el que navega Caronte y su barca, en la que lleva a las almas hasta el otro extremo del caudal.

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Primer círculo del infierno

Ahora, Dante y Virgilio, juntos ante el vestíbulo del infierno, bajan por un oscuro valle, mostrando piedad por quienes están allí. Es el limbo, lugar en el que vagan las almas que, aunque siendo justos, no adoraron al verdadero Dios. Luego, ante ellos, se levanta un castillo amurallado siete veces, en el que habitan los espíritus de los filósofos, los reyes y emperadores romanos.

Segundo círculo del infierno

Es el segundo círculo del infierno, en el que encuentra a aquellos que sometieron su razón a sus lascivos apetitos, quienes son castigados al ser arrollados por una tromba infernal que los eleva sin darles descanso. En ese torbellino, Dante divisa a Francesca, quien es castigadas por caer en tentación de la lujuria y entregarse a los brazos de su cuñado y amante, Paolo. Ambos, aunque condenados, están juntos por la eternidad.

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Tercer círculo del infierno

Cuando Alighieri despierta de su tristeza, ya se encontraba en el tercer círculo, donde son castigados los que se entregaron a la gula e hicieron de su vientre un dios. Allí, las almas son atormentadas por Cerbero, un perro de tres cabezas, mientras son azotados por una lluvia eterna, densa y fría.

Cuarto círculo del infierno

En el cuarto círculo, están los avaros. En él, está Pluto, el dios de la riqueza. En este lugar del abismo, abundan almas que se pelean constantemente. En este poso, Dante reservó un lugar en el pozo para castigar a los Papas y demás jerarcas de la iglesia.

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Quinto Círculo del infierno

Al seguir descendiendo por debajo del cuarto foso, llegan a la laguna Estigia. Entre el fango, se encuentran los iracundos, y en el fondo del lago, quienes estuvieron siempre entristecido. En este círculo se encuentra Dite, la ciudad de Lucifer, a la que solo se llega cruzando el pantano en la barca de Flegias. Mientras cruzaba la laguna, Dante observa desde el pantano a un alma en pena. Era el alma de Filippo Argenti, el hombre que, en vida, se había quedado con los bienes del poeta cuando fue exiliado luego de su destierro.

Sexto círculo del infierno

Al entrar a Dite, que se ubicaba en el sexto círculo, Dante se encontró con los herejes, apilados en tumbas que arden. Al ir caminando por allí, se encuentra con las almas de dos herejes epicúreos que no creían en la inmortalidad del alma. Dante sostiene una pequeña conversación con ambos. Primero, habla Calvacante dei Cavalcanti, a quien Dante le hace creer que su hijo está muerto, causando en el alma ya en pena, dolor y sufrimiento. Por otro lado, al conversar con Farinata, este profetiza el exilio de Dante.

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Séptimo círculo del infierno

Cuando Dante y Virgilio llegaron al séptimo círculo, se encontraron con los violentos, que se separan en tres fosas: la primera, la de los violentos contra su prójimo y sus bienes que penan en una condena eterna en un hirviente río de sangre; el segundo, los violentos contra sí mismos y sus posesiones se transforman en frondosos árboles que componen una selva dolorosa, y en último lugar, se halla un desierto de arena ardiente que alberga a todos aquellos que atentaron contra Dios y sus cosas.

Octavo círculo del infierno

A medida que los poetas avanzan en la caída del averno, los castigos son aún más dolorosos. Dante y Virgilio se encuentran frente al octavo círculo. Recibe el nombre de Malebolge, y está conformado de una serie de diez fosas conectadas por puentes rocosos en las que son castigados los traidores. En la primera fosa, se encuentran los rufianes y seductores, completamente desnudos, que son azotados por demonios; en la segunda, a los aduladores, condenados a sumergirse en excrementos humanos; en la tercera, los simoníacos, que son castigados enterrados de cabeza con sus piernas encendidas como antorchas. En la cuarta fosa, están los adivinos, condenados a estar con su cabeza vuelta hacia atrás. La quinta oquedad está destinada a los barateros que se enriquecieron con el erario público, y que son arrojados a una resina espesa y pegajosa por los malebranches, los demonios de la fosa.

