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Poemas indispensables para volver a Fernando Pessoa

Ninguno de sus heterónimos se sobrepone a otro, ni a sus intenciones estéticas, solo amplían el legado de Pessoa, el poeta de los poetas.

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Ricardo Reis, Álvaro de Campos y Alberto Caeiro habitaron el universo narrativo de Fernando Pessoa. El escritor portugués fue artífice de una de las obras más importantes en la historia literaria de su país y de paso, se encargó de escribir su nombre en los más altos estrados de la literatura universal, de la mano de los tres heterónimos bajo los que publicó. Todos con cuerpos, personalidades y plumas distintas que son apenas la muestra de la maestría de Pessoa ante el lenguaje.

Distintos campos de reflexión abordaban las voces de los poetas que fue Pessoa. Por un lado, inspirado en el siglo XVIII, Reis se apropia de la narrativa de la época, mientras Caeiro hace de su prosa un desfogue de sensualidad. Finalmente, Campos habla de la vida y comparte una visi´´on de ella como la que tuvo Walt Whitman. Ninguno se sobrepone a las intenciones estéticas del otro, solo amplían el legado de Pessoa, el poeta de los poetas.

La amplitud de su obra hace que cualquier selección sea minúscula. Sin embargo, hemos elegido algunos poemas que son siempre un buen vehículo de regreso para su obra. Amores imposibles, sensaciones y proximidades hacen parte de las imágenes que Pessoa construye en cada uno de estos poemas.

Tu voz habla amorosa

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Tu voz habla amorosa...
Tan tierna habla que me olvido
de que es falsa su blanda prosa.
Mi corazón desentristece.

Sí, así como la música sugiere
lo que en la música no está,
mi corazón nada más quiere
que la melodía que en ti hay...

¿Amarme? ¿Quién lo creería? Habla
con la misma voz que nada dice
si eres una música que arrulla.
Yo oigo, ignoro, y soy feliz.

Ni hay felicidad falsa,
mientras dura es verdadera.
¿Qué importa lo que la verdad exalta
si soy feliz de esta manera?

Me da lástima de las estrellas

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Me da lástima de las estrellas
luciendo hace tanto tiempo,
hace tanto tiempo...

Me da lástima de ellas.
¿No habrá un cansancio
de las cosas,
de todas las cosas,
como de las piernas o de un brazo?
Un cansancio de existir,
de ser,
sólo de ser,
el ser triste brillar o sonreír...

¿No habrá, en fin,
para las cosas que son,
no la muerte, mas sí
otra suerte de fin,
o una gran razón
cualquier cosa así
como un perdón?

El amor es una compañía

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El amor es una compañía.
Ya no sé andar solo por los caminos,
Porque ya no puedo andar solo.

Un pensamiento visible me hace andar más de prisa
Y ver menos, y al mismo tiempo gustar de ir
viendo todo.
aun la ausencia de ella es una cosa que está
conmigo.

Y yo gusto tanto de ella que no sé cómo desearla.
Si no la veo, la imagino y soy fuerte como los
árboles altos.
Pero si la veo tiemblo, no sé qué se ha hecho
de lo que siento en ausencia de ella.
todo yo soy cualquier fuerza que me abandona.
Toda la realidad me mira como un girasol con la
cara de ella en el medio.

Esto

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Dicen que finjo o miento
todo lo que escribo. No.
Yo simplemente siento
con la imaginación.
No uso el corazón.

Todo lo que sueño o vivo,
lo que me falla o termina,
es como una terraza
sobre otra cosa aún.

Esa cosa es la que es bella.
Por eso escribo en medio
de lo que no está cerca,
libre de mi titubeo,
serio de lo que no es.
¿Sentir? ¡Sienta quien lee!

Serena voz imperfecta

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Serena voz imperfecta, elegida
para hablar a los dioses muertos
la ventana que falta a tu palacio da
para el Puerto todos los puertos.

Chispa de la idea de una voz sonando
lirios en las manos de las princesas soñadas,
yo soy la marea de pensarte, Orlando
la Ensenada todas las ensenadas.

Brumas marinas esquinas del sueño...
Ventanas dando al Tedio los charcos...
Y yo miro a mi Fin que me mira, tristón,
desde la cubierta del Barco todos los barcos...

Las pompas de jabón

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Las pomas de jabón que este chiquillo
se entretiene en soltar por la pajita
son, traslúcidamente, toda una filosofía.

Claras, inútiles y pasajeras como la Naturaleza,
amigas de los ojos como las cosas,
son lo que son
con una precisión redondita y aérea,
y nadie, ni aun el niño que las suelta,
pretende que sean más que lo que parecen ser.

Algunas apenas se ven en el aire lúcido.
Son como la brisa, que apenas roza las flores al pasar
y de la que tan sólo sabemos que pasa
porque algo se aligera en nosotros
y todo lo acepta más nítidamente.