El pasado 17 de septiembre se estrenó en Netflix "EL juego del calamar", una serie de televisión surcoreana dirigida por el cineasta Hwang Dong-Hyuk. La historia cuenta la travesía de un grupo de personas en riesgo de exclusión, quienes arriesgan sus vidas en una misteriosa competición de supervivencia, basada en juegos infantiles, con un premio de 45.600 millones de wones.
En 2008 Dong-Hyuk empezó la creación de este universo, inspirado en el manga japonés y obsesionado por los escenarios de supervivencia en distintos formatos narrativos. Una primera exploración vino con su primera película, así lo confesó en una entrevista: “Tras debutar "My Father" (2007), leí muchos cómics y estaba sumergido con los juegos de supervivencia. Con la convicción de crear una versión coreana, empecé este trabajo en 2008 y lo finalicé un año después. Sin embargo, conseguir los actores para el casting y el financiamiento adecuado fue sumamente difícil”.
El nombre de la serie deviene de un juego infantil que consiste en formar un animal acuático, a partir de figuras geométricas y que, de acuerdo con el director de la serie, es uno de sus más apreciados recuerdos de niño. Les contamos algunos detalles detrás de la trama para entender por qué todos deberíamos verla.
"Varias personas en riesgo de exclusión y con serios problemas económicos reciben una misteriosa invitación para participar en un juego. 456 concursantes de toda clase y condición acaban encerrados en un lugar secreto donde deben competir en varios juegos para ganar 45 600 millones de wones. Se trata de juegos infantiles tradicionales coreanos (luz roja, luz verde, etc.), pero los perdedores mueren. ¿Quién se alzará con la victoria y cuál es el objetivo del juego?"
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¿Por qué luces verdes y rojas?
Otro de los divertimentos utilizados se llamaba "Luz verde, luz roja", el cual consiste en permanecer inmovil frente a un policía que repite las palabras, pero en la serie vemos que finaliza con perdedores que son asesinados por una gran muñeca. Si bien no se basa exactamente de un hecho específico de la realidad, el director tomó estos simples juegos favoritos de su infancia y los llevó a un punto extremo, además de querer transmitir un mensaje sobre la sociedad coreana.
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