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Pero hasta ahora, Dante y Virgilio habían descendido por puentes rocosos unidos al círculo. Pero el puente que une el quinto y sexto foso fue destruido tras un temblor ocasionado por Cristo cuando bajó a las tinieblas. Al llegar a la sexta fosa, está el castigo eterno para los hipócritas, condenados a cargar con una capa de plomo que irónicamente parece de oro, y que dentro carga las penas de su castigo. Allí también están crucificados y a medio camino los que aconsejaron crucificar a Jesús. En la séptima fosa encontramos a los ladrones, para los que Dante destinó como castigo estar rodeados de reptiles y serpientes, de los que huyen desnudos con sus manos atadas a la espalda. En el octavo pozo del Malebolge se hallan los malos consejeros, quienes son abrasados por una lengua de fuego que les impide hablar del todo bien. Al llegar al noveno pozo, se encuentran con los cizañeros y sembradores de discordia, que son mutilados por demonios que les abren las heridas tan pronto estas se ven cicatrizadas. Finalmente, en el último foso del círculo, se halla el alma de los alquimistas y falsificadores, castigados por enfermedades que acaban por deformarlos.

Noveno círculo del infierno

Finalmente, Alighieri y Virgilio salen del Malebolge. Inician su descenso por el noveno círculo. Allí, se encuentran con la fosa de los gigantes. Nemrod, Efialto y Anteo están allí. Éste último les ayudo a bajar. Los tres gigantes para Dante no significan otra cosa que la vacía estupidez, la ciega rabia y la vanidad sin sentido en la que queda el alma cuando no hay amor ni hay luces de intelecto.

En este círculo se encuentra el Cocito, el lago congelado donde se aprisionan las almas de los traidores. El cocito se divide en cuatro recintos: Caína, donde penan los que traicionan a su familia y son condenados a tener el cuerpo congelado, a excepción de su cabeza; en Antenora, donde sufren los traidores a la patria, el castigo consiste en tener el cuerpo y la mitad de la cabeza cubierta de hielo; Ptolomea, donde se reserva un lugar para los que traicionan a sus huéspedes, donde su cabeza está ubicada hacia atrás para que así, sus lágrimas se les congele en los ojos y no puedan calmar la pena, y finalmente, está Judesca, donde se castiga con severidad a los que traicionan a los bienhechores congelándoles. En este, las almas traidoras congeladas por completo.

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En el centro del círculo, están Lucifer. Está llorando por sus seis ojos, tratando de arrancar su cuerpo semicongelado. En cada una de sus tres bocas devoraba a alguien. En las de los costados, estaban Bruto y Casio, asesinos de Julio Cesar. En la de en medio, estaba Judas Iscariote, siendo devorado por toda la eternidad.

El purgatorio

Juntos, agarrados al pelaje de Lucifer, van ascendiendo por una montaña conformada de nueve terrazas que se van restringiendo hasta la cumbre. Van en camino hacia el purgatorio.

Allí, se encuentran con el guardián de las aguas: Catón de Útica. En el ante purgatorio, Dante y Virgilio se encuentran los conversos tardíos, los excomulgados y nos negligentes y procrastinadores. En la noche, Dante duerme. Al despertar, un custodio graba sobre su frente siete letras "P", en alusión a los pecados capitales. Marcas que irán desapareciendo de su cuerpo conforme ascienda al cielo.

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En el purgatorio, cruzan la primera cornisa: la de la soberbia. En la segunda, a los envidiosos, en la tercera a los iracundos, en la cuarta a los perezosos, en la quinta a los avaros y a los pródigos. Tras años de expiación en ese lugar, Cecilio Estacio, el poeta, siente el deseo de guiarlos hasta la cumbre, a través de la sexta cornisa, donde expían sus culpas los golosos, que lucen delgadísimos, y la séptima, donde se encuentran los lujuriosos, envueltos en llamas.

Los tres tienen que atravesar un muro de fuego, tras la cual hay una escalera, por la que se entra al Paraíso terrestre. Dante se muestra asustado y es confortado por Virgilio. Allí, donde vivieron Adán y Eva prima del pecado, Virgilio y Dante tienen que despedirse, porque el poeta latino no es digno de conducirlo en el Paraíso. Pero Beatriz sí.

Aquí Dante se encuentra con Santa Matilde, la personificación de la felicidad perfecta, precedente al pecado original, que le muestra los dos ríos, Lete, que hace olvidar los pecados, y Eunoe, que devuelve la memoria del bien realizado, y se ofrece a reunirlo con Beatriz, que pronto llegará. Beatriz le llama severamente la atención a Dante y después le propone verla sin el velo. El poeta, por su parte, busca a su maestro Virgilio, que ya no se encuentra con él. Tras beber las aguas del Lete y del Eunoe, que hacen olvidar las cosas malas y recordar las buenas, el poeta sigue a Beatriz hacia el tercer y último reino, el del Paraíso.

Llegada al paraíso

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Allí, libre de todo pecado, dante asciende junto a Beatriz. El Paraíso está compuesto por nueve círculos, que corresponden a los nueve órdenes angélicos de la Jerarquía celestial (ángeles, arcángeles, principados, potestades, virtudes, dominaciones, tronos, querubines y serafines), en cuyo centro se encuentra la Tierra.

