GaBotero es letras, trazos, música, danza. Es una lectura de las obras de ambos artistas plasmadas en danza neoclásica y música colombiana, compuesta especialmente para esta puesta en escena. Será el próximo sábado 23 de julio a las 6:00 p.m. en el Teatro Metropolitano.
Un proyecto que se constituye en una sinergia entre coreógrafos, bailarines, músicos, diseñadores de vestuario, luminotécnicos y artistas plásticos para propiciar una reflexión en torno al valor del arte y la cultura en Colombia.
Además del Ballet Metropolitano y la Orquesta, la propuesta escénica tiene un grupo de creadores que vibran y sienten como propia la obra de Gabo y Botero, entre ellos la coreógrafa Colombo-belga Annabelle López Ochoa, el coreógrafo Rafi Maldonado López, el compositor Juan Pablo Acosta, la diseñadora de vestuario Diana Echandía, el orquestador Jesús David Caro y la directora musical Tatiana Pérez-Hernández, actual directora residente de Filarmed.
“GaBotero se trata de una producción internacional en la que los vestuarios, las escenas, la danza y la música retratan el folclor de nuestro país y hasta las situaciones permeadas por la violencia, pero llevadas a la poética y la reflexión”, explica Diana Echandía, diseñadora de vestuario de GaBotero.
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Annabelle López aprendió a mirar los detalles de las pinturas de Botero a través los ojos de Diana Echandía, incluso le encantó poder estar presente en el proceso creativo de la música junto a Juan Pablo Acosta, para ella fue una “colaboración orgánica”.
Los coreógrafos y el director son parte fundamental para la creación de la música, allí nace el guion de cada escena con características, sentimientos, inspiraciones. Para el compositor Juan Pablo Acosta, fue una experiencia diversa el poder musicalizar la obra de Gabo y Botero.
Por ejemplo, Gabo, “está influenciado por las músicas del caribe colombiano donde brillan el acordeón, la gaita y la voz de las cantadoras para recrear los ritmos que pudieran evocar a Macondo, el pueblo ficticio, enmarcado en música contemporánea moderna”, explica Acosta.
El reto para Juan Pablo fue encontrar esas melodías que inspiren el movimiento, que se queden en la mente del espectador, que le toquen el corazón y le ayuden a potencializar el sentimiento que se le quiere ver a cada escena; una especie de hilo conductor que teje letras y trazos.
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