En cada uno de estos cielos, en donde se encuentra cada uno de los planetas, se encuentran los beatos, más cercanos a Dios en función de su grado de beatitud. Pero las almas del Paraíso no están mejor unas que otras, y ninguna desea encontrarse en mejores condiciones que las que le corresponden, pues la caridad no permite desear más que lo que se tiene. De hecho, a cada alma al nacer Dios le dio cierta cantidad de gracia según criterios insondables, en función de los cuales gozan aquellas de los diferentes grados de beatitud. Antes de llegar al primer cielo el poeta y Beatriz atraviesan la Esfera de fuego.

Los cielos

En el primer cielo, el de la Luna, se encuentran quienes no cumplieron con sus promesas. En el segundo, el de Mercurio, residen quienes hicieron el bien para obtener gloria y fama, pero no dirigiéndose al bien divino. En el tercero, de Venus, se encuentran las almas de los "espíritus amantes". En el cuarto, del Sol, los "espíritus sabios". En el quinto, de Marte, los "espíritus militantes" de los combatientes por la fe. En el sexto, de Júpiter, los "espíritus gobernantes justos".

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En el séptimo cielo, de Saturno, de los "espíritus contemplativos, Beatriz deja de sonreír, como lo había hecho hasta entonces. Desde ese punto en adelante su sonrisa desaparece, pues por la cercanía de Dios su luminosidad resultaría imposible de contemplarse. En este último cielo residen los "espíritus contemplativos". Desde allí Beatriz eleva a Dante hasta el cielo de las estrellas fijas, donde no están las "almas triunfantes", que cantan en honor a Cristo y María, a quien Dante alcanza a ver. Desde ese cielo, además, el poeta observa el mundo debajo de sí, los siete planetas, sus movimientos, y la Tierra, muy pequeña e insignificante en comparación con la grandeza de Dios.

Antes de continuar Dante debe sostener una especie de "examen" de las tres virtudes teologales: Fe, Esperanza y Caridad, por parte de tres profesores particulares: San Pedro, Santiago y San Juan. Por lo tanto, después de un último vistazo al planeta, Dante y Beatriz ascendieron al cielo, el cielo más externo, origen del movimiento y del tiempo universal (Serafini).

En este lugar, tras levantar la mirada, Dante ve un punto muy luminoso, rodeado por nueve círculos de fuego, girando alrededor de ella; el centro no es otra cosa que Dios, y a su alrededor se mueven los nueve coros angelicales, divididos por cantidad de virtud.

Superado el último cielo, los dos ascienden al Empíreo, donde se encuentra la "rosa de los beatos", una estructura en forma de anfiteatro, en el cual, sobre la grada más alta está la Virgen María. Cada alma es un pétalo de esa rosa.

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Desde aquí Dante observa finalmente la luz de Dios, gracias a la intervención de María a la cual San Bernardo (guía de Dante de la última parte del viaje) había pedido ayuda para que Dante pudiese ver a Dios y sostener la visión de lo divino, penetrándola con la mirada hasta que se une con Él, y viendo así la perfecta unión de toda la realidad, la explicación de toda la grandeza.

Cierre

Así concluye la obra maestra de Dante, una narración en la que la principal preocupación del poeta era ofrecer a los hombres un camino para “huir de las pasiones terrenas y alcanzar la iluminación de la fe, pasando a través de la conciencia y la expiación de las culpas”. Con “la Divina Comedia” se marca el origen de la literatura moderna: la literatura de idea. Y con ella, Dante cumple la promesa que se había hecho, la de cantarle a Beatriz como nadie había cantado a una mujer. Pero en esta obra también destila, en los albores de la lengua, sus antipatías políticas, sus ásperas cuitas y sus rencores. En ella citó a los líderes de su tiempo, a los burócratas centralizados de que pecaron y que corrompieron sus gobiernos y descuidaron el bienestar de su pueblo. Así mismo,

En su tiempo, el infierno que Dante retrató en su obra era una estructura nunca vista. Comprendía el mayor temor de la cristiandad: el tormento del alma. En la Divina Comedia, Dante vulgarizó el mensaje sacro de la perdición del alma. La comprensión del dolor eterno que representa el padecimiento del espíritu y un destino del que nadie puede escapar. Fue así, como la sociedad de su tiempo, configuró al infierno de dante como verdadero y fue la imagen que permaneció durante la edad media. Hoy, siete siglos después de su muerte, la grandeza de su obra y la revelación contra su sociedad y su tiempo concluye que al final, todos llevamos dentro de nosotros una chispa de Infierno, Purgatorio y Paraíso.